Capítulo 18
Son las 7:30 am, y aún así no hemos podido elegir un sitio lo suficientemente cerca como para ver el desfile en primera fila. Nos tenemos que conformar con un rinconcito pequeño en la 6th Avenida. Las calles están totalmente despejadas a la espera del gran acontecimiento. La temperatura ha bajado deliberadamente estos últimos días y hace un frío enloquecedor. Con un gorro, unos guantes y un abrigo gigante me protejo de morir congelada. «Que exagerada soy, con lo que me gusta esta estación del año.»
Espero que nieve, eso cerraría con broche de oro la alegría que siento. Joan está a mi lado cargando a Alessia en sus hombros para que la pequeña tenga la mejor de las vistas. ¡Que suerte que tiene! Medir dos metros tiene sus ventajas y en estos momentos es donde nos damos cuenta. Estoy temblando de los nervios, estar aquí a la espera de los globos alegóricos es un sueño hecho realidad.
El vaho se escapa de mis labios dibujando figuras en el aire, y me entretengo imaginándome en ellas, entre las siluetas de lo que es el amor. Ojalá pudiera detener el tiempo, y guardar para siempre los latidos de mi corazón una vez que veo mi reflejo en los ojos de Joan que no deja de mirarme con una sonrisa en sus labios. Me acurruco a su lado como si fuera la primera vez, es un día para recordar y eso bien él lo sabe. Nuestra primera Acción de Gracias juntos, y espero que no sea la última.
Solo hay que escuchar dos palabras: New York, y las tres primeras cosas que te vienen a la cabeza son la estatua de la libertad, el desfile de Macy's y los despampanares edificios. Esta ciudad tiene vida propia y eso se nota. La música de las bandas; las marchas de los porristas, las sonrisas de los payasos, las carrozas gigantes y el cantar de los ángeles del coro me parecen de película. Me siento como si fuera una niña pequeña, y la emoción es tan grande que se me eriza la piel cada que escucho el "Happy Thanksgiving"* de boca de algún desconocido y no dudo en corresponderlo. La fiesta inaugura la época navideña, y no puede recibirse con mayor ilusión. Todos sabemos que en navidad cosas mágicas pueden suceder, y que es el momento ideal para pedir deseos.
Volvemos a casa con la imagen de un Snoopy gigante en nuestras mentes y con la risa de Alessia resonado en nuestros oídos. Kelly y Ryan no lograron nunca encontrarnos, llegaron tan tarde que alcanzaron el desfile casi al terminar en la Herald Square. Pero lo bueno es que por lo menos pasaron la mañana juntos. Al final terminamos invitándolos para cenar en casa mañana Black Friday* cuando vendrán Hellen y Hugo, que pasaron a buscar a Alessia dos horas antes que de partiéramos para la casa del señor Hunt. Espero que la cena de mañana sea menos incómoda que la última vez.
—¿Ya estás lista? —Me pregunta Joan por tercera vez. Falta menos de una hora para el encuentro en casa de los Hunt's y está más que nervioso.
—No. Aún me faltan algunos retoques. Todo va salir bien, tienes que relajarte. —Trato de calmarlo, pero parece una tarea imposible.
—¿Cómo se ponía esta cosa? —Tira de su corbata color marrón y la enreda por todos lados. —¿Me ayudas? —Se acerca a mí con cara de espanto y suelto una carcajada.
—¿Qué te hace pensar que yo sé hacer nudos de corbatas?
—En las películas las chicas siempre saben. —Se encoge de hombros. —Creí que tú...
—Pues has sido engañando por las películas. —Niego con la cabeza y trato de delinearme correctamente los ojos reprimiendo una sonrisa.
—¿Debería dar algún discurso si me ascienden? —Se sienta en la cama moviendo uno de sus pies de un lado a otro.
—Sí, di algo como gracias a mis padres, a mi esposa, a mi hija, a mis amigos, a todas aquellas personas que creyeron en mí, sin ustedes no hubiera logrado alcanzar mis sueños. Luego besas el Oscar y te bajas del escenario. —Bromeo y logro que se ría a carcajadas. Se ve tan guapo con su smoking que tengo que concentrarme a regaña dientes en mi tarea para no distraerme con otros pensamientos.
—A mi esposa sí que le tengo que agradecer. Aunque no me asciendan el hecho de que tú hayas estado aquí me ayudó mucho a superar mis problemas. —Me confiesa y se aproxima a mí para besarme pero somos interrumpidos por el timbre de la puerta.
—¿Esperas a alguien? —Le pregunto con el ceño fruncido.
—No. —Intrigados y con prisas abrimos la puerta del apartamento para encontrarnos con dos oficiales de la policía y un señor con un maletín. Mi corazón se dispara al instante. Tengo un mal presentimiento. ¿Qué vendrán a hacer aquí?
—Hola. Soy Mark agente de inmigración, y ellos son Tom y Gerad. Lamentamos interrumpirlos a estas horas y más siendo Acción de Gracias, ¿son ustedes Joan Roth y Rose Harriet Miller? —Pregunta el oficial bajito de espejuelos grandes y voz gruesa. Las palabras «agente de inmigración» resuenan en mi cabeza.
—Sí, somos nosotros. Aunque Miller era mi apellido de soltera. Ahora soy Rose Harriet Roth. —rectifico y me tiembla la voz al hablar.
—Sí, eso tendremos que verificarlo, tenemos una denuncia anónima que indica que su matrimonio es un fraude. ¿Saben ustedes las consecuencias de eso? —Si no es porque Joan coloca su mano en mi espalda me hubiera desmayado solo de escuchar las palabras del agente.
—Imposible, señor, mi esposa y yo nos amamos. ¿Por qué tendríamos que mentirle? —Joan intenta mantener la calma, pero yo estoy a punto de echarme a llorar. «Esto tiene que ser una pesadilla.»
—No es la primera vez que he escuchado esa respuesta. Según consta en el papeleo la señorita Miller...
—Soy Ms. Roth. —Susurro pero el señor de espejuelos me ignora totalmente.
—... hace un mes que llegó al país por primera vez, y hace menos de tres semanas que ustedes se casaron. No sé a ustedes pero a mí me resulta sospechoso que dos personas se casen una semana después de conocerse. —Acusa nuevamente el agente con cierta prepotencia.
—Nos conocemos de hace años, crecimos juntos en un pueblo de Inglaterra. —Se justifica Joan, pero no sirve de nada.
—Sí, también he escuchado mucho este tipo de historias.
—Pero es cierto. —me defiendo. Creo que me va a explotar la cabeza.
—Señorita todos dicen lo mismo. Yo solo vengo a avisarles que están citados para el lunes en el consulado del Reino Unido en New York en el horario de la mañana. Les aconsejo que se vayan preparando porque un caso como el suyo que ha sido denunciado tiene grandes posibilidades de ser cierto a menos que tengan pruebas contundentes de que realmente están juntos por amor. Pueden llevar testigos. Ahora mismo están en el punto de mira y es probable, Señorita Miller, que usted sea deportada y su entrada al país este prohibida por el resto de su vida. Eso si no se demuestran más engaños, porque Mr. Roth podría presentar cargos que lo lleven a prisión. —Ahogo un suspiro de espanto, y no puedo evitar llorar de miedo. Joan no merece ir a la cárcel por mi culpa, y marcharme de la ciudad y de su lado es la peor cosa que podrían hacerme en mi vida.
¿Quién diablos ha podido hacernos este mal? Kelly es la única persona que conoce nuestro secreto y sé que jamás me haría algo así. A pesar de conocerla desde hace poco ella me ha demostrado ser una persona leal y transparente, además ¿Qué ganaría haciéndonos esto? Es imposible que sea ella.
Joan despide a los agentes tan atormentado como yo, y escondo mi rostro en su pecho buscando algo más que un simple abrazo.
—Rose... no llores, por favor. No puedo pensar con claridad si te veo así. —Me suplica. Su cuerpo tiembla inquieto, y su corazón perdió ese ritmo calmado que le caracteriza. Pasa su mano por mi cabello intentado consolarme, pero al igual que yo él también necesita un consuelo.
—Por mi culpa tú... ¡ay, Joan! No puedo creer que esto nos esté pasando a nosotros. —Sollozo en su pecho y arruino mi maquillaje, pero poco me importa. Es posible que me arranquen de los brazos del hombre que amo y de la ciudad que me ha hecho sentir viva.
—No pienses en eso, encontraremos alguna solución. Podemos pedirle a Hellen y a Hugo que sean nuestros testigos, y tenemos fotos juntos. Rose, tú sabes todo de mí y yo sé todo de ti. Y te quiero, y tú me quieres, eso tiene que importar.
—¿Y si no es suficiente? —Busco sus ojos a través de mis lágrimas.
—Tiene que serlo, Rose. —Se inclina para apoyar su frente en la mía mientras seca mis mejillas con sus dedos. —Deberías llamar a Kelly, era la única que lo sabía y es posible que se lo haya dicho a alguien. No desconfío de ella, pero tenemos que saber quién ha sido la persona que ha puesto la denuncia. —Asiento con la cabeza y busco mi teléfono móvil que está cargando en la habitación. Las manos me tiemblan, pero trato de buscar su contacto con precisión, necesitamos ayuda.
—Hola. —Contesta al tercer timbre, y no sabe cuánto se lo agradezco. Joan está frente a mí, expectante y desesperado por obtener respuestas.
—Hola, Kelly soy yo, otra vez. —Intento respirar con tranquilidad pero es imposible, los sollozos no me dejan hablar con claridad.
—¿Pasó algo, Rose? ¿Por qué estás así? —Me grita alarmada desde la otra línea, y no encuentro las palabras para explicarme.
—La policía vino... dice que alguien ha puesto una denuncia... que nuestro matrimonio es falso. —Rompo en un mar de lágrimas otra vez. Estamos en problemas, en muy graves problemas.
—¡Oh! Rose, pero ¿cómo? Eso es imposible. No podemos hablar por teléfono de estas cosas, no es seguro, pero te juro amiga mía que yo sería incapaz de hacer algo así. —Está tan conmocionada como nosotros, y le hago saber que nunca dudaría de ella. Pero alguien ha tenido que ser. —¿Será qué...? ¿Crees que Will haya escuchado nuestra conversación el otro día en el café? —chilla con enojo, y me llevo una mano a la cabeza ¿Cómo no pensé en eso antes?
—Es la única persona que ha tratado de hacernos daño todo este tiempo. —afirmo con el corazón a mil y la rabia a punto de estallar. Joan interpreta mis palabras con facilidad, agarra su billetera, lanza la corbata que aún estaba enrollada en su cuello a un lado, y sale de la habitación a toda prisa. —Gracias Kelly, luego te llamo. —Cuelgo y lo sigo a donde quiera que vaya.
—Joan, espera. —Le grito, pero no parece entender, caminar con tacones es lo peor, con las prisas olvidé mi abrigo, y el frío no duda en impregnarse en mi piel. Detiene un taxi al salir del edificio y entra sin siquiera percatarse que estoy detrás de él. —¿A dónde vamos? —Le pregunto una vez que me siento a su lado.
—A Cobble Hill, por favor. —Le pide al chofer y yo agrando mis ojos de manera alarmante.
—No podemos ir así a la fiesta. —¿Se ha vuelto loco?
—Yo no voy por la fiesta, Rose. —No me mira, presiona su puño contra el pantalón de su traje, y mantiene la vista fija en la carretera.
—¿Qué vas a hacer, Joan? —Le tomo de la mano, pero no sirve de nada, está demasiado enfadado como para escucharme.
—Lo que debí haber hecho hace mucho tiempo. —Su voz está cargada de resentimientos, y me preocupa verlo así, yo también estoy molesta pero no podemos cometer una locura y eso es lo qué más temo de todo, que las cosas se compliquen para nosotros.
Diecisiete minutos tarda el taxi en llegar al barrio más costoso de Brooklyn, y dejarnos frente a la Mansión del señor Hunt. Joan paga la tarifa del contador y sale del auto con prisas. Toda la empresa está invitada a la celebración y tengo mucho miedo de que las cosas se nos vayan de las manos, encontrar la calma en estos momentos es como buscar una aguja en un pajar.
Entramos a la casa y mi amiga Mila nos recibe a ambos con un fuerte y cálido abrazo.
—¿Y esas caras? —Nos estudia a los dos por nuestros atuendos, y nota como tiemblo de frío. —Rose, ¿qué pasa? —Mila me toma entre sus brazos y me acurruca en ellos, Joan no espera a saludar a los demás, simplemente desaparece de nuestro lado antes de que yo pueda protestar.
—Es una larga historia, amiga. Pero solo te puedo decir que es posible que estos sean mis últimos días en New York. —Las lágrimas vuelven a correr por mis mejillas, y Mila se apresura a limpiarlas.
—Cuéntame todo, cariño. Quizá pueda ayudarte. —Me suplica y me aparta de la atención de todos invitados mientras yo trato de localizar a Joan, pero no lo veo por ninguna parte.
—Alguien ha hecho una denuncia asegurando que mi matrimonio con Joan es falso. —Ella me ofrece un pañuelo donde sorberme la nariz y yo no dudo en utilizarlo. —Es muy probable que me deporten si no logramos convencer al gobierno de que estamos juntos.
—¡Oh, Rose! Que horror. Pero si ustedes se aman y eso se nota. Es una calumnia. ¿Por qué acusarlos de algo tan grave? —Me abraza con más fuerza que antes y me llena de ánimos para confesarle.
—Puede que al principio sí nos hayamos casado para obtener el beneficio de yo poder quedarme en el país, pero después nos dimos cuenta que estábamos enamorados, y ahora esto... —Sentimos unos gritos provenientes del jardín y unos platos rotos. Ambas nos miramos asustadas por el espaviento y corremos a ver de qué se trata. Algo me dice que Joan es el protagonista de esta escena.
—Métete en tus asuntos, Will. —Contra la pared del costado del muro que divide a la casa de la calle Joan retiene a su supuesto amigo con el puño levantado.
—Estos son mis asuntos, Joan. Estoy cuidando mis propios intereses. —Responde con mirada desafiante Will, y el señor Hunt y sus compañeros de trabajo tratan de que Joan libere al chico, pero es imposible.
—Por tu culpa la deportarán, ímbecil. Y es probable que yo vaya a la cárcel. —masculla con furia antes de dejar caer su puño en el rostro de su ya ex amigo.
—Y eso me dejará el camino libre para el ascenso. Justo cuando yo me había convertido en la primera opción para ocupar la plaza de jefe de marketing se te ocurre salir de la depresión y casarte con una loca. —Joan ya había perdido la paciencia pero las últimas palabras lo colman de rabia y se lanza sobre Will con mayor fuerza que antes.
—Detente de una vez, Joan. ¿Qué es este espectáculo? —Le ordena el señor Hunt, y aunque logra hacerlo entrar en razón, no suelta a Will.
—Lo siento mucho, señor Hunt, pero este desvergonzado ha...
—No me importa lo que haya hecho. Están los dos despedidos inmediatamente. —Todos en el salón palidecen, y Mila me toma de la mano para darme apoyo porque estaba segura de que me desmayaría, sin dudas esta vez si lo haría. —Que decepción, Joan. En mi propia casa. —«Que vergüenza.»
—¡Usted no puede hacer eso! —Lo encara Will y me pregunto como aún le quedan fuerzas para protestar.
—Ah ¿no? —Si las miradas matarán el desgraciado estaría muerto ahora mismo porque el señor Hunt ya en este punto ha perdido la paciencia. —¡Fuera ahora mismo de mi casa!
—Lo siento mucho, Mila. Yo no quería que las cosas terminaran así. —Me disculpo por el comportamiento de Joan y me acerco a él para juntos marcharnos.
Nunca había sentido tanta vergüenza en mi vida. Arruinar la fiesta de su jefe sin dudas fue la peor idea que se le pudo ocurrir a Joan, pero no puedo culparlo, ver la cara de Will y no golpearlo es casi imposible. Pero al final no ganamos nada, el proceso de investigación seguirá de todas formas y aunque el culpable tiene el labio roto, ahora mismo el futuro de Joan y mío es incierto.
Nota:
Happy Thanksgiving: Feliz día de acción de Gracias.
Black Friday: Viernes negro.
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