Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 82


— Pero tú estás... tú estás muerto, no puede ser —dije atónita, con un hilo de voz.

Artemis se aferró a mi brazo con fuerza. Su cara lo delataba al igual que la mía. Ninguno de los dos podía creer lo que estaba sucediendo ni mucho menos ver a la persona que teníamos enfrente.

— No, estoy aquí, Isadora —habló— Artemis...

— Kreacher —susurró el rubio mirándolo. El elfo dirigió sus ojos, que seguían estando abiertos de par en par, hacia mi hermano— ¿Es verdad?

— Sí —dijo soltando un chillido— el amo Regulus ha vuelto.

El hombre que teníamos enfrente se agachó para estar a la altura del elfo y hablarle en voz baja. Se dijeron cosas que no pude percibir.

Estaba tan perdida en mis emociones que todo alrededor parecía estar dando vueltas. Sólo recordaba que Artemis seguía sosteniéndose de mi brazo, como si él también necesitase algún tipo de cable a tierra que le hiciera comprender qué era lo que estaba sucediendo en estos momentos.

Giré mi cabeza hacia Remus. Mantenía una distancia prudente a nosotros pero estaba atento. Él también parecía estar confundido ante toda la situación.

Y de nuevo vi allí en el suelo el cadáver de Nymphadora.

Y otra vez el llanto se apoderó de mí justo en el momento que Verity, volviendo hacia nosotros, colocó una manta sobre el cuerpo de mi prima.

El hombre de pelo negro y barba se alzó del suelo y trató de acercarse hacia Artemis y hacia mí, pero me solté del agarre de mi hermano y retrocedí varios pasos.

— ¡No! ¡Aléjate! —grité— ¡Tú no eres mi padre!

— Lo soy. Isadora, déjame explicarte.

— No eres mi padre... tendremos la misma sangre pero tú... —giré mi cabeza y volví a mirar al otro hombre rubio ceniza, quien ahora estaba parado detrás de mí— ¡Remus es mi padre! ¡Él estuvo aquí estos veinte años mientras tú jugabas a las escondidas! Cómo te atreves a dar la cara después de todo lo que sufrimos por ti.

— ¿Crees que yo no sufrí también? —vi como los músculos del cuello se le tensaban.

— No quiero saber nada de ti —susurré.

— Estuve siempre detrás de ustedes, siempre los cuidé. Al menos déjame tener una charla con los dos, por favor.

— Isa... es lo más justo —dijo Artemis— deja que nos cuente que sucedió todo este tiempo, que nos diga la verdad.

— No quería que reaccionaran así —lo interrumpí.

— Pues discúlpame —me limpié la cara con la manga del suéter y luego hice un ademán con los brazos— Me olvidé de traer el confeti para celebrar. ¿Qué esperabas?

— No esperaba nada —dijo con seriedad— porque no estaba en mis planes que se enterasen de esta manera. Sólo quiero tener una charla con los dos, cuando sea el momento... Solo eso.

Apreté la mandíbula con furia. Tan fuerte que creí que se me partirían todos los dientes en ese mismo instante. Artemis me miraba expectante, esperando a que yo decidiera qué es lo que haríamos los dos.


— De acuerdo. Hablaremos. Pero en mis términos —murmuré. Lo miré una vez más a la cara, tratando de recordar cómo se veía. Su barba, su cabello liso negro, sus ojos grises y fríos. Luego le di la espalda para verlo a Remus— Primero tengo que enterrar a mi familia.



— ¿Dónde están todos? —preguntó Fred sentándose a mi lado en el frío piso de la sala de estar de la Madriguera. Movió su varita y encendió la chimenea que estaba frente a nosotros.

— George y Artemis están afuera. Ron y Hermione aún duermen. Harry y Ginny se escaparon a escondidas hacia la laguna pero los vi... Tus padres han ido con Remus a la casa de tía Andrómeda... —murmuré— yo no pude. No me sentía bien.

— Sí, lo sé —Fred tomó mi mano y la acarició— pero ten por seguro que Teddy Lupin será el niño más malcriado de toda Inglaterra —sonreí levemente— ¿Qué estabas por hacer?

El pelirrojo miró los papeles que había en el suelo, las lapiceras muggles y un pequeño cuaderno que tenía apoyado en mi regazo.

— Estaba por escribir —susurré afligida— Remus... él me dijo que, siempre le ayudaba escribir. Hacerle una carta a una persona que extrañes mucho, liberar todos tus sentimientos en el papel. Dejarlos irse.

Dejarlos irse.

Mi padrino me lo había dicho una vez; el dolor va a disminuir pero nunca olvidarás a esa persona, la seguirás extrañando y deseando que esté contigo... con el tiempo, aprenderás a convivir con su ausencia, y será un recuerdo más feliz.

— ¿Tienes un papel de sobra? —dijo tomando una de las lapiceras en su mano. Lo miré confundida— yo también necesito escribir.

— ¿Por quién? —Fred soltó un largo suspiro.

— Sabes —dijo— creí que ella vendría a la batalla. Después de todo... sus ideales y-y —tartamudeó— no lo sé. Simplemente me ilusioné. Jamás me ha respondido las cartas, pero tienes razón que nos hará bien plasmar nuestros sentimientos una vez más —afirmé con la cabeza.

Le tendí un papel y me miró dubitativo, pero aceptó. No duramos mucho en silencio hasta que algunos sollozos empezaron a ocupar la habitación.


Para Sirius;

Gracias por no rendirte y luchar por lo correcto. Por nunca haberte olvidado de mí. Por querer que seamos la familia que pudimos ser, aunque a corto plazo. Por recordarme lo que era el amor.


Para Tonks;

Gracias por guiarme cuando estaba perdida, cuando me faltaba una madre. Por alentarme para que llegara siempre más lejos. Por creer en mí. Por mostrarme lo que era el amor.


Para Ted;

Gracias por ser parte de mi familia. Por educarme sobre las cosas más simples. Por hacer que me sintiera segura. Por explicarme lo que era el amor.


Para Cedric;

Gracias por ser mi amigo y defenderme de los demás. Por aventurarte conmigo en todas mis idioteces, aunque te desvelaras. Por brindarme tu hombro para llorar. Por demostrarme lo que era el amor.


Para mamá;

Gracias por todo lo que has hecho por mí. Por mostrarme el camino que debía tomar en la vida. Por darme todo, para que nada me faltase. Por enseñarme lo que era el amor.


Para papá;


Levanté la lapicera del último papel. Fred ya tenía su carta en manos y la había doblado con prolijidad en cuatro partes. Miró mi hoja y luego subió los ojos hasta los míos.

— Escríbela. Te hará bien —murmuró.

— Él no está muerto —dije con ojos lagrimosos.

— Quiero creer que Deneb Malfoy tampoco lo está, pero igual le escribí a ella —Apreté los labios con fuerza.

— No se lo merece.

— ¿Tú tampoco? ¿No mereces tener un poco de paz? —aquella frase empezó a resonar en mi cabeza. A veces Fred podía decir cosas muy sabias. Y sí, tenía razón esta vez. Quizás no era escribir para perdonar a Regulus sino para expresar lo mucho que me hubiese gustado que estuviera presente todos estos años.

Lo mucho que sentí su falta ¡Lo mucho que lo debió haber extrañado mamá!

No tendría que haber hecho esto. Sea cual fuera su excusa, no cabía en mi cabeza cómo es que pudo abandonarnos así. Cómo pudo dejarnos en la deriva todos estos años...

— Isadora, ve a hablar con tu padre —dijo Fred con voz seria, quitándome de mis pensamientos— No puedes estar todas las noches sin poder dormir.

— ¿Y tú qué sabes la razón por la cual no duermo?

— Porque ya pasaron varias semanas y en vez de saber la historia real prefieres inventarte cosas en tu cabeza, te conozco, somos amigos hace casi diez años —soltó un bufido— ¿No quieres saber por qué carajos está vivo? ¿Por qué apareció ahora y no antes? ¿Cómo es que nadie se dio cuenta? ¿Por qué se fue en un principio?

— N-no sé si estoy preparada, a decir verdad —susurré. Lo miré a Fred, quien trataba de comprender la situación en silencio. Me acerqué hacia la chimenea y uno a uno fui tirando allí los papeles que había escrito, no sin antes darles un beso de despedida a cada uno.

— Dale una oportunidad —susurró el pelirrojo viendo las hojas quemarse frente a él— Si no te quisiera a ti o a Artemis no hubiese sido profesor suyo, ni hubieran entablado una relación. Mucho menos habría venido a la batalla.

— Pero se tardó demasiado tiempo, Fred —tiré el último papel que era dedicado a mi padre, habiéndolo dejado vacío y sin darle un beso. Giré mi cabeza para verlo. Todavía jugueteaba con su carta doblada entre los dedos— demasiado.

Suspiró y alzó sus ojos hacia mí.

— Gracias a él hoy no estás escribiendo una carta para Fred Weasley ni yo una para Isadora Black —fruncí el ceño confundida— Él fue quien frenó la explosión de la pared en donde estábamos.



Miré a Artemis una vez más, antes de subir los escalones de piedra del número 12 de Grimmauld Place. La puerta se abrió antes de que pudiésemos tocar en ella.

Regulus estaba allí. Con la barba afeitada y el cabello corto. Ya no se parecía a la persona que había visto semanas atrás ni al que había conocido Artemis en Beauxbatons. Incluso tenía la piel más reluciente, más fresca, como revitalizada.

Pareciera que hubiese recuperado algunos años de vida. Después de todo, ni siquiera llegaba a sus cuarenta aún. Era bastante joven.

— Pasen —dijo corriéndose a un lado para que podamos atravesar la puerta.

Noté que el vestíbulo estaba diferente.

Las paredes ya no eran oscuras. Estaban pintadas de celeste. Y el famoso cuadro de la arpía de mi abuela tampoco estaba. No había ni una marca cuadrada en la pared donde estaba, pareciese como si nunca había existido.

— ¿Qué sucedió con el cuadro? —preguntó Artie sacándome las palabras de la boca. No creí que se acordase pero, si de algo había que acordarse de esta casa, era aquella cosa.

— Hice algo de limpieza junto con Kreacher —dijo con un ademán señalándonos que fuéramos hacia la sala de estar— no fue mucho pero al menos el vestíbulo y la sala son lugares más relajantes. Y sacamos un boggart que rondaba por las cocinas queriendo destruirnos.

Artemis se rió. Yo sólo apreté los labios.

Los tres caminamos por el vestíbulo hacia la sala. Regulus se sentó en uno de los sofás y Artemis enfrentándolo. Yo tomé asiento junto a él.

— ¿Cómo han estado? —Nos preguntó— ¿Quieren algo para beber?

— No —dije de forma cortante— queremos que hables. Luego decidiremos si seremos amables contigo o no.

— Isa... —me susurró Artie. Lo miré con el ceño fruncido.

— No es tu profesor de hipnosis al que quieres mucho —dije, antes de que Regulus tratase de hablar de nuevo— es tu padre, quien te mintió durante veinte años.

— De acuerdo —dijo Regulus apoyando su espalda contra el sofá— hablemos. Veo que hay mucho para solucionar.

Los tres hicimos silencio. Tenía tantas cosas por preguntarle que no sabía ni cómo empezar.


— ¿Por qué dejaste de ser mortífago? —le dije.

— Pues, me han hecho cambiar de opinión en el pasado —se encogió de hombros— Me hicieron comprender que valía la pena luchar por lo que era correcto. Y ese no era el camino que mi familia ni yo estábamos siguiendo.

— Pero tú nunca... —pensé dos veces la forma de decirlo— tú nunca estuviste del lado de Sirius.

— No, claro. Cuando me di cuenta yo ya ni me hablaba con mi hermano.

— Lo siento —dijo Artemis.

— ¿Y por qué desapareciste? Todo el mundo te creyó muerto.

Regulus suspiró y se arremangó su camisa. Pude notar que todavía tenía su tatuaje de mortífago en el brazo izquierdo. Tenía entendido que era algo irreversible por cómo era conjurado el acto, pero había ciertas formas de ocultarlo con magia poderosa, aunque fuese algo temporal.

El tatuaje se iría contigo a la tumba.


— Empezaré desde el principio, es una historia larga —se aclaró la garganta— Voldemort un día nos pidió a Kreacher, dijo que lo necesitaba para una misión. Mis padres accedieron porque cualquier cosa proveniente de él era un honor. Yo no estaba seguro. Le tengo mucho aprecio. No quería que algo le sucediese.

Hizo una corta pausa, como si estuviese recordando momentos con el elfo.

— Kreacher cuando regresó no era el mismo. Le pedí que me contara lo sucedido pero estaba traumado, tanto así que ya no respondía a mis órdenes.

Les dije a mis padres que prefería la educación en casa porque en Hogwarts no enseñaban lo que nosotros queríamos y, por suerte, estuvieron de acuerdo. Pero yo nada más quería estar con Kreacher y ayudarlo a sanar.

Estuve varias semanas tratando de sacarle información. De a poco comenzó a volver en sí. No supo explicarme bien pero dijo que Voldemort lo torturó. Le cortó la mano para hacer un pacto de sangre, lo encadenó a un bote, dijo que vio gente ahogada en un lago, lo hizo beber agua maldita que le provocó pesadillas inimaginables...


Artie me miró apenado.

— Describió algo importante, me dijo que debajo del agua que bebió escondieron un relicario como el que teníamos en casa.

— ¿Un relicario? —preguntó Artie.

— Sí. Era de Salazar Slytherin —lo interrumpí a Regulus.

— Hogwarts fue fundado por cuatro magos. Slytherin fue uno de ellos, el de la casa donde estuvieron muchos magos tenebrosos. Él tenía la creencia de que sólo los magos de sangre pura debían aprender magia —Artemis asintió con la cabeza.

Regulus no lo debía saber pero mi hermano no tenía idea de muchas cosas sobre Inglaterra, Hogwarts y nuestro mundo. Él había crecido en otro país y había estudiado en otro colegio. A veces a la gente se le olvidaba aquello.

— Tardé en descifrarlo pero supuse que era magia muy oscura porque, ¿Quién haría todo eso para ocultar un simple relicario? ¿Para qué necesitaría un elfo?

— Para poder salir luego de allí —agregué. Ambos asintieron con la cabeza.

— Entre una cosa y la otra imaginé que Voldemort podía llegar a partir su alma en dos. Él tenía esa loca idea de querer ser inmortal. Y recordando que nosotros teníamos una copia de ese relicario, pude ver que pertenecía a Salazar Slytherin —prosiguió— Todo concordó. Había hecho un horrocrux con un objeto que significaba mucho para él.

Entonces una tarde, Sirius me pidió hablar con él. Me dijo que tenía algo importante que decirme. No supe cómo reaccionar ante la noticia, me dijo que Samantha estaba embarazada. Ella no quería que yo me enterase.

Todavía no sabía qué hacer pero necesitaba tomar cartas en el asunto. Yo era el único que sabía el secreto de Voldemort y no podía confiar en nadie más.


— ¿Por qué no le dijiste a Sirius? —pregunté.

— Mi hermano nunca me creyó capaz de estar de su lado.

No lo conocía a Regulus pero llegué conocer bastante a Sirius y, si bien él le tenía aprecio a su hermano porque seguían teniendo la misma sangre, murió creyendo que Regulus era un cobarde y que estaba del bando equivocado.

— Armé un plan. Le ordené a Kreacher que me llevara hasta el lugar y que pasara lo que pasara él debía volver —tomó agua de un vaso que había en la mesita ratona— Era una cueva, sombría y siniestra. Fuimos por la noche. Kreacher me explicó todo lo que habían hecho y yo mismo repetí los pasos. No dejaría que el elfo sufriera de nuevo esas torturas.

Le pedí que me diera para beber hasta la última gota del agua maldita. Que sacara el relicario y lo reemplazara por la copia que teníamos en casa. Había dejado un mensaje dentro por si alguien más llegaba a descubrir lo mismo que yo.

Le ordené a Kreacher que si las cosas se complicaban él se fuese sin mí, que se salvara. Pero pudimos escapar. Volvimos a Grimmauld place aquella misma noche.


— Pero si escapaste vivo cómo es que... —traté de comprender por qué el elfo nunca dijo nada al respecto— ¿Cómo es que Kreacher también te creyó muerto?

— Le borré la memoria para que no dijese absolutamente nada de esa noche.

— Es decir —dijo Artemis— ¿Que robaste el relicario y estuviste en este lugar con él?

— Así es. Durante muchos días traté de hacerme a la idea de cuál debería ser mi paso siguiente, pero lo único que sucedía era que aquel relicario me estaba empezando a corroer.

Lo guardé en el lugar donde estaba la copia que nos habíamos llevado. A la vista de todos, en un armario en la sala de estar. A mis padres les gustaba, de hecho ellos habían mandado a fabricar la réplica años atrás. Nadie sospecharía que el relicario era real. Pero por las dudas le lancé un encantamiento protector.

No quería que nadie en la familia se sintiese atraído por el objeto o que, por casualidad, viniese Voldemort y se diera cuenta. Quizás el objeto podía llamarlo o no sé, simplemente fue por precaución.

Pero entonces comprendí que si él volvía a la cueva para buscar el relicario y se encontraba con el falso y con mi nota... vendría por mí y por Kreacher. Luego iría por mis padres, por Samantha, por Sirius, por mis hijos.

Le modifiqué la memoria a Kreacher una vez más. Le devolví el recuerdo de la cueva, solo que ahora, le mostré una historia donde yo moría ahogado en el lago por los inferi.

Y me marché de casa lejos de todo el mundo. Me creyeron muerto pero siempre me oculté entre las sombras y vigilé, temiendo que Voldemort le hiciese algo a mi familia.


Miré a Artemis. Estaba tenso.

— Y entonces —dije— tú supiste cuando Walburga secuestró a Artemis...

— Sí. Pero cuando eso pasó, ya era tarde. No lo supe a tiempo —negó con la cabeza— Apenas pude traté de conseguir lo más rápido posible un trabajo en el ministerio. Investigué, me hice cercana a Samantha...

Hizo una breve pausa. Noté que se le habían cristalizado los ojos, bajo el reflejo de la luz de la chimenea.

— Dios santo, como me costó no decirle la verdad.

Lo sé.

Aunque me costaba asimilar que mi padre estaba vivo y estaba enfrente de mí contándome lo que había sucedido durante dos décadas, yo sabía que amaba con locura a mamá.

De eso no tenía dudas.

— Pero si Voldemort ya no estaba —Artemis interrumpió mis pensamientos— ¿Por qué no podías decirle a nadie?

— Yo era la única persona que sabía que un pedazo de alma de Voldemort estaba en mi casa. Era el único que sabía que no se había muerto por completo.

— Podrías haberle contado a mamá —dije— ella hubiese confiado en ti.

— ¿Crees que se hubiese puesto feliz porque desaparecí todos esos años? —frunció el ceño— ¿Y qué crees que hubiese pasado si alguien más se enteraba? Sus seguidores lo hubieran traído a la vida de vuelta. Tu abuela misma hubiera ocultado el relicario para hacerlo. Ella aún vivía.

— Pero después de que Walburga muriese tú —me interrumpió.

— Tuve que ser prudente y esperar. Al igual que todos en esta familia.

Regulus pasó sus ojos de Artemis hacia mí y viceversa. Ninguno de los tres habló por unos segundos.

Parecieron eternos.

— Cuando por fin logré dar con el paradero de Artemis, sabiendo que estaba por Francia, decidí buscar trabajo en Beauxbatons. Algún día asistiría allí —continuó él— No me fue difícil identificarlo... Samantha me había mostrado una vez una foto tuya Isadora. Tenías ojos violetas, enormes. Imaginé que Artemis también los tendría —esbozó una pequeña sonrisa entre la comisura de sus labios.

Había logrado descifrar una forma de matar el horrocrux también. Aunque era muy complicado, necesitaba veneno de basilisco. Pero ya no importaba para ese entonces, ya era tarde. Samantha había fallecido y Sirius había escapado de Azkaban.


— Y aún así no rompiste el relicario —susurré.

— No pude. Me sentía culpable por haber tardado tanto tiempo. Me sentía culpable por no haber podido encontrar antes a Artemis para llevarlo con su madre —hizo una breve pausa para tragar con dificultad— Me sentí culpable de no haberme despedido de ella una vez más.

No podía reprochárselo.

Era algo de familia.

Sentirse culpable por no haber podido hacer algo respecto de la muerte de alguien.

Era un sentimiento que compartíamos.

— El tiempo fue pasando y cuando fui sanando, traté de ponerme en la búsqueda del veneno pero me enteré del mundial de quidditch. Tuve que ir. Ustedes dos irían y sabía que algo malo pasaría porque...

Cuando volví a Grimmauld place, el relicario me llamó, me atrajo, me mostró cosas horrendas. Tuve que volver a conjurar el encantamiento protector.

No supe si se había desvanecido y por eso me atacaba o si era porque Voldemort estaba tomando fuerza otra vez. Quise creer lo segundo, solo para ser precavido.


— ¿Y Kreacher? —Preguntó Artie— ¿Él no te vio volver?

— No era la primera vez que visitaba el lugar. Siempre iba a la sala de estar, revisaba que el relicario siguiese estando en su lugar, que el encantamiento aún funcionase, y me volvía. Algunas veces Kreacher me veía pero le borraba la memoria antes de irme.

Luego del mundial supe que las cosas empeorarían. Artemis fue a Inglaterra, no pude ir con él. Tenía las esperanzas de que ustedes se encontrasen, de que tú Isadora ya supieras que tenías un hermano.


— Así fue —dije mirándolo. El rubio me regaló una pequeña sonrisa de lado.

— Artemis aún no lo sabía. Él me había dicho que nunca quiso saber el origen de su familia. Pero yo tenía que tratar de convencerlo de lo contrario... no me gustó tener que hacerlo pero, tuve que hipnotizarte. Tuve que plantarte en la cabeza la idea de querer saber sobre ellos.

Lo bueno es que en su estadía en Hogwarts él sintió una conexión contigo. Su familia empezó a deteriorarse y encontró soporte en mí. Lo ayudaba con la hipnosis mientras yo trataba de descifrar qué era lo que él sabía.

Traté de volver a Inglaterra cuando Artemis se mudó aquí... pero el ambiente se tornó demasiado turbulento como para hacerlo y temí, no solo por mí, sino por ustedes. No quería cometer un error después de tantos años escondido.

Cuando me enteré lo de la batalla tuve que venir a ayudar. Ustedes estaban aquí.


— ¿Y cómo te enteraste? —pregunté incrédula. Artemis giró su cara hacia mí y sonrió de lado.

— Me pidió que lo mantuviera al tanto —susurró mi hermano. Yo solo asentí con la cabeza. Regulus nos miró a ambos, pasando sus ojos de uno a otro de sus hijos, como tratando de visualizar cada detalle del encuentro para recordarlo por siempre.

Me aclaré la voz. Tenía un nudo formándose en mi garganta.

— Fred dijo que... Mi amigo Fred Weasley, el chico pelirrojo que estaba conmigo en la batalla —dije— Él me contó que fuiste tú el que retrasó la explosión de la pared, la que cayó sobre nosotros dos.

Hubo un silencio otra vez entre los tres. Artemis no iba a comentar palabra alguna al respecto, pero al menos esperaba que Regulus sí lo hiciera.

— Yo sé que esto no será algo de un día para otro pero —lo interrumpí.

— Gracias —dije con un hilo de voz casi imperceptible, pero que todos logramos escuchar por el ambiente silencioso que habíamos generado— quizás ni él ni yo estuviésemos vivos hoy sin ti.

Regulus me miró con los ojos cristalizados y tan sólo asintió con la cabeza.

Los tres sabíamos que teníamos un largo trecho por delante para perdonar, curar las heridas y volver a querer. Pero al menos ahora estaba dispuesta a recorrer ese camino al lado de ellos.

Eran mi familia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro