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Capítulo 59

— Vamos, por favor —volvió a suplicar Fred esta vez poniéndose de rodillas frente a mí. Lo bueno era que la sala común estaba casi vacía y no era tan escandaloso el espectáculo que él estaba haciendo— ¿Un ratito?

— Fred —suspiré— está George en la habitación.

— Sí, y me importa un comino. Que se vaya si le molesta tu presencia allí.

— A mí me molesta, por eso no voy.

— Solo un rato —suplicó de nuevo— hace meses que no hacemos nada divertido Isa. Te la pasas detrás de ese clon tuyo —lo interrumpí.

— Ya te dije que no es mi clon.

— Bueno, como sea —rodó los ojos— estás con él y con el otro francés y detrás de Cedric... ya ni tienes tiempo para nosotros.

— ¿Nosotros? —Me aclaré la garganta— querrás decir, tú.

— George está medio tarado, lo sé. Son las hormonas. Pero dale una oportunidad, ¿Aunque sea de ser amigos otra vez?

— De acuerdo, iré, porque te estás poniendo pesado ya —negué con la cabeza y me levanté del sofá resignada. Fred esbozó una pequeña sonrisa— pero te advierto —lo apunté con mi dedo índice— a la primera que se pase de la raya me voy.

— Suena justo —asintió con su cabeza. Caminamos hasta la escalera caracol y al terminar de subirla nos topamos con Angelina.

— Black —dijo ella cruzándose de brazos.

— ¿Sí? —Sonreí falsamente— ¿Qué hice ahora?

— ¿Irás a tu dormitorio? —alzó una ceja.

Estaba a punto de decirle unas cuantas cosas bonitas cuando Fred me agarró del brazo y me indicó con su cabeza que fuera a la habitación. Le hice caso cuando escuché que comenzaba a darle un discurso a Angelina sobre lo buena prefecta que era ella.

Puaj.

Pero bueno, por lo menos así me libraría de ella.


Toqué en la puerta del dormitorio de los de sexto y Lee me abrió sorprendido.

— ¿Sucede algo? —murmuró.

— No, solo vine porque Fred me lo pidió.

— Fred no está aquí.

— Lo sé Lee, está hablando con Angelina pero ya viene.

— Oh —asintió con la cabeza— bueno, pasa —el moreno se corrió de la puerta y caminé hacia el interior de la habitación.

Ahora que me daba cuenta, esta era la primera vez que pisaba aquel lugar... sonaba tan raro que estuviéramos ya en el mes de noviembre y recién ahora entrara al cuarto de los chicos. Siempre solíamos juntarnos en la primera semana a comer grageas, escuchar música y reírnos de la vida.

Pero al parecer las cosas ya no eran como siempre.

— Isa —volvió a hablarme Lee— ¿Has visto si Katie está en la sala común?

— ¿Bell? —Asintió— estaba con otra chica frente a la chimenea hace unos minutos.

— Gracias, tengo que hablar un momento con ella —dicho esto salió de la habitación cerrando la puerta tras él. Me acomodé en la cama más cercana, sentándome en el final de ella. Siquiera sabía de quién era.

— ¿Fred? —escuché la voz de George desde el baño. Segundos después el chico apareció por allí y me miró sorprendido mientras se rascaba la cabeza.

— Está fuera —dije con timidez— ya viene.

— Estás... —me miró un rato en silencio, que me pareció una eternidad, hasta que volvió a hablar— en mi cama.

— Oh, lo siento mucho —me levanté de un salto y comencé a hacer de cuenta que alisaba los cobertores en donde me había apoyado— pero que torpe soy. No quise estropear su perfecta e inmaculada cama señor Weasley —dije con sarcasmo todavía haciendo las mímicas— estoy muy apenada por —George me agarró la mano y enmudecí por la sorpresa.

— No lo dije para retarte —murmuró— creí que te gustaría saber que esa era mi cama. Aquella es la de Fred y la de Lee —señaló las otras dos restantes y soltó mi mano. Asentí con la cabeza y me erguí recta, bastante avergonzada por lo que había hecho segundos atrás.

¿Ahora se hacía mi amigo?

Fred entró en la habitación haciendo ruido como de costumbre y se rió al vernos.

— ¿Qué pasa? ¿No hay pelea hoy? —Sonrió y caminó hasta su baúl para quitarse los zapatos y lanzarse de un salto a su cama— hey, Isa. Allí duerme George —señaló detrás de mí— te sugiero que no te acerques mucho.

— Se lo acabo de decir —habló su hermano— es que es la primera vez que viene a la habitación, siquiera sabe dónde dormimos.

— Que quede claro que no es mi culpa —me crucé de brazos.

— Te he invitado a venir antes —murmuró Fred acostado.

— Pero claro, era más importante ir con ese francesito que te hace ojitos —George negó con la cabeza y se sentó en el borde de su cama— ¿Qué hacen de divertido?

— ¿Disculpa? —Alcé ambas cejas incrédula— yo no tengo que darte explicaciones de nada. Y si he preferido pasar algunas tardes con él es porque no me molesta verle la cara como si me sucede contigo.

— Genial —George sonrió— ahora mi cara te pone malhumorada. Pues déjame decirte que tendrás que aguantarla hasta terminar el colegio.

— Veníamos bien... —susurró Fred levantándose de la cama y colocándose entre nosotros dos.

— Fred, mejor dejamos esto para otro momento —dije— no pienso compartir habitación con él —señalé a George con la cabeza— si está dispuesto a recriminarme todo lo que hago y lo que no.

— No, tú no te vas —Fred me miró a mí y luego a su hermano— y tú te comportas. Estoy harto de que vivan peleados, ¡Cielos santo! —Dio un pisotón— ¡Nada más trátense bien! ¡No les estoy pidiendo que tengan sexo! ¿Tanto les cuesta? —Se aclaró la garganta— aunque tener relaciones quizás no les venga nada mal —le pegué en el brazo y se rió. Yo solo bufé.

— A la próxima me voy —le dije a George— ¿Queda claro?

— Si mi reina, mi princesa de mis cuentos de hadas, mi chocolate relleno de —lo interrumpí.

— No empieces con el sarcasmo porque te vuelo todos los dientes de una patada. Lo juro —George rodó los ojos.

— De acuerdo, te trataré bien.

— ¡Así me gusta! —Fred sonrió.

— Pero que conste que también ella tiene que tratarme bien —George se levantó de la cama, se acercó un par de centímetros más a mí y me miró alzando una ceja— ¿Has entendido?

— ¿Yo? —Me hice la dolida— ¡Tú eres el que empieza!

— Pero qué mierda —susurró Fred malhumorado, al mismo tiempo que trotaba furioso hacia el baño.

— Tú eres la que siempre se siente tocada por lo que digo. Recién nada más —lo interrumpí.

— No mientas —dije— ese eres tú.

— Te había preguntado qué hacías de divertido con Damián y tú —volví a interrumpirlo.

— Se llama Damien, no Damián.

— Como sea —rodó los ojos— te tomaste muy a pecho la pregunta, lo hice con buenas intenciones.

— Sí, claro —dije sarcásticamente— lo dijiste con tono despectivo; "Ese francesito que te hace ojitos" —lo imité.

— "Ay es que Rose es tan boba y su risa suena como una foca pariendo" —George me imitó— tú también te burlas de la gente con la que yo me junto. No te hagas la santa —solté una pequeña carcajada.

— Me declaro culpable de haber dicho todo eso y más. Y sabes que es real lo de su risa.

— A mí no me molesta —se encogió de hombros— por lo menos su voz no es tan insoportable como la de otras —remarcó esta palabra— personas.

— Oh, sí —asentí con la cabeza— concuerdo en que tu voz suena muy chillona luego de escucharla un rato. No me imagino cómo debe ser para el pobre de Fred...

— En realidad es más soportable que el mal aliento, ¿Verdad?

— Si lo dices por mí estás muy equivocado y lo sabes.

— Pobre Damián...

— ¡Es Damien! —di un pisotón en el suelo.

— ¡Como sea! —gritó Fred saliendo desde el baño con los dientes y los puños apretados. Me asusté. Jamás lo había visto así de enojado— ¡Damien, Damián, Damierda! ¡Están rebalsando mi paciencia, se los juro! —Largó un fuerte resoplido y se acercó a la puerta— les voy a decir una última cosa a los dos —hizo un pequeño silencio en el cual se dedicó a mirarme a mí y luego a George y así hasta que decidió volver a hablar— no pretendan que continúe intentando arreglar este embrollo que ni siquiera causé yo. Ya hice demasiado y a ustedes parece no importarles. Para mí, el juego ya terminó. Ambos son grandes ¡Maduren! Si se quieren, estén juntos. Si no, aléjense —giró el picaporte de la puerta y la abrió— Isadora vete —señaló con su mano hacia afuera.

— N-no, Fred —dije tragando con dificultad— ya no me pelearé con George.

— Eso dijeron hace unos minutos y volvieron a hacerlo. Sal de la habitación.

— Fred espera —George intentó hablar pero su gemelo lo interrumpió.

— He dicho que te vayas —volvió a decir.

Asentí con tristeza. Agaché la cabeza y caminé fuera de la habitación sin poner de nuevo un ojo sobre Fred o George. No iba a voltear para parecer lastimera.

Quizás Fred estaba en todo su derecho de estar enojado con nosotros dos, y no me cabe ninguna duda que esto le duraría cierto tiempo, pero estaba claro como el agua que aquello me había dolido.

¿Por qué me había dolido? ¿Porque Fred estaba furioso conmigo? ¿Por la pelea? ¿Porque me gritó?

No, nada de eso.

Porque él tenía razón. Porque él sabía que esa tenía que ser nuestra realidad. O volvía a ser todo como antes con George (o mejor)... o teníamos que alejarnos.

Ya no solamente nos estábamos lastimando a nosotros, sino también a la gente que nos rodeaba.

Y eso era lo que más me dolía.



"Escapémonos un rato de todos esta noche. Te espero en el puente colgante al comienzo del nuevo día.

Damien."


Doblé el pequeño pergamino al medio y lo guardé de nuevo en el bolsillo de mi saco gris. Me miré al espejo y tenía, como ya era costumbre, una sonrisa idiota de oreja a oreja. No debía de haberme burlado todos estos años de aquellas chicas que parecían embobadas por Fred o por George. Ahora las entendía.


Ya era casi la medianoche.

Terminé de arreglar mi cabello lo mejor que podía. Este día había hecho mucha humedad y tenía todo el pelo esponjoso.

De seguro que existían productos que podrían solucionar mi problema, pero yo no tenía mucha idea de esas cosas sobre belleza femenina. Punto en contra para mí. Pero qué se le va a hacer... lo poco que sé sobre eso me lo enseñó mi madre y a Tonks mucho no le puedo preguntar porque ella está en una situación peor que yo con respecto al tema.

Me coloqué una bufanda alrededor de mi cuello porque afuera estaba haciendo bastante frío. Cuando salí del baño ninguna de mis compañeras se encontraba en la habitación, lo cual me alivió mucho. No por Alicia, sino por Angelina, que de seguro me hubiera dado uno de sus típicos sermones por salir a esta hora del dormitorio. Lo único que debía hacer era no encontrarme con ella por el camino.

Obvio, ni con ella ni con nadie más que pudiera potencialmente ponerme en detención.


Me tomé mí debido tiempo para escabullirme por todo el castillo hasta llegar al punto de encuentro. Lo más probable es que me hubiera retrasado un poco de la hora acordada, pero tan sólo debían ser un par de minutos. Había salido antes de la sala común a propósito para no llegar impuntual. Odiaba serlo.

Cuando di un paso dentro del puente, dos fuertes brazos me estrujaron por la cintura y sentí una respiración sobre mi cuello.

— Buenas noches mademoiselle —susurró Damien depositando un pequeño y cálido beso en mi mejilla. Sonreí de nuevo.

— Hola Da —dije girándome para verle la cara. Sus ojos celestes brillaban bajo la iluminada luna que adornaba el cielo nocturno, y se le habían formado dos comisuras, una a cada lado de la resplandeciente sonrisa que lucía en su cara.

— Gracias por venir —murmuró.

— Gracias por invitar —dije.

— Gracias por ser tan linda —me reí. Mis mejillas debían estar más coloradas que una cereza.

— Gracias por ser tan caballero —le continué el juego. Damien volvió a sonreír y me dejó un suave beso en los labios, para luego acomodar un mechón de cabello mío detrás de mi oreja.

— Es el trato que se megece alguien como tú —me tendió su mano y ambos entrelazamos nuestros dedos. Caminamos en silencio un par de segundos hasta quedar en medio del puente. Nos apoyamos sobre la baranda y Damien fue el primero en romper el silencio.

— ¿De qué podemos hablar hoy? —Dijo— ya me has contado bastante de lo que te gusta, tus amigos, tus pasatiempos.

— Tú me has hablado de tu familia, de tu país —me hice la pensativa— creo que es momento de discutir qué vino primero. El huevo o la gallina —ambos reímos.

— El huevo, sin duda alguna.

— Cuéntame de tu colegio —dije sonriéndole a Damien— No sé mucho de él... ¿Cómo es?

— Oh, verás —se veía entusiasmado por hablar de ese tema— Beauxbatons es como una mansión, un pasalio.

— Palacio —lo corregí y ambos reímos.

— Eso —me sonrió y continuó hablando— es todo de cristales y mármol, oro y plata —me asombré— pero Hogwags no se queda atrás. Me agrada este lugar, tiene un aire pittoresque, ¿Cómo se dice?

— Pintoresco —volvió a sonreírme. Cada vez que lo hacía mi cuerpo se debilitaba un poquito más. Tenía el gran poder de derretir cualquier corazón con esa sonrisa.

— No tenemos un bosque, ni un lago —se aclaró la garganta— peggo si tenemos jardines con flores, esgtablos, un río y una cascada.

— ¿Una cascada? —Dije sorprendida— que hermoso.

— Es muy bonita en primavera —me miró— casi tan linda como usted, mademoiselle —me sonrojé— ¿Qué significa el escudo que tienes en tu túnica? He visto que son cuatro diferentes.

— Son las casas de Hogwarts. Yo soy de gryffindor, un león, rojo y dorado. Entran los más valientes y leales —me sonrió— luego están hufflepuff, los que visten de amarillo y negro.

— Como tu amigo Cegdic —intentó autocorregirse con mala fortuna— Zedrig.

— Te falta un poco más de práctica —se rió— claro, él está en hufflepuff. Los que van de azul y bronce son los de ravenclaw y los de verde y plata... slytherin... Los peores —susurré— por suerte no entré allí.

— En Beauxbatons hay sólo tres casas. Bellefeuille, Ombrelune y Papillonlisse. Yo estoy en la primera. Donde residen los valientes y aventureros —sonreí— paggece que tenemos algo en común.

— ¿Y Phillipe en cual está?

Ombrelune —dijo medio enojado— en esa se encuentran los astutos, fríos y algunos con apellido de sangre pura. Muchos de los magos oscuros de Beauxbatons estuvieron en Ombrelune. De todas formas, no es el caso de mi hegmano.

— Sería algo así como slytherin para nosotros —afirmó con la cabeza— ¿Y cómo los eligen? Acá hay un sombrero que te lee la mente —se rió— ¡Lo juro! ¡No estoy loca!

— Hay una varita de oro —murmuró— que tiene los núcleos de las varitas de los tres fundadoges. Los alumnos deben utilizarla y salen estrellas de ella, de un colog. Azul para Ombrelune, lila para Papillonlisse y verde para Bellefeuille.

— ¿Y juegan quidditch también?

— Claro —sonrió— y también practicamos esgrima.

— ¿En serio? —pregunté sorprendida.

— Estás hablando con el último campeón de esgrima de Beauxbatons, y soy guardián en el equipo de Quidditch.

— ¿Hay algo que no hagas? —ambos reímos.

— Phillipe es capitán y buscador.

Sí, era de esperarse. Su padre también era un gran jugador de quidditch. Supongo que ambos heredamos esa destreza y habilidad para el juego... claro, si es que Phillipe es mi hermano.

Tengo que solucionar ese problema de una vez por todas. No saber si él es parte de mi familia me carcome la cabeza. Es una de las tantas razones por las cuales me cuesta dormir en las noches.

Él y Damien.

Ambos son culpables de mis largas desveladas en lo que va del año.

Ah, sí. Y el tonto de George también ha sido el culpable un par de veces.


— Yo antes era cazadora —dije intentando no perderme en mis pensamientos— pero lo dejé porque me lastimé en contadas ocasiones y preferí no arriesgarme más.

— Seguro jugabas de maravilla.

— Tampoco para tanto —sonreí— ¿Y qué materias tienen?

— Tenemos enchantement, o lo que ustedes llamarían encantamientos, que la imparte Maxime.

— Nuestro profesor es Flitwick, el bajito, el que es medio duende —le hice señas para que continuara hablando.

— Transformaciones, cuidado de criaturas mágicas, defensa contra las artes oscuras, que también hay en Hogwags —asentí— herbología.

— Esa también la tenemos.

— Metafísica, artes creativas y literatura, y estudios médicos.

— ¿Qué hacen en esa? La última, ¿Es como pociones?

— Algo así —murmuró— enseñan a preparar remedios para enfermedades mágicas y muggles. Pociones es una de las mategias optativas luego del tercer año, aprendes a hacer mezclas y elixires. ¿Qué tienen aquí en Hogwags?

— Las materias obligatorias hasta quinto año, son siete —comencé a nombrar— pociones, herbología, defensa contra las artes oscuras, encantamientos, transformaciones, historia de la magia y astronomía. Luego al comienzo de tercer año eliges materias como cuidado de criaturas mágicas, estudios muggles, aritmancia, runas antiguas o adivinación. ¿Cuáles son las optativas en Beauxbatons?

— Pociones, como te había dicho —dijo Damien— también estudios muggles, música, hipnosis y clases de vuelo. Las clases de vuelo son una maggavilla. Aprendes todos los trucos con escobas, con hipogrifos, thestrals y caballos alados como el abraxan, que son los caballos que tiran de nuesgtros carruajes.

— Oye... —estiré mi espalda— ¿Tienen hipnosis? Creí que eso ya no se practicaba más.

— Sólo se enseña en Beauxbatons —quitó su mano de mi cintura y se acomodó el pelo— y sólo unos pocos la practican. Siquiera yo lo hago. Es muy difícil. Phillipe estudia eso, pero todavía no logró muchos avances —agarró mi mano— en otoño festejamos lo que ustedes llaman Haghowin, ¿Haghowin? —preguntó desconcertado y yo riéndome torpemente apoyé mi cabeza en su hombro.

— Halloween, Damien.

Hallowin —intentó decir otra vez.

— Vas mejorando —sentí como ponía su mano en mi espalda hasta abrazarme por la cintura. Sonreí con timidez, aunque por suerte él no me vio. Ya iban demasiadas veces que mi sonrisa boba se escapaba.

— Nosotros lo llamamos Fête des potirons. También hacemos un banquete el 14 de febrero por Saint Valentine ¿Cómo le llaman aquí?

— San Valentín —murmuré.

— Y luego, claro, el baile de navidad —despegué mi cabeza de su hombro.

— ¿Tienen bailes? —Asintió.

— Así es —volví a apoyarme en él— le decimos Bal de Noel, y cualquier estudiante puede concurig.

— Acá solamente festejamos Halloween y si te quedas puedes celebrar Navidad y Año nuevo —dije bufando— y una vez un profesor loco decidió festejar San Valentín —Damien se rió.

— Hablando de celebraciones. ¿Ya tienes pareja con quien asistir en navidad?

— ¿Asistir a dónde?

— ¿No te han contado todavía?

— No, ¿De qué cosa? —giré mi cabeza hacia él.

— No quiero arruinar la sogpresa. Ya te enterarás... y cuando eso pase, ¿Querrías ser mi pareja?

— No sé qué tipo de celebración sea esa pero si estamos juntos seguro que será hermosa.

— ¿Entonces aceptas? —asentí con la cabeza.

— Creo que aceptaría hasta comer en el suelo del baño contigo.



— Te ves fatal —exclamó Fred al verme caminar hacia la mesa del gran comedor para desayunar. Me senté frente a él y dejé caer con pesadez al suelo mi mochila. Lo más probable era que el frasco con colas de ratas se hubiera roto, porque escuché el sonido de un vidrio estallando ahí dentro.

Luego lo arreglaría.

— He dormido poco —dije al fin.

— ¿Sucedió algo? —negué sin importancia. Cogí unas rebanadas de pan tostado para untarles mantequilla.

— Tan solo el amor.

— Ah, claro —Fred alzó ambas cejas— porque eso que tienes con Damien es amor.

— Me importa un bledo si crees o no que es amor —lo miré de reojo— a mí me hace los días más felices y me gusta estar con él. Con eso debería alcanzarte para que te alegres por mí.

— Sí, lo estoy. Pero yo no lo llamaría amor —se encogió de hombros— es como muy pronto para titular esa relación así.

— Como sea —chasqueé con la lengua— nada más quería decir algo gracioso y le estás dando demasiadas vueltas al asunto.

— ¿Te has levantado de malhumor? Pareces una fiera —Fred esbozó una pequeña sonrisa de lado.

— ¿Parezco? —Le di una fuerte mordida a mi tostada— siempre lo soy.

Touché —Fred se rió por lo bajo y estiró su brazo para alcanzar la jarra con limonada. En ese mismo instante en el cual su cuerpo se corrió de lugar, mis ojos fueron directo hacia la mesa contigua, la mesa de hufflepuff.

Rose Zeller reía (como foca seguramente) muy animada por algo, mientras George Weasley se acomodaba con soltura su cabello pelirrojo.

— ¿Ahora se junta a comer con esa? —arrugué la nariz.

— ¿Quién? —Fred levantó los ojos hacia mí— Oh, esa. ¿Celosa acaso?

— Para nada —contesté con rapidez— es solo que me da pena que George actúe de esa forma, dejándote de lado.

— No me deja de lado.

— Estabas desayunando solo hasta que yo llegué.

— Le dije que por favor fuera a desayunar con Rose a su mesa porque no la soportaría aquí a mi lado.

— Y George fue. Eso es dejarte de lado —volví a repetir— le has dicho que escogiera entre ella y tú, y prefirió a ella.

— Isa, es solo un desayuno.

— Sí, ahora es solo un desayuno. Más adelante será un almuerzo, luego una cena, luego un día, luego un mes entero —Fred me interrumpió.

— Basta —se rió— estás paranoica y celosa.

— He dicho que no estoy celosa —sonrió.

— Sí lo estás.

— ¿Y por qué lo estaría? No tiene sentido —continué comiendo la tostada que estaba en mi mano.

— Porque te encantaría que George estuviera así a tu lado en estos momentos, como lo está con Rose. Acéptalo.

— Sí, no sabes cuánto —dije sarcásticamente.

— Bien, de acuerdo. Algún día me darás la razón. Y cuando ese día llegue —llenó el pecho con aire y luego lo soltó en un suspiro— voy a llorar de felicidad. Y ni te digo cuando ambos se casen...

Negué con la cabeza resignada. Dentro de unos minutos debíamos ir al aula de transformaciones con los de slytherin. Vaya martirio.

Antes de continuar con mi desayuno le lancé una última mirada fugaz a George. Dios, ¿Por qué tenía que reírse esa forma con ella? ¿Por qué no podíamos estar así nosotros dos?

Claro que Fred tenía razón. Claro que tenía celos. Pero no de Rose sino de la situación que se me estaba planteando. Y yo no había ayudado mucho hablándome y viéndome seguido con Damien, porque no lo hacía apropósito, no era para darle celos a George... pero seguro que de su lado se veía de esa forma.

Y ahora solo me quedaba aguantar que me tocase a mí también ver el césped más verde en el jardín vecino...



Nunca en todos estos años había prestado tan poca atención a una clase como hoy. Y eso que amo esta materia. Pero por alguna extraña -no tan extraña- razón, no podía concentrarme en lo que la profesora McGonagall explicaba.

A pocos minutos de que finalizara la clase comencé a cabecear de tanto sueño que tenía. No había sido buena idea quedarme hasta las tres pasadas de la mañana con Damien. Fuera del castillo. Con un frío invernal.

Bah, pero la pasé de maravillas con él.

Fue una buena idea.


Me estaba quedando dormida de nuevo cuando escuché a Fred quejarse, más o menos a dos centímetros de mi oído. Abrí los ojos en un instante y pude ver su cara de indignación dirigida hacia la profesora.

McGonagall al parecer estaba haciendo caso omiso no solo de Fred reclamando y yo durmiendo, sino también del resto de los alumnos que murmuraban entre sí. En el aula se desataba algo así como una mezcla de felicidad, entusiasmo y sorpresa.

No entiendo —le susurré a Fred— ¿De qué me perdí? ¿Qué dijo?

— Que habrá un tonto baile de navidad.

Chillé internamente de felicidad. No me interesaban mucho esas cosas, pero esta vez, creí que sería divertido tener una fiesta diferente en el colegio. Además podríamos estar todos vestidos de gala y ¡Claro! Que para eso pedían trajes y vestidos...

Antes de levantarnos de los asientos, mientras todavía el murmullo se expandía en el salón, lo vi a Fred dirigirse hasta Deneb Malfoy para compartir unas breves palabras. Lo esperé fuera con la mochila recargada en los hombros.

El pelirrojo salió junto al grupito de slytherin encabezado por Amanda Sanders y seguida detrás de Matilda Bulstrode y Venus Dench. Esta vez nada más nos dirigimos la mirada, ninguna dijo nada.

— ¿De qué hablabas con Malfoy?

— ¿Interesada acaso? —Fred sonrió de lado.

— Eres mi amigo, me interesa sí.

— Nada —se encogió de hombros— era por lo del trabajo que nos mandó a hacer McGonagall —asentí con la cabeza y levanté ambas cejas. 

A Fred siempre le gustaba dejar todo a último momento así que estar con Malfoy le había venido bien, no solo porque ella era aplicada y de las mejores en la clase de transformaciones sino porque parecía mantenerlo a raya con los tiempos.

Para mi suerte a mí me había tocado de pareja Lee. Aún no habíamos comenzado el trabajo pero ya habíamos acordado investigar un poco por nuestra cuenta y luego juntarnos a redactar y expandir la información.

Ser ambos de la misma casa ayudaba. Podíamos quedarnos en la sala común y hablar sobre eso en cualquier momento... Así que eso era un punto a favor para nosotros.


Caminé al lado de Fred hasta el patio empedrado donde estaríamos unos minutos hasta la siguiente clase. Hablamos sobre aquel baile que se nos aproximaba e hicimos un acuerdo en que si ninguno de los dos tenía pareja hacia fines de mes, entonces iríamos juntos.

Pero Fred no se quedaría sin pareja. Era de los chicos más populares de Hogwarts... Para él sería pan comido preguntarle a alguien.

Yo esperaba que viniese un caballero montado en un corcel a pedirme asistir con él.

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