Capítulo 42
Nota mental: Desconfiar de las ideas de Fred y George siempre.
— ¡Por favor! —Comenzó a suplicar Fred— ¡Unos minutos nada más!
— Que no Fred, están locos —dije por sexta vez consecutiva.
— Te lo suplicamos —el pelirrojo se arrodilló ante mí en medio de la sala común, que por suerte estaba casi vacía. A excepción de dos chicos escribiendo algo en los escritorios, seguramente alguna tarea que se les había olvidado redactar.
— Basta. Dije que no. No iremos a ver que hay en ese tonto pasillo —me crucé de brazos. Estaba bien que Dumbledore advirtiera de los peligros sobre aquel pasillo prohibido para que los alumnos no terminaran en graves problemas, pero justamente que alumnos como Fred y George escuchasen aquello significaba que quisieran hacer lo contrario a las órdenes dadas— y ya levántate del suelo Fred...
— ¿Tampoco podemos ir a volar por los terrenos? —Habló George mientras su hermano se alzaba del suelo un poco decepcionado— En menos de un mes nos tenemos que volver a nuestras casas, hay que disfrutar los últimos días en el castillo.
— Que no, están locos —bufé— no saldré de madrugada fuera del castillo y menos para ir al bosque.
— Pero no entraremos —agregó George— sólo lo bordeamos un poco hasta encontrar un lugar que nos cubra.
— Tú fuiste la que incitó la idea, para empezar —rodé los ojos.
— Pero yo lo decía en broma. Qué sabía que se lo iban a tomar con tanta seriedad... ¡Nunca lo hacen!
— Antes eras más interesante Black —George frunció el ceño— salías a hacer travesuras sin importar el horario.
— Listo. Vendrás con nosotros y punto —volvió a hablar Fred— no se discute.
— Tendrán que llevarme a la fuerza y a las patadas porque no iré.
— Bien —los gemelos se miraron cómplices— si no es por las buenas será por las malas —rápidamente se abalanzaron hacia mi e intentaron forcejear conmigo para levantarme del sillón, pero al no conseguirlo comenzaron a hacerme cosquillas.
— ¡Está bien! ¡Iré! —grité un poco furiosa luego de unos segundos, cuando decidieron frenar.
— Siempre funciona —susurró Fred con una sonrisa maliciosa. Ambos sabían que no me gustaban las cosquillas.
Me levanté del sofá un poco enojada todavía y comencé a caminar hacia la escalera de caracol.
— ¿A dónde vas? —preguntó George detrás.
— A buscar un abrigo. Tal vez esté fresco afuera —me giré a verlos— ¿Y ustedes no tienen que llevar sus escobas?
— Sería lo ideal —dijo Fred mirando a su gemelo. Ambos asintieron con la cabeza y me siguieron hasta arriba, donde nos separamos cada uno a nuestra habitación.
George me recordó que me lanzarían una maldición si me hacía la desentendida y me quedaba en mi cuarto y no volvía con ellos.
Yo podía convertirlos en dos lagartijas si quisiese, pero prefería ser leal y cumplir con mi palabra antes que mis amigos fuesen mis dos nuevas mascotas.
Esperé en la puerta de la sala común a que ambos hermanos bajaran con todo listo. Cada uno llevaba una escoba en sus manos y Fred sostenía el mapa del merodeador en la otra que tenía libre. Lo agarré apenas estuvo a mi alcance y el pelirrojo me dirigió una mirada enojada, con el ceño fruncido. Pero Fred no se atrevió a decir nada porque sabía que cualquier queja haría que yo me fuese.
Lee se sentía mal en estos momentos, tenía dolor de estómago, y todavía estaba en la enfermería desde el día anterior. Se suponía que le darían el alta mañana así que hoy se perdería nuestra pequeña aventura en los terrenos nocturnos.
Seguro escucharíamos sus quejas mañana cuando le contásemos lo que habíamos hecho sin él. Y tendría razón. Pero Fred y George le darían las disculpas y sus excusas para no haberlo hecho otro día, yo no tenía nada que ver.
Apunté con mi varita hacia el pergamino en blanco y dije las palabras necesarias para activarlo. Revisé primero en donde se encontraban todos para verificar el área y luego salimos fuera de la sala común.
La señora gorda comenzó a chillarnos que deberíamos de estar durmiendo a estas horas pero no nos importó y nos escapamos lo más rápido que pudimos de su vista. No fuera cosa que nos descubrieran solamente por su culpa. Eso sería el colmo.
Luego de varios minutos escondidos detrás del tapiz del segundo piso -ya que Snape se encontraba charlando animadamente con el celador Filch- logramos salir de allí sin ser percibidos y terminamos nuestro recorrido hacia los terrenos.
Lo único que restaba hacer era bordear el bosque prohibido hasta un lugar bastante alejado de todo y sin llamar la atención de Hagrid.
— Aquí es perfecto —dijo Fred tirándose con brusquedad en el césped un poco crecido, habiendo llegado a lo que según él era el lugar indicado para nuestra aventura.
— ¿Hacía falta hacer eso? —comentó George sentándose con más cuidado a su lado.
— Es que me había cansado de caminar —replicó Fred con la cabeza apoyada contra el mango de su escoba— deja de quejarte Georgie, te saldrán canas.
— Y tú te morirás porque un día te cansarás de respirar —contestó su hermano. Fred se lanzó encima de él para molestarlo y ambos terminaron rodando por el suelo. Negué con la cabeza. Esos dos no tenían cura alguna.
Revisé el mapa otra vez y me recosté boca abajo en una parte del césped que parecía estar más limpio. Noté algo raro en una de las esquinas más alejadas del pergamino.
— Ey, chicos —murmuré llamándole la atención a los gemelos, pero no me hacían caso. Seguían en la suya peleándose y riendo como dos idiotas— Lumos —dije agarrando mi varita. Una luz se encendió en su punta y volví a revisar el mapa. Esta vez le di mil vueltas pero no podía encontrar aquello que había visto.
— ¿Vienes a jugar un rato enana? —habló Fred intentado pararse un poco agitado.
— No, creo que me quedaré aquí a revisar esto —fruncí el ceño confundida— acabo de ver algo extraño.
— ¿Algo extraño? —preguntaron ambos al unísono. Un segundo después los dos habían corrido hasta donde me encontraba y se tumbaron a mi lado.
— ¿Dónde? —Preguntó George— ¿Qué has visto?
— Allí —señalé el lugar donde antes había aparecido un nombre— alguien andaba husmeando en el bosque —los tres levantamos la vista hacia los altos árboles que se erguían a pocos metros nuestros.
— ¿Crees que será un estudiante? —Preguntó Fred— deberíamos investigar. ¿Somos detectives ahora verdad?
— No lo somos Fred —me quejé— y no creo que sea un estudiante.
— ¿Y por qué no? —Volvió a hablar— no somos los únicos que vienen aquí de noche.
— Créeme que sí —contesté— Somos los únicos tan idiotas como para venir a un lugar de noche en donde ya puedes morir de día. Además los otros no son tan buenos en escapar y que —George me interrumpió.
— ¡Allí está! —dijo con una voz un poco entrecortada. Fred y yo bajamos la mirada hacia el mapa otra vez, tan rápido como nos dieron los ojos. Iluminé con mi varita hacia donde apuntaba el otro pelirrojo y pude leer una pequeña marca que decía "Quirinus Quirrell".
— ¿Quirrell? —susurramos los tres al mismo tiempo. Fred agarró el mapa sin que me diera cuenta y se lo llevó hasta donde se encontraba su escoba. George y yo nos levantamos del suelo todavía confundidos— Voy a ver qué trama —dijo tomando su escoba entre las manos— No puede ser que desde que estamos aquí ese hombre me de tanta mala espina.
— Es solo una suposición tuya —dije no muy convencida de aquello.
— No lo es Isa. Primero su turbante, ¿Por qué lo usa? No es musulmán, ni sultán ni nada, que yo sepa.
— Muchos magos suelen usarlo —intenté defenderlo.
— Segundo, su olor a ajo tremebundo —fruncí el ceño— tercero, su aparición en Halloween advirtiendo sobre el troll que se había escapado. ¿Cómo es que él era el único que lo vio?
— Él estaba de guardia en las mazmorras —me crucé de brazos.
— Y ahora esto del bosque prohibido. Demasiadas coincidencias para ser algo no planeado —se montó sobre la escoba.
— Fred, bájate de ahí —George intentó correr hacia él pero su hermano se elevó en el aire.
— Iré a ver qué sucede y no me lo van a impedir. Si quieren me siguen o me esperan aquí —un segundo después se introdujo dentro del bosque como un rayo.
— No podemos dejarlo solo allí —dijo George preocupado. Negué con la cabeza. No me gustaba la situación pero no podíamos permitir que Fred se fuese solo.
Me acerqué hasta George y me subí detrás en su escoba. Me aferré con fuerza de su cintura para no caerme y ambos nos levantamos del suelo. Intentamos seguir el rastro que teníamos de Fred, ya que no estaba yendo muy rápido, porque seguro estaba mirando el mapa al mismo tiempo que lo iluminaba con su varita. Pero cuanto más nos adentrábamos en el bosque más turbio se tornaba el ambiente, y la visión no nos permitía seguirlo a la perfección.
El aire cada vez se sentía más denso y pesado. Los arboles casi no dejaban lugar libre para pasar entre ellos y el viento prácticamente había dejado de existir.
— Creo que estamos perdidos George —susurré— estamos volando a la deriva. Ya no veo más a Fred.
— No podemos dejarlo solo —susurró aumentando la velocidad.
— Lo sé —dije preocupada— pero creo que nos hemos ido muy lejos. Jamás habíamos entrado tan profundo en el bosque.
— ¿Qué pasa Black? —George giró su cabeza hacia mí, con una sonrisa ladeada— ¿Tienes miedo?
— No sabes todo lo que hay aquí —dije con la voz entrecortada— ¡Cuidado! —grité mirando hacia delante. George giró de nuevo su cabeza pero ya era muy tarde. Frenó con la escoba aunque de todas maneras el cabo de ésta chocó con fuerza contra una rama y ambos salimos desprendidos con brusquedad hasta el suelo.
Para nuestra suerte no estábamos volando muy alto.
Cerré los ojos con fuerza por el golpe. Mi rodilla me molestaba, y un poco el hombro, pero nada grave. Haberme puesto pantalones y traído abrigo seguro había amortiguado hacerme raspones o cortes en estos momentos.
— ¿Estás cómoda? —escuché la voz de George en mi oído. Abrí los ojos luego de aquel sacudón anterior y me di cuenta que había caído arriba de él.
— Ah, lo siento Georgie —dije levantándome con rapidez. El pelirrojo soltó una pequeña risita y lo ayudé a incorporarse también, tendiéndole la mano— ¿Te has lastimado? —negó con la cabeza.
— Solo un pequeño corte —se tocó la mejilla izquierda donde tenía ahora una raya ensangrentada, y miró sus dedos rojos— ¿Tú?
— Déjame ayuda... —intenté decir, pero George me interrumpió. Tomó mi mano que la estaba acercando a su cara y la alejó, para que no pudiese correrle el cabello y dejar libre la herida. No la iba a tocar, claramente, pero quería verla mejor e intentar utilizar algún hechizo al menos para que no continuase sangrando.
— No es nada grave, en serio —agregó. Lo miré unos segundos más, aunque no muy convencida, pero afirmé con la cabeza— ¿Tú estás bien?
— Sí —dije mirando a mí alrededor. Todo era negro y estaba lleno de niebla. Había algún que otro rayo de luz de luna que se colaba por entre el follaje y te permitía ver un poco mejor— recuperemos la escoba. Usa el hechizo accio.
— Claro —rebuscó en la cintura de su pantalón y me miró sorprendido— no tengo mi varita.
— ¿Cómo que no la tienes? ¿No la has traído?
— Se habrá caído cuando estaba con Fred en el césped.
— Ves que cuando digo que son idiotas tengo razón —refunfuñé por lo bajo sacando mi varita— ten, usa la mía. Va a funcionar mejor si tú la llamas porque te pertenece a ti la escoba.
— Gracias —la tomó con brusquedad e hizo un movimiento con ella— ¡Accio escoba!
Hubo un gran silencio pero nada se movía.
— Inténtalo otra vez —dije comenzando a ponerme nerviosa.
— ¿Y si se rompió la escoba?
— Recemos porque nada más estés haciendo mal el hechizo y punto.
— Ten, prueba tú —me tendió la varita.
— George, solo vuelve a intentarlo —Afirmó con la cabeza— y salgamos de aquí, no me gusta para nada esto.
— Tranquila —me tomó de la mano— no nos pasará nada —lo miré con miedo unos segundos y luego alejó su vista de mí para volver a pronunciar el hechizo— Accio escoba —escuchamos un ruido cercano a nosotros. George me tendió la varita otra vez y la tomé.
— Lumos —pronuncié. Una luz se formó en la punta de varita.
— Que raro... —escuché susurrar a George. Caminé delante de él para iluminar nuestro recorrido. Estuvimos unos minutos en silencio y seguramente dando vuelta en círculos esperando a que la escoba llegara a nosotros, hasta que noté un movimiento en la lejanía, aunque no muy lejos nuestro. Apagué la varita y detuve a George para que no diera ni un paso más.
Siquiera me preguntó por qué frenábamos, ya que la causa se podía ver fácilmente y se acercaba con lentitud hasta un sector poco iluminado del bosque. Había un unicornio muerto en el suelo. Podía notar que era eso y no un caballo porque la sangre de estos animales míticos era plateada. Y algo muy sagrado y puro como para verlo.
Tragué saliva.
Lo que se movía parecía un ser extraño o algo como si fuera una sombra, pero con más vida. Estaba bebiendo la sangre del pobre animal, al cual tal vez él mismo había matado... ¿Cómo alguien podía tener el valor de hacer eso?
La sombra o lo que fuera aquello comenzó a elevarse del suelo nuevamente. Me aferré al brazo de George y creo que mis uñas se clavaron hasta sus huesos. Di un paso hacia atrás con lentitud y el pelirrojo comprendió que debía hacer lo mismo.
¡Crack!
Una rama se quebró debajo de nuestros pies. La sombra se giró con rapidez. Era una persona, o algo, o alguien. Debajo de su capa negra se podía ver una boca plateada, repleta de sangre de unicornio que se escurría hasta unos centímetros más abajo.
— Corre Isa —susurró George por lo bajo. Noté como su mano se desprendía de la mía. Me sentía desprotegida.
Sin pensarlo dos veces me giré y corrí hacia adelante lo más rápido que pude, esquivando algunas ramas de árboles que estaban por lo bajo y saltando las raíces altas y las piedras. No quería caerme o tropezarme porque sabría que eso era una muerte segura.
No sé cómo lo estaba haciendo, no sabía de donde había sacado tantas fuerzas para correr y la agilidad y destreza para hacer todo aquello. No podía mirar para atrás para ver si George me seguía o todavía estaba allí o si él iba delante mío, pero escuchaba unos pasos acelerados a la par mía, así que suponía era él.
No supe tampoco cuánto tiempo estuvimos escapando pero parecía haber sido cosa de dos segundos. Tanta adrenalina recorriendo mi cuerpo me había hecho perder la noción del tiempo.
— ¡Isa! —escuché la voz agitada del gemelo. Me frené en seco y pude ver que estábamos en un pequeño claro del bosque.
— ¿Ya lo perdimos? —pregunté casi sin aliento.
— Si, eso creo —contestó— mira —señaló a mi derecha. Me apoyé contra un árbol para dejar caer mi peso sobre él. Miré a donde indicaba George. Su escoba nos estaba siguiendo y recién había logrado alcanzarnos.
Estábamos cerca de la cabaña de Hagrid, podía ver una pequeña luz a través del bosque restante, el cual ya no era tan espeso y oscuro como minutos antes. Parecía ser que estábamos a salvo otra vez.
— ¿Qué era eso? —volví a hablar cuando ya había recuperado mi respiración normal. George estaba apoyando sus manos sobre las rodillas y unos segundos después se reincorporó y se acercó el poco espacio que nos distanciaba— Nunca me había asustado tanto en mi vida, creí que iba a matarnos y después —no pude seguir hablando. George se había abalanzado sobre mí y me había abrazado. Me quedé en silencio por la sorpresa.
Le devolví aquel cálido gesto y estuvimos unos largos segundos en esa posición.
— ¿Y esto por qué? —susurré.
George no respondió rápido. Se tomó un poco de tiempo para continuar en esa posición. Solo disfruté de la calidez de su cuerpo en esta noche fría y aterradora.
— Creí que íbamos a morir —susurró— y que nunca más podría darte un abrazo.
— Yo también —contesté separándome de él.
El pelirrojo me miró unos segundos y esbozó una sonrisa de lado, para luego pasar el puño de su buzo rojo sobre mi mejilla, exclamando que me había manchado con sangre de su corte. Se lo agradecí.
— Deberíamos volver a buscar mi varita e intentar encontrar a Fred —dijo aclarándose la voz y continuando camino hacia la luz lejana que veíamos. Asentí con la cabeza, aunque no me vio, y lo seguí por detrás todavía anonadada por toda la situación— Espero que no le haya pasado nada —caminamos hacia la salida del bosque para luego rodearlo hasta el punto del inicio de toda la aventura.
— George...
— ¿Sí?
— Creo que será mejor no contarle a nadie todo esto. No deberíamos de haber husmeado en el bosque.
Encontré un compartimiento vacío y me senté del lado de la ventanilla para ver el paisaje mientras volvíamos a casa en el tren.
Los últimos sucesos en el colegio habían sido bastante sorpresivos. Gryffindor había perdido la copa de quidditch pero ganado la copa de las casas en el último momento, gracias a que Harry Potter y sus amigos se habían enfrentado al profesor Quirrell en una super batalla contra la muerte... Me lo había contado Ron esta misma mañana pero seguro exageró un poco. Era algo que venía de familia ya.
Con los gemelos hicimos uno más uno y llegamos a muchas conclusiones sobre el profesor, Voldemort, y aquella extraña noche en el bosque prohibido. Pero seguía siendo nuestro secreto, pues nadie debía de enterarse porque si no nos castigarían y nos quitarían el mapa del merodeador. Y eso sí que no podía permitirme perderlo.
Tenía mucho valor sentimental para mí.
El compartimiento se abrió y vi a Fred y a George pararse en la puerta.
— ¿Podemos? —preguntaron ambos. Afirmé con la cabeza y se acomodaron enfrente de mí. Dirigí la vista hacia la ventana otra vez.
Las cosas habían estado raras entre nosotros desde lo ocurrido en el bosque. Y no me gustaba estar en esta situación. Por suerte podía hablar con Alicia y cada tanto con Angelina. Tenía también la compañía de Cedric pero claro que, no era lo mismo perder a Fred y George.
Éramos un trío inseparable desde que conseguimos el mapa del merodeador.
— No nos gusta esto de estar peleados —habló Fred primero— y queremos disculparnos por todo.
— Nos portamos mal, lo sabemos —agregó George, apenado— no queremos irnos a casa sabiendo que las cosas no están bien entre nosotros tres. Perdón Isa.
— Intentaremos ser más responsables y no llevarte por el mal camino —volvió a hablar Fred. Quise contenerme pero se me escapó una pequeña sonrisa. Los miré a ambos.
— Ya está. No pensemos en eso —sonreí— las cosas terminaron solucionándose, ¿No es así? —Afirmaron con la cabeza— deberíamos dejar de meternos en tantos líos.
— Imposible —dijo George riéndose.
— Pero bien que mi teoría no era del todo desacertada, ¿Eh? —Fred hizo una sonrisa burlona en su cara— yo sabía que algo tenía entre manos Quirrell.
— Basta —me reí— se supone que no deberíamos hablar del tema, lo sabemos solo porque Ron nos ha contado —ambos afirmaron con la cabeza.
— Hablemos de otra cosa entonces —Intentó decir George pero alguien lo interrumpió.
— Oye Isa —me llamó Lee desde la entrada del compartimiento— este viernes daré una fiesta en mi casa, por mi cumpleaños. Estás invitada por supuesto. Mañana enviaré la dirección. Si quieres puedes traer algún amigo o amiga.
— De acuerdo, gracias Lee —le sonreí— allí estaré —el moreno se despidió con una sonrisa y luego desapareció de nuestra vista.
— ¿Irás? —Preguntó George— Nosotros hasta ya tenemos el regalo perfecto.
— ¿Llevarás al tonto de Wood? —Habló Fred.
— Fred —lo miré con mala cara— ya sabes que Oliver y yo no somos nada. Tal vez Cedric quiera venir conmigo...
— George quiere llevar a Bonnie —Fred hizo una mueca de asco.
— Pero te dije que invitaba a su amiga Denise para ti —se quejó su hermano.
— ¿La castaña pesada? —Fruncí el ceño— no creo que sea buena idea nosotras dos compartiendo una misma habitación. Sospecho que me odia. ¿No tiene otras amigas tu querida Bonnie?
Entré junto a Cedric a la casa de Lee, quien nos recibió con mucha alegría. Nos hizo pasar al piso de arriba donde estaban todos los demás invitados.
La habitación extra la utilizaban como un cuarto recreativo. Había dos sillones en una esquina que daban frente a un televisor y una consola de videojuegos muggles. Había una mesa contra una de las paredes y sobre ella había todo tipo de golosinas, pizza, bebida y snacks como papas fritas. Varias sillas estaban esparcidas por el lugar, algunas ya estaban ocupadas también.
Vi a dos cabezas pelirrojas así que supuse que eran Fred y George y sus dos amiguitas estaban al lado de ellos. Había otra morena que no conocía y un chico rubio, alto, bastante lindo, que me parecía un poco familiar.
Saludé a los gemelos. George estaba sentado en una silla al lado de Bonnie, que también la tuve que saludar por cortesía, y Fred que parecía un poco distraído de la vida estaba cerca de la mesa de comida con Denise.
— ¡Ey! ¡Hola Isa! —dijo Fred al verme. Me dio un pequeño abrazo y dejó su mano apoyada en mi espalda— Ven, te presento a los demás, ¿Quieres? —me guiñó un ojo de forma disimulada y lo miré confundida.
— Eh, bueno sí —me encogí de hombros y Fred prácticamente me arrastró hasta la otra punta de la habitación, dejando a Cedric solo en compañía de Denise.
— Gracias a todos los santos que has llegado. No sabía cómo deshacerme de esa pesada.
— Yo lo dije, ¿O no? —Murmuré— pero nadie me hace caso.
— Tendré en cuenta tus opiniones para la próxima —me reí— Isadora, ella es Hannah —señaló a la chica morena y de pelo negro robusto— es prima de Lee.
— Ah, ¿Isadora Black? —Preguntó la chica con una pequeña sonrisa en el rostro— mi primo me ha contado algunas anécdotas contigo —se rió.
— Espero que no me haya dejado mal parada —dije riéndome también.
— No, tranquila —hizo un ademán con su mano— yo he hecho cosas peores ya.
— Oye Fred —Lee había subido a la habitación con una bandeja en sus manos— ¿Me ayudas con esto? Ya que te has comido casi todo lo anterior.
— Claro —contestó el pelirrojo sonriendo. Se alejó hacia la mesa de comida nuevamente y me quedé con Hannah hablando un rato más.
— ¿Vas a gryffindor también? —pregunté para sacar un tema de conversación.
— Hufflepuff. Tu amigo también está ahí —señaló a Cedric ladeando la cabeza, quien hablaba ahora con Denise— platiqué con él alguna que otra vez —el chico rubio se acercó hacia nosotras y le tendió un vaso de bebida a Hannah.
— Hola invitada nueva —dijo al verme— tu cara me es conocida. ¿Estás en gryffindor, no? Seguro nos hemos cruzado antes —comentó el chico con una simple pero linda sonrisa en el rostro. Yo afirmé con la cabeza— me llamo Llewellyn, un placer —estiró su mano y se la estreché amablemente.
— Isadora.
— Vaya, por fin alguien más con un nombre raro como el mío.
— A mí me gusta Llewellyn —dije— es bastante original.
— Isadora también lo es —volvió a sonreír e hizo que me sonrojara un poco. Aunque por suerte él no lo notó— ¿En qué año estás? Nosotros ambos en sexto. Bueno, séptimo ahora.
— Pasé a cuarto, como Lee —contesté. Hannah afirmó con su cabeza y antes de que pudiera decir algo Cedric se acercó hacia mí.
— ¿Se las puedo robar un rato? —le preguntó a los otros dos. Llewellyn se rió y Hannah le contestó un "toda tuya" antes de que me agarrara de un brazo y me guiara hasta dos sillas lejanas a ellos.
— ¿Qué sucede Ced? —pregunté sentándome a su lado.
— Esa tal Denise me había gustado pero hablamos un rato y me cayó mal —frunció la nariz y me reí por eso.
— ¿Y necesitabas descargarte con alguien? —pregunté sonriéndole.
— No, no era por eso —se rió despacio— es por Oliver. No me has dicho nada de que habían terminado —agaché la cabeza.
— Es que no hablamos mucho nosotros estas últimas semanas. Además fue... fue como algo mutuo. Le pedí un tiempo y lo pensé y, creo que fue lo correcto —me encogí de hombros.
— ¿Pero qué sucedió? —Dijo sorprendido— ¿Te lastimó ese imbécil?
— No, no —negué con la cabeza— se terminó el romance, solo eso. Bueno que a estas alturas yo ni lo llamaría romance. Creo que no me enamoré nunca de él. Además... ¿Hace cuánto que estábamos juntos y siquiera me había pedido ser su novia? Él jamás buscó una relación seria conmigo. Tomé una decisión y creo que fue la correcta, él encontrará alguien que lo haga feliz y yo también.
— ¿Pero terminaron todo bien? ¿O se pelearon?
— Hace un tiempo hablamos y arreglamos las cosas —hice una pequeña sonrisa— está todo bien. Sin rencores ni nada.
— Mejor así entonces —murmuró— la próxima no te olvides de contarme, no quiero enterarme por boca de otros —miró a Fred de soslayo.
— Lo siento, se me habrá pasado de largo. Con todo lo de los exámenes y el problema de mi mamá se me esfumó lo de Oliver.
— Y ahora me vas a contar qué problema hay con doña Samantha —rodé los ojos.
— No quieres saberlo, es una historia muy larga y rebuscada.
— ¿Un resumen? —me miró con cara de súplica— eres buena para eso.
— Bueno —sonreí levemente— es que desde hace tiempo que está enferma y me lo quiere ocultar y nadie me dice nada. Por poco no deja el trabajo por eso y además he notado que está diferente en casa... No sé si me entiendes. Está más apagada. Más fría —negué con la cabeza— no sé cómo explicarte. Antes me hacía panqueques y le colocaba salsa de chocolate arriba formando un corazón. Ahora siquiera le pone la salsa. Deja que lo haga yo misma.
— Ah, la nena dice que ya es grande pero quiere que le hagan corazones en sus panqueques —me dio un abrazo— ¿No crees que tiene un poco que ver que ya no seas una niñita?
— No lo sé —susurré— pero ya cambié de opinión, no quiero crecer. Quiero ser como Peter Pan. Quiero corazones de salsa de chocolate en mis panqueques de por vida —Cedric se rió.
— La próxima vez que vengas a casa prometo hacértelos.
— Y por eso te adoro.
— ¡Invitados! —habló Lee posicionándose en el centro de la habitación— ya estamos todos así que diviértanse, bailen al ritmo de la música y coman antes de que Fred se vuelva a terminar todo —los dos pelirrojos se rieron. Alicia y Angelina acababan de llegar e hicieron un saludo general con sus manos.
— Hagamos algún juego —propuso Bonnie.
— ¿Quieren un juego? —preguntó el moreno un poco confundido. Algunos contestaron que sí y otros, como yo, le hicimos cara de que nos daba lo mismo.
— ¿Twister? —habló Hannah.
— Somos muchos —contestó Lee.
— ¿Qué es Twister? —preguntó Fred sin entender.
— Un juego muggle —le contestó Bonnie rápidamente para que se callara.
— ¿Conocen el juego de la botella? —preguntó Llewellyn.
— Mac —dijo su amiga riéndose— no quisiera besarte si nos toca juntos.
— Yo tengo buena suerte para eso, tranquila que no quedaremos los dos —se rió el también— ¿Qué dicen entonces? —nos miró a todos. Yo más o menos conocía como iba el juego, aunque no me apetecía mucho jugarlo. Sobre todo porque la mayoría de las personas presentes eran mis amigos.
— Hay que explicarlo... Es así —Lee agarró una botella y la vació en un vaso para luego sentarse en el suelo— alguien gira la botella y cuando se frena el pico elige a la otra persona. Esos dos primero se dan un abrazo, si vuelven a salir se dan un beso en la mejilla y a la tercera tienen que entrar en el armario por un minuto y besarse.
— ¿Y si salen dos mujeres o dos hombres? —preguntó Fred.
— Se vuelve a girar la botella. Y si me sale mi prima o viceversa también —agregó Lee— no quiero tener traumas de por vida.
— Suena divertido —dijo Cedric levantándose de la silla. Me tendió su mano para que fuera con él y eso hice, un poco resignada. Bonnie no estaba muy contenta de que su novio fuera a jugar, así que también se unió. Los demás parecían no tener problema, dando así inicio al juego.
¿Novio?
Sí, George decidió pedirle que fuera su novia unos días atrás.
Fred estuvo en desacuerdo con esa decisión pero tuvo que entender que él, a pesar de ser su hermano gemelo, no tenía poder sobre todo lo que George hacía o decía. Al fin y al cabo eran dos personas diferentes y cada uno debía hacer su propia vida.
La primera y segunda ronda del juego no fue mucho más interesante que unos abrazos y besos en la mejilla. El momento decisivo llegó en la última vuelta, cuando algunas parejas podían salir sorteadas por tercera vez. Lo que significaba... Besos en el armario.
Siguiendo el orden de la ronda, después de Hannah le tocaba a Llewellyn. Giró la botella bastante entusiasmado y me dirigió una pequeña mirada distraída. Volví mis ojos a la botella transparente y ésta terminó de dar sus últimos giros.
— Cedric —dijo Fred riéndose— te salió Cedric.
— Por reglas del juego le toca la primera mujer a la izquierda —habló Hannah— creí que ya habías entendido eso Fred —me sonrojé.
— Ya lo sé —contestó el pelirrojo— es que me sigue dando gracia que salgan dos hombres —miré a Llewellyn, quien tenía una sonrisa un poco disimulada.
— Bien tortolitos, al armario —dijo Lee poniéndose de pie— ustedes ya van por la tercera vez.
— Isa vas a estrenar el cuarto del amor —me susurró Cedric. Lo miré con el ceño fruncido.
— Maldita sea la hora en la que decidí sentarme a tu izquierda —le susurré. Me levanté del suelo y él me guiñó un ojo.
Caminé hasta el armario y entré dentro luego de que el chico rubio lo hiciera. Lee nos miró a ambos con una sonrisa bastante pícara y cerró la puerta. Nos dijo desde afuera que nos avisaría cuando terminase el tiempo.
El espacio era bastante pequeño. Contra todas las paredes había estantes con cosas, por lo tanto no había mucha movilidad allí, y tenía a Llewellyn a menos de veinte centímetros de mi cuerpo.
Creí que simplemente nos quedaríamos en silencio, porque habían pasado ya un par de segundos y todavía seguíamos sin hacer nada. Pero una vez que encontró con sus manos donde estaba mi cintura me apegó hacia él. Apoyé mis manos en su pecho por aquella sorpresa y tragué saliva, estaba un poco nerviosa. No es que yo fuera una casanova o algo por el estilo, sólo había besado a Oliver.
Y bueno, a Fred y a George también, pero ellos no cuentan.
Tanteé con mis dedos donde estaba su barbilla, para no chocar nuestras caras, y lo acerqué hacia mi boca con lentitud. Sentí su cálida respiración sobre mi piel y en ese mismo instante nuestros labios se tocaron. Mi lengua empezó a juguetear con la de él. Reafirmé mi mano sobre su pecho y la otra en su nuca y lo apegué más hacía mí... Sentía una mezcla de emociones raras. El chico era muy lindo y definitivamente besaba bien. Y por suerte no se estaba aprovechando de la situación.
Pero es solo un beso Isadora. Nada más que eso. Él está en su último año y tú recién en cuarto. No te llenes la cabeza con tontas ilusiones por un simple beso.
— Ya es tiempo —escuché la voz de Lee acercándose. Quería despegarme de Llewellyn pero no podía. No sé si era porque extrañaba besar a alguien o porque con él me sentía ¿Cómoda? Y él parecía querer lo mismo.
La puerta se abrió y ambos nos separamos casi al instante. Escuché unas risitas de parte de Hannah y Cedric. Me ruboricé y salí fuera de allí lo más rápido posible. Fred me hizo un gesto con sus cejas al pasar a su lado, lo que causó que mi cara se pusiera más colorada aún.
Volvimos a sentarnos todos en la ronda y el juego continuó, ya que todavía no había finalizado... aunque me hubiera gustado que así fuera.
La próxima pareja que salió sorteada para el armario fueron Angelina y Fred. Al pelirrojo parecía no hacerle mucha gracia, pero aun así ambos se besaron dentro. Cuando Lee les abrió la puerta todavía seguían con los labios pegados y duraron unos segundos más así, hasta que Fred decidió separarse y volver a la ronda. Angelina tenía una tonta sonrisa en el rostro que no se le había borrado en lo que restaba de la fiesta.
Me dispersé pensando en el beso con Llewellyn y lo rara que había sido la situación. Por eso cuando miré al suelo, la botella estaba girando y no sabía quién la había movido, siendo que se había frenado en mí. Miré alrededor y escuché una gran carcajada por parte de Lee y de Fred. Eso no debía ser una buena señal.
Noté que George se levantaba del suelo y yo también lo hice. ¿Justo con él? No es que estuviera preocupada por entrar allí, porque George tenía novia y éramos amigos, nada iba a suceder. Pero Bonnie seguro que estaba diciendo un millón de maldiciones por dentro y, todas, debían ser para mí.
Entramos dentro del armario y esta vez Fred cerró la puerta. George se aclaró la garganta y habló con mucha suavidad para que nadie fuera lo escuchase.
— ¿De verdad tenemos que besarnos?
— Podemos no hacerlo y ya, nadie se enterará —Susurré— tu novia está afuera y somos amigos.
— Lo sé, no creo que se den cuenta —susurró George. Se podía escuchar algunas risitas en la parte de afuera pero hicimos caso omiso— Aunque están intentando escuchar... ¡Qué bien besas Isadora! —traté de no reírme.
— ¡Ay George, tú también! —agregué siguiéndole el juego.
— ¡Tus labios son tan suaves!
— ¡Y tú hueles tan bien! — hicimos silencio durante varios minutos para aguantar la risa hasta que Lee abrió la puerta.
— Basta ustedes dos ahí dentro —dijo soltando una carcajada— o en un par de minutos tendrán veinte hijos —Me reí yo también y salí fuera del armario acompañado de George. Bonnie estaba cruzada de brazos y no dejó de mirarme con mala cara ni por un solo instante.
Lo que quedó de la velada fue entretenido, pero me daba vergüenza encontrarme cada tanto con la mirada de Llewellyn. No sabía si el chico pretendía algo más ¿Quizás? O había sido tan solo un beso en un armario, en una fiesta de cumpleaños del primo de su amiga.
Sí, seguro era eso. Pero no lo tenía confirmado, y no poder tener las cosas bajo control ni saber lo que la otra persona pensase al respecto, me carcomía la cabeza.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro