Capítulo 12: Descubriendo el Secreto
Aiko se asustó al ver la sangre en el brazo de Ken, quien se puso delante de ella para protegerla de quien los hubiera atacado. De entre las sombras salió un hombre, con vestido completamente de negro, llevaba un tapado, lentes y un sombrero que no permitían distinguir bien sus rasgos.
-¡Diablos! ¡Creí tener mejor puntería! –dijo aquel hombre con una perversa sonrisa.
-¿Quién eres? ¿Quién te manda?
-Como vas a morir, te lo diré. Sanjiro quiere a su mujer de regreso y me pidió que viniera a buscarla y que acabara con el que se interpusiera –fue la respuesta de aquel extraño, aún con esa sonrisa.
-Aiko, corre –le susurró Ken a la chica.
-¡Estás loco! ¡No voy a dejarte solo con este tipo! –fue su contestación, también entre susurros.
-Corre, yo iré detrás de ti –trataba de convencerla, se estaban quedando sin tiempo- Si nos quedamos aquí este tipo nos matará a ambos y no ganaremos nada con eso.
-Si están pensando en huir, no les servirá de nada –aquel hombre empezó a avanzar en dirección a ellos a gran velocidad.
-¡Aiko, corre! –Ken empujó a Aiko para que se fuera.
Aquel asesino a sueldo, se había lanzado sobre Ken, quien esquivó el ataque. Al ver eso, Aiko comenzó a correr unas cuantas cuadras. Luego, al ver que nadie iba tras ella, paró. A lo lejos se escucharon unos pasos; Aiko miró alrededor y localizó unos botes de basura, tras los cuales se ocultó. El dueño de los pasos pronto apareció; era Ken, quien no se había percatado de la presencia de la chica.
"Es mejor que Aiko no esté aquí" pensó sin poder situarla en las cercanías.
Aiko observó a Ken. Él se puso unos guantes en sus manos y cerró los puños con furia, listo para usar las navajas. Esto sorprendió a Aiko, quien trataba de no hacer ruido ni moverse para no darse a descubrir. Luego de un rato apareció aquel hombre extraño, con un par de dagas en las manos.
-¿Qué? ¿Acaso eres Wolverine, el de los X-Men? –rió al ver las cuchillas en los guantes de Ken, semejantes a garras.
-¡Wow! ¡Un villano al que le gusta la ciencia ficción! –el tono burlón que utilizó no pareció inmutar a su adversario.
-Esas patéticas navajas no te servirán de nada –la voz su enemigo denotaba malicia.
-Eso lo veremos –Ken entrecerró los ojos y frunció el seño.
Aquel hombre se abalanzó sobre él atacándolo con sus armas, Ken logró eludir y retener las dagas con las cuchillas de sus guantes. Estuvieron así constantemente, esquivando e inmovilizando ataques. En el proceso, tanto Ken como su rival habían recibido leves cortadas y algunas heridas.
Durante un momento aquel hombre se distrajo, tras un leve sonido que provenía de unos botes de basura cercanos. Ken aprovechó la distracción para enterrar las navajas en el abdomen de su adversario.
-¡Ah! ¡Maldito! –dijo él tocando la contusión, la sangre comenzaba amanar de ella. El tipo trató de atacar a Ken con sus escasas fuerzas, pero él fue más rápido y lo esquivó, para luego provocar un corte el cuello de su enemigo con las navajas de su guante. El hombre cayó muerto, ya que le habían cortado la yugular. Ken observó la sangre que corría por la calle, debajo del cuerpo de su enemigo. Al levantar su vista se encontró con una horrible sorpresa. Los aterrados ojos de Aiko estaban fijos en él.
Ken estaba estupefacto, Aiko había presenciado su batalla, había presenciado cómo mató a aquel hombre. Ya había sido descubierto. Su miedo estaba a punto de convertirse en realidad.
-¡Ken! –gritaron sus amigos que venían en el auto, con sus armas en mano. Pararon y bajaron de inmediato, dirigiéndose hacia él.
-¿Qué diablos pasó aquí? –preguntó Youji al ver el charco de sangre y el cadáver.
-¿Qué hacen aquí? –la voz de Ken escapó casi inaudible, sin poder sacar su vista de la figura de aquella chica.
-Aya vio que un tipo los seguía y luego de un rato fuimos detrás de ustedes –respondió Omi.
-Debe ser uno de los matones de Midorikawa –supuso Aya observando al muerto.
-No, de Sanjiro –corrigió Ken.
-¡Ese desgraciado! ¡Acabaremos con él! –dijo Omi furioso.
-Eso representará un problema más –comentó Youji.
-Creo que el problema ya lo tenemos –agregó Ken, todavía con la vista fija en Aiko.
-¿A qué te refieres? –preguntó Aya.
-¡Creo que a que yo soy el problema! –se pronunció Aiko molesta, saliendo del todo de su escondite.
Omiy Youji quedaron impactados al ver que la chica los había descubierto, pero no tanto como lo estaba Ken. Aya simplemente miró a al chica con severidad, como siempre solía hacerlo. Ella observó furiosa a Ken, y luego a los demás.
-¡Supongo que me deben una explicación! –siguió ella.
Los chicos se miraron entre ellos. Tenían que decírselo, aunque fuera para que supiera con la clase de gente que había estado conviviendo y para hacerle entender que lo único que querían era ayudarla.
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Aiko regresó con a la casa junto con los cuatro jóvenes, manteniéndose cautelosa. Ellos le hablaron sobre el CD, sobre la misión que tenían que cumplir, y sobre lo que decía la información de la red de Midorikawa sobre él y sus secuaces. Nadie quiso mencionar sobre los recortes de diario que hablaban sobre su madre, ni de la orden directa que tenían para matarla.
-¿Asesinos? –se dijo sorprendida y aterrada, luego de que los chicos terminaran de relatarle sobre su misión- ¡No puedo creerlo! ¡He estado conviviendo con asesinos a sueldo!
-Sí, aunque el sueldo es pésimo –comentó Youji en son de broma, perola mirada de sus compañeros le dio a entender que no era momento para bromas.
-Por eso insistimos en que te quedaras –intervino Omi- Nosotros podemos protegerte.
-¡Sí, claro! ¡Ustedes deben entender muy bien la mente homicida! –la chica soltó sin cambiar su tono frenético.
-¡Oye, hasta ahora no te hemos hecho daño! ¡Significa que estamos de tu lado! –justificó el chico de cabello largo, casi regañándola.
-Si su misión es acabar con mi padre, ¿quién me asegura que no harán lo mismo conmigo?
Los chicos sólo la observaron asombrados, nunca la habían oído hablar así. Era evidente que ya no confiaba en ellos.
-¿Quién lo hubiera dicho? –se dijo más hacia sí misma que al grupo, luego de un corto pero incómodo silencio- Cuatro jóvenes floristas, asesinos –volteó a mirar a Omi- ¡Saben guardar muy bien las apariencias! ¿Quién sospecharía de un dulce y tierno chico de dieciséis años? –luego miró a Youji- De un mujeriego, puede ser –luego miró a Ken- ¿Y quién sospecharía de un tipo aparentemente normal? ¡Aya es el único de ustedes que tiene aspecto de asesino!
Aiko miró molesta y con decepción a cada uno de los que creyó sus verdaderos y únicos amigos.
-¡Yo me largo! –luego de unos segundos, se dirigió a la puerta.
-Aiko, espera –Ken corrió tras ella tratando de detenerla. Omi y Youji estuvieron apunto de seguirlos, pero Aya los detuvo.
-Déjenlo –dijo en tono de orden- Necesitan estar solos.
-Aiko, espera –pidió logrando alcanzarla y tomándola del brazo para detenerla- No te vayas...
-¡Suéltame! –furiosa, soltó su brazo del agarre de Ken en un brusco movimiento- ¡No quiero quedarme sola en una casa con cuatro asesinos!
-¿De verdad crees que te haríamos daño? ¿Que yo te haría daño?–preguntó Ken extrañado y dolido ante las crueles palabras que la chica había estado soltando desde que descubrió su secreto.
-No lo sé –respondió ella- Mataste a un hombre y no sientes ningún remordimiento... ¿Cómo puedo confiar en ti?
-Aiko, yo te amo... -Ken la tomó por los hombros, mirándola fijo a los ojos y con la mayor ternura que podían expresar esas palabras.
-No te creo –dijo ella, de forma cortante y con lágrimas en los ojos- Mentiste sobre quién eras, ¿cómo sé que no estás mintiéndome ahora?
Ken no sabía qué decir ni qué hacer. Cada una de las palabras de Aiko le dolían más que las heridas en batalla.
-¿Sabes? No eres muy diferente a mi padre, Kunio o Haruki. ¡También matas sin escrúpulos! –fue lo último que le dijo Aiko, para luego irse corriendo.
Sentía como si lo estuvieran matando. Las palabras de Aiko fueron muy duras, estaban llenas de ira y odio, al igual que ella. No pudo resistir las ganas de llorar, y un par de lágrimas corrieron por su mejilla.
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-No te preocupes, Ken, ella volverá –dijo Omi tratando de animar a su compañero, mientras le servía una taza de té.
-No lo creo –sus palabras y el tono de su voz, dejaban entrever lo deprimido que se encontraba.
-No, en serio tiene que volver. Aquí están sus cosas –dijo Youji.
-Es mejor que se haya ido –la fría voz de su líder se hizo presente.
-¿Por qué? ¿Porque traía muchos problemas? –la actitud de Aya ya estaba cansando a Youji, era como si su líder realmente no sintiera ni la más mínima empatía.
-Sí–respondió él- Pero recuerden que la orden era eliminarla si nos descubría o sabía más de lo que debía.
-Tú...no pretendías cumplir esa orden... ¿verdad, Aya? –preguntó Ken preocupado, pero Aya no respondió, sólo se limitó a dirigirle una de sus gélidas y severas miradas antes de retirarse.
Aiko tenía razón en tener miedo, en especial de Aya. Ellos no pretendían ni querían hacerle daño, pero Aya era otro asunto; él nunca desobedecía órdenes, y estaba dispuesto a sacar a Aiko del medio si comenzaba a estorbar o a representar una amenaza para la misión.
Ken se sentía muy abatido, la noche hubiera sido perfecta si ese tipo no se hubiera aparecido. Aiko ahora lo odiaba, y lo que era peor, le tenía miedo. La había perdido, había perdido a la persona que más había querido. Cada segundo que no estaba con ella se lamentaba más el no haberle dicho antes lo que sentía con anterioridad.
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