
CAPÍTULO V
EL INICIO DE UNA TERAPIA INFORMAL CON LOS WEASLEY
Dumbledore seguía intrigado por todo lo acontecido. No creyó al principio, que la ausencia pública de Bruneila Sabbath fuese por un bajón emocional, quiso creer ciegamente que había sido por el trabajo que se consiguió en el Ministerio de Magia, sospechaba del motivo tan selectivo: la búsqueda del libre albedrío. Sin embargo, la sorpresa llegó a su habitual rutina tras recibir un pergamino de Rufus Scrimgeour, donde se expresa una información crítica acerca de la animaga y excepcional medimaga.
MINISTERIO DE MAGIA
Estimado Sr. Dumbledore
Hemos encontrado información confiable y delicada para la animaga Bruneila Sabbath Black, nuestros informartes entre su escrutinio privado descubrieron que el Señor tenebroso ha estado reclutando nuevos mortífagos y estan esperando el momento adecuado para secuestrarla. Se estima que sea por ser la heredera de la sangre pura de los Runirix, ya saben que sigue viva y su sangre puede ser la cura para la falta de fuerza que el innombrable carece. En éstas últimas semanas por el Callejón Diagon, entre brujas de zonas cumbres se rumorea que la sangre de la jinete de dragón es invaluablemente deliciosa.
Además de esto, hemos sido testigos de la salud en declive, justo después de que el hijo de los Potter se haya expuesto en entre los muggle. En el ministerio hemos decidido que lo mejor para que digiera la realidad sea conviviendo una temporada en Hogwarts, no vemos una mejora teniendola aquí.
Esperamos pacientemente, que pueda investigar por nosotros acerca del motivo oculto que la animaga Sabbath ha decaído, al igual de una pronta mejora en ella. Puede venir a buscarla en cuánto disponga de tiempo.
Con las mejores intenciones, Rufus Scrimgeour.
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En el momento, no perdió más tiempo, a través de la Aparición hacia el Ministerio de Magia. Lamentable fue encontrarla alicaida sobre aquel cojín, tal y como si el tiempo no hubiese pasado, envuelta en esa depresión que parecía envejecer al aspecto perruno.
De reojo, pudo ver la figura imponente, con expresión seria y aspecto distinguido de Rufus Scrimgeour, con aquel cabello largo de color castaño claro, peinado hacia atrás. Con aquel atuendo de traje formal oscuro, camisa blanca y una corbata a rayas. Con la túnica oscura por encima.
Incrédulo, tomó entre sus brazos a la cocker spaniel, qué fue dada por el mismisimo Jefe del Ministro con una cara notoria de disgusto. En esa turbia mirada seria se evidenciaba una orden clara: Cuídala.
Dumbledore esperaba que ella se recompusiera de ese estado al llevarsela a Hogwarts, sabía de buena fama que los menores Weasley podían ser la cura. Suspiró. Levantó la mirada al techo y recordó aquella mirada opaca sin ilusiones. Deseaba ayudarla, pero esa hembra daba lucha por lo reservada que siempre fue con tema personales o emocionales. Sabía percibir perfectamente cuánto la animaga se cuidaba tanto lo que decía, sentía o hacía con el propósito de proteger a los demás, que no se estaba dando cuenta del desgaste que empezaba a mostrar por hacerlo todo sola. Él mismo sabía cuánto era el desgaste y no quería que fuera lo mismo para ella.
Recordar el momento exacto de lo que había ocurrido hace dos semanas atrás era un motivo justo por el cuál buscar la mejor manera para ayudarla.
Aquella vez se había quedado en silencio un momento, con la intención de observar como los alumnos Weasley se acercaron de buena voluntad hacia ella, aunque ella los ignoraba rotundamente. William y Percy siempre habían estado atentos a las condiciones de la animaga, eran amigos fieles, al igual que los gemelos, un buen primer paso para hacerle pisar tierra había sido atraerlos.
Aunque el joven alto y delgado Weasly, se había quedado hasta que la cachorra quedara dormida. Los gemelos en ese tiempo habían quedado esperando fuera por petición suya.
A los tres Weasley había reunido a hablar en un salón apartado de la parte central del despacho.
—Deben saber que la Srta. Sabbath, estará por tiempo indefinido dentro del establecimiento de Hogwarts.
—¿Y cuál es el motivo, profesor?—preguntó Fred.
—Escuché por los pasillos, chismes de que había regresado, pero no creí que fueran ciertos. Venía a preguntarle justamente, Profesor Dumbledore. —expresó Percy.
—Está en un cuadro depresivo. Bastante fuerte, no se sabe el porqué pero todos estamos preocupados por su salud, ya no es la animaga que conocimos hace unos años —explicó hasta donde él sabía.
—Es extraño... —murmura Fred.
—¿No será por su difunta familia? —preguntó Percy, tratando de escarvar en algun tema para comenzar a ayudar. —¿Ya le avisaron a Bill o Charlie? ambos fueron los más cercanos a ella.
Dumbledore se palpa la barba, entreverando sus dedos callosos entre el cabello blanco, rascando un poco entre las hebras a modo de pensar.
—No es mala idea, aunque eso deberán verlo por sus medios. Una vez ella despierte, pueden llevarsela, aunque sea muy probable que los quiera alejar, que tenerlos cerca.
Los tres se ponen firmes, determinados a evitar que aquello suceda.
—Eso no sucederá —sentencia George—Será nuestra misión, comenzando por llevarla de paseo.
Dumbledore siente regocijo y alivio al ver la predisposición. Aunque mira la determinación digna de Griffindor expresada en la mirada del joven Fred, que parecía pensar en muchas cosas para realizar.
—Yo me encargaré de mis otros hermanos —añade Percy.
Fred asiente, yendo directamente hacia el cómodo cojin donde dormitaba la animaga cocker spaniel. Impaciente pregunta mirándolo:
—¿Me la puedo llevar?
—Le prometemos que se la traeremos en mejor estado. —comenta George.
Tras un ligero cabeceo accede a la petición de ambos gemelos Weasley. Viéndola acogida en tanto cuidado y cariño leal. Sinceramente, Dumbledore esperaba que la Señorita Sabbath Black no fuera a desenpolvar el carácter tóxico de los Black, aunque si lo hiciera no podría ser menos oportuno.
Después de todo, Harry Potter pronto estaría en Hogwarts, tan solo debía aceptar su destino. A partir de ello, sabía que pronto los Black se reunirían en malos o buenos terminos.
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En cuánto la cachorra abrió los ojos, la nostalgia golpeó a su corazón. Tembló al ver a ese pelirrojo de frente ancha, delgado y tan alto como un árbol de mandarina; escuchar su voz acunandola y estar en sus brazos, sollozando con tan solo verla, le partió el alma ser la causante.
Ella pudo ver perfectamente detrás de esa niebla de pánico, cuánto extrañaba a sus amigos, la calidez humana, y en especial a los Weasley. Sus pequeños pelirrojos ya no eran tan torpes, sino que la miraban con tanta curiosidad, una que sabía que iría en aumento con su estadía en Hogwarts. Siendo fisicamente un perro, por instinto sabía donde era el lugar seguro mediante el aroma, por ende, no pudo evitar el dormirse bajo las caricias de Percy, podría ayudarle a espantar sus pesadillas nocturnas.
Sin embargo, despertar en otro lugar, con otro aroma que no fue el de Dumbledore, la hizo quedar con el cuerpo tieso, alerta. Se escuchan sonidos suaves y secos, como un "tap, tap" continuo, simuló estar dormida.
—Geogred ¿crees que se acuerde de nosotros?—pregunta una voz familiar.
La cachorra percibe la caricia entre el cabello y hebra de su pelaje, la sensación placentera la hizo respirar con lentitud, resoplando ligeramente por la nariz y relamiendo con su lengua en el hocico.
—Creo que si, Fredgie.
Esa vocecita de tono similar al primero, hizo sentir a la cachorra escalofríos, más cuando se permitió abrir sus ojos y "despertar", encontrandose con miradas contentas, tirándose encima suyo con tanta felicidad. Abrazándola.
—¡Neila! Te extrañamos mucho.
La voz doble de aquellos gemelos que tanto extrañó, conmovió a la cachorra.
—Soy una patética, ¿Porqué me extrañaría un par tan auténtico como vosotros?—preguntó en un tinte desganado y susurrante.
Ambos pelirrojos la miran incrédulos. Aunque enseguida comparten una mirada pícara y cómplice de un plan.
—¡Eign! Incorrecto, perruna enrulada —George contesta a la duda negando.
—Eres muy importante para la familia, ¡y más para los pelirrojos que estamos dominando Hogwarts, la única animaga que conozco y la más preciosa de todas! —exclama Fred con un ligero rubor en el rostro tras decir algo tan atrevido.
Otro pelirrojo se ríe a carcajadas limpias al verlo así. La cachorra levanta un poco la cabeza relamiendose el hocico y nariz, disfrutando de aquella vista elocuente.
—Sois muy comprensivos. Tiernos. —correspondió la cachorra.
—¿Ves Georgie?, somos los mejores.
—Concuerdo contigo Freddie, la hicimos reír.
Las orejas de la cachorra temblaban, como si estuviera riendo también, aunque auditivamente se podía escuchar una aterciopelada risa. La cachorra agradecía el simple hecho de carecer la expresión visual de un sonrojo, aunque no pudo aguantar la mirada de orgullo risueño de ambos pelirrojos hacia ella, cubriendo su rostro perruno con sus patas.
—No te avergüences bonita.
Fred palpa suavemente el lomo de la cachorra, risueño al ver que ella parecía interactuar de forma incondicional hacia ellos.
«Nos amaba y ya. No hay otra prueba contundente contra esto»pensó Fred.
—¡Te guardamos el secreto que endulzamos tu corazón...!—dice George.
—¡Si nos regalas un abrazo y acompañas a hacer una broma!
Ambos pelirrojos proponen con miradas iluminadas. La cachorra percibe la emoción aumentando, la sudoración de ambos que expresan corporalmente sus nervios; por ende, ella se permite fingir que se lo piensa. Sentándose sobre sus retaguardias traseras, y cerrando sus ojos.
«Solo por un momento dejaré de pensar en el peligro que corren estando hoy conmigo. Los mortífagos tarde o temprano me encontrarán.»pensó respirando hondo, preparándose mentalmente para ceder a disfrutar de su compañía ahora que aún podía.
—Es un trato, solo si a cambio me dejan dormir, sé cuan hiperactivo sois.
¡Buf! ¡Ah! ¡Bueh!
—¡Ok!
Y aunque los gemelos Weasley hubieran aceptado el trato acordado, aún insistieron con el gesto mas tierno, mostrando unos pucheros para conmoverla y que aquello no se cumpliera al pie de la letra.
—Aunque sabes que es injusto, Neila. —replica George.
—Nada en la vida lo es.
—¡Pfff! Deja de hablar como una vieja.
La cachorra gruñe ante esa frase dicha por Fred. ¡Guaf! Ladrandole, a modo de replica ante esa comparación.
«Ya quisieras saber, cuantos años tengo, pelirrojo atrevido.»pensó nerviosa.
—No funcionará chicos.
Y es en un minuto, cuando la cachorra queda estática al ver como ambos pelirrojos conectan miradas y se arrojan hacia ella. Haciendole cosquillas tras frotar suavemente algunas áreas sensibles en el cuerpo de la hembra como barrigas, patas, cuello o detrás de la oreja.
—¡Guaf, guaf! Jajaja ¡parad!
Ladridos, y movimientos rápidos son los reflejos motores de la cachorra, pateando ligeramente con las patas traseras, girandose sobre su lomo de izquierda a derecha, con jadeos erráticos por las cosquillas que le ocasionan. Su expresión era auténtica y única después de tanto tiempo sin verla, esos ojos cafes estaban brillantes y su lengua colgando fuera del hocico, al igual que su respiración agitada.
Un suave gruñido o gemido sale natural de sus cuerdas vocales perruños. Expresando felicidad.
—¡Eso! Eso es lo que queremos ver siempre en ti. —festeja Fred.
La cachorra cohibida, trata de recuperar aliento ante el ataque de cosquillas que ambos habían cometido.
«Puede ser... Tal vez, que sea probablemente justo que pueda sentir tan solo un poco, la luz y aire del oxigeno limpio fuera de esta oscuridad»pensó la cachorra, cayendo ante ese pequeño beneficio de la duda, que muy en lo profundo de su mente quería creer.
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