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Capítulo 16: Sentimientos Ocultos. Un Secreto .

Al otro día, el trabajo en la florería fue normal. Aiko seguía en campaña de hablar lo mínimo imprescindible con los chicos. Ken seguía un poco decaído por la actitud que ella tenía, pero aún no perdía las esperanzas. Youji, por su parte, había recobrado un poco su ánimo habitual después de todo lo que había pasado con Naomi el día anterior.

Ese día transcurrió con rapidez, y llegada la hora de cerrar, Aiko volvió a irse. Nadie sabía a dónde iba exactamente, la única explicación que ella daba era que debía ensayar y luego a pasar por casa de Naomi. Pero Aya empezaba a tener sus sospechas. ¿Acaso Aiko se había pasado al bando opuesto y hacía todo esto por venganza hacia ellos? Fuera cierto o no, Aya se mantendría alerta.

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El ensayo había terminado. Aiko se dispuso a tomar sus cosas lo más rápido que pudo, para irse cuanto antes.

-Aiko, ¿cuál es la prisa? –preguntó Naomi, un tanto desconcertada.

-Tú lo has dicho –respondió ella- Tengo prisa y debo irme, pero pasaré por tu casa y te contaré todo. ¡Hasta pronto!

-¡Adiós! –se despidió de Aiko, quien salía a toda velocidad. Aiko había estado actuando un poco raro debido a su plan. Su amiga trató de advertirle que podía ser peligroso, pero Aiko era igual a su madre, no conocía la palabra "peligro".

Naomi regresó un poco preocupada a su apartamento. En la entrada, el portero la detuvo.

-Señorita Nakajima, disculpe mi atrevimiento, pero hoy le trajeron un regalo que no podía mantener aquí, así que tomé una de las réplicas de las llaves y entré a su apartamento a dejarlo. 

-¿Un regalo? ¿Quién lo trajo? ¿Cuándo lo dejaron? –preguntó extrañada.

-No hace mucho. Lo trajo un joven alto, de cabello largo y lentes oscuros.

-No se preocupe, ya sé quién es -dijo Naomi con desaire, y luego sonrió- Gracias por su atención.

-De nada, es mi trabajo –dijo él devolviendo la sonrisa.

Naomi subió por el ascensor hasta el piso de su apartamento, abrió la puerta del mismo, y en el living, encima del sillón, vio una enorme caja, tapizada con papel en relieve, una cinta dorada y una linda tarjeta en ella. 

Naomi dejó sus cosas en su cuarto, luego regresó al living para leer la tarjeta. Ya sabía de antemano quién se lo había traído, no era difícil de suponer dada la descripción que le brindó su amable portero. Definitivamente Youji no sabía cuándo darse por vencido. Guiada por la curiosidad leyó la tarjeta que de un lado decía:

Ahora, morirme no sería más desgracia que perderte para siempre.

¡Ay, mi vida, no te vayas!

Porque yo sé que este es amor del verdadero,

Y sin dudarlo ni un momento, te confieso que te quiero...

Naomi se sintió conmovida por aquellas frases, pero se emocionó aún más al leer lo que Youji le escribió al reverso de la tarjeta, con sus propias palabras.

Mí amada Naomi:

Como sabrás, estas frases no las escribí yo, pero es lo que de verdad siento en estos momentos. Supe lo que Haruki hizo con Gina, por eso quise darte este regalo. Sé que no suplantará a Gina, pero estoy seguro de que será una buena compañía para ti. Espero que pienses en mí cada vez que lo veas. Te amo, aunque no quieras saber nada al respecto.

Por siempre tuyo, Youji.

Naomi abrió con cuidado el paquete. En su interior había un hermoso cachorro de raza akita.

Era precioso, una criatura verdaderamente tierna. Estaba dormido y por eso no hacía mucho ruido.

Pequeño y regordete, de cabeza maciza, hocico ancho, nariz negra y ancha también. Sus orejas están ligeramente inclinadas sobre sus ojos, las mismas son pequeñas en proporción con la cabeza. Su color es rojizo con pelo blancuzco a los lados del hocico, en las mejillas, debajo de la mandíbula y en el cuello; en el pecho, abdomen, debajo de la cola y en la parte interna de sus patas. Algo que Naomi pudo apreciar muy bien cuando el cachorro se acomodaba en su lecho. A pesar de su pequeño tamaño, se puede ver que el pecho será ancho y profundo cuando crezca, seguramente sea de un tamaño mediano. El cuello es grueso y musculoso, y la piel flexible. Su pequeña cola, grande y gruesa, parece un pompón debido a la curvatura que ésta posee. Al acariciarlo, nota que su pelaje, doble y grueso, es liso, áspero y corto.

Naomi bajó la caja con cuidado y observó al cachorro con afecto.

"Eso explica porqué la caja tenía agujeros" rió internamente. "Youji sabe lo mucho que me gustan los perros, y Aiko es una maldita soplona. ¿Cómo se le ocurre decirle lo que pasó?"

En eso, empieza a sonar el teléfono. Naomi no estaba con ánimos de contestarlo, así que dejó que atendiera el contestador.

-¡Buenos Días! ¿Naomi, estás ahí? –era la voz de Youji- No importa si no atiendes, sólo quería saber si te había gustado mi regalo... y que sepas que te quiero, y que aunque estemos separados, puedes contar conmigo... Te amo, hasta luego...

Naomi tomó rápidamente el tubo del teléfono, pero Youji ya había cortado. Toda esta situación la hacía sentir aún más culpable sobre su decisión. No pudo contener las ganas de llorar, pero no podía volver con él. La verdad era que a ella le dolían más que a Youji las cosas que le había dicho cuando lo dejó. Estaba sufriendo más que cuando estaba con Haruki. Pero muy en el fondo, pensaba que era lo mejor para los dos.

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Otra vez Aiko llegó tarde a la casa, pero más temprano que otras veces. Ken la estaba esperando sentado en la mesa de la florería, ya que ella tendría que pasar por allí cuando regresara. Aya estaba en el invernadero, Omi se había quedado en casa de un compañero por un trabajo para el colegio, y Youji estaba en la cochera con su auto. 

Al entrar, Aiko vio a Ken, sentado mirándola con una cara de "llegas tarde, señorita", que todo padre pone cuando regresas pasada de la hora. Aiko lo ignoró y se disponía a subir a su habitación, pero esta vez Ken no se quedó callado.

-¿Dónde estabas? –preguntó haciendo que Aiko se detuviera.

-En casa de Naomi –dijo mirándolo desafiante.

-¿Vasa la casa de Naomi todos los días? -a él le extrañaba que frecuentara tanto la casa de su amiga. ¿Estarían ocultando algo?

-Sí, y no entiendo el interrogatorio si llegué temprano –respondió ella entono de disputa, subiendo las escaleras, ya que los cuartos se encontraban en la parte superior de la florería.

-¡Te vas cuando cerramos y llegas en la madrugada! ¡Nunca vienes a cenar! ¿Crees que eso es temprano? –la siguió, molesto por su actitud- ¿Adónde vas todos los días? 

-¡Eso no te concierne! –ella también molesta y cansada de que la vigilara. ¿Quién rayos se creía? ¡Ella era libre de hacer lo que quisiese, no era una niña!

-¡Hey! ¡Espera un segundo! –Ken la toma del brazo, y sin darse cuenta la empujó hacia él. Quedó completamente mudo al tenerla tan cerca.

Aiko lo miró a los ojos y no pudo evitar sonrojarse. Trató de alejarse de él, pero al dar dos pasos hacia atrás, su espalda se encontró con la pared. Estaba acorralada, de un lado la pared y del otro el rostro de Ken, que parecía estar cada vez más cerca del de ella.

-Ken...suéltame... -ella no podía disimular sus nervios, sintiendo la respiración del chico en su cara. Para Ken la mirada de Aiko era transparente, podía ver en sus ojos el deseo que ella tenía de besarlo, era exactamente la misma mirada que tenía la primera vez que le dijo "te amo".

-No hasta que... me respondas una pregunta... –dijo Ken, igual de rojo que ella- ¿Aún me amas?

La pregunta de Ken descolocó e hizo sonrojar aún más a Aiko. Había estado luchando contra ese sentimiento desde que se enteró de que él era un asesino. De un momento a otro todo lo que había sentido por Ken hasta antes de enterarse de su doble vida, había vuelto a surgir. Todo ese amor, esa seguridad, todo lo que él le hacía sentir había vuelto.

-Tomaré tu silencio como un sí si no me respondes –la miraba fijamente a los ojos. Eso hizo que ella se pusiera aún más tensa.

-Yo...yo no tengo por qué contestar esa pregunta... si ya sabes la respuesta... Suéltame... 

-Sí, todavía me amas... -su voz sonó esperanzada, alegre y el chico rozó sus labios con los de ella.

-¡Ken! ¿Estás arriba? –interrumpió la voz de Youji al pie de la escalera. Ken volteó a ver hacia el lado de la escalera, y Aiko aprovechó la distracción para escabullirse lo más rápido que pudo hacia su cuarto, cerrando la puerta con llave. 

-¡Aiko, abre la puerta! –exigió Ken golpeando la puerta. Ella se encontraba del otro lado de la misma, pero no contestó. Esto enfureció a al chico- ¡Cobarde! –gritó molesto, golpeando la puerta con fuerza. Luego bajó las escaleras para averiguar qué rayos era lo que Youji quería.

Aiko estaba completamente enrojecida, un par de lágrimas fluían por sus mejillas. No podía creer lo que había pasado, no podía creer que aún sintiera algo tan fuerte por Ken. Él tenía razón, era una cobarde por estar huyendo de lo que sentía. Se había desengañado por completo, nunca había dejado de quererlo. No lo odiaba, pero odiaba sentir tanto amor hacia alguien que había traicionado su confianza.

-¿Qué era lo que querías? –dijo Ken al bajar, ya más calmado.

-Saber qué eran esos gritos –respondió su colega preocupado- ¿Peleaste de nuevo con Aiko?

-Sí, pero creo que esta vez exageré –respondió entristecido.

-No te preocupes, en algún momento se le pasará... sabes que las mujeres necesitan tiempo y espacio cuando están molestas –trataba de alentar a su amigo con ese tono que indicaba lo buen conocedor que es de la mente femenina; aunque de verdad no creía que a Aiko se le fuera a pasar así nada más- Bueno, me voy a dormir porque ya es tarde, y como diría el buen Aya, "mañana hay que trabajar". Buenas noches. 

-Buenas noches –se despidió Ken, también dirigiéndose a dormir.

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El joven castaño despertó desconcertado, había tenido una pesadilla que no recordaba. Escuchó unos pasos en el pasillo y una temible idea atravesó su mente. Inmediatamente se levantó de la cama, y al no escuchar más los pasos, salió al pasillo. Por impulso se dirigió al cuarto de Aiko, y con cautela intentó abrir la puerta.

"Está abierta", pensó sorprendido y asustado, pero se sintió más aliviado al entrar y ver a Aiko durmiendo apaciblemente.

Ken se acercó a ella, con cuidado de no hacer ruido. Observó a la chica, enternecido; parecía un ángel durmiendo. Acarició suavemente a la mejilla de la joven. Ésta hizo un leve movimiento poniéndose de costado en la cama, dándole la espalda. Ante esto, Ken decidió retirarse para no despertarla.

-Te amo... -le susurró al oído luego de besarla en la mejilla y darle un par de besos en el cuello. 

Salió del cuarto sin hacer ruido, y con delicadeza cerró la puerta. En cuanto Ken salió del cuarto, Aiko se levantó súbitamente, lanzando furiosamente una de sus almohadas contra la puerta.

-¡Demonios! –dijo colocando su mano sobre su cuello y su mejilla- Yo también te amo...

Aiko se desplomó sobre la cama, sin parar de llorar. No podía, por el momento no podía develar esos sentimientos. Tenía que llevar acabo su plan, y eso era algo que sólo ella y Naomi conocían.

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