Capítulo 19
La cena del Black Friday se mantiene en pie, pero ninguno estamos de humor para celebrarla. Hellen y Hugo llegaron temprano para ayudarnos a preparar el pavo relleno, el puré de papas y la salsa de arándanos. Intento concentrarme en hacer cualquier cosa pero me resulta imposible. Joan está a mi lado, jugando con Alessia y dedicándole todo el tiempo posible. Está asustado, y no es para menos, nadie sabe cómo terminarán las cosas.
Hemos tenido que contarle la verdad a nuestros invitados y milagrosamente nos entendieron, sobre todo Hugo, que asegura conocer varios casos parecidos y lastimosamente no todos lograron triunfar, lo que nos deja más angustiados.
Kelly y Ryan llegan un poco más tarde cargando una botella de vino tinto. El productor es un chico muy simpático y no demora en hacerse amigo de todos. No dejo de pensar que esta podría ser mi última cena con mi familia adoptiva en New York y considerando que es la segunda, y que la primera no fue de las mejores, no me queda más que guardar en mi memoria los pequeños instantes en los que Hugo nos hace reír.
El timbre de la puerta nos interrumpe y el pánico vuelve a mí. No esperamos a más nadie y no puedo evitar pensar que es la policía otra vez. «Creo que estoy traumatizada con esto.» Es Joan el más valiente de los dos que se anima a levantarse y a atender al llamado.
Es una sorpresa para todos en la mesa ver a Mila y al señor Hunt entrar al apartamento.
-Espero tengan sitio para dos más. -comenta mi amiga con una sonrisa, y no puedo estar más feliz con su presencia.
-Donde comen 7 comen 9. -asegura Hugo mientras le deja su sitio a la pareja y sale en busca de más sillas.
-Que bueno verlos. -Joan se rasca la nuca con timidez. Después del escándalo en casa de los Hunt's no esperábamos que aparecieran por aquí y menos en esta fecha.
-Mila me lo ha explicado todo, y aunque no comparto tus métodos, te tengo mucha estima como para dejarte solo en estos momentos. -Joan enrojece con las palabras de su ex jefe, y este le da una palmadita en la espalda.
-Quiero volver a disculparme, no debí comportarme de esa forma, y menos en su propiedad.
-No te preocupes, cariño, yo hubiera hecho lo mismo, ese Will nunca me ha caído bien. -Le asegura Mila restándole importancia a sus acciones mientras se une a nosotros en la mesa.
-Gracias por venir. -La tomo de la mano y suspiro agradecida. Ella me regala un cálido y maternal abrazo antes de susurrarme al oído que todo saldrá bien.
Luego de hacer las presentaciones correspondientes, compartimos juntos lo que podemos llamar un momento de tranquilidad. Entre risas, chistes y aroma a caramelo disfrutamos de la velada. ¿Quién me iba a decir a mí que New York me daría tantas cosas buenas? Ojalá pudiera quedarme para siempre. Es tarde en la noche y Alessia ya está rendida en su cuna. Estos días se quedará con nosotros, y nos viene muy bien, la niña es luz en nuestras vidas.
-¿Ya tienen todas las pruebas listas? -pregunta Kelly mordiéndose el labio inferior como si hablar del tema le diera cierta vergüenza.
-Sí, tenemos mensajes en el móvil, fotos de la boda, y algunas otras que nos hicimos el mes pasado. -Mila niega con la cabeza, y se atreve a decir.
-No creo que eso sean pruebas definitivas, necesitan más, chicos. Si tuvieran billetes de avión de algún viaje que hayan hecho juntos. -propone.-También sería bueno que buscaran un abogado de inmigración que los asesore. -Había olvidado que Mila también fue emigrante en este país, y que ella tiene conocimiento de este tipo de procesos.
-Tenemos los billetes de cuando fuimos a las Vegas, y quizá si llamamos al Orchard Hotel puedan mandarnos la verificación de que estuvimos juntos por tres noches hospedados allí. -Asegura Joan moviendo su pierna de un lado a otro.
-Regalos ¿Tienen algún presente que se hayan hecho entre ustedes? -pregunta Hugo tratando de ayudar a organizar nuestras ideas.
-Rose me regaló un abrelatas cuando vino de Londres. -confiesa Joan, y noto como todos en la mesa retienen una carcajada, si no fuera porque la situación es bien seria estuvieran muertos de risa. «Me acabo de dar cuenta que no fue una buena idea después de todo lo del abrelatas.»
-Vale, eso no nos ayudará mucho, pero algo es algo. -Me gusta ver como el señor Hunt habla de esta situación como si fuera una cosa suya también. Eso dice mucho del cariño que nos tiene.
-¿Alguna posibilidad de que estés embarazada? -plantea Hellen encogiéndose de hombros y aunque el rostro de Joan se ilumina con la propuesta sabe bien que es imposible.
-No creo, usamos protección. -«Qué raro es hablar de estas cosas.»
-¿Comparten hipoteca o pagan las facturas juntos? ¿Alguna cuenta bancaria en conjunto? -Ryan también trata de ayudarnos.
-No, aún no hemos tenido tiempo de hacer esas cosas. -Joan se despeina el cabello con cierta frustración, sabe bien que sin estos detalles nuestro matrimonio sigue colgando de un hilo para demostrar que fue de buena fe.
-Bueno, nosotros iremos de testigos. -Señala Mila a su esposo y este asiente con la cabeza.
-Yo también voy. -Kelly esboza una sonrisa antes de guiñarme un ojo.
-Y nosotros por supuesto que vamos también, yo espero que el testimonio de la ex esposa sea de gran peso en esta situación. -Hellen tiene la mejor de las intenciones, y no puedo evitar emocionarme al recibir el apoyo de todos.
-Gracias de corazón. Aunque no creo que dejen que entremos con tantos testigos. -Joan se encoge de hombros.
-¿Tienen planes para el futuro? Cosas que puedan probar que planean seguir juntos por mucho más tiempo. -pregunta Hugo. Es bueno tener las cosas claras en todos los puntos.
-Pensábamos ir juntos a Inglaterra para la boda de su hermana. Es dentro de 9 meses. -contesto con inquietud. No hemos querido avisar de este imprevisto a nuestras familias en Grash Village para no preocuparlos, pero si las cosas no salen bien no nos quedará de otra que contarle a todos nuestro disparatado comienzo matrimonial.
-Eso es muy bueno, tenemos varios puntos a nuestro favor. -afirma el señor Hunt con más ánimos que antes.
-Las preguntas les serán fáciles considerando de que ya son una pareja de verdad. Todo saldrá bien, cariño, verás que sí. -Mila pasa su mano por mi cabello y me acerca más a su cuerpo.
-Gracias... -susurro y todos saben a lo que me refiero.
El lunes había llegado y por más que Joan y yo intentáramos calmarnos no podíamos, nos sentíamos como en el juicio final. Encontrar un abogado en estos días festivos fue más complicado de lo que cualquier persona pudiera imaginarse, pero al final lo logramos. Nos preguntó lo mismo que nuestros amigos y nos guió por el camino de la seguridad. Nerviosos y cargados de temores llegamos al consulado para demostrar nuestra verdad.
El primer indicio de desconfianza que muestran es hacernos el cuestionario por separado, y no puedo negar que aunque me sé a ciencia cierta las respuestas estoy sumamente inquieta. Yo soy la primera en pasar, y la cara de las personas en la sala no son para nada alentadoras una vez que terminan con las preguntas. Los testimonios de nuestros amigos lo recibirán por escrito, y las fotos y las demás evidencias las entregará Joan una vez que esté dentro.
Pasa más de una hora antes de que Joan se reencuentre conmigo en las afueras del consulado, y verlo sonrojado y con las manos temblorosas me hacen pensar que las cosas no van bien.
-¿Cómo estás? -me pregunta mientras me acaricia la mejilla y yo intento no convertirme en un mar de lágrimas.
-Asustada. Joan, yo estaba pensando en si por casualidad me tengo que marchar podríamos mudarnos a Canadá y así no estarías tan lejos de Alessia, podrías verla los fines de semana. Yo pediría algún trabajo en alguna editorial de allá...
-Canadá tiene leyes migratorias muy estrictas, cariño. -Dibuja en su rostro una ligera sonrisa. -No pienses en esas cosas, creo que logré convencerlos de que te amo. -El corazón se me dispara de la emoción. «Me ama.»
-Esperemos, Joan. Yo también te amo. -Nuestros labios se juntan para sellar un beso diferente, uno que transmite seguridad, y confort. El miedo a perder un futuro que fue manchado por una simple mentira que resultó ser verdad, y que ahora afrontamos las consecuencias.
En 30 días acabará nuestra agonía cuando por fin recibamos respuestas.
Cuatro semanas después.
Si pudiera pedir un deseo, solo uno, buscaría cualquier cosa que me pareciera mágica, lo sea con tal de que se cumpla, porque esta vez estoy segura de que no lo desperdiciaré. Porque quiero un futuro con Joan, quiero que estemos juntos hasta que se nos caigan los dientes y nos burlemos el uno del otro, hasta que mi corazón deje de latir y sus ojos dejen de verme con ese brillo encantador que siempre me ha mostrado.
Hoy recibimos una carta del consulado, y aún no he encontrado el valor para leerla. Estoy esperando a que Joan vuelva del trabajo. Ahora es jefe de Marketing, y es de los últimos que vuelve a casa. «Tiene que dar el ejemplo.» Para suerte de todos, ya nadie menciona la pelea con Will, y eso ha sido lo que le ha permitido que el señor Hunt lo vuelva a considerar como un buen candidato para el puesto. Estoy orgullosa de él.
Este último mes lejos de ser el más feliz de mi vida, me ha dejado grandes momentos para recordar y entre ellos está la noche en la que fuimos a ver el alumbrando del árbol de navidad en el Rockefeller Center, y cuando patinamos en las pistas de hielo de The Rink. New York no ha dejado de enamorarme día tras día, y me duele pensar en que podría irme y no volver jamás. Perdería gran parte de mi corazón.
Salem se recuesta en mi regazo y ronronea con pereza. Hace dos semanas decidimos darle un hogar a uno de esos gatos arrabaleros que siempre veíamos pelear en la esquina. Garfield fue adoptado por Kelly, que se enamoró de su color naranja desde el primer instante. Joan dice que también debemos hacer a Salem legalmente nuestro gato, pero todo depende del contenido de esta carta, y por más que quiera ser optimista, aún me queda la duda.
-¿Ya la abriste? -Me pregunta Joan sentándose a mi lado en el sofá.
-No. No puedo. -El corazón me va a mil por hora e imaginarme haciendo la maleta me provoca un nudo en la garganta que me ahoga.
-Todo estará bien. Estaremos bien. -Me asegura temblando y deja un cálido beso en mi frente antes de abrir el sobre.
«Después de que se revisarán minuciosamente cada una de las pruebas, se leyeran los testimonios y comparáramos ambos cuestionarios, aún teníamos nuestras dudas por las prisas con las que surgieron todos los acontecimientos y la sospechosa denuncia. Pero una última evidencia mostrada por el cónyuge Joan Roth dejó claro que está relación llevaba más de diez años en vistas de que algún día el destino los uniera. Por lo que explicaría que ambos quisieran casarse con tanta prisa. Queda aprobada la solicitud I-130* para Ms. Rose Harriet Roth...»
Joan y yo nos abrazamos y soltamos un chillido de alegría. Me tiembla todo el cuerpo y no puedo estar en mejor sitio que en sus brazos. Estoy tan feliz que tengo ganas de gritar por la ventana y que me oiga todo New York, que yo Rose Harriet estaré aquí para siempre.
-¿Qué prueba les diste? - Le pregunto una vez que estamos más relajados.
-La foto. La traje de Inglaterra cuando Hellen la descubrió. No podía deshacerme de ella. -Me confiesa tomando mi rostro entre sus manos.
-¿Por qué nunca me la enseñaste? Creía que la habías dejado en Grash Village. -Busco sus ojos esmeraldas que hoy más que nunca resplandecen de felicidad.
-Porque son los pensamientos de un chico enamorado.
Nota:
I-130: es la tarjeta de residencia por matrimonio.
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