Parte 11 - Intimidad
Pasó un año desde el incidente con el conde, y para entonces ella y yo nos conocíamos en todas las formas posibles, más de lo que muchos logran en toda una vida, Imagino que encontrarás cierto alivio al saber que, pese a mi juventud, he podido conocer la intimidad. Ya sabes, aquello por lo que vale la pena vivir.
Los Quill no conocemos las relaciones íntimas más allá de las que nos permiten nuestros amos. Yo tengo una madre y tengo hermanos que tienen padre, pero nunca ambos al mismo tiempo. Cuando un Quill, ya sea hombre o mujer, llega a la edad adecuada, los amos procuran encontrarles un compañero. En el caso de los hombres de mi casa, la pareja llevará en su interior al niño hasta que este nazca y sea entregado a mi familia, para ser criado como un hermano más.
En el caso de las mujeres, se escoge un varón para dejarlas en cinta. Estas parejas, luego de completada la tarea, desaparecen para siempre de nuestras vidas. Por lo regular, ellos también son esclavos.
Tiempo atrás, el legendario Edniur, el lobo gris, un antiguo Rey Del Invierno, obligó a las naciones de Heilaga a abolir la esclavitud, más su influencia no llegó a los reinos del sureste, allá donde los mercados y caravanas de esclavos son tan comunes como en Kenovia los magos y médicos abnegados. Los amos hacen tratos con los señores esclavistas proporcionando a mi familia las parejas más apropiadas, usualmente, mujeres hermosas raptadas desde jóvenes por piratas del Mar Sangriento, y hombres altos y fornidos, prisioneros de guerra venidos de los confines del mundo, lugares donde el alto luptino es la lengua extranjera.
Antes de Ana, pensaba que a los 21 o quizá 22 años me asignarían una compañera. No lo veía tan malo. Mi madre me relató que, en su época, el hombre que fue su pareja la trató con dulzura y galantería. Hablaba en una lengua extraña, que ni ella, que dominaba 9 idiomas, pudo comprender. Al parecer, eso era lo mejor; sin amor en esa relación, de poco o nada servirían las palabras. Recuerdo cómo, entre lágrimas, me hablaba de ello. Antes de entrar en el oscuro y estrecho aposento en el cual fui concebido, sus ojos brillaron con expectativas. Aquello no era más que otra orden. Si hubiera seguido otro camino, habría conocido a mi pareja y nunca habría experimentado el amor en su plenitud.
Con Ana, en algún momento de rara lucidez, decidimos no llevar nuestra relación más allá y buscamos la forma de mantenernos a raya por el bien de ambos, pero fracasamos en el intento. Y antes de que nos diéramos cuenta, nos veíamos en solitarios rincones del castillo, encontrando en la oscuridad formas creativas de sobrellevar el aburrimiento. Ella trazaba delicadas líneas con sus labios, siguiendo los patrones enrevesados que habían dejado los latigazos. Yo, en cambio, encontraba gran deleite en explorar sus zonas más incautas, momentos en los que la tenía a mi merced y contaba con la certeza de que, si le hubiera ordenado algo, sus ojos habrían brillado con gran intensidad.
A pesar de nuestra inexperiencia, eso no importaba cuando nos perdíamos en los besos, encontrando un camino para hacerla sentir como ella misma no podía, en un frenesí que solo se experimenta cuando se es joven y se ama con pasión. Nos entregábamos a un duelo apasionado que siempre nos dejaba exhaustos, abrazados en un improvisado lecho, con ella durmiendo sobre mí mientras yo trataba de memorizar con el tacto la forma de sus curvas.
Aquellos son recuerdos hermosos mas no consuelan en lo más mínimo,
Durante esos encuentros, procuré hacerme de un aliado, aquel que se convirtió en mi ángel protector, uno de mis hermanos mayores. A quien libre de las obligaciones burguesas en el baile, accedió sin dudar a vigilar el perímetro y las salas austeras mientras Ana y yo nos entregábamos el uno al otro. No hay lealtad más grande que la que tiene un Quill por uno de sus hermanos. De esa forma, nadie descubrió durante mucho tiempo mi relación con Ana.
Yo soy un esclavo, lo fui siempre y lo seré hasta la hora de mi muerte. Nunca albergue grandes sueños ni aspiraciones. Jamás anhelé escalar las cumbres más altas, construir un castillo en los valles o navegar por el mar de zafiros en busca de lo que pudiera haber más allá de sus azules aguas. La fama y que mis canciones se cantaran en todos los continentes nunca estuvieron entre mis aspiraciones. Eso simplemente no es para mí.
En cambio, Ana seguía siendo una princesa, la segunda en la línea de sucesión. Se esperaba de ella que conquistara el corazón de los grandes señores de Occidente y que encontrara en ello una forma de engrandecer el reino de su padre. Esto implicaba no solo ser embajadora y ser la voz de Kenovia en tierras lejanas, sino también la incómoda responsabilidad que conllevaba su posición. El rey encontró para ella un matrimonio que se celebraría en pocos meses.
Tierras Altas es una potencia emergente, un reino vecino cuya estirpe es del mismo linaje de los Reyes Del Invierno. Por lo tanto, los vástagos de la familia real de Tierras Altas son codiciados entre las grandes casas de Heilaga, y la de Kenovia no fue la excepción. Los reyes de ambos paises formaron una alianza. Los dos tenían un hijo y una hija respectivamente. Ana se casaría con el príncipe de aquel país, mismo a quien obsequio su primer baile aquella noche de principios de invierno, y sería su reina al heredar este el trono de Tierras Altas. A su vez, el hermano de Ana se casaría con la hermana de aquel príncipe y sería su reina al ascender este al trono.
Era lo adecuado; Ana era una princesa cuyo destino estaba marcado por casarse y darle hijos a un rey. Sin embargo, lejos de resignarse, ideó un plan para liberarse de tal compromiso, al cual tontamente accedí a participar, otra decisión de la cual me arrepiento.
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jeje que sutileza, se que no es mucho pero es honesto
Bueno aqui les dejo esta nueva actualizacion, por cierto les agradezco por las 400 views, cada vista es una alegria para mi, espero publicar el final pronto, espero les guste, voten deje su comentario el cual siempre aprecio, un abrazo, hasta la siguiente.
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