Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 81

Pasó menos de un mes cuando todos recibimos el anuncio de que habría una batalla en Hogwarts. Era una noche fría a pesar de estar en primavera, había neblina. El ambiente era tenso, nos sentíamos nerviosos, pero a la vez nuestros corazones emanaban un calor intenso, unas ganas de salir victoriosos y defender y cuidar de lo nuestro.

Era una sensación que ya había experimentado con anterioridad otras veces pero nunca con semejante magnitud.

Aquel 2 de mayo de 1998 haríamos historia, y yo sería parte de ella.


Estábamos en la sala de los menesteres. Remus había decidido también venir, a pesar de que me opuse porque prefería que se quedara en casa con su hijo. Pero luego de volver a tener una ardida charla sobre el asunto, comprendí que no lo haría cambiar de opinión y que, en parte, tenía razón.

Para que Teddy tuviera un mejor futuro había que luchar hoy. Remus quería ser parte y yo no podía impedirlo.

Mientras tanto Molly se peleaba con Fred y George por haberla traído a Ginny en vez de dejarla en casa de su tía abuela Muriel. Lo hicieron justo después de que Artemis y yo nos desapareciéramos, porque sino yo también se lo hubiera permitido y ahora Molly estaría gritándonos a los tres.

Si bien Ginny todavía era menor de edad esto era una guerra y todo valía para ganarla. Y ella ya no era una niña, no. Tenía grandes aptitudes mágicas e incluso en cuarto año terminó escapando de Hogwarts para irrumpir en el Ministerio de magia, combatir contra mortífagos y salir a salvo de la situación.

Yo con catorce años lo más heroíco que había hecho era entrar a hurtadillas al despacho de Filch.


Cuando por fin la conversación parecía haber llegado a un acuerdo, en donde Ginny podría quedarse en el castillo pero dentro de la sala de menesteres ya que si algo ocurría podía irse por el pasadizo del retraro por el que todos habíamos llegado.

La llevaría de nuevo al pub Cabeza de puerco en Hogsmeade.

Pero como decía, cuando todo había llegado a un acuerdo, el cuadro se abrió dejando entrar a otro pelirrojo Weasley. Percy Weasley.

— ¿He llegado tarde? ¿Ya ha empezado? Acabo de enterarme —dijo casi sin aliento, mirándonos a toda la pandilla que rodeaba a Ginny— yo-yo —balbuceó. Seguro que no se esperaba chocar de lleno con la mayor parte de su familia.

Fleur quiso destensar el ambiente y le preguntó a Remus por su hijo. Él le tendió una foto que traía en el bolsillo de su chaqueta.

— ¡Fui un tonto! —rugió Percy con fuerza— fui un idiota, un pomposo, fui un... un...

— Lameculos del Ministerio, repudiaste a la familia, idiota hambriento de poder —dijo Fred.

— ¡Si, lo fui!

— Bien, no podías decir nada más honesto que eso —dijo Fred tendiéndole la mano a Percy.

La señora Weasley estalló en lágrimas. Corrió hacia él, empujando a los gemelos a un lado, y envolviendo a Percy en un abrazo estrangulador mientras él le palmeaba la espalda.

Lo miré a Artemis quien tenía el ceño fruncido y observaba con cautela toda la situación, sin entender mucho lo que estaba sucediendo pero manteniendo el silencio suficiente como para respetar a los demás.

— Es el séptimo hermano que te faltó conocer —le susurré— el que no aceptaba los jerséis de Molly —Artemis hizo un gesto con su cara dando a entender que ahora comprendía quién era y qué sucedía entre todos ellos.

— Bien, debemos buscar a nuestros prefectos para que nos dirijan en momentos como estos —dijo George imitando a su hermano mayor cuando era Premio Anual. Me crucé de brazos y no tuve que decirle nada porque al segundo se giró a verme— no me estoy burlando de ti, lo juro. Sólo de él —Fred se rió y negó con la cabeza.

Fue el primero de las personas que quedábamos allí dentro en salir de la sala y correr hacia las escaleras. Teníamos que ir hacia el gran comedor donde Kingsley y McGonagall estaban armando los grupos de personas para enviarlos a cada parte del castillo y los terrenos para pelear.

El cuerpo me temblaba y los nervios se apoderaban de mí pero la adrenalina era mayor que todo lo demás.



— ¿Somos cuñados al parecer? —Percy me extendió la mano y se la tendí— un placer tenerte en la familia Isadora.

— Me alegro que hayas vuelto —le dije.

El pelirrojo asintió con la cabeza y se alejó unos pasos de donde estábamos Fred y yo.

A los tres nos había tocado cuidar de los pasadizos de entrada hacia el colegio. Más específicamente el pasillo de la estatua de la bruja tuerta, que escondía el camino secreto hacia Hogsmeade mediante la tienda de dulces de Honeydukes.

George, Artemis y Lee se encargarían de un pasillo en las mazmorras donde habían dos pasadizos.


— Bien —habló el pelirrojo aclarando su voz— es hora tal vez de unas palabras ¿No lo crees?

— Fred —lo miré sorprendida— ¿Palabras? Esto no es una despedida, no me hagas creer que lo podría ser...

— Pero sabes que podría —murmuró con una sonrisa triste en su cara. Me abrazó y me dio un pequeño beso en la frente— vamos, ya lo hice con mamá, con papá y con George. Tú eres la otra persona importante en mi vida y no quisiera no haberme despedido si es que nos sucede algo.

— Estaremos bien —me aferré más a su abrazo.

Los dos miramos por los grandes ventanales hacia el exterior. El escudo protector que habíamos conjurado entre todos sobre el castillo ya había caído, luego de aguantar varios minutos en pie. Los mortífagos habían empezado a entrar dentro, algunos por los terrenos y otros ya batallando en el patio que podíamos ver desde aquí.

Ahora sí que los nervios me consumían.

Fred seguramente sintió como temblaba mi cuerpo porque me apretó aún más entre sus brazos.

— Sí —susurró apoyando su cabeza sobre la mía— estaremos bien. Todavía tienes que convertirme en tío y ponerle Fred a tu hijo como prometiste.

Sonreí.

Los dos nos separamos y por un instante nos miramos a los ojos. Podía ver que Fred estaba triste pero al igual que yo, no lo demostraría en este momento.

Asentimos con la cabeza sin decirnos ni una palabra más y alzamos nuestras varitas, dispuestos a lanzar tantas maldiciones y conjuros como el tiempo nos lo permitiera.


Escuchamos ruido de movimiento como de piedras y supimos casi al instante que alguien estaba tratando de entrar por el pasadizo que vigilábamos. Percy corrió hacia allí apuntando con su varita y lanzó un hechizo al ver que había una persona fuera en el pasillo.

El hombre se escudó con un movimiento rápido de manos y Percy salió expulsado hacia atrás. Alcé mi varita y conjuré, al mismo tiempo que Fred, un hechizo desarmador.

Fue en vano.

Mi mano quemó, sosteniendo la madera caliente entre mis dedos. Miré confundida al hombre que estaba peleando con nosotros y lancé un protego hacia donde estaba Percy para que frenaran la batalla.

— ¡Espera! ¡Es de los nuestros! —le dije al pelirrojo mientras colocaba un brazo frente a Fred para que no continuara echando maldiciones. El hombre giró su cabeza hacia mí cuando hablé y se irguió.

Tenía pelo negro, barba y estaba bien vestido.

Lo reconocía de aquella vez que había acompañado a Artemis a Francia.

— ¿Isadora? —Pronunció con un sutil acento en su voz— ¿Phillipe donde está?

— Ar-Artemis —dije titubeando— en otro lugar del castillo... ¿Cómo te has enterado?

— ¿Quién eres? —preguntó Fred confundido por toda la situación, pasando sus ojos de uno a otro pero sin bajar la retaguardia. Percy hacía lo mismo.

— Fue profesor de mi hermano —murmuré— es de nuestro bando, lo prometo.

— Las mazmorras... —habló Percy— están lejos de aquí, te perderás. Serás de mayor ayuda en este sector —él asintió con la cabeza.


No nos dio mucho tiempo para ponernos al día porque un par de mortífagos se habían colado dentro del lugar, corriendo por el ala oeste. Caleb, el profesor de Artie, se encargó de un grupo de personas que trataban de irrumpir por la entrada de la estatua.

Fred Percy y yo nos colocamos de espaldas formando una especie de triángulo humano para cubrir todos los lados del pasillo por donde aparecía gente. Podíamos maximizar el espacio así y no permitir que ellos nos ganen en mayoría.

Juntos éramos más fuertes.


Depulso.

Glacius.

Protego.

Desmaius.

Expelliarmus.


Eran tantas las palabras que iban y venían por el aire y los colores de los hechizos, que parecía un espectáculo de algún cantante de música, como de algún rapero. Pero me hubiese gustado que fuera esa realmente la situación y no estar luchando por mi vida y por la de los demás.

Percy comenzó a alejarse de nosotros dos en la emoción del momento mientras se batía a duelo contra un brujo vestido de verde oscuro. Fred chocó con mi espalda y se pegó más a mí. Lo escuché decir algún chiste pero no pude prestarle atención porque mi mente, mi visión y mis oídos estaban concentrados en estar atenta a lo que ocurría alrededor nuestro.

Percy también estaba hablando. Según Fred estaba haciendo chistes él también, pero no llegué a escucharlos.

Cuando hice que un mortífago saliera despedido con fuerza por el ventanal me di cuenta de que Percy peleaba con el Ministro de magia, Pius Thicknesse; su antiguo jefe. El otro pelirrojo había logrado petrificar a una bruja y se acercó a ella para asegurarse de que no pudiera levantarse de repente y matarnos a los tres.

— Ministro, ¿Le mencionado que renuncio? —dijo Percy con cierta bronca en su tono de voz.

— ¡Tiene que ser mentira! —dijo Fred cuando el ministro de magia se derrumbó bajo el efecto de nuestros tres hechizos aturdidores. Thicknesse había caído al suelo con pequeños pinchos saliéndole por todas partes, parecía estarse convirtiendo en una especie de erizo de mar.

Cortesía de la casa, ese había sido mi conjuro de bienvenida.

— Realmente estás bromeando, Percy... —dijo Fred sonriendo— no creo haberte oído hacer chistes desde que tenías...

Hubo un ruido de explosión. El aire se sintió tenso.

Giré mi cabeza para ver qué había ocurrido y, como por arte de magia, la pared que teníamos Fred y yo detrás nuestro había colapsado en miles de pedazos... pero alguien estaba manteniendo en alto todos los escombros haciéndolos flotar.

La explosión podría habernos matado a ambos, pensé.

No hicimos a tiempo a corrernos de allí cuando el hechizó dejó de tener efecto y toda la pared de piedra cayó sobre nosotros. Vi la cabellera de Fred a mi lado antes de quedar inconsciente.



— ¿Isa? —Escuché una voz borrosa, masculina— Sí, ya está despertando —la oí de nuevo.

Apreté los ojos con fuerza y los abrí, lentamente, porque los sentía pesados. La luz que entró por mis párpados me hizo pestañear varias veces hasta dar de lleno con la cara de Artemis a mi lado. Sus ojos violetas parecían brillar con esta iluminación.

— ¿Cómo te sientes? —volvió a hablar.

— ¿Qué sucedió? —Me senté precipitadamente sobre la camilla apoyada en el suelo donde me encontraba— ¿Dónde estoy?

— ¡Espera! No tan rápido —mi hermano apoyó sus manos sobre mis hombros y me obligó a recostarme otra vez.

Recorrí el lugar con la mirada. Desde mi ángulo parecía Hogwarts pero era irreconocible. El lugar estaba destrozado y había unos cuantos cuerpos más desparramados por el suelo, la gran mayoría con gente a su alrededor. Las ventanas estaban rotas a excepción de dos que lograron quedar intactas. El techo tenía un agujero que dejaba entrar los rayos del sol.

— Estás, por lo que me han dicho, en lo que quedó de la enfermería —contestó con un tono de tristeza en su voz— estamos haciendo lo posible para curar a todos. Te diste un feo golpe en la cabeza y quedaste inconsciente por unas horas, Percy Weasley te trajo hasta aquí.

— Percy —susurré llevándome una mano a la frente ya que me comenzaba a doler otra vez— Fred... él —intenté decir— él estaba conmigo también, recuerdo que lo vi antes de desmayarme. ¿Dónde está?

Artemis giró su cabeza y señaló con ella hacia la derecha. Vi un grupo de pelirrojos alrededor de otro que yacía en una camilla en el suelo. Volví a levantarme con rapidez, esta vez Artie ya tenía sus manos preparadas para no dejarme ir tan pronto.

— Él está bien —dijo nervioso por mi situación— por favor recuéstate Isadora...

— ¿Qué le sucedió?

— Lo mismo que a ti —respiré hondo. Me dejé caer una vez más en la camilla y cerré los ojos. Si Fred había sufrido el mismo destino que yo, entonces podía estar en paz unos minutos. Pronto despertaría— Ten —me extendió un vaso con un líquido espeso y verde— Madame Pomfrey dijo que esto te aliviaría cuando despertaras —le hice caso y me tomé el remedio.

— ¿Y George? ¿Y los demás?

— George está bien. Estuvo aquí hasta hace un rato pero se fue con sus padres, seguro a dar unas vueltas por allí. Muchos fueron al gran comedor para reponer energías, los elfos han cocinado sopa. Algunos solamente se quedaron charlando y disfrutando de que todo haya terminado...

— ¿Qué? ¿Terminó todo ya? —pregunté sorprendida. Él afirmó con la cabeza, con una media sonrisa en la cara.

— Voldemort ha muerto al fin —susurró— aquí con Fred están Percy, Bill y Fleur.

— ¿Podemos buscar a George? —pregunté en forma de súplica. El rubio asintió con la cabeza. Terminé de tomar el remedio y con su ayuda me levanté del suelo.

Se sentía bien saber que habíamos ganado y que, a pesar de no haber sido de tanta ayuda en los últimos momentos, lo consideraba una victoria propia también.

— Antes —susurró. Hizo una pausa mientras lo miraba esperando que continuase. Tomó mi brazo y lo entrelazó con el suyo, para así comenzar a caminar los dos juntos fuera de la enfermería— antes de buscar a George... debemos ir a ver a otras personas.



Me ardía el pecho.

Me dolía la cabeza.

Las lágrimas no tardaron en salir de mis ojos y me dejé derrumbar en el suelo, al lado del cuerpo inerte de Nymphadora Tonks; mi prima por sangre, mi hermana por corazón, mi segunda madre por destino.

Agarré su mano. Estaba fría y sin vida. Pero no dudé en colocarla sobre su pecho junto a la otra, por encima de esa. Se veía mejor, más relajada, más tranquila.

Ojalá se haya ido en paz.

Ojalá supiera lo mucho que la queríamos y lo mucho que queremos a su hijo.

Ojalá no se haya olvidado que todos estaremos ahí para él.


Giré mi cabeza. Remus seguía inmóvil sentado sobre una gran piedra que hacía de asiento en esos momentos para él. Sus ojos estaban perdidos en la distancia pero sus labios temblaban.

Solté un sollozo más y me limpié la cara con las sucias mangas del suéter roto que traía puesto.

Me arrodillé y apoyé mis manos sobre el regazo de Remus, para tratar de que volviera a caer en la realidad. Estaba perdido. Ahora él estaba en un plano diferente al mío, tratando de comprender lo que había sucedido y seguramente no queriendo hacer encajar las piezas del rompecabezas, porque hacerlo implicaba aceptar que su esposa y la madre de su hijo estaba muerta.

Y yo sabía lo que era sentirse de esa manera.

Remus —dije todavía llorando— por favor... esta vez no tienes que ser fuerte.

Cerró los ojos y agachó la cabeza, pero la inclinó hacia mi lado, esquivando el cadáver que yacía en el suelo a nuestro lado.

— Le dije que no viniera —susurró.

Vi como una lágrima se le escapaba y recorría su mejilla.

— Tu tranquilo, Rem. Remus —dije con voz suave. Lo miré. Agarré su cara con mis manos para guiar sus ojos hacia los míos, cuando decidió abrirlos— ahora me toca a mi cuidar de Teddy, al igual que tú lo has hecho conmigo todos estos años. No te dejaré sola.

— La voy a extrañar tanto...

Lo vi llevarse ambas manos a la cara y esconderse entre ellas, perdiéndose entre las lágrimas.

Apoyé las mías sobre mi rodilla y dejé caer mi cabeza hacia atrás, dedicándome a mirar al cielo.

No sé si lo hice porque ver a mi prima muerta me hacía mal o porque verlo a Remus llorando me hacía peor. Pero a la vez tuve ese impulso de pedirle a quien fuese que me estuviera escuchando internamente que cuidaran de ella. Que cuidaran de nosotros.

La guerra había terminado pero los daños eran irreparables.


Rodeé a Remus con los brazos y dejé que apoyara su cabeza sobre mi hombro, devolviéndome el abrazo con la poca fuerza que le quedaba.

— Lo sé. Lo sé, Rem —hice una pausa para contener el llanto. No me gustaba que la tortilla se diera vuelta y tener que ser yo quien fuera fuerte para otros, mas no quedaba otra opción en esta situación, tenía que ser fuerte para él.

Tenía que ser el pilar de Remus, de mi padrino, del que fue compañero de mi madre en las buenas y en las malas, de quien fue mi guía en todo momento de mi vida. De la persona que más me cuidó. Mi verdadero padre.

— Pero yo estoy aquí, y... —volví a hacer una pausa, intentando mantener la compostura otra vez. Dejé escapar algunas lágrimas más antes de continuar, más calmada— no te voy a abandonar. Nunca.



No supe cuánto tiempo estuvimos allí los dos abrazados. Sentí que fue eterno. Pero lo necesitábamos.

Remus lo necesitaba.

Nos separamos cuando ya los dos habíamos dejado de llorar y ninguno emitía más sonido. Le acaricié la espalda y me alcé del suelo, para darme cuenta que todas las personas alrededor nuestro estaban ensimismadas en su propio mundo y sus propios problemas.

Artemis estaba de pie cerca de mí junto a Verity y a Caleb, el que en su momento fuese su profesor de hipnosis en Beauxbatons y mi compañero de batalla esta noche junto con Fred y Percy.

Me acerqué hacia ellos justo cuando la novia de mi hermano corría hacia otra chica para darse un abrazo. Como todos. Fuera un abrazo de felicidad porque la persona estuviera viva o fuese un abrazo de tristeza porque alguien había muerto.

Pero ahora todos podíamos tener paz.

La guerra había terminado.

Los buenos habíamos ganado.


— Necesita un rato más de espacio —dijo Artemis refiriéndose a Remus, mientras me daba un pequeño abrazo. Asentí con la cabeza.

— Lo siento, ¿Eran parientes de ustedes? —preguntó Caleb.

— Nuestra prima segunda —contestó Artie— Isadora tenía mucha más afinidad con ella, crecieron juntas...

— Y ese de allí es su esposo —dije con los ojos humedecidos otra vez.

— Lo conozco. Remus Lupin.

— ¿Cómo? —preguntamos mi hermano y yo al unísono.

— Bueno, es que estudié en Hogwarts —dijo— él iba unos años más adelante que yo. Siempre fue una buena persona. No se lo merecía...

— ¿Por eso querías venir a la batalla? —le preguntó Artemis. Asintió con la cabeza.

— Este fue mi hogar durante muchos años. El colegio, Inglaterra... No quería encontrarme con esta situación donde vería caras conocidas inertes en el suelo, por última vez. Pero sabía que si venía, aportaría una varita más a la batalla y quizás, una cara menos en el suelo.

— Amo —me di vuelta. La voz de Kreacher era inconfundible.

Además lo había visto encabezando toda una horda de elfos domésticos que provenían de las cocinas, gritando con fuerza y llevando con orgullo el guardapelo de mi padre, haciendo justicia por él.

Pero ahora el elfo estaba petrificado a pocos metros de nosotros y tenía los ojos como dos platos, enormes. Nunca los había visto tan grandes.

Se acercó unos pasos hacia donde estábamos sin pestañear ni una sola vez.

Pero lo más sorprendente no era que le tuviese tanto aprecio a Artemis, sino que, no se estaba dirigiendo hacia él. Caminaba hacia Caleb. Hacia el hombre flacucho, con la ropa rota y ensangrentada, con la barba negra desaliñada.

Y entonces fue cuando sentí que el tiempo se frenaba y todo ocurría en cámara lenta.

El rompecabezas encajó a la perfección. Mi corazón latió tan aprisa que pensé que se me saldría del pecho.

Por eso conocía a mamá.

Por eso conocía a Remus.

Por eso era el profesor preferido de Artemis.

Por eso había estudiado en Hogwarts.

Por eso era inglés.

Por eso se había ido a Francia.

Por eso el elfo lo había reconocido.

Por eso...

Cuando en ese instante alcé la vista hacia él y me encontré con sus grises ojos, supe quién era.


— Amo Regulus —susurró Kreacher.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro