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1. Cariño, Emily no es tu ex

Solo alguien como Emily sería capaz de aceptar una misión suicida como aquella.

Suicida en términos de organización de bodas, claro.

Planear una boda en una paradisiaca isla desierta con solo una semana de anticipación. No, gracias. O al menos eso fue lo que todos en la agencia Wedding Palace respondieron. Todos excepto Emily.

—Yo lo tomo —dijo en alto, mientas su jefe, el señor Davis, gritaba por lo alto sosteniendo una carpeta.

La mitad de la oficina se quedó perpleja, la observaron con algo entre la admiración, el terror y la lástima. La otra mitad se dedicó a cuchichear con su vecino más cercano: «claro, la perfecta Emily tenía que ser». Hasta hace poco, Emily supo que «perfecta» podía ser usado como insulto. No lo entendía, pero eso parecía ser, por la forma en que todos se reían a sus espaldas.

Sus tacones resonaron por toda la sala mientras caminaba hasta el señor Davis. Él no sabía cómo reaccionar, necesitaba que alguien tomara ese trabajo, pero no podía permitirse perder a su mejor empleada. Emily supo por la cara de él que algo no iba bien, pero no tenía tiempo que perder, por lo que se colocó de puntitas para alcanzar las hojas.

El señor Davis aún estaba como petrificado. Ella se colocó bien los lentes para analizar los detalles.

Novios: Mavis Osei y Noah Brown

Presupuesto: alto, muy alto.

Localización: Isla privada en el mar Caribe.

Fecha: El próximo domingo??? Sí, el próximo domingo.

Planeación previa: Ninguna.

Cuando el señor Davis tomó la llamada de Noah Brown, al principio creyó que le estaban tomando el pelo, pero no, la boda era en siete días.

Sus eran rudimentarios, apenas ofrecían un esbozo del caso. Por lo menos tenía los datos de contacto al reverso: dirección y número de teléfono. Tendría que ser suficiente para empezar.

—Oh, Noah Brown va a casarse —señaló en voz alta tras leer. No se lo decía a nadie, era más una observación para sí misma; sin embargo, la oficina entera le escuchó. Emily no era muy buena modulando el volumen de su voz, o manteniendo sus pensamientos dentro de la cabeza.

—¿Lo conoces? —averiguó su jefe.

—Sí, es mi ex.

—Oh, lo lamento —tartamudeó él.

—¿Por qué? —Emily frunció el ceño.

—Porque... No importa. —Negó sacudiendo la cabeza. Hace tiempo había dejado de intentar explicar cosas así a Emily—. No tienes que encargarte de esto Emily, ya haré que alguno de estos holgazanes lo haga. —El señor Davis intentó recuperar la carpeta.

—No, no —le cortó ella alejando los papeles de sus manos—. Yo me encargo.

Desde entonces, Emily dejó de ser «la perfecta», y se convirtió en «la loca». Ella no entendía por qué hacer bien su trabajo la convertía en loca.

Emily se apresuró a tomar su bolsa e ir a la casa de los Brown. Condujo desde el centro de la ciudad, hasta las orillas, donde estaban las casas de la clase alta. No tenía idea de que Noah había vuelto a vivir en esta ciudad.

Aquella casa era tan grande que Emily no podía encontrar la puerta principal, le parecía que ya se la había pasado, pero no, seguía siendo la misma casa. Se bajó del auto y tocó el timbre a un costado de una enorme puerta enrejada. La recibía un muro con una enredadera plagada de flores que ella sonrió al ver. Desde el exterior podía divisar la mansión al interior, el colorido jardín y la fuente que decoraban el patio delantero.

—¿Quién? —Una voz serena respondió desde el comunicador junto al timbre.

—Buenas tardes. Soy Emily, agente de Wedding Palace. Busco a la señorita Mavis Osei y al caballero Noah Brown. —Era muy raro llamarle así, pero tenía qué, tal vez él ya no la recordaba.

—¡Emily! —respondió ahora una voz masculina familiar—. Pasa, pasa. Bueno, no puedes, está cerrado, ¿cierto? Voy a abrirte.

—Señor, la puerta es automática —aclaró la voz serena de antes.

—Tonterías, yo le abro —insistió él—. Voy Emily, dame un segundo. ¡Cariño!

Se escuchó el suspiro hastiado de la persona que le habló primero, luego la comunicación se cortó.

Emily esperó dos minutos más antes de ver, muy a lo lejos, la silueta de dos personas saliendo de la casa, mansión, palacio, o lo que sea que fuera eso. Poco a poco las figuras se acercaron a su sitio y pudo distinguir una sonrisa en sus rostros.

Primero notó la de Noah. Era un hombre alto con la corbata medio desabrochada y un traje en el que no parecía del todo cómodo. Estaba más... ¿Gordo? Emily no sabía si estaba mal pensarlo así, pero sí, estaba más gordo de lo que lo recordaba. Por fin le había salido la barba que tanto deseaba cuando tenían quince, pero empezaba a escasearle el cabello.

A su lado estaba una mujer bella, de una forma casi sobrehumana, con un vestido de un negro translúcido. Su cabello estaba trenzado, atado en una especie de chongo alto, y aun así, las trenzas sueltas le caían hasta media espalda. Tenía los ojos negros, al igual que la piel, y su mirada resaltaba por unas cejas perfectamente recortadas.

—¡Emily, cuánto tiempo sin verte! —exclamó él. Apenas logró abrir, la envolvió en un abrazo.

Emily no pudo evitar mirar a la prometida antes de corresponder el gesto, pero al notar que esta le sonreía con sinceridad, se dejó llevar. Noah seguía abrazando de la misma forma tan entregada, aún olía a vainilla. Él reconoció su forma de abrazarlo, pegando un par de palmadas en la espalda, y comprobó que fuera de los tacones, tenía la misma estatura.

—Mavis, te presentó a Emily.

—Es un gusto, he escuchado mucho de ti —dijo la mujer con una sonrisa sincera en el rostro.

Emily se disponía a saludarla formalmente, pero la mujer estiró los brazos y caminó despacio hasta ella para abrazarle también. Mavis olía a canela.

—Pasa, pasa. —Le invitó él.

Mientras caminaban de vuelta a la casa, Noah iba preguntándole a Emily sobre su vida los últimos diez años, desde que la vida universitaria los hizo perder lentamente el contacto. Ella solo tenía tres cosas de las que conversar: trabajo, trabajo y más trabajo.

En cuanto pisaron la casa, las personas que ayudaban con el servicio la llenaron de bocadillos y vasos de agua de todos los sabores. Ella tuvo que centrarse en el asunto que le correspondía, porque no tenían ni un minuto que perder.

—Noah, estoy muy feliz de volverte a ver y todo eso, pero... tenemos que centrarnos en lo de la boda.

—¡Oh sí! La verdad es que no sé cómo terminaste encargándote de esto, pero es como un milagro. No creo que haya nadie mejor para ayudarnos con esto. Antes de que llegaras le conté a Mavis que tú eres la persona más organizada y eficiente que he conocido jamás.

Ella asintió como agradecimiento.

—Yo tampoco sé cómo has terminado en mi agencia para planear tu boda en... —Consultó su reloj—, siete días y ocho horas, aproximadamente. ¡Ah! Y en una isla, detalle importante.

—Bueno, es una larga historia. Tuvimos algunos... problemas con la boda.

Emily supuso que habían peleado por la manera en que Noah le dio la mano a su esposa al pronunciar aquella oración.

—Digamos que la boda que estaba programada antes se canceló y tuvimos que tomar el lugar.

—Suele pasar. ¿La pareja que estaba antes les dejó algo?

—¿A qué te refieres? —intervino la mujer.

—A veces, cuando estas cosas pasan, los novios anteriores ya tenían contratadas cosas como el banquete, las flores, etcétera. Y en muchas ocasiones los novios que los reemplazan pueden tomar algunas de esas cosas, para ayudar a que la otra pareja no pierda su anticipo o para economizar. —Aunque no parece que eso les haga falta, pensó—. Si no lo saben, podría ponerme en contacto con ellos y ver si...

—No —le cortó él—. La otra pareja no tenía nada planeado. Preferiría que no contactes con ellos. Por favor, Emily —pidió lo último con un tono más amistoso del tono serio que adoptó un segundo atrás.

A Emily aquello le pareció muy raro, ¿cómo no iban a tener nada planeado cuando ya solo faltaba una semana para la boda? Pero lo dejó estar, porque Noah parecía muy seguro de esa decisión.

En sus notas tachó el plan A.

—Bien. Entonces... ¿Ustedes tienen algún avance ya?

—En realidad no. Queríamos que alguien con más visión que nosotros lo planeara —habló Mavis. ¿De dónde era ese acento ronco?

—Bien, imagino que tienen una lista, ¿no?

Ambos la miraron con cara de no entender.

—¿Una lista? Ya saben, sobre sus preferencias en la comida, las flores, etc.

—Queremos algo que capture la esencia de la isla, ¿sabes? Darle al lugar el protagonismo —explicó la mujer.

—Vimos algunas fotos del lugar y es espectacular.

¿Eso era todo? Volverse uno con el lugar y... ¿Ya? Bueno, por ahora tendría que dejarlo así, les daría tiempo de pensar hasta más tarde por la noche. Anotó como su primer pendiente: Obtener la lista de los novios.

—Entiendo —asintió, aunque en realidad no entendía nada—. Antes de seguir, me gustaría preguntarles... ¿Tienen algún inconveniente con que sea yo su organizadora?

De nuevo, la miraban como si hablase en otro idioma.

—Hay relaciones personales de por medio, y lo que menos quiero es incomodar a cualquiera de los dos.

—¿Por qué eres mi ex? —descartó Noah como si aquello fuera cualquier cosa—. No, claro que no.

—¿Están... seguros? —Esta vez Emily miró a Mavis a los ojos.

—Muy segura, querida. Algo me dice que eres la persona ideal para planificar esta boda. Me gustan tus vibras.

—Lo hablamos antes de que llegaras, no te preocupes —añadió Noah.

De hecho, unos minutos atrás, mientras Emily batallaba por alcanzar el timbre, recibieron la llamada del señor Davis, quien les advirtió de la agente que iría a su casa.

—Cariño, no me lo vas a creer —expresó Noah, su esposa estaba en el sillón leyendo una revista—. Emily va a planear la boda.

—¿Emily, tu amiga de la escuela?

—¡Sí!

—Al fin la voy a conocer. Suena bien.

Entonces Noah se acordó que Emily había sido su novia.

—Oye, pero es mi ex, ¿no te molesta eso? —averiguó cauteloso.

Su esposa soltó una carcajada sonora y por lo alto. Usualmente, le gustaba verla reír así, pero no entendía la razón.

—Cariño, Emily no es tu ex.

En eso Mavis tenía un poco de razón. Aunque técnicamente habían salido alguna vez, ninguno de los dos consideraba al otro como su ex, se veían más como viejos amigos.

Después de que el primer novio de Emily le rompiera el corazón cuando tenía quince años, él y Emily empezaron a salir. Noah creía que si se llevaba tan bien con aquella chica, lo más natural sería salir. A Emily la conquistó la forma tan tierna en que Noah le ayudó a reparar su corazón roto.

En aquella época, Emily lloraba todo el rato y en todas partes. No quería que su madre la viera, ni siquiera se habían enterado de la relación. Por eso, le pidió a los señores Brown quedarse unas horas en su casa después de la escuela, y ellos la recibieron con los brazos abiertos.

Emily salía dos horas antes que Noah, pero se adelantaba a la casa para tener tiempo de llorar un rato antes de ponerse a hacer su tarea. Porque sí, tenía el corazón roto, pero era una estudiante responsable antes que nada.

Uno de esos días, fue a la mesa del comedor, donde solía sentarse a repasar los apuntes mientras y secarse las lágrimas justo antes de que cayeran sobre el papel. Entonces descubrió una orquídea rosa junto a una nota:

Nadie merece llorar por un idiota.

Mucho menos una chica tan talentosa y linda como tú.

Y aquello se repitió todos los días de esa temporada, hasta que Emily dejó de llorar. A veces eran flores, otras veces chocolates, dulces o incluso casetes con música alegre.

Desde ese día, las orquídeas se volvieron la flor favorita de Emily.

Aun con esas, su relación no duró ni un mes.

Un día, Emily y Noah estaban en la habitación de él jugando videojuegos.

—Oye —llamó Emily en medio del juego.

—¿Mm? —Él estaba muy centrado para mirarla o soltar el control.

—Ya casi vamos a cumplir un mes de novios. Estadísticamente, la mayoría de las parejas se besan en el primer mes, y tú y yo no lo hemos hecho.

—¿Estadísticamente?

—Le pregunté a una muestra de treinta personas y veintinueve de ellas dijeron que se besaron en el primer mes. Deberíamos besarnos —concluyó ella.

—Ahorita que termine la partida, ¿va?

—Bien —aceptó. Tampoco es que planeara pausar.

El beso fue tan incómodo como podía esperarse. Pegaron sus labios y los movieron como una niña mueve sus muñecos para besarse. Emily intentó mejorar la situación usando su lengua, pero en definitiva la saliva lo volvió diez veces peor.

—No creo que esto vaya a funcionar —declaró él al separarse.

—Ni yo.

—¿Amigos?

—Me parece mejor —aceptó ella y lo sellaron con un apretón de manos.

Esa fue la única y última vez que algo pasó entre ellos. Si es que a ese beso se le podía llamar algo.

Sí, se podría decir que no habían sido realmente novios.

—Perfecto —zanjó la cuestión Emily—. En ese caso estaré encantada de planear su enlace. ¿Podrían esta noche hacer una lista con las cosas que les gustarían para la boda?

—Si... —Noah se rascó la nuca—. Va a ser un poco difícil.

—Esta noche nos vamos de viaje —explicó Mavis.

—¿De viaje? ¿Justo antes de la boda?

—En mi familia se acostumbra que los novios y sus familias hagan un viaje juntos antes de casarse. Al fin y al cabo, Noah va a volverse parte de mi familia y yo de la suya.

—Entiendo... —asintió, en realidad no entendía nada—. Pero entonces... ¿Cómo vamos a planear la boda?

—No te preocupes, te dejaremos a nuestros representantes. Queremos que sea sorpresa, pero ellos pueden guiarte —habló Mavis colocando una mano sobre la suya, pero eso no detuvo el corazón de Emily el borde de un ataque de pánico—. Mi mejor amiga será mi representante.

—Yo te dejo algo mucho mejor: a mi hermano Jack.

Emily comenzó a toser. Muchas palabras querían salir de sus labios, pero ella era una profesional.

—¿Jack no los va a acompañar a su viaje?

—No, él se ofreció a quedarse y ayudarte con la boda. ¿No es genial?

No.

Puede.

Ser.

Emily tendría que conseguirse otro empleo.

Hola, hola.

En esta parte de las notas de autor me gusta contarles cosas curiosas sobre los capítulos y hacer algunas preguntas para despertar fantasmitas. No suelen ser largas.

Una escena de estas está inspirada en algo que le pasó a mi pareja, ¿adivinan cuál?

Acepto opiniones del primer capítulo aquí.

También les dejo un collage del capítulo.

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