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1// Encuentro no romántico


1// Encuentro no romántico

Harper

Trabajaba en un bar del barrio todos los días menos los domingos porque necesitaba ese dinero para seguir estudiando, aunque ya fuera mi último año de carrera.

Mi familia me daba un poco de dinero al mes para pagarme el alquiler del piso, que compartía con dos amigos que iban a la misma carrera desde que entré en ella, pero no era suficiente.

Estábamos en mayo y significaba que me quedaba menos tiempo para que este infierno, en el que llevaba más o menos cuatro años, se acabase.

Hoy había quedado con mis antiguos amigos del instituto para ir a uno de los pubs más famosos de la ciudad. Hacía mucho que no hablaba con ellos y en especial, con mi mejor amiga Valeria.

Solo faltaba media hora para terminar este espantoso día de trabajo y me podría ir a casa.

Por suerte, toda mi sección ya estaba servida. Así que solo me faltaba recoger platos que todavía estaban encima de algunas mesas y me iría por fin a mi casa.

Si me voy dos minutos al baño no pasará nada, ¿no?

He estado todo el día muy ocupada en el trabajo y apenas he parado, llevo desde que empecé el turno de hoy sin ir al baño y siento que podría explotar en algún momento. Así que, tampoco me lo pensé mucho.

Fui directamente al baño de empleados y he de admitir que tardé más de dos minutos, porque no quedaba papel higiénico y me las tuve que ingeniar para conseguirlo.

Mi ingenio fue llamar a mi compañera de trabajo, que se enfadó conmigo porque había entrado gente nueva a mi sección desde hacía rato y no estaba presente para tomarles nota.

Al salir vi a cuatro chicos sentados en una mesa y me acerqué sacando la minúscula y azul libreta de mi bolsillo.

En el momento en que los aprecié mejor no creía que fueran ellos de verdad, pero ese mínimo índice de duda desapareció cuando estuve enfrente y los vi a la perfección. No cabía duda de que eran ellos.

Los integrantes de una banda de rock que se había puesto muy famosa desde hacía tiempo. Y justo ahora mismo estaban sentados en un bar de mala calidad como era este. Creo recordar que se llamaban los "Dead Garages". Es un nombre un poco peculiar, pero su música no es tan mala.

Cuando escuché por primera vez varias canciones de ellos por la radio no me gustaron en absoluto, pero al final de tanto escucharlas te acaban gustando.

Normalmente cuando escuchas mucho una canción puede pasar dos cosas, o la aborreces y ya no quieres escucharla nunca más, que es lo más común, o te acaba gustando y la tienes en bucle todo el santo día. Que es lo que me pasó a mí.

Si mi memoria no falla, la canción que estaba sonando por los altavoces del bar es una de las más recientes suyas. 'Heartbreak' se llama la dichosa canción.

Margot, mi compañera de trabajo, es la encargada de llevar la música del local y como está fuertemente obsesionada con la banda pone sus canciones todo el día y las tatarea allí a donde va sin dejarse ni una por cantar.

—Bienvenidos, ¿qué quieren pedir?

Todos se giraron hacia mí y el primer impulso que tuve fue irme corriendo y esconderme detrás del mostrador, pero me mantuve quieta y para calmar los nervios apreté, con una poca fuerza de más, la libreta.

—Cinco cervezas. —Me contestó el chico que estaba sentado cara mí.

Son todos muy distintos.

Hay un chico sentado en la esquina derecha con rasgos asiáticos. No le pega el tipo de música que toca, pero su carácter es muy fuerte, porque desde que he llegado solo hace que discutir con otro chico de piel oscura que parece británico por su acento. Reconozco esa pronunciación, porque mi familia por parte de mi madre es de Cornualles.

Al lado opuesto de ellos, hay un chico con el pelo un poco largo rubio, pero bonitos ojos de color azul y tiene varios tatuajes que le rodean sus dos fuertes brazos.

Parece estar aburrido y absorto en sus pensamientos. Ya que, no mira a nadie o interactúa, solo juega con la servilleta de papel seriamente y el último chico es el que ha pedido las cervezas. También tiene un acento muy marcado, pero según las revistas de cotilleo que venden por todas partes, es de Italia. Su pelo es oscuro y sus ojos verdes claros. De esos que te amortizan si los miras fijamente durante unos escasos minutos.

Peligro andante.

—Bien, ahora os traigo el pedido.

Me marché a paso demasiado rápido y mi compañera me hizo cara de no entender porque actuaba de esa forma, pero cuando revisó atentamente con la mirada mi zona y vio a la banda, se acercó corriendo a mi lado con mucho entusiasmo.

—Son ellos, los de la banda ¿de verdad? Mis ojos están siendo bendecidos. —Que lo susurrara tan animada y dando pequeños saltos me hacía mucha gracia—. No me lo puedo creer. Que suerte que tienes.

Pasé de ella para empezar a preparar las cervezas y al escuchar un soplido me giré hacia Margot.

Se cruzó de brazos y me hizo pucheros. Seguro que querrá pedirme algo y de escusa me dirá que ella me ha llevado el papel hace nada al baño.

—¿Serias tan buena compañera de pedirle el número de teléfono a Costa? El guitarrista guaperas de la banda. Como gesto de buena bondad por el que he hecho yo antes cuando estabas en el cuarto de baño.

En efecto, no me equivocaba, pero fue mi turno de cruzarme de brazos indignada ante la situación. Ni de broma haría eso.

—No —finalicé.

Acabé de preparar las cinco cervezas y me fui dando zancadas, pero con cuidado, para que no me debatiera esa locura que quería que hiciera. Aunque me alejé mucho de la barra, sus quejidos se siguieron escuchando a la distancia.

Me extrañaba ya que eran cuatro personas y no cinco, pero igual alguno quería repetir y no lo culpaba por ello.

La verdad es que de este bar lo único que está decente son las cervezas porque la comida era pésima y eso que Bob hace todo lo que puede para poder freír bien unas patatas, pero, aunque lo intente no es lo suyo.

Al encaminarme con ellas, vi como entraba al local una chica alta de cabello rubio oscuro, y se encaminaba hacia ellos. Sentándose encima del rubio que estaba aburrido.

La chica también forma parte de la banda, según dicen las revistas, pero no sé nada más de ella. Creo que se llamaba Jade y de todos los integrantes era la más joven.

A mí me gusta otro tipo de música, algo más tranquilo, no tan ruidoso. De esas canciones en las que te podrías dormir perfectamente y te deja en una relajación que es auténticamente increíble.

Cuando llegué a su mesa, la única que me recibió con una gran sonrisa agradable y perfecta fue la chica que acababa de entrar.

—Aquí están. —Les comenté mientras dejaba las cervezas con algunos entrantes, que daba el bar con la bebida, encima de la mesa—. Que aproveche.

Otra vez, la única que me escuchó fue la rubia. Los dos chicos de la derecha seguían discutiendo intensamente.

El rubio ya no jugaba con la servilleta al tener el brazo apoyado en los hombros de la rubia y el guitarrista estaba mirando fijamente el suelo con expresión seria.

—Gracias —me contestó ella.

Me despedí con una sonrisa forzada, que siempre había odiado hacer, y me fui a recoger el resto de platos y vasos de otras mesas de mi sección.

Al volver a la barra mi compañera me miró con rencor, pero no se volvió a acercar a mí.

Se habrá enfadado, pero no iba a hacerlo de ninguna forma posible.

Un rato después, la chica rubia que estaba con los de la banda, se acercó a la caja registradora y la atendí. Se notaba que no era la típica famosa con soberbia hasta las cejas por su forma de hablar conmigo.

Cuando se fueron, recogí sus vasos, los limpié y me fui directa a casa.

Cené unos trozos de pizza que me sobraron de ayer. Ya que todos los viernes hacemos noche de películas con pizzas.

Tenía la sensación de que iba a ser una larga noche.

🎵


Estaba enfrente del espejo.

No me acababa de gustar como me quedaba el maldito vestido rojo, que me llegaba por encima de las rodillas. No estaba muy segura con el vestido puesto, pero para salir de fiesta no tenía otra cosa.

También llevaba unos tacones negros muy cómodos y un bolso que lo diseñé yo misma hace bastante tiempo.

Estudio moda y hace un año teníamos como trabajo final del curso diseñar un bolso o alguna mochila con unos materiales específicos.

Un día me fui a pasear con Leila, que estaba de visita, y me vino la inspiración. No sé ni cómo y acabé creando esta maravilla que siempre iba conmigo a todas partes.

Antes de que me llamará Dexter, el novio de Valeria, me había puesto un poco de brillantina sobre mis mejillas. Ya que ahora se había puesto de moda hacerlo, pero se me podría confundir perfectamente con un faro de luz.

—Estamos en la puerta. —Murmuró Dex antes de que se escuchara un fuerte pitido de otro coche—. Joder, date prisa o no llegaremos vivos.

—En un minuto estoy.

Colgué el teléfono y me bajé las escaleras medio corriendo hasta llegar al salón, para abrir la puerta principal y poder irme, cuando Martín me detuvo.

—No sabía que hoy ibas a salir. —Carraspeó mientras se levantaba del sofá y se acercaba a mí con una sonrisa.

Conocí a Martín el primer año de carrera y la mejor decisión sin duda fue hablarle el primer día de clase, cuando lo vi sentado solo. Desde ese momento, siempre vamos los dos juntos y con nosotros, Cloe. Mi otra compañera de piso que conocimos después de la primera semana de empezar con las clases.

Hace más o menos tres años empezamos a vivir los tres juntos en un dúplex cerca de nuestra universidad.

—¿Estás enfadado porque no vas a venir esta noche?

—Es una traición muy grande. —Se puso una mano en el pecho dramatizando sus palabras y meneando la cabeza de un lado a otro. No podía para de reírme—. Ahora en serio, te mereces pasártelo bien y yo tengo que terminar ese proyecto, así que a la próxima.

Se acercó y me dio un fuerte abrazó para despedirse. Cuando llegué a la puerta para abrirla y largarme, gritó desde el salón:

—No llegues bebida a casa.

Me volví a reír y bajé lo más rápido que pude por las escaleras, antes de ver el coche rojo de Valeria parado en la puerta del edificio que estaba enfrente.

Crucé la carretera cuando no pasó ningún coche y Leila sacó la cabeza por la ventana trasera del vehículo para hacerme señas para que me diera prisa.

—Mira qué guapa te has arreglado para ir de fiesta, seguro que hoy encuentras algún pretendiente molón. —Me decía volviendo a meter medio cuerpo en el interior del vehículo y yo entraba por la puerta derecha.

—No lo creo —le contesté poniéndome el cinturón.

Nunca se me había dado bien ligar y eso no iba a cambiar hoy por arte de magia. Aunque tampoco me había interesado conocer a nadie, ni mucho menos, encima tenía mala suerte en el tema de las parejas.

—No seas así de negativa.

La voz paternal de Dexter salió de delante del vehículo, donde estaba de copiloto. Siempre hemos sido amigos desde pequeños. De hecho, nos habíamos criado juntos ya que era mi vecino y aunque a veces se comportara como mi padre, para mí siempre ha sido un hermano.

Valeria giró la cabeza para sonreírme de oreja a ojera, antes de asentir dando apoyo a lo que había dicho Dex y girarse hacia delante para poner sus manos sobre el volante con seguridad.

—Tiene razón Amy, pero ahora aferraros a los asientos que nos vamos.

Arrancó con tanta intensidad que Leila me miró como si temiera por su vida y me agarré con fuerza al asiento.

Cuando Val conducía era una suerte llegar de una pieza a los lugares. Sin embargo, si conducíamos los demás del grupo parecía que había un bebe a bordo de lo precavidos que somos.

El trayecto fue bastante más tranquilo después de ese acelerón.

Dexter se pasó todo el camino cantando todas las canciones que ponían en la radio y Leila se quejaba, junto con amenazas de vida o muerte hacia él que la ignoraba con sutileza.

—Ya hemos llegado. —Comunicó Val al aparcar enfrente del lugar al que íbamos.

—Menos mal, Dex nos iba a matar si seguía desafinando de esa manera tan espantosa. —Se quejaba mi amiga rubia mientras bajábamos del coche y cruzábamos la calle para ir hasta la puerta del antro.

—¡Oye! yo no desafino. Eso son calumnias.

La irritación de Dexter era más que notoria y Valeria resopló al ver lo que se avecinaba como si fuera tradición.

—Sí, claro, lo que tú digas cantante, pero no cantas bien, asúmelo de una vez por todas y deja de matar a nuestros tímpanos cada vez que nos subimos al coche. Al final te pondré una orden de alejamiento.

—Lo admitiré cuando tu asumas que no eres buena en tu carrera. Ser psicóloga no es lo tuyo.

La cara de Leila fue de enfado en pleno estado. No podía permitir que siguieran peleando a punto de entrar y cuando vi que Val estaba buscando las entradas en el teléfono decidí interponerme.

—No os peléis, para una noche que salimos todos. Dejar la riña a un lado y cuando salgamos continuáis si queréis, pero vamos a despejarnos. Algunos estamos cansados y hemos salido para disfrutar, aunque sea un momento, por favor. Entenderlo. —Se giraron ambos en redonde hacía mi—. Dex no cantas muy allá, pero da igual. Mientras no se te rompa una cuerda vocal, pero no le digas a Leila que no es buena en su profesión porque no es verdad.

—Tal vez me he pasado —rectificó nuestro amigo.

—Ya, yo también.

Ambos se quedaron en silencio. Al final Val encontró las entradas y tuvimos que hacer un poco de cola, pero no tardamos en entrar.

Mi mejor amiga obligó a su novio a ir a la pista de baile, donde estaba la gran mayoría de la gente dando sus mejores bailoteos.

En cambio, Leila me sugirió ir a tomarnos algo fresco y nos fuimos directamente a la barra donde había sitio de sobra.

Llevábamos unas semanas muy intensas y malas con el agobio de todos los exámenes del último trimestre que nos venia, por eso necesitábamos un poco de descanso y liberación.

Aunque Leila seguía estudiando en una universidad cerca de donde estudiaba. Dexter y Valeria no lo hacían. Ella acabó el curso pasado la carrera de derecho y él terminó su último año de informática también.

—¿Qué queréis tomar? —preguntó el camarero mientras que le lanzaba una mirada pícara a Leila y ella le devolvía la mirada encantada con la situación.

Está escena era digna de ser grabada.

—Un gintonic. —Le contesté intentando entrar en el plano del muchacho que solo tenía ojos para mi amiga y dudaba que me hubiera escuchado.

Tanto tensión sexual junto me daba ganas de vomitar y eso era lo último que quería hacer esta noche.

—Otro para mí.

Dicho eso, el camarero se fue a prepararlos y Leila dejó de mirarlo de forma tan enamoradiza para centrarse en observar a su alrededor.

—Me voy un momento al baño, ahora vengo. —Murmuré rápidamente y me puse de pie.

Últimamente iba mucho al baño. No sé qué me pasaba, pero algo en mi interior no va bien y debería de ir al médico para que me ayuden lo antes posible.

—Vale, pero no tardes mucho que te conozco.

Ni ella misma se creía lo que acababa de decirme. Desde que empecé a salir más, tenía un don para tardar como mínimo unos veinte minutos siempre porque me pasaba algo cuando iba al baño.

Cogí mi bolso y sin más rodeos me dirigí al baño de inmediato.

Los baños de este antro están un poco escondidos y lo descubrí por las malas. La primera vez que estuve aquí tardé treinta minutos justos en encontrarlo.

Son unisex y apenas hay retretes. Es un poco raro porque los baños tienen como un sofá alargado para esperar afuera y una sola pica para lavarse las manos, pero lo hacen para no ocupar tanto espacio en el loc...

—Están todos ocupados— escuché una voz conocida que lo decía detrás de mí interrumpiendo mis pensamientos.

No le contesté por vergüenza que me dio en ese momento y me senté a su lado en el sofá. Estaba observando fijamente mis manos inquietamente cuando me atreví a mirarlo.

En ese momento me percaté de que era el chico que había atendido en el trabajo antes. Ese guitarrista de la banda que me pidió las cervezas. Mientras me daba cuenta y mis expresiones faciales me delataban por completo. Él, que ya me miraba, me dedicaba una media sonrisa.

Como si tuviera el poder de escuchar mis pensamientos, dejó decaer lentamente la sonrisa y ladeó la cabeza, entornando los ojos, con un interés demasiado notorio.

—¿Qué hace una camarera tan trabajadora por un bar de alto calibre como es este?

No sabía si me lo decía como burla o para hacerse el gracioso, pero si era alguna de esas dos opciones. No le encontraba nada ocurrente a sus palabras, pero al instante dejó de mirarme y se centró en la puertas de los baños.

—Las camareras también tenemos vida —le contesté con la mirada clavada en su perfil.

Se río, aunque su risa se cortó cuando vio que no me reía junto a él y volvió a mirar hacia mi dirección, para fijarse demasiado en mis ojos.

—¿Qué haces por aquí? Por qué no es que aparentes ser la típica chica que sale todos los fines de semana...—Cómo seguía viendo que no me hacía nada de gracia, añadió—: Sin ofender.

A no, ahora sí que me había ofendido.

—Las apariencias engañan, ¿sabes? O nunca lo has escuchado.

Como no contestaba y tampoco quería terminar la conversación de ese modo, procedí a contestarle a la pregunta que me había hecho.

No tendría por qué decírselo, porque no le incumbe nada de mi vida, pero tampoco es algo que deba ocultar ni nada por el estilo.

—He venido con unos amigos.

Silencio.

—Lo que te he dicho antes, no lo decía para desvalorar tu trabajo ni menospreciarlo.

—Lo sé, no pasa nada.

—¿Seguro?

—Sí.

Él asintió con la cabeza mientas volvía a sonreír. Después de un corto tiempo apoyó la cabeza en el respaldo del enorme sofá mirándome atentamente.

—¿Cómo te llamas? —Me preguntó a bocajarro.

Que lo preguntara me pareció extraño. No podía estar interesado en mí, ¿no? En toda mi vida solo había salido con dos personas, aunque con el primero estuve en el instituto y a eso no se le puede decir "estar" con alguien al ser tan pequeños y con el otro chico corté hace un año, al enterarme de que se veía desde que empezamos con más chicas y no como amigos exactamente.

—Amy.

—¿Pero te llamas Amy o es un diminutivo de tu nombre?

—En verdad me llamo Amelia, pero todos me llaman Amy. —Por alguna razón empezaba a ponerme nerviosa el hecho de tener esta conversación con él y sin pensarlo mucho le murmuré—, ¿y tú?

Mierda.

Me miró con rareza tras mi pregunta, pero no contestó al momento porque debía asimilar mi pregunta estúpida.

Supongo que cómo es una estrella no está acostumbrado a que le pregunten su nombre, debería saberlo todo el mundo. Pero ahí es dónde entro con mi encantadora capacidad de perder los estribos cuando los nervios se apoderaban de mí.

Sé que todos lo llaman Costa y él sabe que también lo sé, pero de todas formas carraspeó para contestarme a una de las preguntas más tontas que le habrán dicho en toda su carrera musical.

—Me pasa algo parecido también. Me llaman Costa, que es mi apellido. Aunque puedes llamarme Matteo.

No sabía que decirle, así que solo asentí y miré hacia la puerta de los baños que estaban delante de nosotros.

—¿Qué hace una estrella del rock en un antro como este? —Le pregunté exactamente como había hecho él antes.

—También he venido con unos amigos, los de la banda—suspiró con pesadez mientras se pasaba una mano por el pelo—. Después del concierto de hoy, necesitábamos descansar y divertirnos.

—¿Estáis de gira?

Me giré hacia él y alzó los hombros antes de contestarme con cansancio.

—Algo así, yo prefiero llamarlo mini tour. Suena mejor, aunque la actuación de hoy ha sido la última por el momento.

Volví a asentir y le sonreí.

—Tiene que ser divertido ir por ahí y que la gente te reconozca. Tener fans y gente que te apoya con las cosas que haces.

—Depende, los fans agobian mucho algunas veces —dijo desviando la mirada, seguro que estaba rojísima. Aquí dentro hacía mucho calor—. Hasta algunos se han llegado a colarse en nuestros camerinos o abalanzarse contra la limusina cuando llegamos a las residencias.

—Vaya, no sabía que el mundo estaba tan mal.

Matteo se rio muy alto y sus hombros se sacudieron suavemente antes de darme un toque con su hombro al mío.

—Eso no lo dicen en las revistas, ni en los vídeos de "30 cosas que tienes que saber antes de hacerte famoso".

No puedo evitar reírme a carcajadas, incluso él suelta alguna. Llegué a reírme tanto que me dolía la barriga.

Continuó hablándome sobre cosas que les había pasado en sus minis tours o cosas que le habían dicho por las redes sociales.

—Aunque al principio tocábamos canciones del estilo Pop y muchísimo más tranquilas créeme —confesó.

—¿Sí? Os pega más canciones infantiles como 'baby shark'.

Matteo entrecerró los ojos y sonrió de lado antes de fingir reírse amargamente.

—Que graciosa eres, ¿no?

—Prefiero llamarme cómica.

Iba a contestarme, pero el sonido de una puerta lo paró y se confirmó cuando una chica salía. Matteo alzó la mano.

—Ve tu primero.

No iba a aceptarlo, él estaba aquí antes.

—Agradezco que seas tan caballeroso, pero prefiero esperar. Estabas antes que yo, así que el baño es tuyo.

—Pues tú lo has dicho—murmuró entrando por la puerta.

Poco después salió un chico y entré sin dudarlo.

Al salir del lavabo, Matteo se acababa de lavar las manos y salió del baño despidiéndose con un saludo de cabeza el muy sinvergüenza.

Cuando terminé fui a la mesa donde todavía estaba Leila sentada, con las dos bebidas en la barra y con cara de cabreo.

—¿Por qué has tardado tanto? —me preguntó enfadada.

Me senté a su lado y le sonreí inocentemente, como había hecho Margot antes para que le consiguiera el número de Matteo.

—Perdón, había mucha cola.

Leila dejó de hacerse de rogar y sonrió satisfecha con mi disculpa.

—Está bien—cogió su vaso y la imité—, pero bebámonos esto de una vez y vámonos con los demás.

También sonreí y chocamos nuestras bebidas entre risas. Cuando había pasado unos pocos minutos Leila saltó del taburete y me estiró la mano hasta llevarme hasta la pista donde estaban Dexter y Valeria bailando.

Que se alegraron al vernos llegar y comenzamos bailamos junto ellos.

—Esta noche es la nuestra —gritó Leila por encima de la música y antes de empezar a saltar al ritmo de la canción.

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