Capítulo 68
Con escena subida de tono (si la quieren saltear, está debajo de la foto de Isadora)
Era el primer partido de la temporada, y siempre el más esperado por todos debido a sus rivalidades: Gryffindor contra slytherin.
Las reuniones del Ejército de Dumbledore habían quedado suspendidas porque Angelina se había empeñado en hacer los entrenamientos casi diarios. Si bien no era algo malo porque quería que ganáramos, no me parecía tan buena idea que todos saliéramos perjudicados por ello ya que Harry estaba ocupado todo el tiempo y no podía enseñarnos, además del hecho de que George también estaba a mil por hora y no podíamos encontrar muchos huecos libres donde escabullirnos. Tampoco ayudaba que yo fuera premio anual y que Umbridge nos estuviera haciendo la vida miserable a mí y a Cedric.
Plus, la expectativa del juego de hoy era mayor todavía porque el año anterior se había suspendido el quidditch.
Pero nos teníamos fe. Siempre le habíamos ganado al equipo de Malfoy. Antes de que él estuviera en su puesto era más difícil, lo recuerdo. Ahora era pan comido a comparación (salvando que siguen haciendo un juego sucio y con trampas). Incluso Fred y George al ver la gran mejora de Ron como guardián, habían dicho que quizá lograra que ellos se sintieran orgullosos de su hermano y que estaban planteándose muy en serio reconocer que Ron tuviera algún parentesco con ellos; lo cual aseguraron que llevaban cuatro años cuestionándose.
Lo bueno era que había amanecido con un cielo despejado y frío. Los días anteriores, con la llegada del mes de noviembre, también habían aparecido los vientos fuertes y las nevadas. Hoy la suerte estaba de nuestro lado incluso con el clima.
Le di un último sorbo a mi té caliente y lo apoyé en la mesa. Largué una bocanada de aire porque el día recién empezaba y ya me estaba aburriendo. Tenía un par de solicitudes de grupos que debía leer, ordenar, reescribir, aceptar o rechazar, y luego debía presentar un acta formal con todos los grupos establecidos a la profesora Umbridge. A mí me tocaba la primera parte, a Cedric el acta. Así nos habíamos organizado ya que él tenía que hacer los entrenamientos de quidditch.
Umbridge se había convertido en una especie de mandamás de Hogwarts porque Dumbledore estaba casi desaparecido (a comparación de años anteriores esta vez no participaba de nada salvo de la cena) y además había comenzado a crear decretos acerca de un millón de cosas. Ya iba por el número 25 o algo así. Uno de ellos dictaba que estaba prohibido formar grupos o clubes, o lo que fuere de ese estilo, sin su aprobación. Así que ahora tenía un pilón de solicitudes que completar para entregárselas a esa arpía.
— ¿Tan temprano y ya haciendo deberes? —sentí los ojos de alguien mirando por encima de mi hombro. Giré la cabeza y me encontré con que George observaba confundido todas las hojas que yo había desparramado en la mesa— ah cierto que eres la pedo astral.
— Que gracioso —dije sarcásticamente. Noté que George se aguantó una carcajada. Volteé la cara para continuar con mi trabajo pero el pelirrojo, antes de tomar asiento a mi lado, me plantó un fuerte beso en la mejilla— no aquí, tonto.
— ¿Por qué no? —Miró hacia el resto del comedor que todavía estaba casi vacío— no hay nadie.
— Pero es que a la gente le gusta hablar y cotillear —comencé a decir— si alguien nos ve, luego podría contarle a Fr —no pude seguir diciendo nada porque George me había agarrado de la barbilla y había acercado nuestras caras para darme otro beso, esta vez en los labios y mucho más intenso que el anterior.
— Entonces si van a hablar —sonrió, todavía sin apartarse de mí— que cuenten la historia como realmente es —reí.
— Cómo has sido capaz de ocultar esto durante casi un mes... —negué con la cabeza sonriendo yo también— me sorprendes.
— Lo sé —dijo sirviéndose el desayuno— soy como una cajita sin fondo en donde cada día encuentras algo nuevo.
— No lo dudo —afirmé.
— Y bueno, ¿Qué hacías? —Dijo mirándome de nuevo con curiosidad— no me has contestado.
— Lo hubiera hecho si no me hubieras besado.
— Lamento mucho que no puedas concentrarte ante mi bella presencia —rodé los ojos.
— Papeleo de clubes —hice un ademán con la mano, sin importancia— me gustaría saber qué haces despierto tú tan temprano. ¿Te has caído de la cama?
— Tenía mucha ansiedad por el partido.
— George... —dije sin creerle.
— Tenía solo un poco de ansiedad por el partido.
— A veces a ti tampoco te sale mentir, sabes.
— De acuerdo —bufó— sabía que estarías despierta y quería estar un rato a solas contigo antes de que vinieran mis dos guardaespaldas llamados Fred y Lee, aunque no sabía que estarías haciendo estas bobadas —señaló mis papeles.
— Hay veces que me dices cosas lindas —sonreí— aunque no falta nunca ese comentario final que lo arruina.
— No podría perderme jamás la oportunidad de hacerlo —mordió una tostada con queso y asintió con la cabeza un par de veces para luego hablar, con la boca llena— aunque en el fondggo de mi corazón creoffp que —lo interrumpí.
— Esa tostada quiere llegar a tu estómago primero —George rodó los ojos, terminó de masticar y luego tragó.
— ¿Mejor así? —Afirmé conformada— decía que en el fondo de mi corazón creo que lo que haces no es tonto, ni nerd, ni ridículo. De hecho me genera cierta fascinación verte concentrada cumpliendo con tus deberes o leyendo un libro o estudiando para algún examen —me sonrojé— y es muy sensual cuando tienes la solución para alguno de nuestros productos fallidos —dijo rápidamente— y que quede por sentado que todo esto que acabo de decir no saldrá nunca más de mi boca.
— Pero te escuché Georgie —dije haciendo muecas con mi boca— dijiste que no hago cosas bobas y que te parezco sexy.
— No, no dije eso —lo interrumpí.
— ¿Ah no lo soy?
— Sí pero —volví a interrumpirlo.
— Entonces sí has dicho que soy sexy —dije con aires de victoria. George rodó los ojos y terminó de comer la tostada.
— Eres de lo peor Blacpf —murmuró con la boca llena de nuevo.
— Eso no es novedad para mí —George rió.
No pude contener las ganas de mirarlo, disimuladamente, mientras continuaba con su plato de comida. Cuando se reía se le formaban arrugas al costado de los ojos porque se le achinaban. Y cuando sonreía las comisuras de su boca se hacían más notorias y aparecía un pocito en cada una de sus mejillas.
Lo recordé porque al darse cuenta que lo estaba mirando me dedicó una de sus lindas sonrisas que hacían que me perdiera en el universo.
Fueron unos segundos muy angustiantes. Harry y Draco volaban a pocos palmos del suelo a una velocidad increíble, ambos persiguiendo a la par la snitch dorada. Todos gritaron de satisfacción en las gradas cuando Potter logró atraparla entre sus dedos.
Sin embargo, nunca faltaba el abuso que tenían los de slytherin, cuando Crabbe le lanzó una bludger a Harry por la espalda haciendo que cayera al suelo. Todos los abucheamos. Vi como Malfoy bajaba de su escoba y se acercaba a Harry con rapidez. Ambos parecían estar discutiendo.
No le hizo caso y medio a los empujones, por parte de Angelina, comenzó a caminar hacia los vestidores de gryffindor. Fred y George estrecharon la mano de Harry pero algo estaba sucediendo entre ellos, porque al escuchar a Draco de nuevo ambos gemelos se dieron vuelta, rígidos. Un segundo después Harry estaba sujetando a George y Alicia, Angelina y Katie rodeaban a Fred. Pero Malfoy continuaba con aquello y al parecer a Harry y a George no les estaba gustando lo que decía porque se le abalanzaron encima para pegarle.
El público gritaba. Yo solo pude atinar a taparme la cara con las manos. Esos dos eran tontos... sea lo que fuere que estuviera diciendo Malfoy, deberían haberse contenido. No iba a ser un lindo castigo el que recibieran.
Hooch los mandó a retirarse del estadio cuando Lee terminó de decir sus últimas palabras.
— Y bueno... así concluye este partido —dijo— Slytherin siempre quiere meter púa ¿No?
— Jordan —se escuchó la voz de Flitwick de fondo.
— Ah y a pedido de la profesora McGonagall, por favor Diggory y Black repórtense en su despacho lo antes posible.
Me imaginaba que nos necesitaban para hacer que Harry y George cumplieran sus castigos o para ponerles uno nosotros. De todas formas, sabíamos que si eso pasaba iba a ser algo muy leve porque no había razón alguna para ponerles un castigo horrendo solo por defenderse contra Malfoy. O quizás justamente eso es lo que quería McGonagall que hiciéramos y por eso nos necesitaba.
Me abrí camino entre la multitud para bajar de las gradas y salir fuera del campo de quidditch. Luego de unos minutos ya me encontraba yendo hacia el castillo, seguida por Cedric detrás. Conversamos un poco sobre lo que podría haber pasado en el campo pero ninguno de los dos tenía mucha certeza. Lo único es que habíamos llegado a la conclusión de que, fuere lo que fuere, había sido algo que le había afectado a Harry y a los gemelos.
Probablemente Malfoy estaba burlándose de ellos... durante todo el partido los de slytherin no pararon de cantar una canción horrenda sobre Ron. No me sorprendería que la haya inventado Draco también.
Cuando llegamos al despacho de la profesora McGonagall decidimos quedarnos fuera esperando. Podíamos escuchar que quienes estaban dentro alzaban la voz. Así que para no entrometernos en el asunto creímos que lo mejor era esperar a que alguien nos llamara.
Menos de cinco minutos después la puerta se abrió y Umbridge salió del despacho dejando tras ella un silencio espeluznante. Cedric y yo nos miramos sospechando que algo malo había sucedido. Él terminó de acercarse a la puerta abierta y se dirigió hacia McGonagall.
— ¿Profesora? ¿Qué sucedió? —Preguntó— ¿Nos buscaba?
— Ya no requiero de sus servicios señor Diggory —dijo ella con un tono de voz firme y enojado. Salió fuera del despacho y se dirigió hacia mí también— ni el de usted señorita Black. La profesora Umbridge se ha encargado del asunto. Pueden retirarse —dicho esto, se fue caminando con paso constante hacia el vestíbulo.
Harry salió detrás de ella como un relámpago, dando pisadas fuertes, y George apareció a lo último. Me lanzó una mirada con amargura y también se fue caminando, dejándonos a Cedric y a mí confundidos.
— ¡Hey, George! —Grité persiguiéndolo— ¿Qué pasó? —Cedric se puso a mi lado. A ambos nos costaba seguirle el ritmo rápido a George. Sin embargo él no contestó nada— ¿Los castigaron? —Volví a insistir, pero no hubo respuesta— hola, te estoy hablando —esta vez lo agarré del brazo para intentar frenarlo— ¿Tan malo es que no quieres contarme? —dije con suavidad.
Noté como su espalda perdía rigidez y sus músculos se aflojaban. Giró su cabeza para verme y pude notar que tenía un pequeño tajo en el labio y le sangraba. Se limpió con la manga del uniforme de quidditch y frunció el ceño.
— Me han suspendido de por vida. Y a Harry y a Fred también.
— ¿Qué? —dijimos Cedric y yo a coro.
— ¿Cómo que de por vida? —Dije sorprendida— ¿Pero Fred que tiene que ver?
— Y nos confiscarán las escobas —agregó.
— ¿¡Qué!? —ahora no estaba sorprendida, estaba furiosa. Y podía comprender a la perfección porque todos habían salido de aquella forma del despacho.
— No puede hacer eso —comentó Ced— está mal.
— Esa bruja —refunfuñó— espero poder darle su merecido pronto.
— Alguien tiene que hablar con Dumbledore al respecto —volvió a hablar Cedric— Umbridge está tomando control de todo el colegio. El ministerio está demasiado involucrado en Hogwarts y no —lo interrumpí.
— ¿Pero que harán ahora? —Dije todavía sin poder creer lo que estaba pasando— le faltarán tres personas al equipo.
— ¡No lo sé! —gritó George enfurecido. Se limpió nuevamente el labio ensangrentado y negó con la cabeza— no sé qué cuernos pasará con el equipo, conmigo, con Harry o con Fred. Lo único que sé es que no tengo ganas de hablar con nadie —respiró hondo— iré a la sala común un rato, a comunicarles esto a los demás —pasó sus ojos de Cedric a mí, y viceversa, como esperando una respuesta de alguno de los dos.
— No sería mejor si... —dije despacio y con voz suave— vamos a la enfermería a que Pomfrey te ponga un ungüento en esa herida —George volvió a negar con la cabeza. Podía sentir que estaba decepcionado y a la vez furioso. Nos miró una vez más como despidiéndose y continuo su rumbo hacia las escaleras movedizas.
— Déjalo, está enojado —dijo Cedric apenado— ya se le pasará.
— Lo sé, es solo que —tomé aire— intento ayudar y no puedo solucionar nada. Y no me refiero solo a esto, a todo en general —moví las manos con frenesí— demasiadas responsabilidades juntas.
— Créeme que yo me siento igual —se rascó la nuca— este debe ser el peor año para ser premio anual en Hogwarts —me reí para no llorar.
— Tienes tanta razón —vi como metía su mano de nuevo en el bolsillo de su abrigo, pero la tenía muy roja— ¿Qué te pasó?
— ¿Ah, en la mano? No es nada, me quemé en pociones.
— Pero si no te has quemado en pociones. Yo estoy contigo.
— No te preocupes —fruncí el ceño. Intenté tomar su mano para ver mejor la herida pero estaba haciendo fuerza para no sacarla del bolsillo.
— ¡Cedric! —Exclamé— ¿Por qué me lo quieres esconder si es una quemadura?
— ¿Por qué te interesa verla si te digo que sólo me quemé?
— ¿Quién te ha hecho eso que me lo quieres esconder con tanto énfasis?
— Te he dicho que nadie.
— ¡Cedric! No me mientas. La última vez que vi tus manos estaban bien y —me callé de repente. La última vez fue antes de que le tocara un castigo con Umbridge porque "supuestamente" lo que decía Cedric era mentira. Krum no había sido asesinado por Voldemort y él no había recibido una maldición de un mortífago.
— No le puedes decir a nadie Isa.
— ¿Fue ella? —Dije espantada— ¿Fue Umbridge? —agarré su brazo con fuerza para sacar su mano de adentro del abrigo y dejarla a mi vista. Se podía ver una cicatriz roja— ¿Son letras? ¿Qué es esto? Ced —me interrumpió.
— Bien, sí. Fue ella. Me hizo escribir una frase varias veces en un papel y cada línea iba cortando mi piel —volvió a guardar su mano con cuidado— suena horrible y créeme que yo estoy igual de asustado y perplejo que tú, pero no sé qué podemos hacer.
— ¡Pues hablaremos con algún profesor! ¡Con Dumbledore! —negó con la cabeza.
— Eso es lo que quiere. Y si se entera que yo o alguien habló sobre esto... probablemente tome cartas serias en el asunto —recapacité lo que me estaba diciendo mi amigo.
Si bien era horrible lo que le había hecho a él y que de seguro se lo había hecho a más gente también, no podíamos hacer nada repentino sobre el tema porque iba a ser para peor. Umbridge está controlando toda la escuela y ella es la que, al parecer, ahora tiene la última palabra en todo. Como lo acababa de hacer con Harry, Fred y George.
— Odio decir esto pero tienes razón —asentí con la cabeza— es asqueroso. Pensar que podría estar haciéndoles esto a niños de primero quizás. Con solo once años.
— No —dijo Cedric firme— he logrado convencer a la profesora Sprout y a Binns de que un alumno de primer año había hecho una broma muy pesada y necesitaba que me dejasen revisarles las manos a todos, uno por uno, para ver si tenían residuos de polvo de las bombas fétidas.
— Oh, wow. Qué inteligente —murmuré sorprendiéndome de las capacidades resolutivas que tenía Cedric— ¿Y entonces?
— Nada —negó con la cabeza— ni uno tenía cicatrices. Y me encargué también de advertirles a todos que no hicieran nada que a Umbridge le disgustara. Por las dudas.
— Sí que eres digno de ser el premio anual Ced —ambos reímos.
— Como has dicho tú, solo intento ayudar, aunque no puedo solucionar nada —puso una mano en mi hombro— sugiero que vayas a tu sala común. Debe ser un revuelo...
— Reza por mí —dije despidiéndome de él.
El domingo por la mañana no tenía más deberes que hacer, así que me lo tomé como día libre para pasar el rato junto a Fred y George. Muchos de los alumnos estaban en los jardines deslizándose en trineo o patinando en el lago Negro que se había congelado por el frío que hacía.
Mientras tanto, lo más divertido para Fred y George era lanzar bolas de nieve encantadas a la ventana de la sala común de gryffindor, donde su hermano menor se encontraba haciendo un gran pilón de tarea que había dejado para último momento (al igual que Harry).
— Chicos les dije que ya los han molestado bastante —dije luego de una hora— no les tiren —no pude terminar de hablar cuando una bola de nieve cayó directo en mi cabeza. Me levanté del suelo dejando caer el libro que leía y miré a los dos gemelos que no pudieron aguantar estallar en carcajadas.
— Ah Fred, ahora nos castigará por lanzarle nieve —dijo George todavía riendo.
— No me quiero ni imaginar las torturas que nos hará —agregó Fred. Rodé los ojos y sonreí.
— Son dos idiotas —agarré el libro del suelo y lo sacudí para que no se mojara al derretirse la nieve— pero de verdad, no tiren más bolas a la torre de gryffindor.
— Bueno es que si no podemos molestarlo a Ron... no queda otra que molestarte a ti —Fred se encogió de hombros.
— Tienen a Ginny allí —señalé a una pelirroja cerca del lago.
— No, pobrecita —murmuró George— a Ginny no.
— ¿A ella no pero a mí sí? —Ambos se miraron entre sí para luego girarse hacia mí y mostrarme sus más grandes sonrisas— supongo que eso es un sí —pasé al lado de ellos caminando y me siguieron por detrás.
— ¿Te vas? —preguntó George.
— Estoy cansada y voy a ir a leer tranquila a mi habitación —dije— los veré después en la sala común.
— Qué amargada —dijo Fred.
— Déjala, está cansada —agregó George haciéndole señas a su gemelo para que no viniera detrás de mí.
Le agradecí con la mirada y me devolvió una pequeña sonrisa disimulada para que su hermano no lo notara. Continué caminando por los terrenos hasta entrar dentro del castillo otra vez. Di sólo un par de pasos cuando me encontré con que Fred venía corriendo atrás mío. Me estaba haciendo señas para que disminuyera el paso porque estaba quedándose sin aire, así que hice caso a sus pedidos. Esperé a que llegara hasta mi y que pudiera recuperar el aliento otra vez.
— ¿Qué sucede? —le pregunté curiosa.
— No sé cómo pero logré despistarlo a George, no sabe que estoy aquí contigo.
— ¿Y por qué? —Dije confundida— ¿Qué pasa?
— De acuerdo... Necesito decirte algo. No te va a gustar ni un poco pero creo que como tu mejor amigo debo contártelo.
— ¿Qué pasó Freddie? —Pregunté preocupada— dímelo de una vez por todas, me asustas.
— Si te hago sentir horrible me voy a sentir muy culpable pero es que... de verdad necesito que lo sepas.
— Está bien, tranquilo, puedes decírmelo. No voy a odiarte.
— Bien, bueno —comenzó a juguetear nervioso con sus dedos— perdón que traiga el tema así de la nada pero es que en serio tengo que decírtelo.
— ¡Pues dilo Fred! Qué tantas vueltas...
— Eh, George me ha dicho hace cosa de una semana que —hizo una pausa y tragó saliva— que él está viéndose con una chica —mi corazón se aceleró a mil por hora— te juro por mi madre y todos los santos que intenté guardarme esta información porque sabía que te ibas a sentir mal pero por otro lado me sentía mal yo por esconderlo y —lo interrumpí.
— Tranquilo Fred —apoyé una mano en su hombro— no es la muerte de nadie —suspiró aliviado.
— Sinceramente había una parte de mí que no quería contártelo porque quizás te hacía daño pero no sé, sentí que te estaba traicionando al no decírtelo.
— No te preocupes Freddie, no has hecho nada malo.
— Lo siento. Mi hermano es tan estúpido —negó con la cabeza— no sabe lo que se pierde —sonreí un poco triste. Ya no me parecía tan divertido mantener en secreto mi relación con George... en estos momentos podía darme cuenta de que Fred estaba algo afligido por el tema. Pero a la vez sería gracioso ver qué es lo que le hace a George ahora que sabe que sale con alguien, y que no soy yo. Seguro le va a hacer la vida imposible.
Sentí los cálidos brazos de Fred alrededor mío y le devolví el abrazo.
— Voy a hacerlo entrar en razón a George —me susurró— ya se está pasando...
— Está bien Fred, de verdad que —me interrumpió.
— No, no está bien lo que hace —me apretó más fuerte contra él— es un idiota y no puede darse cuenta de una vez por todas que eres lo mejor que le pasó en la vida y te va a dejar ir y tú te irás con otro y no tendrán hijos juntos y no le podrán poner Fred a uno de ellos —me reí. Ambos nos separamos y lo miré a los ojos.
— Te prometo que, tenga con quien tenga hijos, al primer varón le pondré Fred —sonrió— pero tú le tienes que poner Isadora a tu hija —soltó un bufido.
— Como si yo fuera a tener hijos... que ilusa.
— Fred... —me interrumpió.
— Si tengo hijos, a mi tercer hija le pondré Isadora.
— Santo dios, no funciona así. Pero bueno —Fred estiró su mano para que se la estrechara así que eso hice. Ambos asentimos con la cabeza.
— Trato hecho —dijimos al unísono. Terminamos riendo y me volvió a abrazar. Esta vez fue uno más largo y cálido. Me dejé fundir entre sus brazos un ratito. Hacía tiempo que no estábamos en esta situación y a veces lo necesitaba. Y a veces Fred también lo necesitaba.
— George se dará cuenta —murmuré— dale un poco de tiempo y verás que lo hará. No me siento mal de que salga con alguien —nos separamos otra vez— tiene todo el derecho del mundo de hacer lo que quiera.
— Pero, ¿No te duele que no seas tú? —me quedé pensativa por un momento. Todo esto era una mentira, pero quería hacerlo parecer lo más real posible. Había que mantener el juego un rato más.
— Me molesta, sí —agaché la cabeza— pero estoy segura de que pronto si seré yo.
— Créeme que cuando te digo que no eres la única que así lo quiere, no miento —sonreí de lado.
— Yo hablaré con George —Fred me miró confundido— creo que es mejor que dejemos todo bien en claro acerca de lo que siente cada uno y también quiero escuchar de su boca que me diga que sale con alguien.
— Concuerdo contigo. Si está tan alzado como para salir con otra, debería tener la valentía suficiente como para contártelo él mismo —reí.
— ¿Sabes qué? Tienes razón Fred. Ve a decirle que quiero charlar con él. Lo esperaré en las cocinas.
— Dalo por hecho —contestó alegre. Lo vi trotar por el pasillo hasta perderlo de vista en los terrenos y yo me encaminé hacia el retrato de las frutas que daba entrada a las cocinas.
— ¿Me buscabas? —giré la cabeza al escuchar la voz de George detrás de mí. Estaba terminando de bajar las escaleras— Fred dice que tenemos que hablar de algo muy serio y es de vida o muerte —reí por lo bajo.
— Sí, George. Tenemos que charlar sobre un tema muy importante —dije burlonamente— me he enterado que sales con alguien y necesitamos discutir ese asunto.
— Oh, sí —afirmó con la cabeza— debemos ponernos al tanto de esto y quiero aclarar las cosas contigo. Digo, debería haberte dicho antes que me estaba viendo con una chica de gryffindor pero —lo interrumpí.
— ¿Y encima es de gryffindor? —me hice la dolida poniendo una mano en mi pecho y abriendo la boca sorprendida— ¿Algo más que deba saber?
— Déjame pensar —miró hacia arriba frunciendo el ceño y se cercó con lentitud hacia mí— es rubia. Es inteligente. Le gusta leer. Es delgada y pequeña. Es graciosa también.
— Creo que te estás inventando esa historia sólo para darme celos.
— ¿Ah, sí? ¿Y por qué?
— Porque no hay ninguna chica de gryffindor así como la describes.
— No las conoces a todas —sonrió— esta es muy pero muy bonita.
— Bueno... quizás sí sé de quién hablas —reí torpemente. George se acercó más todavía para darme un pequeño beso en los labios, pero lo empujé para separarnos— aquí no.
— Me estoy cansando de escondernos.
— Pero ahora que le has dicho eso a Fred se viene la mejor parte —supliqué— por favor sólo un poquitito más.
— De acuerdo. Pero necesitamos encontrar un lugar donde podamos estar juntos un rato y que no sea el bosque o los terrenos —dijo serio— ya hace mucho frío para irnos de noche.
— Creo que se me ocurre uno —dije mordiéndome el labio inferior.
Agarré a George de la mano y lo obligué a caminar con paso rápido por las escaleras antes de que cambiaran de lugar y nos llevaran por el trayecto más largo. El pelirrojo no paró de preguntarme a dónde estábamos yendo, pero preferí mantenerlo en secreto hasta que llegáramos.
Cuando estuvimos en el quinto piso fuimos por el pasillo de la izquierda donde estaba la estatua de Boris el Desconcertado. Le pedí a George que esperara allí mientras yo me acercaba hasta cuarta puerta. Había un cuadro de un marinero a su lado.
— Black —dijo el joven de la pintura al verme— has llegado antes que Diggory esta vez —me sonrió.
— Lo sé —le devolví la sonrisa— ¿Cuál es la contraseña?
— Esencia de jazmín.
— Gracias Brod —el marinero hizo un gesto de saludo con su sombrero y continuó a trapear el barco en el que estaba. Le señalé a George para que se acercara hacia mí. Le dije la contraseña a la puerta de madera y ésta se abrió por arte de magia. Cuando el gemelo llegó a mi lado seguía con la misma cara de confusión que tenía cuatro pisos abajo.
— ¿Qué es este lugar? —preguntó sin entender entrando dentro junto a mí. Cerré la puerta asegurándome de que nadie nos hubiera visto.
— Un lugar que Fred no conocerá jamás llamado baño de prefectos.
— Oh —soltó George— así que esto es eso —murmuró— siempre me lo imaginé diferente. Más grande y lleno de flores y colores dorados. Pero el mármol blanco y las mil canillas sobre la bañera enorme son tal cual lo soñaba.
— Bueno, me alegro que te guste —dije— porque en estos momentos yo soy la única persona que sabe la contraseña y nadie más podrá entrar.
— ¿Por qué sólo tú lo sabes? —se giró a verme.
— Todos los domingos la contraseña cambia y el cuadro que está afuera sólo puede decírsela a alguno de los dos premios anuales. Suele ser Cedric el encargado de venir a pedir la contraseña y luego yo se la informo a los demás... pero esta vez le gané de mano a Ced.
— No te digo yo que la chica esa de gryffindor es inteligente —reímos. George se acercó hacia la enorme pileta de natación que tenía cientos de grifos dorados a su alrededor para investigarla. Caminé con lentitud detrás de él.
— Si quieres puedes abrir los grifos —dije señalando las perillas— la primera es el agua fría, la segunda la caliente y la tercera es para las burbujas.
— ¿Por qué? ¿Acaso quieres darte un baño? —giró su cabeza hacia mí con una sonrisa pícara en el rostro. Me sonrojé un poco pero me encogí de hombros.
— No me vendría mal relajarme un ratito —vi a George agacharse hasta el suelo para abrir la canilla del agua caliente y la de las burbujas. Porque nunca estaban de más las burbujas. Se levantó de nuevo y acercó hacia mí para darme un pequeño besito en la mejilla y abrazarme.
Apoyé mi cabeza en su pecho mientras disfrutaba de aquello.
— Lo esconderemos un poco más esto —susurró— solo para ver qué hace Fred, pero no mucho más.
— No —afirmé— no aguantaría yo mucho más.
— Plural. No aguantaríamos —alcé la cabeza y lo miré a los ojos.
No. La verdad es que ya no íbamos a durar mucho más en esta situación.
Acerqué mi cara a la suya para besarlo. Cerré los ojos y me dejé llevar por el instinto. Acaricié sus dos mejillas con mis manos y sentí como él, con lentitud, me llevaba caminando hasta quedar aprisionada entre la pared y su cuerpo.
Mis manos comenzaron a bajar por el pecho de George hasta lograr desabotonar el abrigo que tenía puesto. Soltó sus manos de su cintura para poder quitárselo.
Lo tomé por la cara otra vez y volví a besarlo. Esta vez con más pasión. Nuestras lenguas danzaban en ambas bocas, con furia. Podía sentir la respiración agitada de George sobre mis labios. Se separó unos segundos de mi boca, apoyando su nariz en la mía, para aprovechar a bajarle el cierre a mi abrigo, sacármelo y tirarlo en el piso junto al suyo.
Me empujó de nuevo contra la pared. Comenzó a pasar sus manos por mi espalda, bajando hasta las nalgas para apretarlas. Separó su boca de la mía para dirigirse a mi cuello y continuar los besos allí.
Casi un segundo después había colocado sus manos debajo de mi sweater y mi camisa y me estaba quitando todo a la vez por encima. Siquiera se había tomado la molestia de sacar prenda por prenda.
Tiró todo al suelo y miró mis pechos con cara de quién había ganado una muy larga batalla. Aunque fueran pequeños, se ve que tenían sus encantos.
Sentí que mis mejillas ardían de calor. Jamás me había sonrojado tanto. Pero George no lo había notado. Estaba más interesado en besarme el cuello y los senos.
No estaba bien esto, claro que no estaba bien. Luego de aquella vez con Damien me había prometido a no volver a repetir la historia, no tan rápido...
Pero bueno, digamos que esto era diferente ¿Verdad? Había amado a George durante años, me iba a derretir, morir de placer, si esta tarde el pelirrojo no me hacía suya.
— ¿Estás segura verdad? —preguntó casi sin aliento, sacándome de mis pensamientos.
— ¿Yo? —Dije confundida— claro que sí —lo empujé hasta uno de los bancos de mármol que había en el lugar e hice que sentara allí. Le quité el buzo y la remera que traía puesta. Me mordí la mejilla por dentro. Mis sospechas no fallaron. George sí tenía el pecho lleno de pecas y unos pectorales bien firmes. Tanto golpear bludgers debía dar sus beneficios— ¿Tú estás seguro?
— Nunca en toda mi vida estuve tan seguro de algo.
— Tienes... —susurré. Pasé las yemas de mis dedos por la piel de sus costillas derechas. Había varios nombres tatuados. Eran sus padres y hermanos, Ginny, Lee. Del otro lado también había un tatuaje, un poco mayor— ¿"Realizada"?
— Fred tiene tatuado "Travesura" —sonrió. Miré un poco más debajo de aquella palabra, casi sobre las caderas había un tatuaje más— ah, ese ya lo podrás ver pronto —dijo agarrando mi cintura con furia. Me dio unos pequeños besos en el abdomen mientras intentaba en vano desabrocharme el corpiño. Se frenó, enojado, y decidió que mejor me quitaba las botas, las medias y el pantalón antes de que pudiera decirle algo.
— No se vale —susurré— me estás ganando.
— Me parece que soy más rápido que tú —dijo.
— Ya veremos —agregué acercándome a su cara. Le planté un fuerte beso y me agaché para desatarle las zapatillas a él también y sacárselas, junto a sus medias.
Cuando me incorporé George me tomó de la cintura otra vez y me apretó contra él para continuar acariciando la espalda y besar mi abdomen. Desabroché su pantalón con las manos temblándome, porque podía sentir lo excitado que estaba él. Cuando quise sacárselos, decidí llevarme también su ropa interior.
— Gané —susurré viéndolo a los ojos. Tiré la ropa a un costado y cuando George volvió a sentarse en el banco, me puse arriba de él, aun conservando mis bragas. Pude sentir la totalidad de su erección contra mi intimidad, palpitando.
Volvió a besarme desenfrenadamente para luego poner una de sus manos en mi trasero y la otra recorría con lentitud mi espalda. Bajé mis manos por su pecho, un poco musculoso. Ya los besos y las caricias se hacían más intensos.
Comencé a tocar su miembro con suavidad, haciendo movimientos hacia arriba y abajo. El pelirrojo soltó un pequeño gemido entre beso y beso.
— Isa —susurró George con la voz entrecortada mientras se separaba de mí.
— George —dije acariciándole la nuca. Me agarró de ambas piernas y se levantó del banco. Atiné a sostenerme de sus hombros y me apoyó con delicadeza sobre la única alfombra que había en el lugar. Probablemente debía ser el rincón más cómodo de la habitación.
Y en esos momentos lo era.
Me regaló un pequeño beso en el cuello y se separó de mí al escuchar que las canillas de la bañera se cerraban.
— ¿Sucede algo?
— No. Tan solo me había olvidado que las habíamos encendido —dijo mirándome con deseo.
Me quitó lo que restaba de ropa y por fin pude apreciar su cuerpo mientras él estaba distraído con el mío. Se acomodó mejor arriba de mí y lo agarré de la nuca para presionarlo aún más contra mi cara.
Mordió mi labio inferior, agarrándolo suavemente entre sus dientes mientras introducía con lentitud sus dedos en mi intimidad. Era lo más dulce y excitante que había experimentado, y desde ese momento, supe que estábamos a un paso de perder la cabeza por completo.
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