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14. El ensayo

Emily se centró en la boda y solo en la boda por las siguientes veinte horas. De vez en cuando aparecía en su cabeza un pensamiento intrusivo con la cara de Jack, con su aroma, provocándole el mismo cosquilleo que antes.

Jack podía continuar siendo un pensamiento alegre para ella porque había decidido confiar. Alejaba eso que le decía que aquello de darle explicaciones después no era más que una excusa: para dejarle plantada, para que nadie más tuviera que saber que se atraían, o porque al final se había arrepentido.

Así que confió y dejó seguir el curso de las cosas. Las personas de ayuda llegaron temprano por la mañana, junto con un cargamento con el cien porciento de las cosas que Emily había pedido. Elías resultó ser realmente eficiente.

Rosaline se conocía con las demás personas de la cocina y pareció entrar en su ambiente natural con todos ellos. Emily también parecía estar en su hábitat, caminando por allí con su lista, dándole órdenes a todo el mundo y ajustando cada pequeña cosa.

Para cuándo los invitados llegaron, estaba todo listo. Incluso habían arreglado el asunto del internet. Los cuartos estaban limpios, Emily repartió las habitaciones. La cocina estaba impecable, las mesas dispuestas, y los cocineros preparados para cien estómagos hambrientos.

Fue la primera vez que Emily volvió a pararse tan cerca de Jack. Él estaba parado a su derecha y la alegre Rosaline del otro lado; técnicamente ella no tenía que recibirlos, pero estaba muy emocionada por su llegada. Jack la saludó con una sonrisa cálida y coqueta; ella se permitió hacer lo mismo de vuelta.

Entonces vio bajar a Noah, con un sombrero, una camisa floreada y un montón de collares. Mavis llegó despampanante, con un sombrero grande y un vestido ceñido que dejaba al descubierto sus grandes piernas. Ambos irradiaban felicidad en el rostro, o al menos eso parecía, hasta que te acercabas un poco y notabas un deje de preocupación que intentaban ocultar.

Los dos novios encabezaban la fila de los invitados que descendían, un mar de gente indistinguible desde el lobby los seguía detrás. Hasta que una persona se hizo destacar. Una mujer que corría a toda velocidad rebasando incluso a los novios. Era rubia, alta, con un vestido corto colorido y el cabello al viento.

Emily no entendió quién era esa mujer o qué estaba pasando. De repente pareció que la chica corría hasta ella, casi parecía que iba a derribarla. Cerró los ojos cuando la sintió demasiado cerca.

Sin embargo, la chica no iba hacia ella, sino hacia Jack.

Se había lanzado a abrazar a Jack. Y aunque aquello la tomó por sorpresa, Emily siguió confiando en que eso tenía una explicación. A lo mejor, ¿era una prima suya muy entusiasta?

—¿Stella? ¿Qué haces aquí? —habló Jack, sonaba tanto o más confundido que ella misma, pero su voz además iba cargada de nervios.

Si se le permitía opinar a Emily, añadiría una pregunta mucho más importante: ¿por qué esa chica estaba abrazando a Jack de esa forma tan íntima? Estaba demasiado cerca de él, de su cara, pegada a su cuerpo. Ni siquiera Emily lo había llegado a tocar tanto.

—Amor —dijo ella. Emily habría deseado que su cerebro se apagara en ese momento para no escuchar lo demás—. No podía esperar hasta después de la boda. Esto es un error, tú y yo sabemos que estamos hechos el uno para el otro. ¿Qué estamos esperando? Volvamos a los planes originales, hagamos esto nuestro de nuevo.

Emily volvió a cerrar con fuerza los ojos cuando la tal Stella plantó un beso en los labios de Jack. El corazón se le partió en dos.

Las cosas ahora tenían más sentido, fue una tonta por haber confiado en él.

—Eres la organizadora, ¿cierto? —Stella ahora le hablaba a ella, como si nada. Como si no estuviera colgada abrazando a su... nada, no eran nada—. Volvemos a los planes originales. Solo será cosa de ajustar la ceremonia, no habrá invitados de mi lado, será como una escapada romántica. —Sonrió en los labios de él. No le soltaba.

Lo peor del caso es que Emily no tenía derecho a decir nada, debía seguir comportándose como una profesional por el bien de la boda. Emily odiaba a las personas como esa, que tomaban su trabajo como cualquier cosa, queriendo hacer ajustes de última hora como si fuesen insignificantes. Si Emily pudiese hacer lo que quisiera, habría jalado los cabellos de Stella hasta que se bajara de Jack, y luego hubiera metido la cabeza de él bajo el agua.

Quería decirle que se fuese a la mierda. Ella y Jack podían tirarse al mar atados a un ancla. Desde el fondo de su ser surgía la horrible necesidad de decir «jódanse» y abandonar aquella isla. Pero Emily no tenía permitido insultar a sus clientes, y al parecer ahora Stella y Jack pasaban a ser también los novios.

—De acuerdo —asintió. Se aferró a su tablet y se fue a su habitación a paso firme.

Rosaline estaba a su lado, mirando con desagrado a la tal Stella; cuestionó a Jack con la mirada, pero él no podía explicar aquello ni con palabras, mucho menos sabía cómo hacerlo para Rosaline.

—Emi —susurró Jack cuando pasó por su lado.

Ella no se atrevió a mirarlo a los ojos porque no podía permitir que la viera llorar por él. Continuó caminando.

—Stella, hay que hablar —le escuchó decir a lo lejos, pero no paró su marcha hasta que estuvo en la seguridad de las cuatro paredes de su habitación.

Rosaline la había seguido, pero Emily cerró la puerta en las narices. Quería estar sola.

Se encerró y esperó a que la chica se cansara de tocar y susurrarle palabras que no entendía. Rosaline se fue, Emily se acurrucó bajo las sabanas en la obscuridad. Solo entonces, se permitió llorar.

Emily tuvo que hacer lo que hasta entonces creía imposible: delegar sus tareas.

Tuvo que pedirle a Elías que se encargara de las cuestiones de la ceremonia. No podía ir hasta la habitación de Jack para encontrarse con su nueva e inesperada clienta, la novia, la futura esposa de él y pedirles que se prepararan para ensayar sus votos.

No es que estuviera demasiado enamorada de Jack para soportarlo, simplemente... dolía. A lo mejor no habían empezado nada, a lo mejor no tenía ni siquiera derecho a molestarse, pero le dolía.

Emily creía que lo peor de ser ella misma, era que las personas esperaban que no sintiera nada. La veían centrada, callada e inaccesible. Esperaban que no sintiera nada cuando los clientes la trataban mal; cuando estaba enferma o cansada; y ahora, cuando acababan de romperle en corazón. Y Emily se adaptaba, fingiendo estar bien.

No pudo negarse a estar presente en el ensayo de la boda, seguía siendo la organizadora y tenía que procurar que todo saliera bien. Sus sentimientos no podían sobrepasar su trabajo.

Se lavó la cara y puso su mejor falsa sonrisa mientras observaba todo desde una esquina. Estaría allí, observando por si algo salía mal. Solo tenía que estar un rato, podría irse en cuánto todo el mundo dejara en paz a Noah y Mavis y pudiese hablar con ellos un momento. Al parecer, eso sería pronto, porque fueron los mismos novios quienes se abrieron camino hasta su esquina.

—¡Aquí estás, Emily! —saludó Mavis con un abrazo. Emily estaba siendo muy ineficiente si los novios querían hablar antes con ella que con todos los invitados. Ni siquiera los había recibido como tal, para cuando llegaron, ella había huido.

—Emily has hecho un trabajo excelente —felicitó Noah, para después abrazarla también. Ella creyó que solo lo decía por cortesía.

—Querida, has trabajado muchísimo y todo está quedando increíble. Los invitados están encantados con la isla y nosotros también. —Mavis volvió a tomar del brazo a su futuro esposo.

—Elías y Jack ya nos explicaron todo —explicó Noah. A Emily le dio un pinchazo en el estómago escuchar su nombre.

—Así que ya no te preocupes por nada. Descansa, has trabajado demasiado estos días.

—Es más, te damos el alta ya. Los de Caribbean Escape no hicieron nada, que terminen los detalles ellos. —Noah le extendió un sobre a Emily, ella lo tomó, creyendo que eran sus votos por revisar o algo por el estilo—. Esto es para ti, ya el pago que te dé la agencia es otra cosa. Gracias por salvarnos.

—No puedo aceptarlo —negó con rotundidad extendiendo el sobre de vuelta.

—¡Claro que puedes! Tu jefe fue un idiota contigo, ya me lo contó mi hermano.

—Nosotros creíamos que estabas enterada de toda la situación, no queríamos traerte con engaños. Sabemos que fue más difícil de lo que debería. Acéptalo —rogó Mavis con sus dos manos envolviendo la de ella.

Ahora era evidente para todos que Emily no sabía nada, que nunca había entendido nada desde el inicio. De haber sabido que aquello era en realidad una boda doble... las cosas habrían sido muy distintas y su corazón seguiría en una pieza. Se guardó el sobre, tampoco es que fuera a arruinar la economía de la pareja con eso.

—Se los agradezco mucho, pero hay todavía algunas cosas que resolver —añadió mirando su lista de pendientes—. ¿Ustedes y... los otros novios han terminado ya el ensayo de la ceremonia? Lamento no estar presen...

—No tienes de que disculparte. Y ya te dije, en lo que a nosotros respecta tu trabajo ya está hecho aquí. Ahora eres nuestra invitada.

—De verdad no creo merecerme esto —replicó ella—. Hice todo lo posible para que su boda fuera perfecta, pero...

—Cariño, no queremos una boda perfecta —declaró Mavis, sorprendiendo a Emily, ¿qué tonterías estaba diciendo esa mujer?—. No escogimos este lugar porque fuese perfecto, sabemos que pueden salir muchas cosas mal. Pero eso no es lo que vamos a recordar.

»Cuando mire atrás a este día, voy a recordar la sonrisa nerviosa que ponga Noah cuando me vea caminando al altar.

—Las lágrimas del tío John, que siempre se hace el fuerte —complementó Noah—; de mi mamá y todos los demás invitados. Y todos los pequeños tropiezos del camino.

—El vestido, las decoraciones, la comida y todo lo demás que prepararon ustedes dos, harán nuestro día especial, inolvidable; pero no tienen la capacidad de arruinar mis recuerdos del día en que me uno al amor de mi vida. Así que no te preocupes.

Tras esas palabras, Mavis se robó un vaso de los que repartían en una charola y lo puso en la mano de Emily. Le dedicó una sonrisa más y se fueron juntos a saludar al resto de sus invitados.

Era un trago de vodka que semejaba el atardecer en la playa, era en su mayoría de un azul claro, pero hasta arriba tenía jugo de piña que daba la pinta del sol asomándose. La idea había salido de Rosaline, como todas las ideas respecto a la comida; sin embargo, al verlo solo podía recordar a Jack mostrándole el amanecer.

¿Las cosas iban a ser así a partir de ahora?, ¿todo iba a recordarle a Jack?, ¿o solo hasta que se pudiera largar de esa isla? Emily estaría encantada de irse en ese mismo instante, pero había perdido su oportunidad cuando el barco de provisiones zarpó horas antes.

—Ni me menciones a Stella, es mi día feliz —pidió Mavis con cara de estar harta—. Ya bastante malo fue tener que ir con ella todo el camino en el barco.

—Amor —dijo Noah con aire de regaño a su prometida.

—Está bien, está bien —aceptó Mavis, aunque seguía sin parecer muy contenta.

—Por cierto, ¿has visto a mi hermano, Emily?

Emily negó con la cabeza, aferrando las manos a su trago para no estallar.

—Debe seguir en su habitación con esa... —habló Mavis, pero fue interrumpida por su prometido—. Está bien ya. —Dio la tregua—. Emily, querida, disfruta la noche, estaremos todos bien. Y muchas gracias.

Mavis le plantó un beso en la mejilla antes de irse junto con su prometido a saludar al resto de personas que les esperaban.

Emily se quedó en una esquina a observar las interacciones de todo el mundo, pero ni siquiera se sentía inspirada a dibujar la escena. La familia de Mavis se distinguía por su tez morena, su hipnotizante belleza y su vestimenta cargada de joyería. Del lado del novio, la mayoría eran personas alegres y relajadas, aunque veía también algunas caras serias con relojes caros.

Sabía que a la novia no debía negársele nada, intentó disfrutar, pero fue incapaz. Ya ni siquiera eso podía hacer. Veía a Jack en la decoración, los tragos, en la playa, en los estantes altos y hasta en el pasillo cuando decidió dejar de fingir que todo estaba bien para volver a su habitación.

Empezó a guardar todas sus cosas en la maleta. Aunque le doliera, iba a quedarse hasta la ceremonia por Mavis y Noah, pero luego le pediría a Elías que le llamara a la lancha para poder largarse de allí. No iba a poder soportar una fiesta que celebrara la nueva esposa de Jack.

Era un fracaso en todos los sentidos. Ni siquiera en todas sus cuentas de probabilidad de las que le gustaba jactarse, había calculado la posibilidad de salir con el corazón en más piezas de las que llegó.

Su cabeza había ido más rápido de lo que debería, no había podido controlarla. Su cabeza se había imaginado bailando con Jack en la boda; de vuelta en el avión, recargando la cabeza sobre su hombro; creyó que podían salir, una vez volvieran a casa, lo haría reír, pasarían un buen rato. Pensó que quizá ya no tenía que estar sola. Quizá ese había sido su problema, estaba tan desesperada por no quedarse sola, que se había aferrado a lo primero que apareció en su camino.

Se creyó segura en su cuarto, pero al parecer el veneno de Jack la había alcanzado hasta allá, ahora lo veía también las flores sobre su buró, esas que Rosaline había colocado en su cabello por obra de él. Ojalá nunca se hubiera dejado ilusionar, así tal vez no estaría llorando ahora.

Su llanto fue interrumpido cuando tocaron la puerta. Pidió esperar a la persona afuera, supuso que sería Elías y había surgido algún inconveniente. Se limpió la cara, metió todo el aire que pudo en sus pulmones y abrió la puerta.

Parada frente a ella no estaba otro más que Jack.

—Emi —saludó él, parecía feliz de que ella hubiese abierto.

—Mi trabajo aquí ya terminó, señor Brown. Para arreglar las cuestiones de su boda tendrá que dirigirse a Elías, está en la habitación número...

—No, Emi, quiero hablar contigo.

—Yo no. —Se dispuso a cerrar la puerta, pero Jack la sostuvo. El gesto la frustró.

—Por favor, Emi —rogó él.

Emily dejó la puerta entreabierta porque en el fondo quería entender qué demonios había pasado.

—No vuelvas a evitar que cierre la puerta —advirtió ella. Que alguien más fuerte le impidiera hacer algo tan simple le frustraba, Jack notó que había hecho algo mal por la forma en que Emily abría y cerraba las manos para lidiar con la frustración.

—Lo siento —dijo él. Esa frase resumía mucho de lo que quería comunicar.

—¿Me vas a decir que era mentira? Lo de la boda doble. —Emily en realidad rogaba: dime que es mentira, por favor. Se sentía ya una mala organizadora, una que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba planeando dos bodas por el precio de una.

—Escucha —pidió él. No hizo falta más, ella comprendió que entonces sí era verdad—. Es cierto, el plan era la boda doble.

—No puede ser. —Emily sonrió intentando aferrarse a la rabia para no caer en la tristeza—. ¿Y cuándo pensabas decirme? Ya no solo como... lo que sea que estabas intentando hacer conmigo, sino como la encargada de la boda. ¿Tienes aunque sea un poquito de respeto por mi trabajo, Jack?

—Claro que sí. Escúchame.

—No, escúchame tú a mí. —Eso de aferrarse al enojo, le estaba saliendo mejor de lo que pensaba. Dio un paso fuera de su habitación y cerró la puerta detrás—. Vienes aquí, cuestionando todas mis decisiones para la boda cuando yo soy a quien los novios encargaron el trabajo. Luego, de alguna manera, haces que me interese en ti, sabiendo que en realidad estoy planeando tu boda. ¡Es retorcido! —Emily quería empujarlo lejos, muy lejos de ella—. ¿Y es ahora que quieres darme explicaciones?

Jack parecía estar buscando las palabras correctas, pero Emily tenía mucho que sacar de su sistema.

—Nunca, en toda mi carrera, había tenido que ceder labores de mi trabajo. Por tu culpa y este juego raro en el que me metiste, tuve que pedirle a Elías que terminara de encargarse del ensayo de la boda. Ahora Noah y Mavis me sacaron, me liquidaron. Deben creer que soy incapaz y... me siento muy inútil ahora.

Jack quería hacer todo a un lado por un minuto para poder abrazarle, consolarla y decirle que nada de eso era así; que ella había hecho todo bien y él todo mal.

—Emi, si solo me das unos minutos yo...

—No quiero escucharte —sentenció ella—. Ve. Disfruta de la boda que planeaste para ti mismo. Si hay en ti, aunque sea un poquito de respeto por todo el trabajo que hice aquí, déjame en paz. No quiero amargarle el día a tu hermano y su prometida.

Emily cerró entonces la puerta, esta vez Jack no la detuvo.

¿Alguien sobrevivió al corazón roto? ¿Qué está pasando?

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