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9. Amor a primera vista

Jack tuvo que alcanzar a Emily, le llevaba ventaja en su camino hasta la habitación, pero él era más alto, digamos que llevaba cultivando su ventaja evolutiva desde que dio el estirón a los quince.

—No huyas —advirtió él.

—Solo voy a cambiarme —mintió ella, cruzó los dedos, pues era incapaz de mentir sin hacer aquello. Aún sentía la escamosidad del pez estampándose contra su piel, su instinto de supervivencia le gritaba que se encerrara en la habitación con la radio y no saliera hasta que alguien le rescatara de aquellos dos locos.

—Nop. Que la ropa se te seque con el sol es parte de la experiencia.

Jack alcanzó a tomar del brazo a Emily, pero ella siguió caminando, así que se deslizó hasta su mano. Y allí ella misma fue quien se detuvo. Necesitaba urgentemente que su cerebro volviera de aquellas vacaciones o no sabía hasta donde iban a llegar sus instintos primitivos embriagados por el aroma a coco de Jack.

—¿Prometes que solo vas a ponerte ropa seca y no a encerrarte y huir?

—No —admitió ella. Una de sus manos estaba ocupada sosteniéndose el vestido mojado y la otra la tenía Jack, no podía cruzar los dedos.

—Entonces caminemos.

Emily se resignó y se limitó a tomar un sombrero gigante de palma que había en el lobby. Se embarró por todos lados con bloqueador y puso como condición a Jack también ponerse el protector, además de una gorra.

El sombrero era el único equipo con el que Emily contaba para una peligrosa caminata por terreno desconocido en un lugar desolado. Tendría que haber cruzado los dedos cuando le prometió a su madre que sus probabilidades de un accidente fatal eran muy bajas.

—Jack —llamó Emily—, no entiendo como esto va a ayudar a planear la boda.

Jack reflexionó por un momento, porque esta vez quería que en serio Emily lo entendiera, sabía que de otra manera jamás llegarían a un acuerdo.

—Emi, ¿sabes cómo se conocieron Mavis y mi hermano?

Ella negó con la cabeza. Su sombrero se atoró en una rama y él la ayudó a zafarlo antes de continuar.

—Mi abuelo solía decir...

Emily se distrajo un momento tomando nota mental de que Jack era de esos que nunca van al grano de la anécdota, sino que primero tienen que contar otras cinco historias relacionadas para entender el contexto. Y al contrario de lo que podría pensarse, a Emily le gustaban ese tipo de personas, porque le agradaba entender las cosas desde un inicio y no quedarse con más preguntas que respuestas al final.

—... un encantamiento de una bruja milenaria. —seguía relatando Jack.

—Me perdí, empieza desde el principio —pidió Emily con naturalidad. Tenía que haberse distraído más tiempo del que parecía si de repente Jack estaba hablando de brujas.

Jack sonrió, no conocía a mucha gente que le importara tanto escuchar.

—Mi abuelo solía decir que en nuestra familia nunca había divorcios porque teníamos un encantamiento de una bruja milenaria.

Ah, entonces no se había perdido tanto. La historia empezaba muy raro.

—Decía que todos teníamos una cosa mágica que nos decía con quién íbamos a quedarnos de por vida una vez que le veíamos. Que la única historia de amor fracasado en la familia era la de la tía abuela Margaret, que se enamoró de una de sus compañeras enfermeras en la segunda guerra, pero nunca se atrevió a hablarle.

—¿Pero cómo funciona esa cosa mágica? —Emily no creía mucho en la magia, pero si iba a meterse en la historia, esperaba que al menos tuviera reglas.

—El abuelo decía que cuando miras a la persona por primera vez, el primer pensamiento que llega a tu cabeza es: me voy a casar con esta persona.

—¿Solo así?

—Sí, solo así.

A Emily no le convencía mucho aquello, veía agujeros en todos lados. Si esto fuera parte del discurso de bodas de alguno de sus padrinos, le metería algunas correcciones.

—Lo curioso es que la única persona que nunca creyó aquella historia y jamás sintió eso, fue mi papá. Y bueno, la historia de ellos no terminó muy bien, no sé si lo sepas.

A veces Emily escuchaba los gritos que pegaban los señores Brown cuando ella salía de su casa, o cuando apenas iba para allá. Le daba la sensación de que estarían peleándose siempre que ella no estaba. A lo mejor por eso Noah le pedía que no se fuera; tal vez por eso, Jack siempre traía a una chica o algún amigo. A los señores Brown lo que más les importaba era la apariencia.

Si eso era cierto, entonces la historia tenía un poco más de credibilidad. Porque el resto de la familia Brown era alegre, serena, parecían felices.

—La cosa es que, Mavis y Noah se conocieron en una escalada. Noah no es mucho de hacer ejercicio, pero había accedido porque era cumpleaños de un amigo suyo y el chico quería ver el atardecer en lo alto de una montaña.

»Se conocieron allí, en la cima, Mavis llegó con su grupo de amigas justo cuando estaba empezando a ocultarse el sol. Y Noah dice que en ese momento pudo verse casado con ella en la playa, en su fantasía daban el sí al atardecer.

Emily asintió y por primera vez comprendió como esto sería útil para la boda. Si Noah quería dar el sí con la puesta de sol detrás, tendría que ajustar la hora. Además, sería mejor si la boda sucedía al otro lado de la playa y no frente a la recepción.

—Por unos meses quiso aparentar que amaba las escaladas y sus primeras citas fueron de aventura —continuó Jack—. Resultó que Mavis odiaba escalar, pero sus amigas la habían retado. Se lo confesaron un tiempo después y se convirtió en su anécdota favorita. Pero al final les terminó gustando lo de explorar y vivir aventuras llenas de adrenalina juntos.

Emily tomaba un montón de notas mentales ahora. Tendría que haberse traído la tablet.

—Mi hermano dice que nunca le contó a Mavis lo de la boda en la playa, porque no estaba muy seguro de si algo así sonaba muy loco. No se lo contó a nadie, porque en el fondo a Noah le gusta pretender que es más racional que soñador. Así que, se le propuso y dejó que ella eligiera el lugar.

»Él imaginaba que Mavis querría casarse en su país, con las costumbres de allá y todo eso, no quería imponer su idea si eso era importante para ella. Una noche, estaba Noah dormido cuando Mavis lo despertó diciendo que quería casarse en la playa.

—¿Por qué?

—Dijo que era una corazonada.

Curioso. Emily no sabía que tanto creerse, pero sin duda la historia era bonita.

—Este lugar tiene una cosa... no sé, que me encanta —continuó Jack—. Creo que podría gustarles si les hacemos algo alocado, algo que salga de lo convencional. Aunque Mavis parezca muy seria, en realidad cuando toma confianza es una persona muy diferente. Hace muy feliz a Noah, quiero que esta boda sea todo lo que de lo que sueñan.

—Lo será —prometió ella.

Después de una vuelta por la isla, Emily y Jack pudieron formular algunas ideas para la boda, pero como no tenían la tablet, quedaron en verse más tarde para ir concretando todo.

A Jack la isla le pareció más linda si cabía en la segunda vuelta. Últimamente, iba de aventura solo, ya había olvidado lo bonito que es compartir con alguien más. A Emily le gustaban las flores que encontraba por allí y llegó a ser capaz de ver lo bello en el verde de las hojas que le rodeaban. Aunque eso de estar entre mosquitos y que la arena le quemara los pies, no terminó de convencerle.

—Antes de que volvamos, hay una última cosa que hacer. —Jack señaló a una torre muy en lo alto de la que salía un cable hasta otra torre.

—Ah, no, no hay forma —negó ella frenéticamente—. Además, tú no sabes usar esa cosa, tienes que ponerte arneses de seguridad.

—Rosaline sabe, ella me subió ayer.

—Sí, pero Rosaline no está aquí.

Y como si de una broma cruel del destino se tratara, la mencionada chica apareció por detrás de Emily saludando con un inocente «boo», que hizo saltar del susto a la mujer.

Rosaline estaba emocionada, así que no hizo mucho caso a las protestas de Emily y se la llevó de la mano hasta las escaleras de la tirolesa. Veía la cara de susto de ella, pero fingió que no entendía nada por la barrera del idioma mientras le colocaba un cinturón con ganchillo para que subiera las escaleras sin tanto miedo.

Una vez arriba le colocó el equipo de seguridad a Jack para demostrarle a Emily que estaría más que protegida. Por su parte, Emily trataba de no mirar abajo, fracasó en el intento.

Rosaline creyó haber entendido que Emily y Jack no eran pareja, por eso les asignó dos cuartos por separado, pero no supo qué pensar al ver a Jack tomar la mano de Emily con tanto cariño. Ya no entendía la situación sentimental de esos dos. Jack estaba a punto de lanzarse y le dijo algo a la chica para tranquilizarla, apretando su mano con un gesto que no parecía para nada casual.

Quiso bromear con Emily empujándole del hombro para picarle por su relación con Jack y lo bien que se lo habían ocultado. Emily estaba a quien sabe cuantos metros sobre el suelo, comenzó a pensar que la chica también estaba planeando matarla si es que le daba empujones así. No se sintió segura ni con todos los arneses, cascos y ataduras habidas y por haber.

Rosaline intentó animarla, Emily no podía ni cerrar los ojos para evitar el susto porque le daba miedo caminar y de repente dejar de sentir el suelo. Su madre la mataría si la viera así, pero a Jack le hacía feliz verla atreverse a hacer cosas nuevas. ¿Qué era lo que Emily realmente quería?

—A las tres —anunció juntando toda su valentía y sacó los dedos por un momento antes de volver a aferrarse a su arnés.

Youn —contó Rosaline por ella, al ver que no empezaba.

—Dos —siguió Emily fracasando en el intento de no temblar.

¡Twa! —soltó Rosaline, pero Emily seguía con los pies sobre la plataforma.

—Dos y medio... —titubeó ella.

Emily empezó a brincar sobre su lugar de los puros nervios. Sabía que tenía que moverse, que era su turno de correr hasta que sus pies dejaran de tocar el suelo, tal como Jack lo había hecho. La cosa es que su cuerpo no parecía haberse enterado.

—Dos y tres cuartos...

¡Twa, twa, twa!

Emily miró a Jack del otro lado muy a lo lejos, haciendo lo que parecía ser un baile para animarla. Como si se hubiese vuelto la porrista del equipo de repente, Rosaline imitó el bailecito.

¡Twa, Emily!

Ella no pudo evitar reírse ante aquel par.

Por lo regular, cuando algo potencialmente peligroso llamaba la atención de Emily, se dedicaba a leer y ver documentales al respecto. Experimentaba las cosas a su manera, desde una distancia segura. Pero lo que había leído sobre el mar y los peces no se compraba. No era lo mismo, los libros no le hablaban de la forma en que su cabello se ondularía por el aire, no le describían el aroma tan pacífico del agua.

Supo que no sería lo mismo leer sobre lanzarse en una tirolesa o ver vídeos al respecto, que hacerlo. Tenía que intentarlo, al menos una vez. Por lo que, respiró hondo y obligó a su cuerpo a moverse.

—¡Tres! —gritó al fin.

Corrió con todas sus fuerzas, hasta que dejó de hacerlo. Cuando sus pies quedaron suspendidos en el aire, sintió el profundo arrepentimiento de haberse alejado de la seguridad. Maldijo a Jack, a Rosaline y hasta a su yo-pasado que pensó que ir a esa isla y aceptar ese trabajo era buena idea.

Pero a mitad del camino, experimentó esa rara sensación que creyó reservada para los locos. Su química cerebral debía de estar descompuesta si de alguna manera podía estar emocionada de suspenderse tantos metros sobre el aire. Veía toda la isla desde allí, y kilómetros de agua a su alrededor. Le gustó la forma en que al aire acariciaba su piel. Movió los pies en el aire solo para comprobar que no había más que aire debajo.

Se sentía como volar.

Emily volaba mucho en sus sueños. En sus sueños brincaba encima de los tejados hasta que de repente empezaba a suspenderse por sobre ellos; volaba hasta que tocaba las nubes y alcanzaba las estrellas.

Por un momento, allá arriba, sentía que podía hacerlo, que podía alcanzar el cielo.

Y de repente la experiencia terminó, ya estaba del otro lado con Jack. Y estaba sonriendo. Sí, debía estarse volviendo loca.

—¿Cómo estás?

—Sorprendentemente... bien.

—Es como volar, ¿no?

Emily no estaba segura de que le gustara esa capacidad nueva de Jack para leerle la mente, pero asintió. Le ayudó a quitarse todos los arneses y los mandó de vuelta con Rosaline. La chica se puso el equipo y dio un salto hasta ellos, gritando de alegría en el camino y colgando la cabeza hacia atrás.

Jack estaba eufórico, amaba que las personas que le rodeaban fueran felices con algo que a él también le gustaba. Especialmente amaba la sonrisa de Emily, tenía que verla más seguido.

—¿Otra vez? —inquirió Jack.

Rosaline asintió sin pensárselo mucho.

—Solo una más —cedió Emily

Pero tenía que haber cruzado los dedos al decir aquello, porque ese día subieron cinco veces más.

No planeba este toque de magia en la historia, pero salió muy natural y tuvo un resultado muy bonito. Es un detallito, espero que no salga mucho de llo que esperarían.

Ya se está armando la boda mejor, ¿qué opinan?

Yo recuerdo haberme subido a una tirolesa hace tiempo, debería hacerlo otra vez.

¿Leer o experimentar por tu cuenta? Yo estoy de acuerdo en que no es lo mismo, pero muchas cosas me gusta más leerlas que hacerlas.

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