Capítulo 22: Despedidas
La calidez del sol entraba por la ventana, acariciando el rostro de ambos jóvenes; su luz iluminaba el lugar, haciendo que Ken despertara. Al abrir los ojos, se encontró abrazado a Aiko. Observó con ternura a la chica que descansaba plácidamente sobre su pecho y acarició con dulzura su rostro. Dentro de unas horas ella partiría a Sudamérica. Él no quería apartarse de Aiko y decidió no despertarla hasta llegada la hora. Amaba tanto a Aiko que la sola idea de estar alejado de ella le dolía en lo más profundo del corazón y del alma. Esa dulce y simpática niña durmiendo era una imagen verdaderamente tierna. El verla tan afligida la noche anterior puso muy mal a Ken, pero el ver como se había dormido en sus brazos, tan tranquila, tan segura, lo reconfortaba. Por otra parte, Aiko se sentía protegida por aquellos fornidos brazos, se sentía muy bien estando abrazada a él, era como si le devolviera la fuerza para seguir adelante. Ella tampoco quería alejarse de él ni de esa sensación, pero era mejor que se apartara hasta que el asunto de la explosión de Construcciones Midorikawa se apaciguara. Estaba despierta, pero fingía que dormía. Sólo quería disfrutar de los últimos momentos que le quedaban junto a Ken, disfrutar de las suaves y placenteras caricias que él le hacía, sin interrupciones.
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Horas después, Omi golpeó la puerta del cuarto de Aiko.
-¡Aiko! ¡Despierta! –dijo él- ¡Manx vendrá dentro de una hora para acompañarte al aeropuerto!
Ken se sobresaltó. No estaba totalmente seguro de que Aiko lo hubiera perdonado por completo. Si despertaba y lo encontraba abrazado a ella podría reaccionar muy mal. Para fortuna de Ken, ella había vuelto a dormirse en algún momento de la mañana. Luego de insistir un par de veces, Omi se fue, pensando que tal vez Aiko estaba en el baño o simplemente seguía durmiendo. Después de que Omi se fuera, Ken soltó a Aiko y la recostó con delicadeza sobre la cama.
-¿Ken? ¿Eres tú? –dijo ella cuando él trataba de retirarse del cuarto.
-Sí... soy yo... -rió nervioso.
-¿Qué haces aquí? –sentándose en la cama fijó su vista en él.
-Es que... yo... pues... vine a... despertarte... ¡Sí, eso! ¡Vine a despertarte! –Ken estaba alterado, pensando que la chica lo lincharía en cualquier momento.
-¿A despertarme? –preguntó desconfiada.
-Sí. Es que Manx llamó y dijo que vendría dentro de una hora para acompañarte al aeropuerto.
-Oh... -ella bajo la cabeza, recordando que tenía que marcharse.
-Te... dejo sola... para que te cambies... y te arregles –se dirigió a la puerta para retirarse del cuarto.
Aiko lo vio con mirada suplicante, pero Ken no podía hacer nada. La decisión estaba tomada y era demasiado tarde para retractarse de ella.
Ella se dio una ducha rápida y se cambió de ropa. Traía puesta la misma ropa con la cual había conocido a Ken, el mismo vestido corto azul oscuro; era sencillo, pero la hacía muy hermosa. Eso fue lo que pensó Ken, que contemplaba a la chica desde la puerta, mientras ella guardaba sus últimas cosas.
-¿Necesitas algo? –preguntó Aiko al percatarse de que la estaban observando.
-Solo quería... despedirme –la pesadez en su voz, hizo evidente el hecho de que no quería dejarla ir. Aiko se volteó de inmediato para verlo.
-Pudiste haber esperado hasta que vinieran a buscarme –las palabras temblaron al salir de sus labios. Ella tampoco quería irse, pero era inevitable.
-Sí... pero después no iba a poder... es que... ¡No quiero que te vayas! –él la abrazó con fuerza. Aiko respondió al abrazo, aguantando el llanto.
-Esto... es lo mejor por el momento –trataba de simular sus lágrimas.
-Lo sé, pero aún así no quiero que te alejes de mí... Lo que más lamento es no haberte dicho antes que te amaba, haberte ocultado todo esto... entiendo que no me perdones.
-¡Eres un idiota! –gritó Aiko, y luego susurró- Yo ya te perdoné.
Ken se apartó de ella, lo suficiente como para verla a los ojos. Llevó su mano a su cara, levantándola suavemente hacia arriba. Al mirarla de cerca, su rostro angelical le pareció aún más hermoso de lo normal. Aiko decidió verlo directo a los ojos, y le parecieron tan bellos; su brillo la hipnotizó, su ternura la envolvió. Ambos sintieron como se les aceleraban los latidos del corazón. Él acarició suavemente su mejilla.
-¿De... de verdad me perdonas?
-Sería muy hipócrita de mi parte condenarte por algo que yo también hice.
-Eso fue un accidente, no es lo mismo –le dijo Ken sin dejar de mirarla a los ojos- Supongo... que eso significa que... no me vas a dar otra oportunidad...
-¿Qué quieres decir con eso? -las palabras del chico la confundían.
-Aiko, yo te amo... te lo he dicho de mil formas... te necesito... me haces mucha falta... -él sonaba casi desesperado. Ella lo miró con dulzura, sin poder evitar que las lágrimas fluyeran. Miró en el interior de los ojos de Ken; no supo por qué, pero esta vez sí creyó en ellos, ya no podía aguantar más sus sentimientos.
-También... también me haces mucha falta... -susurró ella, aludiendo toda la atención del castaño- Yo también te necesito y...
Aiko no pudo continuar, debido a que Ken no pudo contenerse más y la besó. La chica de inmediato respondió al beso, con todo el amor y el cariño que tenía hacia él. Antes no se hubiera dejado convencer por nada de lo que Ken le hubiera dicho, pero esta vez era diferente. En su corazón le creía, creía en aquellos labios, en aquel rostro que la miraba directo y sin titubear.
-Te amo –se dijeron los dos, luego de separarse un poco.
-¡Aiko! –se escuchó la voz de Omi- ¡Manx está aquí!
Ella miró a su amado con tristeza, y él dirigió su vista al piso. El momento había llegado.
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Luego de unos minutos, Aiko bajó las escaleras seguida por Ken, quien la estaba ayudando con sus maletas. Todos estaban al pie de la escalera, esperando que bajara para darle sus regalos de despedida.
-Ten... -Omi le entregó una pequeña cajita de regalo y una flor de freesia- Bajé todas las fotos que tenemos contigo a ese CD, para que recuerdes los buenos momentos que pasaste con nosotros.
-Gracias, Omi –ella lo abrazó con ternura, lo consideraba casi como un hermano menor.
-Espero que te guste –el joven de largo cabello, le extendió una hermosa caja tapizada y una flor de cattleya- Es un perfume, alguien me dijo que te encantaban.
Aiko miró a Naomi, que se encontraba al lado de Youji, y le sonrió.
-Muchas gracias, Youji –ella le dedicó una dulce sonrisa.
-Y este es mi regalo –agregó Naomi, dándole otro CD y un tulipán azul.
-¿Más fotos? Creo que he tenido demasiado de CDS por estos días –dijo su amiga observando el regalo.
-¡No, tonta! ¡Es una grabación de tus mejores canciones! –se escuchaba bastante emocionada por ello- ¿Quién sabe? Tal vez te vuelvas una famosa cantante en Sudamérica gracias a ellas.
-Muchas gracias –dijo abrazando fuertemente a su amiga, estando a punto de llorar.
-Toma –ordenó el pelirrojo, entregándole una rosa roja y un pergamino.
Aiko lo miró con curiosidad y lo abrió para leerlo:
Qué noche llena de hastío y de frío;
El viento trae un extraño lamento,
Parece un pozo de sombras la noche
Y yo en las sombras camino muy lento.
-La noche cuando huiste de tu casa y viniste aquí estabas así... -explicó Aya.
-¡Ay, qué tierno! Y tú se lo regalaste porque te hizo acordar a ella... -interrumpió Youji, haciendo enojar a Aya. Éste, por su parte, le dirigió una de sus peores miradas.
-Amor... será mejor que no hagas enojar a Aya... No quiero quedarme viuda antes de tiempo... -le susurró Naomi asustada por la mirada de Aya, pero no tanto como lo estaba Youji.
-Muchas gracias, es un lindo gesto de tu parte... dado todo lo que ha pasado –Aiko estrechó amistosamente su mano con la de él. Ella volvió a leer el poema; esas palabras le recordaban mucho esos malos momentos, pero también le recordaron que si todo eso no hubiera pasado, jamás los hubiera conocido ni se hubiera librado de ese calvario en el que vivía.
Aiko se volteó a ver a Ken. No podía impedirse llorar después de todo lo que había pasado. Él la miraba fijamente; no era necesario emitir palabras, su mirada claramente le suplicaba "no te vayas".
-Aiko... es hora de irnos –Manx le habló de modo casi maternal, como si comprendiera lo que ella sentía, haciendo que la chica lentamente saliera de la florería, con la vista al piso.
Naomi abrazó fuertemente a Youji, y éste le respondió. Ella no solo perdía una amiga, sino también una hermana. Habían estado demasiado tiempo juntas, pasaron por muchas cosas, y ahora separarse no era fácil. Aunque se mantuvieran en contacto, no sería lo mismo.
Cuando Aiko se encaminó al auto que la llevaría al aeropuerto, Ken no pudo resistirlo y fue tras ella.
-¡Aiko! ¡Aiko! –gritó haciendo que la chica se detuviera antes de subir al auto. Corrió hasta donde ella estaba y la abrazó con fuerza- ¡Por favor, no te vayas! –dijo, sin intenciones de soltarla.
-Ken, ella no puede quedarse -Manx habló firme pero compasiva ente esta situación- Son órdenes de Persia, es lo mejor para ella y para ustedes... Ya es tarde...
Ellos se abrazaron durante un par de minutos más, ignorando casi por completo las palabras de la pelirroja secretaria de Persian. Algo conmovidos y apenados por la separación, sus amigos observaron la escena desde la puerta de la florería.
Aiko levanto su rostro empapado en lágrimas para observar a Ken.
-Prométeme que no me olvidarás...
-De ningún modo podría hacerlo... -le respondió mirándola a los ojos- ¿Y tú?
-Olvidarte... sería como olvidar lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Te amo.
Ella lo besó en la mejilla y subió al auto lo más rápido posible. Ken tenía su vista fija en el auto cuando partió. Aiko no tuvo el valor de verlo, ya que si lo hacía estaba segura de que no habría fuerza humana que la hiciera apartarse de su lado.
-No se preocupen, estará bien –Aya a sus compañeros que habían visto la escena, para luego retirarse. Él sabía perfectamente que no es fácil alejarse y dejar ir a quienes amas, pero el dolor te fortalece y con el tiempo lo superas. Ellos estarían bien, sobrevivirían.
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Al entrar a su cuarto, Aya encontró un CD con un moño sobre su cama y una nota. Era un regalo de despedida por parte de Aiko. Cuando lo puso reconoció la canción.
Aozameta yoake no naka de
Furi-sosogu kanashii ryuushi
Hito wa mina akumu ni yotte
Genzou mo yogen mo nai...
Perdón por haber sido un estorbo en la misión, pero te agradezco el haberme ayudado... Creo que ésta canción te caracteriza bastante. Tiene un aire melancólico, igual que tú.
Hasta pronto.
Aiko
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Cuando Omi se dispuso a usar su laptop, que se encontraba en su cuarto, descubrió al lado de ésta un CD con un moño y una tarjeta.
"¡¿Más CDS?! ¡¿Qué ya no tuvimos suficiente?!" pensó, metiendo el CD en su laptop y leyendo la tarjeta.
Sé que ésta canción te encanta, pero creo que yo no la canto muy bien... Aún así espero que te guste. ¡¡Te voy a extrañar mucho, Omi!!
Aiko
Omi sonrió al escuchar la melodiosa voz de su amiga cantando su canción favorita.
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Youji estuvo un rato con Naomi, luego la llevó a su casa. Al regresar, se desplomó sobre su cama, pero sintió algo extraño. Al levantarse se percató de que se había acostado sobre un CD con un moño, dejando caer una tarjeta. Extrañado, puso el CD.
"Esta es la canción que Naomi me dedicó el día que cantaron en el hotel de Shirosama", pensó él. Al oír la canción, de inmediato leyó la tarjeta.
Supuse que preferirías oír cantar a Naomi antes que a mí. Cuídala mucho y no la hagas sufrir. Te encargo a mi Hermana mayor.
Hasta pronto.
Aiko
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Naomi entró a su departamento, siendo calurosamente recibida por Akira. Ella respondió mimando al cachorro, que al parecer la había extrañado mucho. Luego de juguetear un poco con él, se sentó en el sillón y observó un CD con un moño y una pequeña tarjeta. Al poner el CD, escuchó varias de las canciones que ella había cantado a dúo con Aiko.
Esto es para que no te olvides de mí, ni de lo que hemos pasado juntas. Trataré de mantenerme comunicada contigo.
Te extrañaré, Hermana.
Aiko
No pudo evitar derramar algunas lágrimas; de alegría, de angustia, muchos recuerdos venían a su mente en ese momento y verdaderamente echaría de menos a quien consideraba su pequeña e inseparable hermana.
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Al igual que los demás, Ken encontró un CD en su cuarto con una tarjeta. Él se sentía tan devastado por la partida de Aiko que no tenía deseos de nada, mucho menos de escuchar música. Pero por curiosidad leyó la tarjeta.
Te amo... nunca lo olvides...
Al leer esto, Ken enseguida puso el CD. Era la grabación de la canción que Aiko cantó el día que la había conocido. Los recuerdos de los momentos que pasó junto a ella pasaban por su mente a medida que escuchaba esa canción. En cierta forma eso hizo que él se pusiera peor de lo que estaba, ya que la extrañaba mucho más que antes.
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Aiko en esos momentos ya había abordado el avión. Durante el viaje no tuvo un buen semblante, no había pasado ni una hora del despegue y ella ya estaba extrañando a sus amigos, pero en especial a Ken. Trataba de distraerse mirando por la ventana, pero eso no le servía de mucho. Buscó en su bolso algún libro que tuviera o su ipod para matar el tiempo, pero en vez de eso su mano encontró algo raro. Lo tomó para verlo, y al sacarlo vio que era una flor, más precisamente un hermoso geranio blanco, el cual tenía una tarjeta atada al tallo.
Como aguja en un pajar, te busqué sin cesar.
Como huella en el mar, tan difícil de hallar.
Tanto tiempo busqué, pero al fin te encontré,
Tan perfecta... como te imaginé...
Sé lo mucho que te gustan estas canciones, así que busqué la que más se adecuara a lo que siento. Aunque es un poco contradictorio, tanto te busqué, te encontré... y ahora te pierdo... Aun así, no olvides que te amo, eso nunca va a cambiar, te lo aseguro.
Ken
Las lágrimas comenzaron a brotar del rostro de Aiko nuevamente. No es fácil separarse de las personas que uno quiere, y mucho menos de la persona que uno ama.
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