Capítulo 1: Una Noche Diferente
La noche era oscura, pero templada. No había muchas estrellas en el cielo, y la luna se divisaba fácilmente. En definitiva, una noche como cualquier otra, en especial para los Weiss. La misión era muy clara, tendrían que eliminar a un empresario, pero ese era sólo un disfraz para ocultar que había robado, chantajeado, y hasta matado a su propio hermano por conseguir dinero para su oscura causa; ¿pero qué más se podría esperar de uno de los aliados de Ezett? Esa organización encargada de acabar con la paz del mundo, ocasionando caos y destrucción a cada paso que daban Tenían que liquidar a ese sujeto, y en lo posible capturar conseguir información sobre Ezett. Omi esperaría afuera, vigilando el bar donde éste se encontraba. Mientras, Aya esperaría cerca de donde el tipo había estacionado su auto, listo para atacarlo. A su vez, Ken lo vigilaría dentro de aquel bar de alta categoría, ya que Youji se distraía de vez en cuando con las camareras. Todo estaba tranquilo.
El empresario ingresó al local, se sentó en una mesa y pidió un trago. Unos minutos después, entró un hombre y se sentó en la misma mesa que él. Ken interrumpió a Youji y le hizo una seña para que viera al hombre recién llegado, a ver si le resultaba conocido. Ambos pensaron que podría tratarse de uno de los hombres del ex-político Takatori, quien también estaba asociado a Ezett hasta su muerte; pero no lo reconocieron como tal. Los dos individuos comenzaron a discutir en su respectiva mesa, parecían nerviosos.
La disputa se detuvo cuando al escenario subió una persona a presentar a un nuevo prodigio de la música. Luego de la presentación, una joven de no más de 19 años, cabello castaño claro, largo hasta la mitad de la espalda, con unos intensos ojos negros, de la altura de Ken, subió al escenario. Llevaba puesto un vestido corto azul oscuro, y parecía estar nerviosa al cantar. Ken notó como las miradas se fijaban en ella, en especial la de Youji y la de los dos hombres. Ella tomó aire y empezó a cantar una pieza lenta. Era la voz más melodiosa que nadie hubiera escuchado jamás.
Repentinamente la música cambió de una pieza lenta a una más rápida y movida, la joven comenzó a cantar y moverse al ritmo de la música, pareciendo que toda su vida se hubiera dedicado a eso. Todos habían quedado fascinados con la voz de esa chica, incluyendo los dos sujetos y a los Weiss; a pesar de eso, Ken seguía vigilando a su objetivo. La canción de la chica finalizó de la misma forma lenta, como había iniciado. Hubo una gran ovación para ella apenas terminó la canción, cosa que emocionó a la chica. Ella saludó al público agradecida y contenta.
Ken volvió a fijar la vista en los dos hombres en cuanto la chica bajó del escenario. Youji también fijó la vista, pero en una chica que se encontraba sentada de piernas cruzadas en la barra; cabello ondeado y desordenado, a su vez elegante, largo hasta la cintura, atado y un poco más oscuro que el de Youji. Traía puesta una falda corta y un top negro que se ataba a la espalda y al cuello.
Ken observó que los hombres volvieron a discutir, pero esta vez más fuerte. Uno, que venía con el empresario, al parecer su guardaespaldas, intentó meterse, pero aún así siguieron discutiendo. Luego vino la seguridad del bar, y ahí se armó una pelea que involucró a gran parte de los que allí se encontraban. El sujeto que tenían que eliminar aprovechó la confusión para huir; el otro hombre lo siguió.
-Balinese, dile a Bombay que le avise a Abyssinian que el tipo huyó y que alguien lo siguió –dijo Ken refiriéndose a ellos con sus nombres clave, agachado bajo la mesa junto a Youji, para evitar que los golpearan con alguna cosa, ya que para esas alturas, hasta las sillas se convirtieron en armas de pelea.
Youji salió lo más rápido que pudo para avisarle a Omi.
-¡Bombay! –llamó a Omi por su nombre clave- El tipo...
-Sí, ya lo sé Balinese –respondió éste, tecleando su computadora portátil y ajustando el auricular en su oreja, para captar alguna señal- Tendrás que ir por Abyssinian para avisarle. Por alguna extraña razón no puedo contactarlo y el sujeto tomó otro camino.
-Bien, le diré a Abyssinian. Vigila a Siberian que todavía está ahí adentro –encomendó Youji antes de retirarse.
Omi se encontraba oculto tras unos arbustos con su laptop a mano, tratando de rastrear a su víctima. Mientras tanto, Ken intentaba salir del lugar sin llamar la atención y sin que lo involucraran en aquella trifulca de bar. De pronto, alguien chocó de frente contra él.
-¡Discúlpame, no te vi! ¡Lo siento! –dijo una dulce voz entre asustada y nerviosa. Ken observó atentamente a la chica con la que chocó, reconociéndola.
-Tú eres la cantante de hace rato, ¿verdad?
-Sí, ¿quieres un autógrafo? –bromeó ella. Al ver la expresión de Ken, supuso que no la dañaría, lo que le permitió relajarse para hacer ese pequeño comentario.
-¡Miren! ¡Qué bella chiquilla! –un viejo borracho se dirigió hacia ellos, con una botella en la mano, acercándose a la joven.
-¡Era lo que me faltaba para tener una noche perfecta de trabajo! –con sarcasmo, la cantante rodó los ojos.
El tipo comenzó a acercarse a ella con malas intenciones, a lo que Ken intervino.
-Creo que la señorita no quiere irse con usted –dijo él, poniéndose en medio del viejo y la chica.
-¡Tú no te metas, impertinente! –el viejo trató de golpear a Ken con la botella, pero él lo esquivó y le hizo una zancadilla, haciendo que el viejo cayera de cara al piso. Los amigos del hombre, al ver la escena se lanzaron sobre Ken y la chica.
-¡Ven! ¡Vamos! –ella lo tomó del brazo, guiándolo hasta la salida.
Él la ayudó a escapar evitando que la dañaran con los objetos que aventaban los tipos envueltos en aquella especie de guerra civil; sin contar que eran asediados además por los amigos de aquel borracho, que seguramente estarían en las mismas condiciones. Ambos corrieron para evitar que los atraparan y lograron escapar con éxito.
-Creo que los perdimos –comentó Ken a la chica que se encontraba a su lado.
-Eso parece –concordó ella recuperando el aliento. De pronto se escucharon sirenas. Se trataba de dos patrullas que se dirigían al bar. La chica se alteró al oírlas.
-Oye, gracias por ayudarme, pero debo irme. ¡Adiós! –se despidió de Ken dejándolo atónito, y se fue corriendo calle arriba.
A su vez, Aya, Youji y Omi se aproximaron a donde Ken se encontraba.
-¡Hey, Ken! ¿Quién era la chica? –preguntó con picardía Youji, rodeándolo con su brazo.
-Era la cantante del bar –respondió, y al ver la mirada de Youji agregó- ¡No me mires así! ¡Sólo la ayudé a salir del bar por el revuelo que se había armado!
-Sí, sí. ¿Y te dijo algo? –insistió su compañero.
-Sí. "Gracias y adiós" –contestó Ken molesto, a la vez que Youji y Omi comenzaron a reír. Luego recordó la misión, y al individuo que había huido- Oigan, ¿qué sucedió con...?
-Cuando lo encontramos alguien ya lo había matado –interrumpió Aya.
-¡¿Qué?! –eso lo había sorprendido.
-Sí. Alguien hizo el trabajo por nosotros –agregó Youji con una sonrisa cansada.
-No sabemos quién ni cómo fue. Aunque debió ser un profesional, ya que no dejó rastro –prosiguió Aya.
-¿Habrá sido el tipo que estaba con él? –preguntó Ken.
-Aún no lo sabemos –dijo Omi- Creo que deberíamos irnos antes de que la policía piense que tenemos algo que ver con este tumulto.
Las patrullas rodearon el local, los policías habían arrestado a la gran mayoría de los que se encontraban en el lugar. Los cuatro se dirigieron hacia el auto, estacionado varias cuadras lejos de allí. Omi, Aya y Youji subieron al auto, mientras Ken se montaba en su motocicleta. Todos estaban confundidos.
Fue una noche común, llegaron al lugar, divisaron el objetivo y acabaron con él. Pero esta vez no fueron ellos quienes lo hicieron, y eso los desconcertó. Era lo que diferenciaba esa noche de otras, su misión había sido consumada, aunque por alguien más. ¿Quién sería esa persona? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué relación tenía el asesino con su víctima? ¿Alguien lo habría contratado? ¿Qué habría pasado antes de que ellos llegaran? Estas eran algunas de las preguntas que se hacían en aquel momento. Nadie cruzó palabra durante todo el camino.
Los cuatro se dirigieron de regreso a la florería, el lugar que era la pantalla de sus verdaderos trabajos. Es muy irónico pensar que cuatro jóvenes aparentemente normales para su edad, con lo que muchos considerarían un trabajo decente como era atender una florería, en realidad fueran asesinos.
Era la coartada perfecta. Nadie lo sospechaba y nadie lo sospecharía. Sin embargo, eso estaba a punto de cambiar.
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