Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. No es tu boda

Ante los rostros atónitos de Emily y Jack, se encontraba una hermosa joven que debía tener apenas cumplidos los veinte años. La chica les observaba perpleja, con atisbos de querer soltar una sonrisa amigable. Tenía el pelo en rizos curvos y la piel de un moreno brillante que cautivaría los ojos de cualquiera.

Por un momento, Emily se permitió agradecer a quién sea que haya puesto a esta chica en su camino, quizá, después de todo, no moriría ese día. Creyó que tendría a alguien en esta isla que pudiese servir como intermediario entre Jack y ella, que claro, le daría la razón a ella. Tendría a alguien que pudiese ayudarles, explicarles sobre este lugar.

Emily esbozó una sonrisa desde lo más profundo de su corazón, una sincera súplica. Sin embargo, todo rastro de aquella felicidad se le borró de la cara en cuanto la joven abrió la boca.

—Kiyes ou ye?

Aquello tenía que ser una broma.

—Èske yo koup la? —La chica señaló su propia mano en el dedo anular.

—No, no somos los novios. Me llamo Jack, soy el hermano del novio. Ella es Emily, la organizadora. ¿Cómo te llamas tú? —Jack no pretendía prejuzgar a la chica y asumir que no hablaría la misma lengua que ellos, pero por la cara que puso, parecía ser exactamente así—. ¿Hablas nuestro idioma?

—Ayiti —dijo ella con la boca bien abierta, marcando los labios, para ver si así la entendían.

—¿Haití? —se aventuró Emily.

La joven asintió.

Emily optó por quedarse con la boca abierta, observando como todas sus esperanzas se diluían en el agua salada. Jack, optó por reír para no llorar.

—Quizá hay algo que me faltó decirte. —Jack sonrió tanteando para moverse en terreno seguro—. No pensé que fuese importante, pero ahora...

—¿Qué? —Emily es de las que tiende a enojarse antes de averiguar.

—Bueno... pasa que quizá hice la sugerencia de que estaría bien que las personas que nos ayudaran por acá con la comida y eso, fueran locales. Para vivir la cultura completa y eso. —Jack no se atrevió ni a mirar a Emi; a Emily no le gustan las interrupciones, así que lo dejó terminar a pesar de la rabia que le hervía por dentro—. Y yo dije: mexicanos... español, algo de eso sé. Pero quizá no puse atención en los papeles y resulta que esta isla, aunque está más cerca de México, en realidad es haitiana.

En ese momento, Jack por fin miró a Emily. Ella no tuvo que decir ni una palabra, la mandíbula apretada y la cara al rojo vivo habló por ella.

—En mi defensa se supone que tendríamos un traductor por aquí.

—¿¡En tu defensa!? —gritó ella—. ¿Me estás diciendo que la única persona que puede explicarnos como sobrevivir esta noche no habla nuestro idioma y tu justificación es que no leíste bien los papeles?

—Bueno... si lo planteas así suena a que fui un idiota.

Emily no se decidía cómo responder. ¿Estaba bien insultar a la única persona con la que podía entablar una conversación en ese lugar? Emily no tenía permitido insultar a sus clientes, pero ¿era Jack su cliente? Desde el fondo de su corazón, lo único que Emily quería hacer era salir a gritar a la nada, tal como Jack lo había hecho unos minutos atrás. Aunque su grito iría cargado de frustración.

—Rosaline —habló de repente la chica señalándose a sí misma con una sonrisa amable en el rostro.

—Perdona. Rosaline, un gusto. Mi nombre es Jack. —Le estrechó la mano con delicadeza entre ambas de las suyas. Rosaline pareció complicada y estiró la mano con inocencia hacia Emily para que imitara el gesto, Emily se limitó a darle un apretón más fuerte de lo que Rosaline esperaba.

—Emily —se presentó a secas.

Rosaline no hablaba el mismo idioma que aquellos chicos, pero no necesitaba hacerlo para darse cuenta de que Emily no estaba de muy buen humor. Y para las personas que no estaban de buenas, ella tenía la solución perfecta.

Hizo un gesto para pedir un momento, se dirigió a la cocina y sacó del horno un pastel de mantequilla en el que había estado trabajando para su bienvenida. Canturreó mientras cortaba dos pequeñas rebanadas y las llevaba en platos pequeños hasta su par de invitados.

Jack recibió la comida con una sonrisa y se devoró el pastelito bocado tras bocado. Emily dijo que no con la cabeza, así que Rosaline se encogió de hombros y se lo comió ella.

—Está muy bueno, Emi —insistió Jack, pero ella no lo escuchaba. Emily estaba preocupada porque no lograba captar la señal de wifi—. ¿Qué haces?

—Busco señal, para poder hablar con el traductor.

—Déjame intentarlo.

Ambos pasearon con los teléfonos en alto por la isla, pero no consiguieron gran cosa. ¿Alguna vez eso le habría servido a alguien?, ¿o poner los teléfonos por lo alto solo daba una falsa sensación de que se estaba haciendo algo?

Jack se aventuró a volver al frente; Emily se paseó entre las habitaciones.

—Es el viento —informó Jack una vez que volvieron a la recepción.

Afuera el clima había pasado del hermoso sol de verano, a nubes grises de tormenta que el viento arrastraba fuertemente junto con las palmeras. Las torres de comunicación que se encargaban de la señal se balancearon también.

Rosaline no sabía que estarían buscando aquellos dos, pero creyó que lo mejor era llevarlos a una habitación segura antes de que se les ocurriera ir con sus teléfonos entre las palmeras y alguna cayera encima de ellos. Le dolía la cabeza solo de pensar en el papeleo que tendría que hacer si alguno de esos dos turistas resultaba herido. Así que los tomó de las manos y los guio hasta las dos habitaciones más cercanas a la entrada.

Emily se sintió segura entre las paredes blancas de concreto y se dedicó a pasar su ropa bien doblada de su maleta al clóset. Jack sabía que no se quedaría mucho tiempo, así que solo sacó una libreta y puso música en su teléfono.

Emily usó su tablet para trabajar en un diseño rápido del evento, porque era su trabajo. Jack hizo lo mismo desde su libreta con ayuda de un lápiz, porque quería ayudar a Emily. Por su parte, Rosaline se quedó en la cocina canturreando por encima del viento mientras preparaba la cena.

Para cuando la cena estuvo lista, una ligera lluvia bañaba todo por fuera. Rosaline fue a tocar la puerta de ambos con un paraguas en mano y les invitó a comer dándose a entender con señas.

Jack se deleitó con el paisaje nublado, Emily se puso un impermeable encima para no mojarse ni un pelo y se enfocó en proteger la tablet. Rosaline estaba acostumbrada a la lluvia, por lo que caminó a la recepción con tranquilidad.

Una vez allí, Rosaline les dijo que se fueran a la mesa y ella les serviría la cena. Tuvo que explicarlo dos veces, se le olvidaba que aquellos turistas no la estaban entendiendo. Como bienvenida, les preparó ragú, uno de los platillos típicos de su país. Lo sirvió con una sonrisa y se quedó allí hasta ver que los dos les dieran un bocado. El hombre lo probó con gusto y le hizo una seña de aprobación; la mujer, por otro lado, no lo había ni tocado.

—No, gracias —dijo Emily.

Manje —animó Rosaline.

—Es que yo no ceno —intentó explicarse Emily—. ¿No tienes algo como un té? —Hizo el gesto con una taza.

A Rosaline ya no le estaba cayendo bien la mujer. Se llevó indignada su plato, había entendido lo del té, pero haría como que no.

Una vez Rosaline se retiró, Jack se le quedó viendo a Emily de una forma tan intensa, que a ella le dieron cosquillas en la nuca.

—¿Qué?

—Nada, nada —negó él y le dio otro bocado al plato—. Podrías ser más amable —soltó entre dientes sin mirarle a los ojos.

—¿Qué dices?

—Nada, nada.

Emily se levantó para preparar su propio té. La cocina estaba bien equipada, solo tuvo que calentar una taza en el microondas y esquivar las miradas asesinas de Rosaline desde la barra. La chica estaba molesta, pero la comida no se le negaba a nadie, así que le pasó una caja con sobrecitos de té a Emily de mala gana.

Unos minutos después apareció Jack en la cocina, agradeció a Rosaline por la comida como pudo, la chica lo recibió con una radiante sonrisa y se dispuso a lavar los trastes.

—Antes de que te vayas, Jack, quisiera mostrarte en lo que he estado trabajando.

—Ah, sí, yo también quiero mostrarte.

—¿Mostrarme...?

—Mi propuesta, para la boda.

Emily no pudo disimular su cara de espanto, pero no importó porque Jack estaba concentrado en su libreta y no la percibió.

—Tienes una propuesta para la boda... —repitió, asintiendo. Trataba de asimilar los peores escenarios posibles en esta situación.

—Sí, pero tú primero —pidió situándose a su lado en la barra, aferrado a su libreta.

Emily abrió los documentos de su tablet y fue mostrándoselos a medida que explicaba su plan.

—Bien. Primero que nada, hay que conseguir una especie de pasillo para que las personas lleguen a la recepción. Ya que este es uno de los pocos lugares con techo que serían seguros para que los invitados no contraigan cáncer de piel. Podemos organizar para que la ceremonia sea en este espacio —Emily señaló a la parte más amplia de la recepción—, y después mover las cosas para el banquete.

»Como bocadillos: una tabla de carnes y quesos. Para el banquete de tres tiempos: una ensalada tropical, una crema de calabaza y carne de cordero. Vino para los invitados. Espero que podemos conseguir un violinista, porque traer un piano será muy complicado. En la decoración se me ocurre algo así, con luces y rosas. Y coronamos la noche con un clásico pastel de pan de vainilla.

Emily había pasado horas ajustando todo para que la boda perfecta cupiera en el bungaló, era su mejor opción dadas las circunstancias. Se sentía orgullosa de lo que había logrado en tan poco tiempo, sin embargo, la mirada de Jack no parecía aprobar su idea.

Rosaline ya había perdonado a Emily, los dibujos de la tablet le ayudaron a entender la idea y como respuesta arrugó la nariz no muy convencida de los detalles.

—Ya veo... No creo que sea una buena idea —soltó Jack. A Emily casi se le cae la mandíbula al suelo de indignación.

—Bien, ¿qué propones tú? —juntó sus nervios para ser cordial.

—En primer lugar: nada de pasillo, es más, quiero que los invitados caminen descalzos todo el rato, para que disfruten de la arena. ¡Deberíamos saltarnos todo lo típico de la recepción y mandar a los invitados a explorar la isla! —En su libreta, había muñecos de bolitas y palitos en lo que Emily entendió como la playa— ¿Qué tal esto? ¡Escondemos la comida!

—¿Qué?

—Sí, sí. Que los invitados tengan que ir explorando por allí hasta encontrar los bocadillos. Estaría bien hacer algo más típico de la isla, los recibimos con... no sé, tamales. Seguro que Rosaline los sabe preparar.

Rosaline miró el dibujo y casi se le salen los ojos de la cara de imaginarse lo difícil que aquello sería.

—Y comemos un buffet de mariscos. Tenemos que llenar este lugar de alcohol, de toda clase, de todo tipo. Nadie come el maldito pastel, así que omitamos esa parte. Un DJ por allá en la playa... Y, ¿para qué quieres flores estando rodeados de naturaleza? Además, deberíamos centrarnos en todo lo que se puede hacer aquí: ¿y si Mavis y Noah hicieran su entrada en la tirolesa de por allá? Sí, esa idea me encanta —declaró él solo, orgulloso y sin percatarse de las caras de las dos mujeres a su lado.

Rosaline volvió a fruncir el ceño. A Emily la idea de Jack le causaba dolor de cabeza.

—No, de ninguna manera —declaró ella.

—¿Qué parte no te gusta?

—Ninguna —expuso como si fuese obvio.

—Ah, claro, tu idea es mucho mejor —denotó él con sarcasmo—. Encerrarnos a todos y darnos la boda más típica del universo. Para hacer algo así no teníamos que venir hasta acá, hubiéramos dejado todo en casa.

—¡Y tú quieres que a todos nos asesine un animal salvaje allá afuera! Y si eso no los mata, seguro lo hará la comida y el alcohol.

—¡Es una boda! ¡Se supone que debe ser divertida!

Rosaline se turnaba entre taparse un oído y el otro, pero igual le estaban gritando casi en la cara. Fue mala idea ponerse allí.

—No, se supone que debe ser una celebración de su amor que recuerden toda la vida. No quiero que recuerden esta boda como el día en que la mitad de sus invitados se ahogaron porque se caían de borrachos. —Emily y Jack empezaron uno al costado del otro, pero poco a poco los gritos los acercaban—. Yo soy la organizadora de esta boda, yo decido que es lo mejor. Tengo más experiencia en esto que tú. Fueron los novios quienes decidieron dejar esto en mis manos.

Emily estaba demasiado cerca de Jack, no se la pensó mucho para darle unos toquecitos en el pecho para señalar su punto. El cuerpo de Jack le resultaba casi magnético, podía sentir la energía fúrica que irradiaba entre ellos dos. Jack compartía la sensación.

—Sí, pero fue a mí a quien le dejaron la responsabilidad de aprobar tus decisiones. —Jack, por su lado, remarcó su punto dando los mismos toques pasivo-agresivos en el hombro de Emily—. Así que no puedes hacer nada a lo que yo no diga que sí.

—¡Eres imposible! Siempre quieres salirte con la tuya, estás acostumbrado a conseguir lo que quieres cuando quieres, pero conmigo no. No voy a dejar que arruines esta boda —Emily le dejó caer la tablet sobre el pecho, sus rostros estaban a una distancia poco profesional.

—¡Y tú eres una controladora! Crees que siempre tienes la razón.

—Es que la tengo —afirmó ella, como una verdad absoluta de la que no tenía ni la más mínima duda.

—¿Ves? ¡Eres imposible! Quieres hacer todo a tu manera. —Jack se llevó las manos al pelo—. Cuando sea tu propia boda puedes poner las tablas de carnes que quieras, los candelabros y esas tonterías.

—Ay por Dios Jack, yo no soy capaz ni de llenar una fiesta de cumpleaños y no tengo ni la más mínima posibilidad de casarme algún día.

Aquel comentario bajó la fiebre del ambiente de golpe y lo convirtió en algo frío. Emily se puso incómoda, cruzó los brazos y giró el cuerpo al costado. La expresión en la cara de Jack se relajó y volvió a su lugar.

—Esta no es tu boda Jack.

Y por alguna razón, aquello también pareció herirlo a él.

Hace unos minutos, la habitación estaba llena de sus energías, ahora el ambiente era gris. Hasta Rosaline podía sentirlo.

—Lo mejor será que hablemos con los señores Brown mañana en cuánto volvamos a pisar tierra firme. Sé que no se supone que debemos molestarlos, pero...

—Sí, tienes razón. Tú y yo nunca vamos a ponernos de acuerdo —concluyó él. Tomó la libreta y se dispuso a irse—. Gracias por la comida, Rosaline. Buenas noches.

—Gracias por el té, Rosaline. Buenas noches —despidió Emily a su vez y caminó al otro lado.

Y así, Rosaline se quedó sola, sin entender lo que acababa de pasar.

¿Alguien aquí habla haitiano?

¿Qué idea de boda las gusta más, si tuviesen que escoger una?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro