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Capítulo 11: Declaraciones

Ken no podía dejar de pensar en la misión, ni en Aiko. Ella lo había dicho, su vida era muy complicada y no quería involucrar a nadie, ya que la gente que la perseguía era peligrosa. Pero Ken no iba a pasar por alto el sufrimiento que esos canallas le habían hecho pasar a ella. Después de todo, la misión de Weiss Kreuz era hacer justicia con aquellos criminales que evadían la ley, criminales como Midorikawa y Sanjiro.

Pasó por el cuarto de Aiko, cuya puerta estaba entreabierta, y le llamó la atención ver a la chica guardando cosas en su mochila.

-¿Qué estás haciendo? –preguntó él, entrando directamente al cuarto y sin previo aviso.

-Estoy...empacando –respondió sin mirarlo.

-¿Empacando?

-Sí...yo... me voy, Ken –evitaba verlo a la cara, mientras seguía guardando sus cosas.

-¿Qué? ¿Pero por qué? –no lo entendía y comenzaba a desesperarse, ¿es que acaso ella no comprendía lo que significaban sus propias palabras?

-Aya me contó lo que Sanjiro les dijo antes de irse y... no quiero darles más problemas... así que me voy –fue directa y cortante, lo prefería, así no sería más difícil para ellos dejarla ir. Continuaba empacando, y eso desesperaba a Ken.

-¿Quieres parar con eso? –dijo él ligeramente molesto, tomándole sus manos para que parara con esa empedernida tarea. Luego de unos segundos Aiko vio a Ken con ojos cristalinos. Su dura mirada se clavaba en lo más profundo de su alma, y ella no se atrevió a pronunciar palabra alguna.

-Lo que Sanjiro dijo no importa, ¡tú te quedas! –la voz de Ken delató una sutil orden.

-¡No voy a quedarme! –replicó ella molesta, soltándose- Sanjiro... Él es peor que mi padre... ¡sería capaz de matarlos!

"No si nosotros los matamos primero", pensó Ken.

-Oigan, ¿qué es todo este alboroto? –se asomaba Youji a la puerta de la habitación.

-Sí, los gritos se escuchan hasta el piso de abajo –agregó Omi mientras subía las escaleras.

-¡Aiko quiere irse! –informó Ken molesto.

-¿Qué? –dijeron sus compañeros un poco sorprendidos- ¿Por qué?

-Dice que no quiere darnos más problemas –respondió el castaño por ella, a la vez que Aiko lo miraba con reproche.

-Tú no vas a ningún lado.

-¿Tú también, Youji? –dijo la chica, pasmada.

-Es que tienen razón –intervino el menor de los floristas- Aquí estás segura. Además, no tienes a dónde ir.

-¡Pero ellos podrían hacerles daño si permanezco aquí por más tiempo!

-Aunque te fueras ya estamos metidos en esto. 

-Sí, ellos igual nos buscarían por haberte ayudado –afirmó Omi- Y es preferible que te quedes aquí con nosotros a que andes vagando sola por la calle.

-Aiko –la voz de Ken sonaba como una dulce tonada- De verdad... es mejor que te quedes, aquí ellos no podrán lastimarte.

La joven miró pensativa su mochila, luego a Omi y Youji, y por último, fijó su vista en la de Ken. Era cierto, ella nunca se había sentido tan segura en un lugar como en esa casa, ni se había sentido tan protegida con alguien como con Ken y los demás. Aún así tenía miedo de que lastimaran a sus únicos y verdaderos amigos. Pero ellos tenían razón, la pandilla de su padre los atacaría aunque ella se fuera, y no ganaba nada yéndose sin rumbo ni amparo. Además, no podía abandonar a quienes la acogieron del peligro.

-Está bien... me quedaré –dijo, no muy convencida.

-¡Genial! –Omi sonreía- Youji, vamos a la cocina, tenemos que hacer la cena.

-Sí, claro –respondió él con cierto fastidio.

Ken estaba a punto de irse con los demás, pero la cara de preocupación que reflejaba Aiko lo detuvo.

-¿Qué tienes? –preguntó con inquietud.

-Tú sabes lo que tengo –ella le dio la espalda, no quería que la leyera otra vez, que sus intensos ojos la viesen y escudriñaran en lo más profundo de ella.

-Oye, no te preocupes por nosotros –le dijo Ken con ternura- Sabemos cuidarnos, estaremos bien.

-Es que yo... no quiero que te... no quiero que les pase nada malo –trataba de no llorar, pero era difícil. El solo hecho de pensar lo que su padre o Sanjiro eran capaces de hacer con respecto a ellos la aterraba.

-Nada malo va a pasar –él la abrazó- Te lo prometo.

-¿Sabes? Me... me siento muy segura cuando estoy contigo –le susurró ella al oído, respondiendo al abrazo.

Ken la abrazó más fuerte, acariciando su cabello. Los sentimientos que él tenía hacia Aiko se habían ido intensificando con el tiempo. Sólo quería protegerla, verla feliz era casi su meta, pero eso no sería posible hasta que Sanjiro y Midorikawa no desaparecieran por completo de su vida.

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-¡No, no y no! –gritó Aya bastante fastidiado.

-¿Pero por qué? –preguntó Omi en un tono casi infantil.

-Olvídalo –le dijo Youji- No creo que haya forma de convencer al señor de hielo.

-¿Qué sucede aquí? –Ken entraba a la cocina, encontrándose con esta escena.

-Se nos ocurrió llevar a Aiko a cenar, para que se alegrara un poco –explicó el más pequeño del lugar.

-Y para que yo no tuviera que cocinar -agregó Youji con alivio.

-¡Esa es una excelente idea! –sus palabras habían entusiasmado a Ken- ¿Y cuál es el problema?

-¡Aya! –dijeron a dúo sus compañeros, señalando al pelirrojo.

-Esa chica nos está trayendo muchos problemas, es mejor que permanezca aquí –alegó en su defensa.

-Pero Aiko está muy deprimida -declaró Ken- Necesita salir, relajarse, sería lo mejor para ella...

-Ya se lo dijimos y no hay caso –intervino su compañero de lentes oscuros.

-Por culpa de ella nos persigue un grupo tan peligroso como lo es Eszett, que además sabe quiénes somos –la voz de Aya era fría y tajante.

-Sí, pero ella no es la culpable de eso –estaba molesto, mientras Aya se iba sin hacer caso a las palabras de Ken- Es solo una víctima en todo esto, ¡y tú lo sabes!

-Escuchen –el pelirrojo se dirigió a todos los presentes- Hagan lo que se les dé la gana. Yo sólo les advierto que esa chica nos traerá más problemas.

Aya se fue, y sus otros compañeros invitaron a Aiko a cenar. La llevaron a un restaurante, no muy formal. Ellos se vistieron como acostumbraban para sus misiones, y llevaban sus armas por si acaso pasaba algo. Con la fama y antecedentes de la familia de su invitada, debían estar preparados por cualquier inconveniente que se les presentase.

-¿Qué no era que la chica nos traía problemas, y yo que sé qué cosas más? –preguntó Youji con discreción a Aya, que había decidido ir con ellos.

-Es por eso que estoy aquí –respondió fríamente, y dio por concluida sus explicaciones con esas palabras.

Todo estuvo tranquilo durante la cena, aunque todos tenían la sensación de que los estaban siguiendo y vigilando.

Se divirtieron entre risas y bromas (las cuales Aya no aportaba). Ken sonreía al ver que Aiko estaba recobrando su ánimo y esa sonrisa tan deslumbrante que la caracterizaba. No podía evitar verla, era muy hermosa y le encantaba oírla reír, pero más adoraba escucharla cantar. Aiko tenía la voz más dulce y angelical que jamás hubiera escuchado. Siempre que la oía o la veía feliz, se sentía fortalecido, como si ella fuera la razón y el motivo de su júbilo.

Desde hacía un tiempo, Ken pretendía decirle todo lo que sentía a Aiko, pero no encontraba el momento preciso para hacerlo. A veces no se lo decía por tontas interrupciones, o porque no sabía cómo expresar con palabras su sentir, y repentinamente vino a él mismo miedo que presentía Youji.

"¿Qué pasaría si se entera de que soy un asesino?". El imaginarse la reacción de Aiko lo estremeció por completo.

-¿Sucede algo? –preguntó Aiko al notar la mirada de Ken fija en ella.

-Sí, Ken, has estado muy callado –se escuchó la perspicaz voz de Youji, quien ya había percibido los sentimientos de su amigo hacia ella. En realidad, eso era muy evidente, hasta Aya y Omi se habían dado cuenta de ello.

-No me pasa nada... estoy bien –respondió Ken nervioso, tratando de aparentar tranquilidad.

-Ahora que terminaron de cenar... ¡Vayámonos! –dijo Aya con tono autoritario.

-¡Aya, eres un aguafiestas! –reprochó Youji mirando molesto a su líder.

-Discúlpenme, voy al baño –se excusó la chica levantándose de su asiento.

-¿Cuándo se lo piensas decir? –le preguntó Youji a Ken en cuanto Aiko se alejó de su vista.

-¿Decirle qué a quién? –Ken simulaba demencia. Era consciente de que sus amigos se habían percatado de sus sentimientos.

-No te hagas el imbécil, todos sabemos que estás enamorado de Aiko –la voz de Omi sonaba demasiado ruda y esa mirada ladina no era propio de él.

-¡¿Qué?! –el acusado estaba rojo cual tomate- ¡No! ¿Qué les hace pensar eso?

-Para empezar, lo rojo que estás –rió su joven colega.

-Y que tendrías que ser más disimulado cuando la miras –agregó Youji- Hablando un poquito en serio, Ken, deberías decírselo.

-¿Ah, sí? ¿Y por qué? -cuestionó él, aún fingiendo que no entendía nada.

-Porque si no le dices lo que sientes, ¿cómo pretendes saber si ella siente lo mismo? –le respondió fastidiado el joven de cabello largo.

-Sin tomar en cuenta que va a ser mejor para ti decirlo... -añadió el más joven del grupo.

"Tienen razón. Ya no aguanto más este peso que me está matando", pensó Ken mirando a sus compañeros con seriedad, mientras Aiko regresaba.

-¿Y bien? ¿Nos vamos? –preguntó alegre la chica.

-¡No! –fue la respuesta enérgica de Youji, y las miradas confundidas de todos se fijaron en él.

-¿Cómo que no nos vamos? –preguntó ella sin entender.

-No nos vamos –dijo- Se van tú y Ken.

-¿Qué? –la pregunta salió de su boca casi en tono de protesta, parándose de golpe de la silla.

-Ken, habíamos quedado en que llevarías a Aiko a casa mientras nosotros hacíamos nuestras diligencias... -explicó el chico de larga cabellera, haciendo que Ken, Omi y Aya entendiesen mejor la situación.

-¿Y qué diligencias son esas? Digo, por la hora –preguntó desconfiada.

-Yo tengo que ir a buscar materiales para un proyecto, me acordé recién –inventó Omi.

-Sí, y yo dije que lo llevaría –agregó Youji.

Ken no podía creer lo que oía, miró a Aya buscando acabar con esta farsa. Aya, a su vez, miró a Aiko, y luego los ojos suplicantes de Omi y Youji que decían "¡Por favor, sigue el juego!".

-Yo...voy a acompañarlos –suspiró con seriedad- Tengo asuntos que atender.

-Pero si ustedes se llevan el auto... ¿Cómo regresamos? –dijo Aiko, con la esperanza de que por lo menos los llevaran.

-Y...caminen o tomen el autobús –fue toda respuesta que les dio Omi.

-¡Pero no pasan autobuses por aquí! –replicó la chica.

-Entonces caminen. No queda muy lejos –contestó Youji.

-¿Qué? ¡Caminando son como cuarenta cuadras! –se quejó Ken.

-Bueno...¡Caminar hace bien! –contestó con una mirada irónica.

Ken y Aiko se miraron sonrojados y sorprendidos por la complicidad de los tres jóvenes para dejarlos solos.

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Ken no dejaba de pensar en lo ingeniosos que fueron sus amigos. Se encargaron de que estuviera solo con Aiko, caminando un largo trecho hasta la casa, presionándolo para decirle lo que sentía.

Por otra parte, Aiko estaba llena de curiosidad. ¿Por qué razón los chicos insistirían tanto en que ella y Ken estuvieran solos? Desde aquel día en el bar, Aiko había sentido algo especial por Ken y había aumentado con el paso del tiempo, aunque pocas veces lo demostraba por miedo a que su padre se enterara y le quisiera hacer algún mal a Ken. Pero sabía que no era por ella que hicieron todo ese teatro para que terminara caminando en una calle oscura junto a él.

"¡Qué malos amigos que tengo! ¡Hasta Aya se puso de acuerdo en todo esto!", pensó Ken con un poco de rabia, mirando de reojo a Aiko. Tenía los brazos cruzados, frotando sus manos contra ellos debido al frío.

-¿Tienes frío? –preguntó Ken, sintiéndose un poco tonto ya que la respuesta era obvia.

-Sí...un poco –respondió ella sin atreverse a verlo a los ojos.

Ken se sacó la chaqueta que traía y se la puso sobre los hombros. Ninguno de los dos pudo evitar sonrojarse, ya que al ponerle la chaqueta  no se dio cuenta de que sus rostros estaban tan cerca como cuando Ken la despertó de su pesadilla. En ese momento Aiko se atrevió a fijar sus ojos en los de él. No sabía exactamente qué, pero algo en los bellos ojos de Ken, hacía que ella se sintiera segura y protegida ante todo el mal que la rodeaba. Ken le acarició suavemente la mejilla y sintió como el corazón de Aiko latía al mismo ritmo que el de él.

"Es ahora o nunca", pensó tratando de pronunciar palabra.

-Aiko... yo... tengo que decirte algo importante... -titubeó- Es que tú... yo... nosotros...

-No...no entiendo –dijo la chica mirándolo confundida.

-Es que... es que es tan difícil... -pronunció exasperado,  separándose de ella. Sus nervios le estaban jugando una mala pasada. "¿Cómo me es tan complicado decir dos simples y cortas palabras?"

-¿Qué puede ser tan difícil de decir? –preguntó Aiko sin comprender- Acaso... ¿Quieres que me vaya de la florería?

-¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no! –dijo desolado- ¡No quisiera que te fueras, nunca!

Ken volvió a titubear. No encontraba las palabras exactas para decirle a Aiko todo lo que sentía por ella.

"Qué extraño", pensó la chica. "Nunca lo vi dar tantas vueltas para decirme algo, por más importante que fuera. Ni que fuera a decirme..."

Repentinamente una idea cruzó su cabeza. ¿Ken estaría tratando de decirle aquello con lo que ella soñaba desde que lo conoció? ¡No podía ser! ¡Era muy bueno para ser cierto! Pero no podía quedarse con la duda.

-Ken –interrumpió, y eso lo puso más nervioso- ¿Estás tratando de decirme... que me quieres?

Ken quedó petrificado por la intuición de Aiko y por lo directa que fue su pregunta. No podía seguir ocultando sus sentimientos, tenía que decirlo.

Pero solo asintió.

-¿Eso era tan difícil de decir? –preguntó extrañada- ¡Somos amigos, es lógico que me quieras!

-Pero...no es solo eso... -habló haciendo callar a Aiko- ¡Es que no sé cómo decirlo! ¡Maldición!

-¿Cómo decirme qué? –bufó ella perdiendo la paciencia.

-¡Que eres lo más bello que he visto en mi vida! ¡Que quiero estar siempre a tu lado! ¡Que odio verte sufrir! –las palabras brotaban sin ser procesadas por su cerebro, solo surgían mientras se acercaba más a ella- ¡Que tu voz me hipnotiza! Que... te amo...

El rostro de Ken estaba a unos pocos centímetros del de ella. Aiko no sabía cómo reaccionar; quería tanto estar junto a Ken, pero temía lo que le sucediera a él debido a eso.

-¿No vas a decir nada? –preguntó Ken. Aiko estaba roja y aún shockeada por la declaración, no podía emitir palabras- Supongo que... será mejor que nos vayamos –suspiró, agachando la cabeza abatido. Pero la voz de Aiko hizo que éste volviera a verla a los ojos.

-Te amo... -sonrió ampliamente- No era tan difícil de decir...

Ken rozó los labios de la chica, pero el beso no fue consumado debido a la interrupción de una daga, que raspó el brazo de Ken para luego clavarse en la pared.

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