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Parte 15 - Relatos

Aconteció cuando cielo y tierra se encontraban en guerra, el mundo lloraba lágrimas de sangre y sal. Los demonios campaban a sus anchas, arrasando con todo aquello capaz de componer una sonrisa. El conflicto había durado ya tantas eras que nadie recordaba el calor del sol en una tarde de verano o el brillo suave de la luna en una noche serena. Aquella era la guerra por el mañana: tiempo en que llovía fuego del cielo, tiempo en que amar era una insensatez...

Según los sabios, y quienes presumen de serlo, la fábula de la rosa y el dragón es tan antigua como Canon, Sin embargo, tal afirmación suena más a herejía que hacer pasar una receta para aliviar el estreñimiento por un pasaje del libro del Bastión. Por lo que, para aplacar el feroz ímpetu religioso de los fieles, la mayoría de los sabios coinciden en afirmar que la fábula de la rosa y el dragón es al menos tan antigua como Canon, algo con lo que puedo concordar, ya que fue ese el primer cuento que recuerdo escuchar de niño, una historia que ya era vieja cuando mis abuelos eran jóvenes.

Sin embargo, más allá de esta primera estrofa, Ankel había conseguido estropear el relato, distorsionando la idea original, dejando de lado las enseñanzas y moralejas, rematando con un final tergiversado que involucraba a los héroes sucumbiendo ante el mago oscuro que había irrumpido en su hogar.

Ankel, respondiendo a mi pregunta no formulada, se justificó afirmando que lo que me contó era la versión norgala del cuento, la cual, según él, superaba al típico relato meloso que estaba harto de escuchar desde que puso un pie fuera de Tierras Altas. Allá donde una historia que no involucrara matanzas era considerada aburrida en el mejor de los casos.

Una sombra de sonrisa mezclada con fastidio se reflejó en mi rostro por un momento. Reflexivo, contemplé la idea de, al volver al castillo, compartir con Ana aquella versión deformada de su cuento favorito.

Más momentos después llegué a la conclusión de que el trato fue otra pésima idea, digna de entrar al largo repertorio de errores estúpidos que cometí en esa época, la cual siento ya tan distante, aún a pesar de que fue hace apenas unos meses que me hallaba en aquel carromato escuchando las divagaciones de Ankel, quien cumplió su parte del trato con una gracia semejante a la de un elefante de tres patas. Sus historias, si bien eran conocidos relatos en los reinos de occidente, distaban mucho de ser los típicos cuentos que disfrutas escuchar rodeado de amigos, envueltos por el cobijo de una buena fogata.

Dejé de escucharlo luego del tercero y, en cambio, me concentré en el camino. Pronto saldríamos del bosque y sería hora de noquearlo nuevamente. Transportar una carga que no recitara poemas ni canciones como un bardo alcoholizado sería más práctico para atravesar las colinas y llanuras kenovitas, donde los rumores viajan más rápido que las aves al volar. Con un movimiento discreto, sostuve dentro del bolsillo de mi chaqueta la poción que había empleado horas atrás. Ya en ese momento había concluido que Ankel era un demente y que la misión, si bien podría ser sencilla de efectuar, podría verse frustrada de un momento a otro. Su comportamiento impredecible aún me resultaba de lo más inquietante.

Y en el momento en que contó su sexto relato, aquel sobre el hombre que abrió las puertas de su hogar a Torim el desquiciado, quien a cambio lo engañó haciéndolo yacer con sus ovejas en el establo mientras él compartía lecho con su mujer, mi sentimiento de duda se había transformado en una tensión superficial que apenas me dejaba respirar. Podría ser que Ankel estuviera loco, pero no lograba discernir su nivel de demencia, convirtiéndolo en una fuerza más de la naturaleza, una tormenta cuya furia no sabía si empaparía mi rostro con una suave y gentil llovizna o en cambio arrasaría con mi casa y todo lo que conocía. Ankel era esa tormenta; salvaje, impredecible y peligroso.

Llegó al noveno relato, los ojos se me abrieron de la sorpresa al escucharlo anunciar de forma teatral:

—Este es otro que creo conoces bien...

La historia de su supuesto ancestro Benjan el explorador. Curioso, me mantuve atento, atenuando mi tención por unos segundos. La familia real de Tierras Altas se separó del linaje de los Reyes del Invierno siglos atrás, y no lo hicieron precisamente en buenos términos. No por nada habían adoptado el apellido Walker. Algunos incluso los llaman los Reyes Trotamundos, pues fueron reyes del invierno en el pasado; son reyes en Tierras Altas en la actualidad. ¿De qué serán reyes en el futuro?

Conservando mi postura vigilante, intrigado por saber cómo arruinaría el relato quizás del hombre más importante en esta parte del mundo, más por prudencia o quizás un sentimiento parecido al respeto, se limitó a reducir su legado a una sola frase.

"Benjan el Explorador se batió en duelo con un ángel, lo venció, y así se convirtió en el primer Rey del Invierno."

De forma casi involuntaria, asentí con la cabeza, satisfecho. No podía haberlo contado de mejor manera; sin embargo, mi conformidad duró poco, pues un silencio pesado cayó sobre nosotros como una piedra que cae precipitada desde lo alto de una montaña.

Los rayos del carromato comenzaban a crepitar bajo las sinuosas piedras del sendero, preludio del camino asfaltado que llevaba a las afueras del bosque, rumbo al Valle de Almas. El sol había bajado de su cumbre y ahora rasgaba su trayectoria en dirección oeste, a pocas horas del siguiente atardecer. Me mantuve en guardia todo este tiempo, esperando al menos una o dos incursiones que tuvieran como fin encontrar a Ankel, ya que para esas alturas deberían haberse percatado de su ausencia. Sin embargo, el único ruido que se oía en el bosque era el de los árboles al ser sacudidas sus ramas por el viento, el irregular canto de las aves y el ocasional relincho del caballo, poco acostumbrado al esfuerzo constante.

El silencio se prolongó por demasiado tiempo. Ankel no se movía de donde estaba, reposando impasible con la espalda recta y la frente en alto, similar a un rey sentado en su trono, o aquello era la impresión que me daba, pues me rehusaba a volver la mirada en su dirección, negándome con ferocidad a mostrar cualquier atisbo de duda o debilidad. Él era el atado de pies y manos, 'él es quien está indefenso', eran las palabras que me repetía una y otra vez, en un intento por aplacar las voces ansiosas que ya habían causado grandes estragos en mi temple.

Ese silencio me resultaba extraño. No era como el de los demás, que había plagado nuestra interacción desde que los efectos de la poción se hubieron disipado. Era como si guardara dentro de sí un silencio aún más profundo, semejante a la calma antes de la batalla. No pude evitar tragar saliva y sondear de reojo los árboles a nuestro alrededor en busca de algo que no cuadraba.

—Mi decima y ultima historia puede que te resulte un tanto diferente. — contuve el impulso de soltar un pesado suspiro, sus desvaríos aun no acababan. —Te contaré cómo trataron de matar a mi padre y de cómo conseguí clavar una daga en el cuello de quien lo intentó.

En esa última frase su voz resonó con ferocidad, tan intensa que me envolvió en un ligero escalofrío. Era como si de repente me encontrara en la gélida tundra y me arrebataran el collar de un tirón. Una historia personal. No esperaba que se atreviera a tanto y algo me decía que no se hallaba del todo seguro de compartir esa información con el hombre que lo tenía cautivo. Las noticias vuelan en Heilaga más rápido que las aves al volar, y puede que incluso más. No habían llegado hasta Kenovia reportes de un intento de asesinato al rey de Tierras Altas, por lo que comprendí que aquello nunca se había hecho público. No lograba esclarecer por qué el príncipe compartiría tan valiosa información. ¿Qué pretendía? ¿Qué empaticé con él quizá...? No lo creo. No había nada en su lenguaje corporal que me hiciera pensar que en algún momento del trayecto rogaría por su libertad. Más bien lo contrario. No se veía para nada interesado en saber hacia dónde nos dirigíamos y qué haríamos al llegar a nuestro destino.

Ese deje de solemnidad y firmeza en su voz era un mensaje tácito, el cual capté de inmediato. 'Presta atención, pues lo que diré es importante'. Obedecí su orden implícita casi sin darme cuenta, hiriendo mi orgullo más que si hubiera dejado caer sobre mí un millar de viles injurias, convencido de que, de haber sido un amo, mis ojos habrían brillado con gran intensidad.

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he vuelto, lamento ausentarme por tanto tiempo, pero resulta que editar es mas dificil que escribir en ocaciones, ya tengo preparado un capitulo mas que espero subir dentro de poco, encerio les agradezco por seguir esta historia, y por la paciencia jeje 

Dejenme por aqui sus opiniones. y espero leerlos pronto, bye 

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