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¿Como Funciona Eros?


Me pediste que te ayude a soltar, y este es un buen capítulo para ayudarte. Mi tercer motivo por el cual terminé nuestra relación esta escrito con la sangre de aquello que soñábamos ser, de aquel juntos por siempre del que nada parece haber quedado. Antes de cualquier explicación me gustaría terminar el tema con Pilar.  Todo lo que puedas leer en el siguiente fragmento de mitad y mitad fueron ocurrencias de mi cabeza.

"... —¡hola David!

—¿Que haces cabeza, todo bien?

—Creo que sí, ¿ya terminaste la Facultad?

—Hace dos años que ejerzo ¿vos? Tanto tiempo sin saber nada, que no sé que preguntarte.

—Acá con los niños renegando un rato en la plaza, te escribo porque ayer hablamos de vos con una amiga mía, nos acordamos  cuando le dijiste que estabas enamorado de ella. La última vez que hablamos nosotros, fue para el día que se recibió. ¿Hace cuanto? Yo calculo unos tres o cuatro años más o menos

—Bueno, uno era chico en ese tiempo. Igual sabes que tuviste mucho que ver. La verdad no llevo cuentas sobre la vida de ella, pero sí, más o menos eso.

— Tengo noticias para vos, pero prefiero que nos veamos. Conozco una cafetería en el centro, si te parece nos juntamos a tomar un café y charlamos. De paso nos contamos un poco sobre nuestras vidas. Sé que no éramos los mejores amigos, pero nos queríamos un montón.

—Dale, mañana puedo tipo siete ¿te parece?

—No, tiene que ser hoy si o si.

—Ok, a las cuatro y media más o menos puedo. Pásame la dirección.

—Perfecto, es San Luis y San Martín, justo frente al teatro.

— Dale, nos vemos allá.

Siempre fue una costumbre llegar veinte minutos antes a cualquier lugar para disfrutar de mí y de mí tan amada soledad. Pero esta vez no llegue a tiempo. La intriga de saber que sucedía con usted tenía que aguardar a que mi último paciente aceptará que no todo el mundo era fiel, y que es mejor desprenderse de la culpa que está acción genera. Dejando atrás a su esposa, la cuál, sufrirá la realidad de no ser amada hasta que encuentre otra mujer.

Su presencia me topó de frente, agarró mis hombros y me detuvo por un instante al entrar a este lugar. No, usted no estaba, pero en esta cafetería su imagen y su perfume se sentirían muy cómodos. Sentía su presencia, aunque su ausencia esté presente. Parecía el lugar perfecto donde usted pueda venir a merendar. Me había enamorado automáticamente del lugar. Pero con media hora de retraso y el celular sin batería, sólo encontré una invitación a la realidad, que había dejado su amiga en un trozo de papel sobre la mesa.

El día siguiente, la mañana de un viernes frío y un tanto neblinoso, me encontré en mis ejercicios matutinos por la costa  frente a los balnearios, como solía hacerlo temprano cada mañana por medio. En parte para ejercitar mi cuerpo y por otro lado para cuidar mis pulmones, que estaban agrietados por el tabaco. Almorcé en la cafetería London, segunda visita al lugar donde su ausente presencia se hacía sentir en mi. Aunque no esté, yo sentía que almorzaba conmigo, aunque no la vea, el lugar acariciaba mi vista con su noble carisma.
Por la tarde empecé a lustrar mis zapatos de punta, a elegir cuál corbata era ideal para combinar con el pañuelo azul, que iba a sobresalir de mi camisa blanca. Retire mi saco de la tintorería, que al igual que mi pantalón de vestir era de color negro. También elegí entre las góndolas del supermercado "El Griego", dos vinos malbec. Para que me acompañaran en el infortunio que esta noche me esperaba. Y con una pequeña visita a amigos del pasado, conseguí esos cigarros que ya no fumaba tan seguido desde que comencé mi carrera.
La tormenta que amenazaba con diluviar sobre esta bella ciudad comenzó a precipitar sobre las ventanas de este colectivo, humedeciendo las calles que me arrastraban entre esquina y esquina a mi destino. Donde iba a hacer lo necesario para poder matar esta parte de mi, que sin dudar, se ilusionaba con solo saber que la volvería a ver. Porción de mí, que ya desfallece en los recuerdos que tenía sobre usted.
Las ocho y monedas del reloj  campanario no estaban de acuerdo con que yo esté acá, sentado sobre la pena de esta panadería cerrada al público hace varios meses. Pero aun así, trataría de protegerme con su alero de esta intensa lluvia que mojaba mis píes, porque la incomodidad quedó a un costado calzada con mis zapatos. Los charcos de agua que ondeaban ante el ritmo de las gotas que caían del cielo reflejaban con coraje y temor todo mi ser interior. Y el aroma descorchador del primer vino comenzaba a marear mis sentidos.
Mi reloj, ya de pocas ganas, me susurraba al oído que eran las nueve menos cinco, y las personas comenzaban a salir de adentro, para poder verla llegar.  Atestiguan, al igual que yo, que hasta los semáforos quieren detener a ese auto para poder disfrutar de verla pasar. El cual viene presumiendo con sus moños de colores blancos y negros, que dentro suyo, atesora la novia mas hermosa que su butaca trasera podía recordar
Mi ojos sedientos ya podían ver su vehículo antiguo sobre la calle Buenos Aires, esperando que el semáforo diera paso a cruzar la avenida Juan B. Justo. Ese momento tan espectacular, logró dejar expuesto a las dos mitades que ejercían en mi, fuerzas para no llorar.
Las lágrimas de sus familiares y amigos me acongojaron al verla bajar. Con su vestido blanco lleno de pequeñas rosetas que adornaban su bello hombro izquierdo y casi toda su espalda. El cual apagaba el brillo natural de la parroquia San Carlos Borromeo, que intentaba con su bella religiosidad, poder acompañar la perfección y felicidad que usted regalaba. Los pliegues dejaban entrever en el corte de tan fulgurante tela, su pierna derecha. Y los zapatos caprichosos no estorbaban su espléndido caminar, sobre los adoquines de una vereda tan particular. Esta vez no quería estar entre esos abrazos que le daban, quería ser quien la esperara en el altar.

—Pero ¿qué hago con estos deseos?(se preguntaba David entre lágrimas y sollozos) si quiero estar ahí, quiero que me explique como hago para olvidarla, como curó este dolor. ¿No se da cuenta que me desangro? Que esta vez no quiero estar acá, que muero si la veo salir de ahí con él. Por favor, me destruyo al confirmar que nada valgo para ella. ¡Abrí la otra botella para emborrachar las ganas de ser algo que nunca voy a ser. Dame una pitada más, para enloquecer está cordura que ya no soporto!

—Están entrando (dijo Emmanuel con un nudo en la garganta) a esto vinimos, a dejar de ser dos, a unirnos, queremos ser curados de esta enfermedad, ya no queremos estar divididos.

—¡tampoco quería venir aquí! (arroja la botella vacía contra el suelo demostrando su dolor) si ella nos llenaba.

—¿Nos llenaba de qué? ¿Sabes que feo es sentir que día tras día le das amor a una persona que no nos recuerda? Llenamos un vacío entre líneas y letras para alguien que ni siquiera sabemos si algún día nos va a leer.

— no hables así, no puedo soportar el dolor ¡déjame morir aquí! Ya calla...

Los aplausos dentro de la iglesia daban a entender a este espectador de su propia miseria, que ya era inevitable. Que ese pequeño sueño en donde al bajar del auto, lograrás verme y dejaras todo eso por mi, simplemente se fume entre la tormenta.
Por un lado se encontraba Emmanuel; acongojado y lagrimeando, sentado sobre el triste marco de la enfermiza ventana, que utilizaba de sostén para los desmayos repentinos que tanto el alcohol, como el suplicio, provocan en él. Siendo único espectador de su espectro y contraparte, David. Quien estaba arrodillado contra el húmedo y frío suelo, pegando puñetazos al piso para tratar de desahogar los espasmos sollozos, e intentaba gritar en el silencio de la afonía que todo esto le provocaba. Porque ese simple sollozo, se había transformado en un espasmo que no lo dejaba respirar, formando charcos bajo esas mejillas heladas y entristecidas; para luego desfallecer sobre el cordón de la vereda que trataba de sostener tan pesado vestigio.

—(El apacible Emmanuel apretó entre sus dedos, los empapados cabellos de David, para que este pudiera levantar su cabeza del pavimento, y entre sus dientes, casi crujientes de la presión que la rabia le hacía sostener, le susurró al oído.)
ahí está, ya no hay esperanzas, y con estás, también debes morir vos. Me cansé de todo esto.

Mientras David miraba desde el suelo como usted salía tan feliz de esa parroquia, para así poder morir ya sin consuelo. Yo me eché a correr sin rumbo. Mareado por el humo y el vino, tropezando con nudos que ahorcaban mi garganta hasta hacerme ahogar. Los dedos de mi mano trataban de disfrazarse de anzuelo en mi cuello para poder vomitar tanto dolor, mientras que la otra mano trataba de sostener mi tambaleante cuerpo en valla a saber qué vereda. ¿Cómo poder extirpar semejante sinsabor? ¿cómo sentirse bien? Si la mujer de mis sueños, ya se había casado ante mis propios ojos. Sentía que nadie era sin mi ilusión y ésta; hoy murió.

Ahí se habían terminado los precipicios de David, pero no los había matado. Luego de esa noche ya no punteaba las ganas de verla, ya mi sentir podía estar en paz. Pero aun así nunca logré volver a enamorarme.
Desgaste años en el recuerdo de su belleza. Intenté buscar otra mirada igual, creí que ya todo se había terminado, soñé con poder formar una familia o continuar solo. Pero cuando lo había logrado, cuando mis ojos me habían mirado como una persona para amar... usted, tenia que volver a aparecer… "

Ya culminada la etapa de Pilar en mis letras podemos seguir con lo que hoy estoy viviendo. De Natalia pronto hablaremos. Quiero aprovechar mis letras para traernos al aquí y ahora. Y Eros no es una excepción.

Con el paso de Natalia y de Pilar por mi vida, sinceramente, aprendí poco del amor no correspondido; más entendí que es lo que no hay que hacer para que una mujer se fije en mí, y alimente, con métodos y estrategias, la seducción de Frankenstein. Pero la chica del espejo, aunque ya no es un Eros latente, me enseñó más de mi (David) , de lo que ella podría saber.

Su temperamento fuerte me dio a entender que soy, de alguna manera, un fanático de ser un esclavo. ¡¡¡Hay filosofía hasta en mis gustos!!! . Si soy un esclavo obviamente hay un amo. Y si, Pilar, Natalia, y la chica del espejo son amas. Al igual que vos. Los amos necesitan de los esclavos, es una cuestión de poder. Yo necesitaba a quien hacer masajes, a quien dar el desayuno en la cama, a quien escuchar, a quien aconsejar; pero por sobre todo a quien temer. Ser esclavo por tanto tiempo me hizo dar cuenta del valor que tengo, del precio que puedo poner a mi tan exagerada hospitalidad. Ya estando hoy sin Eros me puedo, de alguna manera, poner selectivo. Creo que por primera vez puedo elegir y hoy, me elijo a mi; sanado. Pero un amo quiere seguir teniendo un esclavo, por lógica, está a gusto con eso a tal punto que se convierte en una necesidad, mientras que un esclavo nunca desearía ser amo. Un esclavo desea ser libre. Y aquí mi tercer motivo por el cual tomé mi decisión. Era un esclavo que recibía migajas de lo que para él tan importante era, la pata del sexo.

A diferencia de mis dos anteriores Eros, la chica del espejo tiene rechazo hacia mi y juega con ello. Tanto el apego evitativo que tiene ella como mi apego ansioso, nos hace bailar. Yo no sé cómo avanzar porque me puede la ansiedad, y cada vez que doy un paso (llenos de dudas) ella retrocede. Mi forma de apego ante tal negación de su parte comienza a cumplir su función. El apego ansioso, ante la falta de afirmaciones, apaga poco a poco mi pensar sobre ella.  Imaginemos que dentro de mi cabeza hay un panal de abejas que está tranquilo, produciendo constantemente miel. El apego evitativo no necesita afirmaciones sino al contrario, necesita evasión. Y siempre es igual, ella se arrima a mi porque las abejas están dormidas y no la buscan para picar, patea el panal, la abejas se alborotan, salen del su comodidad y se desparraman por toda mi cabeza como pensamientos, limerencias, romanticismo; lo que hace que ella se aleje. Las abejas se tranquilizan y vuelven a su panal, junto a ellas se tranquiliza todo pensamiento en su nombre. Eso capta su atención y vuelve a patear el panal. Así estamos desde hace más de un año. Pero todo esto también me hizo saber del valor que tengo y como lo desgaste y reduje al insistir. Y me quité valor hasta que me di cuenta y ya sé que no debo perder más valor por nadie.

¿Como la chica del espejo me enseñó cuanto es mi valor? Jugando, no por mala persona, pues no lo es. Creo que en un momento de nuestra pseudo historia ella necesitaba alguien que levante su autoestima y no encontró mejor manera que jugando con ilusiones y yo necesitaba alguien que encienda Eros con ilusiones para salir con valentía de nuestra relación (la cual al final ya no me estaba haciendo bien.) luego de mi decisión, decidí luchar contra mi ansiedad, como primer medida y ubicar quién soy en el aquí y ahora.

Pero no miento si digo que lo volví a intentar, una y otra vez. Cada vez que intentaba (solo hablar por instagram) y no obtenía resultado me frustraba. Quizás era el hecho de romper todas mis reglas para por fin hablarle. Pero intento a intento, cada vez fue menos la frustración, cada vez fue más el contacto. Ahí, justo ahí, en el momento cumbre fue que me di cuenta que Eros solo debe cumplir una función para la vida que pienso llevar, no permitirme sentir nada de lo que resurja de mí eudaimonia.  Aunque, puede fallar.

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