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parte 14 - El Principe y el Esclavo.

Tomé entonces la daga y la mantuve a mi diestra, listo para arremeter en cualquier momento. Agucé el oído y contemplé meticulosamente el sendero. Llevábamos una hora por el camino, me había asegurado de que nadie nos siguiera, pero la postura del príncipe había derrumbado mi enfoque inicial y me vi obligado a ponerme en guardia, listo para recibir un ataque del cual no sabía de dónde vendría. Era tal mi ansiedad que el príncipe terminó dándose cuenta. Lo supe por cómo giraba la cabeza en mi dirección y una sombra de sonrisa se le dibujaba en el rostro. Seguía sin decir nada, más habría dado lo que sea para que lo hiciera, al menos así acallaría las voces en mi cabeza, que me susurraban las posibles formas en las que esto podría acabar, una peor que la otra.

Luego de un rato de tortuoso silencio, un silbido inapropiado me llegó desde la parte trasera del carromato. Desenvainé la daga y adopté una postura vigilante, esperando un ataque que nunca llegó. En cambio, el príncipe siguió silbando, entonando el estribillo de una canción popular, como las que tararean los ebrios en las noches de cosecha, única ocasión en la que a los Quill se nos permite ingerir alcohol. Fruncí profundamente el entrecejo, confundido.

—Vamos, sé que la conoces —dijo casualmente, cantando animadamente el verso de la canción.

Torim el desquiciado, así le llamaban,

De reyes se burló y a damas conquistó,

Guerras inició por tal cosa como un cubo,

La academia a cenizas redujo.

En Kenovia a una princesa trató de conquistar,

Consiguiendo así, un agónico final.

Siguió chirriando por un rato más, entonando para sí mismo un popurrí de canciones de taberna: la balada de la doncella ciega, Will el sin alma, El ángel enamorado y algunas otras que no parecían apropiadas para cantar en voz alta en un bar abarrotado de gente, ni en un bosque solitario con un desconcertado esclavo como único público. Menos mal que era príncipe, porque como bardo habría muerto apedreado en su primera interpretación. Sin embargo, con el entusiasmo que desbordaba, habría sido fácil para cualquiera dejar de lado sus berridos y disimular el ruido uniéndose de buena gana al coro.

Su voz de barítono resonaba en el sendero, invitándome de vez en cuando a unirme a él. Pasaba desde canciones conocidas hasta algunas que supuse eran naturales de Tierras Altas, mejorando significativamente su entonación y armonía al cantar en su lengua materna, la cual era rústica y tosca, al igual que las personas que la hablaban. Mientras él seguía con su improvisado recital, yo me hallaba completamente atónito; había pasado más de una hora y media con el pavor destrozando de a poco mi cordura.

Anticipé más de un centenar de posibles emboscadas o ataques, reaccionando con paranoia al más sutil cambio en el follaje del bosque. Tenía el cuerpo tan tenso que al relajarlo sentí cómo me crujían las articulaciones, componiendo una sinfonía inquietante, semejante al de las ramas al ser partidas a la mitad. Había sido la más brutal tortura psicológica, todo ello para terminar con él cantando versos como si nada. Era el remate de un chascarrillo mal contado, y yo me había visto envuelto. No pude evitar sentirme avergonzado. No era que el príncipe fuera normal o no; era que estaba completamente loco, sin embargo, no tanto como pensé que lo estaba.

En algún punto pareció quedarse sin repertorio y prosiguió a intentar entablar conversación conmigo.

—Lo lamento —agregó luego de pronunciar la última estrofa de una balada romántica, y detenerse para recuperar aliento por el esfuerzo de cantar por casi tres cuartos de hora. —Si en algo se distingue un príncipe es por sus modales. Permíteme presentarme, mi nombre es Ankel Walker, hijo de Ragnar Walker, de la estirpe de Benjan el explorador y heredero del trono de Tierras Altas.

Lo escuché, pero no dije nada, aún no me recuperaba del estupor.

—¿Mi estimado captor no piensa presentarse? Es un hecho que me hallo lejos de casa; en el norte, los secuestradores miran a los ojos a sus cautivos, mostrando así que ellos tienen el control.

No aparté la vista del camino; el frisón trotaba con elegancia aún con el peso del carromato. Había desenfundado por completo la daga y la mantenía reposando en mi regazo, listo para actuar si lo veía necesario.

—Veo que no eres muy hablador, lo cual es una pena, ya que un viaje bajo el cobijo de una buena charla siempre es más llevadero, más agradable.

Ankel dejó de lado su postura erguida y se recargó en la pared del carromato, cruzando las piernas y echando hacia atrás la cabeza, como si descansara cómodamente bajo la sombra de un árbol.

Un largo tramo del camino transcurrió en silencio. Nos dirigíamos al norte, hacia Valle de Almas, un pueblo en las afueras, cercano a la frontera con los feudos. Una tierra de nadie entre los reinos, donde la ley y el orden se diluían en la bruma de lo ilícito. Allí, ni los reyes de Kenovia y Tierras Altas con sus legiones combinadas darían jamás con Ankel. En ese lugar, encontraría la forma de hacer que se marchara de Kenovia, dándole a elegir entre regresar a su país natal y nunca volver, o ser llevado por verdaderos esclavistas a Oriente, donde no distinguían a un príncipe de noble estirpe de un bárbaro sin nombre, pues todos eran carne y valían lo mismo.

Confieso que esperaba que la mera amenaza fuera suficiente para doblegar su voluntad. Sin embargo, la actitud desafiante que mostraba Ankel amenazaba con socavar mi plan. Admito que no era el mejor plan, pero pocas opciones quedaban que no involucraran lastimar al príncipe.

Luego de lo sucedido con el conde, algo se había roto en Ana. Ella no hablaba de ello, no era necesario, pero sabía que llevaba dentro de sí una culpa que destrozaba implacable su voluntad, presentándose en forma de viles pesadillas que la atormentaban incluso cuando dormía arropada entre mis brazos. El conde y su recuerdo la perseguirían hasta que el tiempo y la rutina lo aceptaran. Ana no podía llevar consigo la muerte de alguien más, y yo tampoco, pero de ser necesario, yo mismo me encargaría de neutralizar cualquier amenaza, sin importar lo bien o mal que se le diera cantar.

―Escuché historias, ¿sabes? Se dice que en este bosque la magia antigua aún vive —comentó casualmente sin alzarse de su relajada postura—. Si aquello es verdad, este sería un bosque mágico, quizá el último en el mundo.

En eso estábamos de acuerdo. Alzando la vista, contemplé la inmensidad de los árboles a nuestro alrededor. Aunque aún era mediodía, la luz apenas lograba penetrar entre las ramas. El aire era ligero y puro, la serenidad era palpable como si el bosque te envolviera con la más cálida de las mantas.

―Si este sitio pudiera hablar, ¿qué cosas tendría para contarnos? ―dijo embelesado, inclinando la cabeza en mi dirección, como si esperara de mí una respuesta.

'No tienes idea, príncipe Ankel. Si este bosque pudiera hablar, seguro te faltaría vida para escuchar cada historia que tendría para contarte', pensé resignado, pero seguí sin decir nada. Aquel era el bosque del trovador, lugar en el que ocurrieron milagros.

Se dice que ahí vivió la legendaria Morgana Ken, la primera bruja, quien compartió con los magos sus secretos, y que también fue el lugar donde el Bastión ocultó uno de sus tesoros. O los tres, dependiendo de a quién le preguntes. Se cree fue el último refugio de los dragones y demás criaturas mágicas antes de exiliarse a occidente, al otro lado del Mar de Zafiros.

Sin embargo, ninguno de esos mitos me convenció de que en aquel lugar la magia revoloteaba en el aire como un haz de luz que ilumina una habitación en penumbra. Lo que sí lo hizo fue la primera vez que Ana y yo nos fugamos del castillo. Refugiándonos entre sus intrincados senderos y su densa vegetación. Yo le enseñé a escalar árboles, llegando ella a subir más alto de lo que yo mismo me atrevía, y ella me enseñó a hablar en la legua sagrada, teniendo mayor fluidez de la que ella esperaba.

Ocurrió un par de lunas luego del incidente con el conde. Entre los susurros del viento y el crujir de las hojas bajo nuestros pies, llegó ese momento que cambiaría todo. Aquel que nos condenaría. Ella se hallaba frente a mí, jugueteando ansiosamente con sus manos, balanceándose de un lado a otro con un nervioso vaivén y con una mirada expectante en el rostro, esperando a que actuara en consecuencia.

― ¿Acaso tendré que rogarte por un beso, Robin? ―pronunció desafiante, tratando de disimular el rubor en sus mejillas.

―No podemos hacer esto, Jenny. ―repliqué, incapaz de mirarla a los ojos.

―Lo sé, pero ¿no me trajiste solo para romperme el corazón, o sí?

―Esto no acabará bien.

Soltó un suspiro y dio un paso hacia adelante, hasta que su rostro quedó a pocas pulgadas del mío.

―Olvida tu posición y la mía, y concéntrate en la chica que está frente a ti, la cual se muere porque la calles con un be...

No terminó la frase, la hice callar posando mis labios contra los suyos, el primero de muchos besos que marcarían nuestras vidas, y así muchos más momentos, la primera de muchas primeras veces, como la vez que juntos contemplamos las estrellas, cuando confesé mi amor y supe que era recíproco. Y también el momento en que descubrimos juntos la intimidad. Momentos que me hicieron creer que en aquel bosque la magia era real.

Esos recuerdos revoloteando en mi mente, todos al mismo tiempo, me daban ánimo y me infundían valor. Sostuve determinado las riendas y me relajé gradualmente. Aquello iba a terminar bien, estaba seguro, volvería al castillo con Ana esa misma noche y así permaneceríamos.

―Cuéntame una historia. ―pidió Ankel, a la vez que se erguía y estiraba con dificultad las articulaciones. ―Creo que es lo justo, he cantado para ti diez canciones, merezco escuchar tu historia.

"Mi historia", pensé...

No iba a contestar, más la respuesta se escapó de mis labios sin que me diera cuenta.

―Te contaré una historia si tú me cuentas diez.

Ankel soltó una risa que duró un tiempo considerable, luego guardó silencio, y pensé que el tema quedaba zanjado.

―Trato hecho. ―concluyó para luego narrar el inicio de una historia que ya conocía. 

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Aqui les dejo el capitulo 14 el cual tuve que cortar a la mitad pues ya eran casi 3000 palabras jeje bueno es pero lo hayan disfrutado, pueden esperar que el siguiente saldra muy pronto. 

dejenme su opinion sobre Ankel y Robin y como creen podria terminar la interaccion entre estos dos. 

un abrazo.

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