Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 73

"Lo lamento mucho Isa. Lo siento tanto...

Te iré a buscar con Nymphadora a la vuelta."


Volví a apretar la carta de Remus contra mi pecho de nuevo.

Tenía que leerla una y otra vez para asegurarme de que lo que estaba escrito y lo que mis ojos veían no era simplemente mi imaginación. Debía de asegurarme al cien por ciento que la noticia de la muerte de mi tío Sirius era real, porque no lo parecía.

Porque días atrás estábamos celebrando navidad juntos y planeando ser una familia con mi hermano. Como siempre debía de haber sido.

Como siempre quisimos todos que así fuera.

Pero nunca podía estar completa.

Siempre nos íbamos armando y desarmando de a pedacitos, nunca podíamos tener el retrato con todas las caras.


Sabía que estar todo el día encerrada en la habitación estaba mal, no le haría bien a nadie. Pero es que tampoco tenía ganas de salir ni de ver gente ni de hablar con alguien.

¿Además con quién lo iba a hacer?

Si Fred y George se habían fugado del colegio. Alicia era una buena amiga, lo mismo Lee, pero no me sentía tan cómoda para contarles estas cosas ni tampoco ellos sabían de la estrecha relación con mi tío.

Cedric estaba muy ocupado con los últimos trabajos de Premio anual, siendo que yo me había ausentado casi dos días por este problema... no quería preocuparlo aún más.

Sobretodo porque estaba planificando cosas importantes para el colegio y suplantándome a mi también.

¿Y entonces quién me quedaba? Enviarme alguna carta con Fred y George, sí... pero no más que eso.

Y para colmo yo debía avisarle a Artemis que el único pariente cercano que teníamos había fallecido. Ni Remus ni Tonks tenían forma de contactarlo, y si la tuviesen no creo que le habrían informado.

Al menos llegó a conocerlo...

No me hubiese perdonado nunca en la vida si no lo hacía venir en navidad a Grimmauld place. Jamás. ¿Qué hubiese sucedido si Sirius no llegaba a reencontrarse con Artie en aquel momento? La culpa me habría carcomido.


Merlín.

¿Y cómo haría yo para contarle que ya no lo vería más a su tío? Si todavía ni yo misma podía asimilar el hecho de que no lo tendría cerca, ni recibiría ninguna carta suya, ningún regalo. Ya no me diría más que mi sonrisa se parece a la de su hermano.

Encima Artie hace unos días me había dicho que cuando terminase el colegio vendría a Inglaterra a vivirse con nosotros.

Pero ahora eramos nada más que él y yo...

Y no podía quedarse en Francia porque la relación con su padre había empeorado hasta el desalojo de su casa. Damien no se opuso.

Para colmo ambos nos teníamos que hacer cargo de aquella enorme casa horrenda donde habitaba el cuadro de la bruja de mi abuela, donde habitaba Kreacher que le molestaba cualquier mago que no fuera de sangre pura, donde habitaban todos los recuerdos tristes de mi familia.

¿Y volver a mi casa? ¿La casa de mamá?

Era igual de doloroso.

Pero no podíamos vivir ambos en el pequeño departamento de Tonks.


¡Maldita sea!

¡Una vez más la vida me arrebataba la felicidad!


Me sequé las lágrimas de las mejillas. Respiré hondo y levanté la carta de mi pecho para releerla otra vez.

Quizás en algún momento las palabras cambiasen y todo fuera tan simplemente una pesadilla.

Un sueño raro del cual me gustaría despertar.



— Isadora... —escuché una voz detrás de mí. Me giré, confundida. No porque alguien me llamase, sino porque, reconocía aquella voz.

Deneb Malfoy estaba escondida detrás de un tapiz, al final de uno de los tantos pasadizos secretos del castillo. Llevaba el cabello castaño oscuro y ondulado por encima de sus hombros, pero más que eso, llevaba unas grandes ojeras debajo de sus azules y profundos ojos.

Unas ojeras como las que yo tenía también.

— Malfoy no puedes estar a estas horas dando —me interrumpió.

— Por favor, ¿Te crees que no lo sé? —Rodó los ojos— solo ven.

Escudriñé a ambos lados del pasillo para asegurarme de que nadie viniese o estuviese cerca. Y con ciertas dudas, entré dentro del pasadizo, dejando caer el tapiz tras nuestro. Una pequeña pero grata luz nos iluminó a ambas, saliendo de su varita que dejó en el suelo con cuidado.

— ¿Qué quieres? —pregunté, todavía confundida.

— Yo... —hizo una pausa. Su voz tembló pero no titubeó en acercarse a mí y fundirme entre sus brazos— sé que es raro esto pero, lo necesitas —susurró.

— Deneb, no tienes que... —murmuré, tratando de contener las lágrimas, pero fue en vano. Rodeé su cuerpo devolviéndole el abrazo.

Jamás habíamos entablado más de cinco palabras entre las dos pero al fin y al cabo, aunque fuera algo lejano, éramos familia. Y ella no era como su hermano, no era como Draco Malfoy. Ella era de mi parte de la familia.

Ella era como Nymphadora, como Andrómeda.

Ella era como Sirius.

Y si bien no sabía ni cómo se había enterado de su muerte ni cómo es que se sentía respecto a mi tío, tan sólo con esta pequeña muestra de afecto me hizo comprender que teníamos más cosas en común de las que hubiese querido.

Pero nos dimos cuenta tarde de aquello... muchos años tarde.

— Nunca conocí a Sirius —dijo en voz baja— ni a nadie de ese lado de mi familia. Siempre fueron los traidores, según mis padres —traté de limpiarme las lágrimas con una mano, mientras dejábamos de abrazarnos— pero desde el inicio me sentí más parte de ellos que de los Malfoy.

— Le hubieses caído muy bien —ambas sonreímos levemente.

Hicimos silencio por unos segundos y decidimos sentarnos enfrentadas en aquel estrecho lugar, apoyando nuestras espaldas contra las frías paredes de piedra.

— Creí que ahora que Fred y George no están en el colegio quizás necesitabas un hombro en el cual llorar.

— ¿Fred te mandó a hacerlo, verdad? —sonrió. Asintió con la cabeza.

— Dijo que quizás nos debíamos una larga charla.

— Es un buen chico —susurré.

— Lo sé. Lo sé muy bien —giró su cabeza hacia el tapiz y comenzó a juguetear con los dedos. Pude percibir que hablar sobre el tema la ponía incómoda, sobretodo porque el pelirrojo ya me había contado tiempo atrás que no iban a estar juntos los dos porque ella temía por su seguridad.

— Mi padre era primo de tu madre —dije— tu tía Andrómeda es muy cercana a mí —me miró, con ojos brillosos— tu prima también. Vivo con ella.

— Yo... no lo sabía —dijo con la voz cortada— en casa nunca hablamos sobre ellas. Mucho menos he tenido relación con ellas, aunque por fuera creo que nos parecemos bastante —asentí con la cabeza— ¿Qué no es aurora Nymphadora? ¿Por qué vives con ella?

— Es aurora, sí. También era mi tutora legal hasta que cumpliera diecisiete años. Mi madre falleció hace un tiempo.

— Lo siento. Eso tampoco lo sabía —se aclaró la garganta— sí sabía lo de tu padre, Regulus. Mi madre siempre dijo que fue asesinado por aurores.

— Nunca sabré la verdad de la historia —me encogí de hombros, aunque algo dolida. Porque realmente nunca sabría lo que le había ocurrido a mi padre. Nadie tenía los hechos exactos de qué hubiese sucedido aquel día.

— Si te consuela, a veces la verdad es peor que la fantasía.

— ¿Cómo te has enterado lo de Sirius?

— ¿Quieres saber? —Afirmé con la cabeza— mi asquerosa tía Bellatrix lo asesinó. Que no te sorprenda que los rumores corran entre los de slytherin. ¿Y tú cómo te has enterado tan rápido?

— Mi padrino... él —hice una pausa, aguantando para no llorar de nuevo. Remus debía estar destrozado y, aún así, se tomó el tiempo para escribirme una carta y decirme lo que había ocurrido— mi padrino era su mejor amigo, y siempre fue como un padre para mí. Me lo contó apenas pudo.

Sacudí la cabeza, tratando de olvidarme del tema. No quería recordar que mi tío ya no estaba entre nosotros ni que Remus debía de estar mucho peor que yo.

— ¿Por qué nunca has venido a hablar conmigo? Draco siempre supo que eramos familia, aunque lejana.

— Supe sobre ti apenas escuché tu apellido en el sorteo de las casas en primer año. Me imaginé que eramos familia, mi madre tiene el mismo apellido —dijo ella— pero no sabía por parte de quién estábamos unidas hasta que se lo pregunté a mi padre. Claro que, eras una Black, y yo una Malfoy —la interrumpí.

— ¿Y qué tiene eso?

— Que yo siempre quise ser parte de esa familia y no de la mía. Te tuve envidia, hasta un poco de resentimiento también. Aunque ni te conocía. Pero tan sólo apellidarte como mi tía... me daba bronca.

Jamás se me hubiese pasado aquella idea por mi cabeza.

¿Por qué alguien querría ser parte de la familia Black?

Pero entonces Deneb me lo hizo comprender... mi apellido tenía dos lados, como las caras de las monedas. Y mi lado de la familia, aunque pocos lo viesen, era el lado que la gente podía llegar a envidiar.

Era el lado de la unión, del compañerismo, de luchar sin bajar los brazos, de las risas, de los abrazos. Era el lado del amor.

Y aunque Fred hablase muy poco sobre Deneb, ya que le encataba mantener su relación en secreto, al menos podía decir una cosa que sí sabía sobre ella: en su familia no había amor, y Fred habrá sido de los pocos (o quizás el único) que le enseñaron lo que era sentirse así.


— ¿Y tú por qué nunca viniste a hablar conmigo? —dijo ella, sacándome de mis pensamientos otra vez. Hoy estaba más perdida que de costumbre.

— La verdad es que —hice una pequeña pausa para meditar las palabras— tu hermano siempre que tuvo la oportunidad me menospreció, me insultó o —me interrumpió.

— Lo sé, no hace falta ni que sigas enumerando.

— Al principio cuando lo conocí a él creí que tú serías igual pero después recapacité. Tú nunca me hiciste nada malo ni tampoco había visto que molestaras a otros —dije— y luego con el tiempo tuve miedo de que cambiaras, y prefería no conocerte para seguir manteniendo mi idea de que eras diferente a ellos.

La chica se acomodó un pequeño mechón de pelo castaño detrás de su oreja y, en el más puro silencio entre las dos, me dedicó una pequeña sonrisa.

— Gracias —susurró.

— ¿Por qué? —dije confundida. Ella se levantó del suelo y me miró, desde arriba.

— Por no pensar que soy un monstruo —murmuró.

Se quedó en silencio viéndome. No sabía que responder ante aquello.

La chica se acomodó la falda y con lentitud se acercó hacia el tapiz del pasadizo, no sin antes darse vuelta una vez más y abrir la boca como para decir algo, aunque ningún sonido salió de allí.

Quise agradecerle por haber compartido esta amena conversación entre las dos. Por haberme prestado su hombro para llorar un rato, por haberme dado un abrazo que necesitaba, pero uno de alguien que comprendiera la situación en la que yo estaba.

Quise agradecerle, quise hacerlo, pero al igual que ella me quedé sin palabras.


Hizo un pequeño gesto con su cabeza a modo de despedida y terminó por atravesar el tapiz.

Entonces me levanté con rapidez del suelo y fui detrás de ella, antes de perderla de vista yéndose a su sala común.

— Deneb —dije en voz baja. Llegó a escucharme porque se dio vuelta.

— ¿Sí?

— Si alguna vez necesitas algo puedes confiar en mí —ella asintió— Lo digo en serio. Lo que necesites, yo estaré.

















— ¿Fred? —dije sorprendida al verlo parado al final de las escaleras de caracol de la sala común de gryffindor— pero... cómo —estaba confundida— ¿Qué haces aquí?

— ¿Crees que me perdería mi propia fiesta de graduación? —sonrió de lado y se aferró a mí para darme un cálido y fuerte abrazo.

— ¿Graduación? —Me reí— tú no te has graduado, mentiroso.

— Pero aún así he sido invitado a la fiesta —nos separamos y se encogió de hombros— McGonagall nos dejó venir. Quizás hemos presionado un poco, para estar contigo —se aclaró la garganta— mañana nos volveremos. A pesar de que nos odia fue considerada en aceptar la petición.

— ¿Y Georgie? —pregunté buscándolo con la mirada en la sala pero no lo veía.

— Subió unos minutos con Lee al cuarto —me sonrió— te ves muy linda Isa. Ese vestido te sienta bien.

— Me lo regaló... Sirius —dije con pesadumbre, pero con una pequeña sonrisa en la cara— hace mucho. Me dijo que era para una ocasión especial y, creo yo, que a esto se refería.

— Lo siento —susurró, acariciando mi espalda— sólo prométeme que no le causarás un infarto a mi hermano —ambos reímos. Un pequeño grupo de chicas que estaban cerca de nosotros y no paraban de mirarnos, especialmente a Fred, rieron también.

— Pensé que este martirio ya se había terminado —le susurré a mi amigo, girándome para no verlas.

— ¿Por qué? Son admiradoras —el pelirrojo ondeó su mano en forma de saludo y las chicas volvieron a reir, de seguro alguna que otra le devolvió el saludo— pronto formarán un club de fans de Gred y Feorge. ¿Te lo imaginas?

— Que hagan uno de Gred solo, porque Feorge ya tiene dueña —rodé los ojos.

— Huelo celos —dijo en tono de burla— sabes que George te ama, no te cambiaría por ninguna de ellas ni por ninguna otra.

— ¿Irás acompañado? —Dije— he hablado con...

— Sería genial si sentaras cabeza alguna vez Fred —me interrumpió una inconfundible voz detrás de mí. Otro pelirrojo pasó a mi lado hasta llegar a su hermano.

— Nos veremos abajo —dijo guiñándonos un ojo y saliendo de la sala común con un andar vago, mientras George se giraba en sus talones para encontrarse con mi sonriente cara.

— Hola amor —murmuró mientras me contenía entre sus brazos y me dejaba un pequeño beso en el cuello.

— Por suerte nos vimos hace poco —susurré. Ambos reímos. Nos separamos y le di un corto y pequeño beso en los labios, no quería llamar la atención.

— Estás preciosa —dijo aún sonriéndome— ¿Quisiera venir conmigo señorita Black? —George hizo una reverencia para luego agarrar mi mano, como si fuera alguna especie de varón real— la escoltaré esta noche, si no le molesta, por supuesto.

— Jamás me molestaría su compañía señor Weasley. Es todo un honor.

— No, por favor señorita Black. El honor es todo mío —ambos reímos. Pasé mi mano por su brazo y nos miramos unos segundos, con ternura, mientras salíamos de la sala común y tomábamos rumbo hacia el aula de transformaciones, donde este año se celebraría la fiesta de graduación nuestra.

Estuvimos junto a Cedric, la profesora McGonagall y la profesora Sprout arreglando todos los detalles desde hace un mes, para que la velada (aunque corta) fuera perfecta.

Al fin y al cabo, era la última tarea que nos tocaba hacer a los premios anuales.



Me quité los zapatos de taco alto con pesadumbre y los dejé caer al suelo de la habitación. George había ido a la cocina a buscar frutillas bañadas en chocolate, porque según él y Fred habían ido a una reunión muy elitista, con unos inversores del ministerio, donde les habían dado champagne con frutillas bañadas en chocolate y no pararon de comentar que era algo delicioso.

Me senté en el borde de la cama de George. Lee no estaba esta noche acompañándonos. Al parecer se había ido con Katie Bell a una velada "romántica".

Fred movió su varita sobre el bolsillo interior de su chaqueta azul, haciendo salir por arte de magia una botella de vidrio de allí. Y otras tres más.

— ¿Tienes pensado emborracharte acaso? —dije riendo. El pelirrojo me miró con una amplia sonrisa.

— Pues sí, me he graduado.

— ¡No te has graduado Fred! —volví a decirle, entre risas.

— Bueno, entonces festejaremos que tú sí —se acercó hacia mi y dejó las cuatro botellas en el suelo, sentándose alrededor de ellas— nuestra bella y querida premio anual.

— ¿Será la última vez que lo digas?

— Si —afirmó. Comenzó a hacer unos garabatos invisibles con sus dedos sobre la madera del suelo— He hablado con mi clon y si quieres, es sólo una propuesta, pero si quieres puedes venir a vivir con nosotros al departamento. Lo único que no puedo prometerte es que haya comida rica —dijo algo apenado— ¡Pero! Estoy aprendiendo a cocinar —me reí.

— Lo agradezco, Fred. Pero Artemis vendrá a vivir conmigo —dije— supongo que iremos a mi casa, la antigua. Donde vivía con mamá.

— Cierto que aún la conservas... —hizo una pausa— también está Grimmauld place, ¿No? Ahora aquella horenda casa es de ustedes dos. ¿Y el elfo? ¿Kreacher?

— Y qué se yo —sacudí la cabeza, algo molesta— no sé nada sobre ese tema. Me enteraré cuando lleguemos a Londres.

Quería disfrutar esta noche con George y con Fred, sin tener que preocuparme por herencias y cosas de adultos. Dónde vivir, con quién vivir. Qué hacer con una casa y con la otra.

Yo sabía que estos próximos meses serían un caos pero por una noche quería divertirme y despejar la mente.

Reírme como cuando éramos chicos y poníamos música para bailar como idiotas.

Eso era lo que quería.


— Freddie —el pelirrojo alzó la vista, mirándome curioso— antes que te fueras de la sala común te estaba diciendo que... he hablado con Deneb.

— ¿Qué? —Dijo con una voz casi imperceptible— ¿Por qué? ¿De qué han hablado?

— Bueno, más que nada cosas de familia. Sirius, nuestros padres —murmuré— aunque creí que tú le habías dicho.

Bajó la vista, algo confundido.

— No he hablado con ella. Le he enviado una carta pero, imposible... No dije nada sobre tu tío.

— Supongo entonces que necesitaba alguien con quien hablar y un abrazo.

— Se veía tan linda hoy... —murmuró, con la voz algo entrecortada.

— Por dios santo, Fred, ve con ella —dije, exhasperada— Vayan a la sala de menesteres, no sé. No puedo verte así. ¿Por qué no aprovechas la noche?

— Está comprometida Isadora, entiéndelo. Por mucho que la ame no puedo hacer nada al respecto. Y si ella quiere que seamos amigos será así. Aunque me parezca una idea de mierda.

Asentí con la cabeza. Fred se veía disgustado hablando del tema.

— Algún día la olvidaré —susurró el pelirrojo.

George entró dentro de la habitación con una cesta llena de comida. A su hermano pareció subirle el ánimo casi de forma instantánea y, al igual que ellos dos, yo también estaba dispuesta a divertirme.

Tomando champagne y comiendo frutillas, imitando gente de clase alta, riendo como tres tontos.

Tirando magifuegos desde la ventana y viendo cuál llegaba más lejos antes de explotar.

Lanzándonos confites desde una punta de la habitación hasta la otra, tratando de atraparlos con nuestras bocas.

Bailando al ritmo de nuestras canciones favoritas, tratando de cantarlas afinadamente después de cuatro botellas de alcohol que no estábamos acostumbrados a tomar.

Creando una noche que quedase para siempre en nuestros recuerdos, como la última que vivimos los tres juntos en Hogwarts.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro