Capítulo 79
Revisé el calendario dos veces por día hasta la fecha de hoy, el veintinueve de julio. Quise retrasar su inminente llegada lo más que pude, pero era algo imposible que no ocurriera. Y ahora más que nunca era momento de ser fuerte para todos, para mí misma, para los demás... para ganar.
Me encontraba junto a Ginny y a Molly en la Madriguera. La menor de los Weasley al no tener diecisiete años aún no podía ser de mucha ayuda con la protección del perímetro ni con cualquier tipo de magia que necesitáramos a último momento... pero tampoco le quedaba otra opción más que estar allí.
Artemis quedó en casa de tía Andrómeda y Ted, ayudándolos a proteger su área y el traslador que debían tomar Hagrid y el verdadero Harry para venir hasta aquí.
El plan era que la mitad de las personas tomaran poción multijugos para ser como Harry y volaran desde Privet drive, junto a otra persona que sería su "protector", hasta diversos puntos seguros con trasladores.
Ginny se encontraba con Harry, el verdadero Harry, en una esquina de la sala. Hagrid estaba fuera, cerca de la puerta. Molly y yo mirábamos hacia el exterior con cierta preocupación mientras esperábamos que los demás regresasen.
Primero tendrían que haber llegado Tonks y Ron, luego Fred y Arthur. Pero ninguna de las dos parejas había logrado tomar su traslador a tiempo al parecer. Sólo Harry y Hagrid, quienes estaban aquí con nosotros.
Lo bueno de estar junto a Molly en esta situación es que ambas podíamos compartir el mismo sentimiento de preocupación y nerviosismo, al tener personas por las quienes velar. Pero lo malo era, claramente, tener que estar con el corazón saliéndonos por el pecho y rezando para que todas las personas por las que temblábamos llegasen con vida.
— ¡Mamá! —Gritó Ginny desde la puerta de entrada señalando un punto en la distancia. Había una luz en medio de la oscuridad. Escudriñé por la ventana y por lo que mis ojos veían, Remus y George habían aparecido.
El pelirrojo estaba recargado sobre el cuerpo de Remus, inconsciente y con la cara completamente roja. Harry corrió fuera de la Madriguera y lo tomó por las piernas, para así entre ambos traerlo dentro.
Llevé mis manos a la boca, con el impulso de ahogar un grito de desesperación.
Le dije que por favor se cuidara, le dije que lo quería sano y salvo conmigo.
Harry y Remus lo dejaron sobre el sofá y la luz de la lámpara cayó sobre la cabeza de George. Me contuve de no vomitar por los nervios. A George le faltaba una oreja.
La señora Weasley se inclinó sobre su hijo con un paño en la mano y comenzó a limpiar la sangre que estaba por toda su cara y su cuello.
Me tomó unos segundos más salir del estado de conmoción en el que estaba, pero luego caí en la cuenta de que yo estaba aquí por una razón y ahora, cuando mi novio estaba moribundo en el sofá frente a mí sufriendo, era el momento de demostrar para qué me necesitaban en este lugar.
Saqué mi varita de mi media roja y lancé un accio para acercar mi mochila hacia mí mientras caminaba hasta George y Molly. La abrí y rebusqué con cuidado por entre los frascos de pociones que había traído por si acaso... eso era lo bueno de haber compartido tantas cosas con Nymphadora y con su lema de "siempre hay que estar preparado".
Hoy era una de esas veces en las que le debo dar la razón.
Tomé un pequeño frasco con gotero. En su interior había un líquido de color amarillo, bastante fluido. Tomé unas gotas y las coloqué sobre la oreja de George de donde salió un humo verdoso.
— ¿Díctamo? —preguntó la mujer en un susurro. Asentí con la cabeza.
Molly corrió el trapo ensangrentado de la cara de George y caminó hacia el fregadero de nuevo. Se puso a lavarlo a mano, sin magia, mientras miraba otra vez por la ventana. Como queriendo asegurarse de que los demás también llegaran a salvo.
Quise creer que ella pensó que conmigo su hijo estaba en buenas manos.
Dejé el díctamo en el suelo. Algo de efecto había hecho en curar las heridas pero seguía saliendo sangre, aunque en poca cantidad. Moví mi varita en círculos sobre el agujero que tenía George ahora por oreja y susurré tergeo; la sangre seca y antigua se desvaneció por completo, dejando así a la vista la nueva que brotaba poco a poco cayendo por su cuello.
— Episkey —dije moviendo ahora la varita de lado a lado, como queriendo coser una herida con hilo invisible— mierda —susurré. El hechizo no funcionaba. Era sólo para heridas relativamente leves y esta parecía ser profunda.
— ¿Mierda? —escuché la voz de George. Sus ojos seguían cerrados pero sus labios tenían una pequeña sonrisa— ¿Tan feo me veo?
— Jamás, Georgie —susurré. El pelirrojo giró su cabeza un poco, con lentitud y me miró, todavía esbozando una sonrisa. Se la devolví, aunque en cuestión de segundos mis ojos se humedecieron.
Él pasó las yemas de sus dedos por mi mejilla acariciándola con sumo cuidado y suavidad. Tomé su mano entre las mías y me disculpé cuando noté que se la había llenado de sangre. George nada más atinó a remarcarme que la sangre era suya y que no la desperdiciara tanto, cuando Molly se nos unió.
Acaricié la frente de George una vez más.
Suspiré.
Y con un movimiento de mano y de varita hice que sus vendas rojas se fueran volando hasta el fregadero. Agarré unas nuevas que habían quedado sobre la mesa ratona frente al sillón y con otro giro hice que se las pusiera. La herida todavía sangraba. Tuvimos que darle una poción relajante a George para que pudiese dormir por la noche.
Nos habíamos turnado con Fred para vigilarlo. Ahora me tocaba a mí estar con él.
Molly y Arthur habían bajado cada tanto a ver cómo se encontraba, pero no podía darles mayor información que la que ya teníamos.
Mi padrino nos había dicho que fue Snape quien los atacó. Le lanzó una maldición llamada sectumsempra, avalando que era un conjuro que le solía gustar practicar.
— ¿Está mejor?
Me levanté sobresaltada habiendo escuchado una voz frente a mí.
— Ah, Harry —dije sentándome de nuevo en el suelo más calmada— no te escuché bajar. Me has asustado.
Terminó de bajar los últimos escalones y caminó unos pasos hacia nosotros. Se quedó viéndonos, seguramente frustrado por lo que había sucedido durante la noche.
— No del todo... su herida no termina de cerrar. Está muy profunda. La maldición que pegó en la oreja de George —me interrumpió.
— Sí, sectumsempra —dijo Harry entrecerrando los ojos— la inventó Snape. Él sabe una cura. ¿No fue la misma que le dio a Cedric en el torneo?
— Sí, Harry —susurré atónita. Tenía razón. Además fue él quien sanó a Cedric en aquel momento.
Ahora todo tenía sentido. ¿Cómo es que se me había olvidado el nombre de la maldición que casi mata a mi amigo? Con lo que lo vi sufrir...
— Vulnera sanentur —susurró Harry— no sé cuál es el movimiento, pero es el nombre de la contra maldición. Inténtalo Isadora.
— De acuerdo —afirmé con la cabeza— gracias.
Toqué la venda que George tenía puesta y la corrí con suavidad para dejar al aire libre su herida. El pelirrojo se removió en su lugar y abrió los ojos con lentitud.
— Lo siento, no quise despertarte —dije acariciando su mejilla.
— ¿Y perderme de ver tu hermoso rostro? —Me sonrojé— no te disculpes por eso.
— Voy a probar un hechizo que —giré mi cabeza para verlo a Harry en las escaleras pero ya no estaba allí. En cuestión de segundos había vuelto a subir al cuarto de Ron y de nuevo no había escuchado ningún sonido. Al parecer mi mente hoy estaba perdida en otras cosas.
— ¿Hmm? ¿Decías?
— Eh, que —dije nerviosa— voy a probar un hechizo George, es la cura, pero n-no sé el movimiento de varita correcto.
El pelirrojo trató de incorporarse en el sofá con lentitud, sosteniéndose del respaldo. Coloqué una toalla en su cuello porque todavía perdía algo de sangre y no quería que se le manchara su remera limpia.
— Quédate quieto, Georgie, de momen —me interrumpió.
— Probemos —dijo— probemos las veces que sea necesario. ¿Qué tan catastrófico podría ser? Si mueves mal la varita el hechizo no debería ni de funcionar.
— No lo sé... —negué con la cabeza— no es tan fácil. Tu salud está de por medio.
— Vamos, Isa —hizo una mueca de dolor. Agarró mi mano y sostuvo él la toalla para dejarme la vía libre de usar mi varita— ¿Recuerdas la cantidad de encantamientos que has creado sólo para hacer nuestra mercadería? Un simple hechizo de sanación no podrá contigo.
Tragué con dificultad. No era lo mismo y los dos lo sabíamos.
Pero ver que George estaba sufriendo y que el dolor no pararía a menos que utilizara lo que Harry había mencionado... me hizo recordar a Cedric. A las veces que lo visité en San Mungo y sufrí con él.
— Isa. Tú puedes —George interrumpió mis pensamientos— Confío en ti, mi magnífica bruja.
Los ojos se me volvieron a humedecer. Asentí con la cabeza y, no sin antes respirar hondo, moví la varita en forma de triángulo; Vulnera sanentur.
Generé el mismo zigzagueo que con el hechizo para los cortes; Vulnera sanentur.
Hice un ademán hacia arriba y abajo como pinceladas; Vulnera sanentur.
Probé con un leve golpecito en la herida; Vulnera sanentur.
Ya comenzaba a frustrarme.
Flexioné la muñeca haciendo girar la varita en mi mano; Vulnera sanentur.
Recorrí con lentitud la herida formando un círculo; Vulnera sanentur.
George soltó un pequeño gruñido de dolor por lo bajo. Dejé caer mi varita sin querer por los nervios. Creí que le había hecho daño.
— Estoy bien, tranquila —murmuró— sentí un pequeño cosquilleo nada más. Prueba de nuevo con ese —asentí con la cabeza y junté la varita caída sobre mi regazo. Repetí el último movimiento que había hecho y conjuré una vez más. Lo siguiente que hice fue probar de nuevo con el encantamiento para limpiar la sangre.
— Por Merlín... —susurré.
— ¿Qué? ¿Qué pasó? —Dijo tocándose con rapidez el costado de su cabeza— ¿Empeoró?
— Funcionó —dije sonriéndole.
George quitó con lentitud la toalla que sostenía en su cuello y la miró, asombrado, de que no hubiera ningún rastro de sangre en ella. Debería haberse visto en el espejo en ese momento, no tenía nada rojo ni ningún tipo de cicatriz salvo, claro, que le faltaba una oreja.
No dudó ni un segundo en soltar la toalla y tomar mi rostro entre sus dos manos. Lo acercó hacia el suyo y apoyó la frente contra la mía. Pude notar que había esbozado una gran sonrisa.
— Gracias —murmuró— si no fuera porque estamos en la sala de la casa de mis padres y hay como diez personas más... te haría el amor hasta que salga el sol.
— Argh, George —me reí— no es momento.
Sentí sus labios presionando sobre los míos. Estaban cálidos. Se sentía tan bien besarlo después de toda la situación que vivimos durante horas en la noche.
Saber que ahora, a pesar de que el mundo comenzaba a derrumbarse, los besos de George siempre me llevarían a ese lugar seguro y feliz. Aquel espacio donde podíamos dejarnos ser y disfrutarnos entre sí, sin que nada más importase, aunque sólo fuera por unos segundos.
En este instante, donde éramos sólo nosotros dos y nadie más...
Allí me gustaba estar.
El clima había empeorado. La gente se había vuelto más violenta y la vida de cualquiera corría peligro. Nada se podía dejar librado al azar o podía ser un paso en falso.
Bill y Fleur se casaron pocos días después de la noche donde hicimos nuestro plan llamado "los siete Potter". Nos tomamos una fotografía con George para recordar el momento y el pelirrojo no paró de remarcar que se veía aún más guapo que Fred con sus dos orejas.
Aquella foto me acompañaba en mi mesita de luz, para ver su cara en la mañana cuando despertaba y por la noche antes de dormirme. Pues estábamos separados y, a decir verdad, desde que habíamos empezado a salir juntos ésta era la primera vez que nos habíamos distanciado durante tanto tiempo.
Él estaba con Fred y sus padres en la casa de su tía abuela Muriel. Tuvimos que cerrar Sortilegios Weasley porque ya era demasiado peligroso, incluso en el último día vimos un grupo de mortífagos pasando por fuera de la tienda. Pero eso fue la gota que colmó el vaso para que decidiéramos que lo más seguro era cerrar por un tiempo.
Fred y George continúan enviando en secreto varios artículos. Utilizan el cobertizo de Muriel para guardar mercadería y mediante lechuzas envían las cosas a sus dueños. Es una buena forma de seguir haciendo dinero y, al menos, de distraerse de los problemas.
Yo en cambio me encontraba un poco más lejos de ellos, pero no tanto. Estaba junto a Artemis y Nymphadora en casa de tía Andrómeda. Remus venía a visitar esporádicamente cuando no había luna llena, no solo para vernos y vigilar que todo estuviera en orden sino porque también su esposa estaba embarazada.
Fue una noticia emocionante para todos en la familia. Traer una nueva vida al mundo... agrandar el legado de los Black...
Pero para Remus fue alarmante, supuse que no era algo que estuviesen planeando pero, por una acalorada charla que tuvimos (donde terminamos ambos a los gritos y tía Andrómeda tuvo que separarnos) le preocupaba que el bebé naciera siendo licántropo o con algún rasgo. También barajaba la posibilidad de que mi prima enfermase durante el embarazo o en el parto por la misma razón.
No creo haberlo hecho entrar en razón con tanta facilidad. Pero después de unos meses comprendió que cada luna llena que pasaba estábamos más cerca de su nacimiento y nada malo estaba ocurriendo. Al menos podíamos descartar que Nymphadora se pusiera mal.
Le expliqué que las chances eran de las más bajas, incluso mínimas, de que el bebé naciera con el problema peludo. Sino a esta altura del partido ya habría cientos... ¡Miles! De hombres lobos con hijos licántropos.
Y los casos eran bastante escasos en todo el mundo como para que justamente Remus Lupin fuera padre de uno.
Aún así no todo era color de rosas en la casa; El tío Ted había escapado con un grupo de magos nacidos de muggles y mestizos, iguales a él. El ministerio que ahora estaba bajo el mando de los mortífagos había iniciado una exhaustiva búsqueda por ellos para interrogarlos, torturarlos y en algunos casos matarlos.
Querían que la comunidad fuera de sangre pura.
O al menos lo más pura que se pudiera decir...
Dejamos de tener noticias sobre él hace mucho tiempo.
Nos fuimos haciendo a la idea de que quizás ya no volviese más. Nymphadora todavía tiene esperanzas de que reaparezca cuando termine toda la guerra.
Nos mantenemos al tanto de lo que ocurre afuera de la casa por medio de una radio llamada Pottervigilancia que creó Lee Jordan. Además de informarnos sobre asuntos del ministerio y tratar de mantener la calma en el mundo mágico, dan las noticias de quiénes han muerto.
Y hasta el día de hoy (y siendo que hemos logrado sintonizar todas las noches el programa) no hemos escuchado el nombre de Ted Tonks.
Cada cierto tiempo se escuchaban las voces de Kingsley, Remus y Fred en el programa de radio. Eran los informantes más importantes para Lee.
Excepto Fred, él iba más que nada para levantar los ánimos una vez por semana.
Entre nosotros nos veíamos algo así como dos veces al mes. Un día les tocaba a Fred y George acercarse hasta aquí, otro día Artemis y yo nos movíamos para allá.
No era la mejor de las experiencias pero era lo más que podíamos hacer dadas las circunstancias y siendo que no queríamos quebrantar tanto la protección de la casa de Andrómeda.
Primero porque somos todos parte de la Orden del fénix. Segundo porque buscaban al tío Ted. Tercero porque Nymphadora seguía siendo aurora y los mortífagos vendrían contra ella. Cuarto porque queríamos que ese bebé naciera, costara lo que costara.
Lo queríamos sano y salvo. Era nuestra razón para tomar tantas precauciones y a la vez era por quien continuábamos contando los días en el calendario hasta su llegada.
Durante las cortas vacaciones de pascua decidimos no celebrar. Nos pareció que no era el momento apropiado dadas todas las circunstancias que estábamos viviendo.
Remus se quedó con nosotros a partir del inicio de abril porque su hijo nacería dentro de menos de un mes y quería disfrutar del embarazo, así como también ser de ayuda para su esposa en esta etapa.
Con Artemis pudimos ir un día a la casa de Muriel para ver a Ginny, quien había regresado del colegio y, por como notamos el ambiente, ni Molly ni Arthur querían que volviese. Estaban planificando enseñarle allí (lo que estuviera a su alcance ya que ella seguía siendo menor de edad y no podía hacer magia) y arreglárselas entre todos ellos para que Ginny accediera a los conocimientos sin estar en el colegio.
Lo bueno era que Fred y George ahora tendrían compañía diaria.
Según nos contaban su tía Muriel los había quitado de su testamento hace años por una broma de mal gusto que hicieron y ahora con todo eso de vender productos "ilegalmente" desde su cobertizo, por poco no los echa a patadas. Arthur tuvo que borrarle la memoria un par de veces.
— ¿Cómo están todos? —preguntó Andrómeda cuando nos vio llegar a mi hermano y a mi. Teníamos que aparecernos por el bosque y caminar hasta el área protegida de la casa. No había forma de trasladarse al interior o incluso fuera pero cerca.
Habíamos tomado muchas precauciones. Por eso también era peligroso salir, ya que había que irse lejos para desaparecerse y a la vuelta era la misma distancia.
— Bien —contestó Artemis limpiándose los pies en la alfombra de entrada— Ginny está allí con ellos, su hija menor —la mujer asintió con la cabeza— al parecer no volverá a Hogwarts.
— Es lo mejor —susurró.
— ¿Cómo está Tonks? —pregunté curiosa. Hacía dos días que no la veíamos y el último trimestre del embarazo tuvo sus altibajos. Últimamente tuvo mucho dolor de espalda.
— En la cama aún —contestó Remus justo entrando a la sala de estar. Tenía una taza en cada mano— pero se encuentra fuera de peligro. No se preocupen.
— Han elegido el nombre —murmuró Andrómeda con una sonrisa en el rostro. Los miré a ambos expectante, esperando que me dijeran cuál era— Edward, si es un niño.
— El tío estaría muy emocionado con semejante honor —susurré— donde quiera que esté.
— Y si es niña —dijo Remus apoyando ambas tazas sobre una mesita. Hizo una pausa colocando sus manos en los bolsillos del pantalón. Miró a Andrómeda y luego dirigió sus ojos hacia Artie y yo— si es niña, la llamaremos Samantha.
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