Capítulo 40
Salí del compartimiento donde me encontraba con Oliver, luego de hablar algunas horas con él y sus amigos, y me dirigí en busca de los gemelos y Lee Jordan. No es que me aburriese estar allí pero se habían puesto a hablar sobre quidditch y nada más que quidditch...
Y a veces me gustaba poder hablar de otros temas.
En el trayecto hacia los otros vagones me topé con una chica un poco mandona que andaba buscando el sapo de su compañero, pero no lo había visto.
Primer año... Qué tiempos inocentes aquellos.
Alcancé a George en uno de los vagones del medio y me indicó que Fred y Lee estaban en el tercer compartimiento. Fui con ellos a pasar el rato que nos quedaba para llegar al castillo, aunque me pareció un poco raro que George no hubiera vuelto. Ni Fred ni Lee me dijeron con certeza a dónde había ido pero no continué indagando en el tema. Quizás se había encontrado con alguien más y se habían quedado charlando.
Mientras tanto Lee me enseñó la horrible tarántula que se había comprado para este nuevo año.
Definitivamente no pasaría tantas horas en la habitación de ellos como hacía siempre. Esas ocho patas y esos ojos penetrantes me intimidaban.
Pero tengo que admitir que ver ese bicho y hablar sobre mordeduras de arañas me había parecido mucho más interesante que hablar sobre deportes.
Al llegar al castillo fuimos directo hacia el gran comedor para esperar como todos los años a que comenzara el banquete de bienvenida. Mi estómago ya rugía de hambre.
El chico moreno se despidió de nosotros para irse junto a Alicia Spinnet quien me dedicó una sonrisa al verme, y nosotros dos continuamos hacia la otra punta de la mesa.
— ¿Y dónde se metió George? —pregunté confundida todavía. Fred me agarró de la barbilla y giró mi cara unos grados hacia la mesa de ravenclaw. El otro pelirrojo se despidió de una chica rubia y vino corriendo hacia nosotros cuando se dio cuenta que lo mirábamos.
— Ahí se metió —murmuró un poco enfadado Fred. Fruncí el ceño y continué caminando con él.
Llegamos al principio de la mesa donde había un espacio vacío para los nuevos alumnos que vendrían de primer año y nos sentamos allí enfrentados.
— ¿Quién era la chica? —le pregunté a George cuando nos alcanzó un poco agitado por correr. Se sentó en la mesa al lado de su hermano y cuando estaba a punto de contestar él le quitó la palabra.
— Bonnie —contestó Fred con una voz burlona— se estuvieron enviando cartas todo el verano, que asco me das George.
— No fue tan así, no seas mentiroso —se quejó su hermano— fueron solo un par de cartas para saber cómo estaba.
— Un par por semana, querrás decir —George rodó los ojos— creo que ni hasta Isadora con Oliver se mandan esa cantidad de cartas.
— Eso es porque Oliver es cornudo —apreté los dientes y lo miré con el ceño fruncido.
— ¿Qué les dije sobre eso? Ya déjenlo. Fue un tonto beso el año pasado y nada más.
— Lástima —dijo Fred sonriendo— sabías que nos burlaríamos por el resto de nuestras vidas.
— ¡Como si hubiera sido mi intención! —Gruñí— ustedes se me abalanzaron.
— Corrección —habló Fred— yo me abalancé, George no.
— Bueno, como sea —hice un ademán con la mano para no darle importancia— no lo repitan más, y menos si estamos cerca de él —miré hacia el centro de la mesa y vi a Oliver charlando animadamente con uno de sus compañeros— cambiando de tema, ¿Hacemos apuestas? —los gemelos se miraron entre sí y luego sonrieron. Esos dos amaban hacer apuestas y retos por cualquier cosa.
— ¿Apostar sobre qué? —preguntó George.
— En qué casa quedará Potter —sonreí.
— Gryffindor —murmuraron ambos al mismo tiempo.
— ¡No! No se vale así, dicen gryffindor porque quieren que él esté aquí —me quejé— además yo también digo que quedará en esta casa. No podemos apostar nada si los tres decimos lo mismo.
— Entonces, por una cerveza de mantequilla en Las tres escobas —dijo Fred— me parece que quedará en slytherin.
— ¿Slytherin? —murmuró George pensativo.
— Yo voy por gryffindor todavía —hablé.
— Creo que tiene razón Fred —dijo su gemelo— yo también iré por slytherin.
— Si pierdes enana nos compras una cerveza a cada uno, eh —comentó Fred— nada de comprar una para los dos.
— Y si yo gano me pagan una cerveza y un paquete de grageas —los gemelos estiraron su mano.
— Trato hecho —dijeron al unísono. Estreché sus manos y cerramos la apuesta al mismo tiempo que Dumbledore se paraba en su asiento para darles la bienvenida a los nuevos alumnos.
Miré un poco melancólica las caras de nerviosismo de aquellos pequeños. Me hacían acordar a la vez que yo estaba en ese mismo lugar. Creo que en ese momento hasta se me había olvidado cómo respirar.
La profesora McGonagall colocó el sombrero seleccionador sobre el taburete y éste comenzó a canturrear una de sus típicas canciones de comienzo de año, que siempre solían tener alguna enseñanza o advertencia sobre lo que podría pasar, pero casi nunca le prestaba atención. No porque no quisiera, sino porque me distraía fácilmente con las caras estúpidas que me hacía Fred siempre... Y que esta vez no era la excepción.
Me enteré que había finalizado cuando todos dieron un gran aplauso, al cual me uní un poco tarde. Segundos después McGonagall desenrolló el pergamino que cargaba en sus manos desde la entrada y pronunció el primer nombre de la lista.
— ¡Abbott, Hannah! —dijo con firmeza.
Una chica rubia con varios bucles al final de su cabello y un poco rellenita se salió de la mitad de la fila para ir directo hacia el pequeño banco. La profesora le colocó el sombrero y poco después la envió a hufflepuff. La mesa estalló en aplausos y vi a Cedric haciéndome señas de que ya había un alumno más para ellos.
— ¡Malfoy, Draco! —llamó McGonagall. Alcé mi vista, que estaba concentrada en mis dedos jugueteando sobre la mesa, y vislumbré a un chico rubio platinado sentándose sobre el taburete.
— Malfoy —susurré.
— ¿Qué sucede con él? —preguntó George mirándome de soslayo.
— ¡Slytherin! —gritó el sombrero apenas tocó su cabeza. La mesa de las serpientes comenzó a aplaudir y a vitorearlo hasta que su nuevo integrante se acercó a ellos.
— Lo vi en la estación esta mañana —dije— estaba acompañado de una mujer rubia, seguramente debía ser su madre —entrecerré los ojos para poder divisar mejor al chico— y digamos que ella parecía tener un poco de desagrado por mí. Aunque no sé por qué...
— No te preocupes, le desagradan casi todos los magos. Los Malfoy son la típica familia que se cree superior a todos —se quejó Fred frunciendo el ceño— si puedes quédate lo más lejos que te sea posible de ellos. De él y de su hermanita, Deneb.
— ¿Son hermanos? —preguntó George confundido.
— Es lo más probable —agregó el otro— y si no lo son, al menos son familia. Eso seguro...
— He visto al chico antes en el andén, ahora que lo dices —murmuré— pero quédate tranquilo que no pienso acercarme a ningún slytherin y mucho menos a ellos. Creí que ya lo sabías... Llevamos dos años compartiendo curso con su hermana.
— Creí que ya lo sabías —agregó Fred— que no le doy satisfacción a la chica.
Los próximos dos alumnos quedaron en slytherin. Dos gemelas se separaron, terminando una para ravenclaw y la otra para gryffindor, y por fin había llegado el momento que estaba esperando.
Bah, dudo mucho que yo fuera la única.
Todo el colegio, inclusive profesores y fantasmas, debían de estar esperando esto. A cualquiera le daba curiosidad saber a dónde estaba destinado aquel chico:
— ¡Potter, Harry! —habló McGonagall con firmeza.
Alcé un poco la cabeza para verlo mejor y un chico pequeño, bastante escuálido, de pelo azabache y anteojos redondos -como recordaba de verlo en el tren- se acercó hacia el taburete. Apenas tomó asiento el sombrero fue colocado en su cabeza.
Pero ningún grito salía de él.
El comedor estaba fundido en un total e inmenso silencio. Siquiera una mosca revoloteaba por allí. Todos estábamos impacientes por saber qué sucedía, y por qué se tardaba tanto en seleccionarlo. Hasta que por fin...
— ¡Gryffindor! —gritó el sombrero.
Nuestra mesa estalló en vítores y aplausos, incluyéndome. Harry salió un poco sonrojado del lugar y se nos unió en la mesa. Luego del regocijo Fred y George me miraron con un poco de odio, pero no me importaba, mi sonrisa no se borraría. Había ganado una cerveza de mantequilla y grageas en la primera salida a Hogsmeade. ¡Buen comienzo de año!
Los cinco alumnos restantes fueron respectivamente uno a cada casa, excepto por la nuestra que recibió dos; Dean Thomas y Ronald Weasley.
— Bien hecho Ron, excelente —dijo Percy por encima de los aplausos de Harry, para felicitar a su hermano menor. Le apreté su mano sonriendo cuando el pelirrojo se sentó cerca de mí en la mesa.
— Mamá ya puede respirar tranquila —dijo Fred en broma— no has quedado en slytherin.
— ¿En algún momento llegaste a creer que quedaría allí? —Ron frunció el ceño.
— Uno nunca sabe —murmuró George con rapidez mientras Dumbledore se levantaba de su asiento. Para dar su típico discurso de inicio de año.
— ¡Bienvenidos! —Dijo alegre— ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero decirles unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias! —el comedor volvió a aplaudir. Yo por mi parte lancé una carcajada. ¿No estaba loco ese anciano?
Las mesas se llenaron de comida por arte de magia. Tarta, pollo, pescado, albóndigas, jugo, ensalada, pastelitos, salsas... Extrañaba más estas comidas que al propio colegio. No me quiero siquiera imaginar qué será de mi estómago cuando ya no tenga que concurrir más a Hogwarts.
— A empacharnos se ha dicho —murmuró George comenzando a servirse lo que tenía más a mano, que seguramente no sabía ni qué era, pero se podía comer y eso era lo que contaba.
Luego de llenar mi cuerpo con las delicias que habían preparado los elfos, Dumbledore se levantó otra vez del asiento e hizo un ademán con sus manos para que hiciéramos silencio y lo escucháramos.
— Sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que hacer para el comienzo del año —se aclaró la garganta— los de primer año deberán tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo —Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos y hacia mí. Intenté contener la risa— el señor Filch, el celador, me ha pedido que les recuerde que no deben hacer magia en los recreos ni en los pasillos.
— Aguafiestas —susurraron Fred y George al unísono.
— Las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch. Y por último, quiero decirles que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa.
Harry se rió, pero fue uno de los pocos que lo hizo. Los gemelos me miraron con un brillo de emoción en sus ojos.
— No, ni lo sueñen —les dije frunciendo el ceño. Ya sabía que esa mirada era de curiosidad, pero si Dumbledore decía que podíamos morir, prefería seguir viva sin saber qué había allí.
— ¡Ahora sí! Pueden irse a sus dormitorios.
El murmullo volvió a expandirse por el gran comedor. Los prefectos se anunciaban entre los más pequeños para que los siguieran a sus respectivas salas comunes. Yo mientras tanto me levanté como pude del asiento, me sentía pesada, y caminé entre la multitud hacia la torre de gryffindor.
Estando allí me quedé un rato junto a los gemelos y Ron, pero pronto subí a mi dormitorio porque me había agarrado sueño. Angelina y Alicia se encontraban ambas charlando sobre películas muggles cuando entré. Las saludé amablemente y me dirigí hacia la ventana que daba a mi cama, ya que había una lechuza posada fuera.
Abrí el vidrio y el animal dejó una carta en mis manos y salió volando. Era fácil de reconocer su destinatario porque tenía un sobre violeta... ¿Quién más sino mi padrino?
La abrí con curiosidad y leí su contenido.
Querida Isa:
¿Has llegado sana y salva? Espero que estés bien y respondas rápido a mi carta, ya que en unos días me transformaré y quisiera leer tu respuesta antes de eso.
Besos y buen comienzo de año.
Remus.
P.D: todavía espero la explicación de porqué no jugarás más al quidditch.
— ¿Ya se irán a dormir? —les pregunté a mis compañeras de cuarto— ¿O puedo responder a la carta?
— En unos minutos —comentó Alicia— tienes tiempo para escribir —afirmé con la cabeza. Ambas volvieron a su charla anterior a que las interrumpiera y yo me dediqué a sacar un pergamino, pluma y tinta de mi mochila. Por suerte siempre llevaba un par fuera de la valija, para estos casos.
Me acomodé sobre la mesa de luz vacía y comencé a escribir mi respuesta, para mandársela lo antes posible. Sabía que mañana a la noche ya comenzaría a sentirse mal porque en tres días era luna llena.
Querido Remus:
Estoy de maravilla y por lo que veo tú también, por ahora. Estoy emocionada por las nuevas materias que voy a cursar ¡Ojalá sean de mi gusto!
Como prometí contarte el porqué de mi salida del equipo de quidditch, y aunque no tenga muchas ganas de explicarlo, lo resumiré un poco...
Nombraron a Oliver Wood como capitán del equipo y digamos que es un poquitín exigente. Como sabrás, ambos salimos juntos, pero eso no le prohibió ser un poco duro conmigo diciéndome que este año debería esmerarme más y mejorar, porque mi rendimiento no era del todo bueno (Según Charlie Weasley era la mejor cazadora que vio en sus últimos tres años de colegio) y la verdad es que lo pensé un millón de veces antes de tomar esa decisión, pero no quería que el quidditch se entrometiera en nuestra relación y causara problemas, así que decidí dejarlo.
Además a mamá no le gusta que juegue porque me lastimo, y ella muy amablemente me dejó seguir en la segunda temporada, pero creo que la haré más feliz si lo dejo por completo... Por un lado mejor, tendré más ratos libres para leer novelas.
A que no sabes las grandes novedades, ¡Harry Potter está en el colegio! ¡Y en gryffindor! Yo sabía que esta era la mejor casa de todas.
Te mando un gran abrazo.
Isa.
— Buen día bonita —dijo Oliver sentándose a mi lado y dándome un pequeño beso en la mejilla.
Continué con mi desayuno mientras él me contaba lo entusiasmado que estaba por Harry Potter estando en la misma casa que él. Cedric se había "escapado" de su mesa para sentarse conmigo a comer y de paso para comparar nuestros horarios. Teníamos encantamientos, defensa contra las artes oscuras y runas antiguas juntos, ya que él también se había agregado en esa materia. Gryffindor compartía con hufflepuff estudios muggles, pero yo no me había anotado en ella.
Por suerte con slytherin compartíamos historia de la magia, que era aburridísima; transformaciones, que McGonagall los mantenía siempre a raya; y adivinación, en la cual no me había anotado. Buena suerte para Fred y George con ellos. El resto de las materias quedaban con los de ravenclaw.
— ¿Me estás escuchando? —preguntó Oliver un poco extrañado. Lo miré sorprendida.
— Ah, no, lo siento —me ruboricé— es que me perdí un poco en mis pensamientos. ¿Qué decías?
— Que Potter debería ser un buen jugador de quidditch, he visto los trofeos que ganó su padre —hice una afirmación un poco desinteresada— creo que tenemos que hablar nosotros dos —murmuró.
— ¿Hablar? —Dije un poco confusa— odio eso, porque siempre es algo malo.
— No lo es tontita —sonrió levemente— es solo que quiero aclararte unas cosas.
— Está bien —afirmé con la cabeza— ¿Tienes algo después del almuerzo? Podemos pasear por los terrenos y tener nuestra "charla" —se rió despacio— aunque sea unos minutos porque luego tengo clases.
— Claro, tengo libre la primer hora. Después me entretengo con mi primer día de adivinación —hizo una mueca al mismo tiempo que los gemelos se nos unían en la mesa— me voy yendo, te encuentro después entonces ¿Sí?
— Sí, claro —me dio un pequeño beso y salió del gran comedor cargando su mochila sobre un hombro. Fred y George lo siguieron con la mirada.
— Uh, pelea matrimonial —murmuró Cedric luego de morder un panqueque.
— No seas malo —negué con la cabeza.
— Y hablando de Roma —comentó George sentándose a mi lado— ¿Cómo se te ocurre hacer esa atrocidad de dejar el quidditch? Explícamelo por quinta vez porque todavía no me entra en la cabeza.
— George, ya basta —bufé— ya te lo dije.
— Estúpido Oliver —Fred golpeó la mesa— váyanse olvidando de ganar la copa este año.
— Creo que no hace falta ser tan agresivo —dije sorprendida— además gran parte de la decisión fue porque mi mamá no quiere que me lastime más.
— Y ahora tenemos que encontrar dos cazadores y un buscador —se quejó Fred otra vez— esperemos que los que se presenten sean buenos en el quidditch.
— Nunca se sabe —me encogí de hombros— tal vez entre ellos esté la nueva estrella del equipo.
— Ojalá los astros te escuchen —bufó George.
— ¿Qué nos toca ahora? —preguntó Fred revisando el horario que le había entregado McGonagall segundos antes de entrar al gran comedor.
— Cuidado de criaturas mágicas —dije tragando el último bocado de mi medialuna— con los ravenclaw.
— ¡Clase nueva! —Comentó George sonriendo— Charlie nos dijo que es muy simpático el profesor.
— Veremos si tiene razón entonces —agregué.
Los cuatro terminamos de desayunar y nos separamos para ir a nuestras respectivas clases. Cedric se dirigió al segundo piso y nosotros tres continuamos hacia los terrenos. El día estaba bastante lindo para aprovecharlo, había sol pero no hacía mucho calor y de vez en cuando acarreaba una ráfaga de fresco viento.
Cercano al inicio del bosque prohibido, unos cuantos metros alejado del castillo, había un pequeño tumulto de alumnos que esperaban también la misma clase. Luego de acercarnos a ellos se nos unieron un par de alumnos más y el profesor salió del bosque puntualmente a la hora que debía comenzar la materia. Detrás de él flotaban varios baldes de madera con algo dentro.
— ¡Buenos días alumnos! —dijo con alegría. Era un hombre bastante robusto, de pelo azabache y barba de algunos días. Tenía una gran quemadura en el lado izquierdo de su cara y seguramente por eso su ojo era celeste, a diferencia del derecho que era muchísimo más amarronado— Mi nombres es Silvanus Kettleburn, y espero que adoren mi materia tanto como lo hago yo —sonrió levemente— antes de comenzar con nuestra primera clase, quiero decir que el examen final constará de un trabajo de análisis intenso, a elección, sobre alguna de las criaturas que veremos en todo el año. Así que sugiero que presten atención desde hoy, por si deciden elegir a este pequeño animalito.
Se acercó a un cuadrado bastante grande que había detrás de él y con un movimiento de varita descubrió la manta azul que lo cubría. Era una gran pecera de arena con varias ratas pequeñas en ella, pero tenían algo así como una anémona rosa en la espalda.
— ¿Alguien sabe qué es? —preguntó el profesor mirándonos con entusiasmo. Una chica de ravenclaw levantó su mano— sí, dime ¿Tu nombre?
— Miranda Van Houssen... y son murtlaps. Sus tentáculos posteriores sirven para curaciones.
— ¡Bravo! ¡Diez puntos para ravenclaw! —Fred bufó— este mes estudiaremos a estas pequeñas criaturitas —Kettleburn miró la pecera con mucho cariño— cómo se alimentan, cómo se aparean, cómo hay que cuidarlas y cuáles son sus beneficios —volvió a mirarnos— hoy intentaremos alimentarlos. El problema es que suelen ser muy reacios a las personas hasta que se acostumbran, pero veremos qué podemos hacer. Ya que no hay muchas especies sugiero que hagan parejas y cada una tomará un balde con crustáceos y un murtlap. ¡Vamos, que el tiempo es oro! —volvió a sonreír. Miré un poco divertida a Fred y a George.
— Es bastante simpático —les dije.
— Tú vienes conmigo —murmuró Fred agarrándome del brazo. Miré a George quien nos dedicaba una cara un poco odiosa, pero terminó juntándose con Lee.
Fred y yo nos dedicamos a controlar al murtlap para que no se escurriera fuera del balde. Intentamos darle de comer, intentamos también dejarlo dentro con los crustáceos para ver si comía por sí solo, pero no funcionaba. Lo único que habíamos logrado en toda la clase fue dejar que se escapara nuestro animalito.
Por suerte Kettleburn estaba preparado para que esto sucediera y logró agarrarlo a tiempo antes de que se escabullera por el bosque prohibido. Para alivio mío y de Fred, no habíamos sido los únicos con ese problema, la mitad de clase más o menos había perdido en alguna ocasión a su murtlap. El profesor dijo que era bastante común que sucediera porque eran unos bebés recién y no estaban acostumbrados a los extraños, como lo éramos nosotros los humanos. Pero que ya para la próxima clase tal vez lograríamos un avance.
Luego de aquellas divertidas horas en los terrenos nos tocaba historia de la magia, con los de slytherin. Vaya martirio. Salir de una clase tan bonita y alegre para ir directo a la misma muerte.
¿Estoy exagerando? Sí, creo que un poco.
Es que Binns es tan aburrido que nadie puede quedarse despierto en sus clases, nadie le puede prestar atención. Todavía no entiendo cómo hacemos todos para aprobar esa materia.
Bueno, los que la aprobamos...
Cuando salimos de la pesadilla fuimos directo al gran comedor, necesitábamos con urgencia alimentarnos. Me senté al lado de George en el medio de la mesa y Fred se colocó frente a nosotros.
— ¿Ya tuvieron clase con el profesor nuevo? —preguntó Ron sentándose junto a nosotros— el de defensa contra las artes oscuras.
— Todavía no —contesté mirando a la mesa de profesores, pero recién había unos pocos nada más. No estaba el que yo buscaba.
— Lo único que sabemos sobre él es que su turbante apesta a ajo —murmuró Fred.
— Vaya a saber que trae ahí —agregó George.
— ¿Cómo que apesta a ajo? —Dije confundida— ¿Cuándo lo olieron?
— Ayer cuando íbamos para la sala común nos topamos con él —Fred comenzó a servirse comida en su plato— ya sabes que con toda la multitud de gente que se arma nosotros siempre intentamos salir a lo último, para ir más tranquilos.
— ¿Creen que dure más de un año? —dijo Percy en tono divertido— desde que estoy en el colegio que siempre se renueva el profesor de esa materia.
— Es porque el puesto está maldito —comenté. Los cuatro Weasley y Potter, que no se despegaba de Ron, me miraron sorprendidos— ¿Qué? ¿No saben la historia? —Los gemelos negaron con la cabeza— hace muchos años ya-saben-quién se presentó para el puesto de profesor de defensa contra las artes oscuras, pero Dumbledore no se lo cedió y terminó echando una maldición sobre esa asignatura. Nadie podría permanecer por más de un año, por una u otra razón... Aunque quién sabe, tal vez sea mentira.
— Si no es verdad, la única manera de saberlo es que alguien permanezca por más tiempo en el puesto —habló Ron.
— ¿Dónde has descubierto eso? —inquirió Percy un poco desconfiado.
— Ah, me lo han contado de buena fuente —me encogí de hombros— pero como dije, tal vez sea sólo una leyenda.
—Habrá que esperar entonces —murmuró George terminando de servirse puré en suplato. Mi estómago comenzó a rugir así que decidí que era hora de menos charlay más comida.
Terminamos de almorzar y me quedé esperando a Oliver para luego ir juntos hasta el patio empedrado. El clima se había puesto mucho más caluroso pero aun así había alumnos fuera. Platicamos un rato sobre lo que hicimos en las primeras horas mientras caminábamos resguardados del sol y luego nos sentamos unos minutos en uno de los bancos de piedra.
— Y bien, ¿De qué querías hablar? —pregunté inocentemente. Oliver dio un suspiro.
— Sobre lo que hablamos en el verano, lo del equipo de quidditch.
— ¿Por qué todos están tan pendientes de esto? Oliver, el tema no está en discusión. Ya lo decidí.
— Lo siento, sabes que no quise decirte eso de que debías mejorar —rodé los ojos— ya me disculpé y lo vuelvo a hacer —lo interrumpí.
— Y yo ya acepté tus disculpas, pero eso no me hará cambiar de opinión.
— Te necesitamos en el equipo. Perdimos a Charlie y a Scott, no podemos perderte también.
— Pues te has acordado un poco tarde ¿No lo crees? —se frotó la nuca con una de sus manos.
— Lo sé, por eso te lo digo ahora. ¿Quién más vendrá a reemplazarte? Además sin un buen buscador estaremos en la ruina.
— Debe haber carne fresca en los alumnos de segundo —me encogí de hombros— tampoco te lo tomes tan a pecho, es sólo un juego.
— ¿Sólo un juego? —Dijo exasperado— ¿Desde cuándo lo es? La gente compite por estas cosas, la gente —lo interrumpí.
— ¡Y sigue siendo un juego! —Me levanté del asiento— eso es lo que no entiendes Oliver, que yo jugaba al quidditch por la diversión que me proporcionaba, no para competir contra otros. Aunque si bien me gustaba ganar, no era mi mayor meta.
— Y por eso no hemos ganado el año pasado —se levantó del asiento también, quedando enfrentado a mí— teníamos todo a nuestro favor, excepto porque los jugadores no aportaron todo en la cancha.
— ¿Y ahora me vienes a recriminar que no ganamos por mi culpa? —Dije sorprendida— ¿Que no dejé todo en la cancha? ¿Te tengo que recordar las veces que terminé en la enfermería por eso? Siempre era la primera en llegar a los entrenamientos, mucho antes de que tú te aparecieras.
— ¿Sabes qué?, déjalo —ondeó su mano en forma de desinterés— ya veo que es mejor que no estés en el equipo. No nos llevaríamos muy bien allí.
— Oliver, eres un idiota —lo empujé con mi hombro al pasar a su lado y salí como un rayo de allí hacia las mazmorras, a esperar lo que restaba de tiempo para que comenzara mi clase de defensa contra las artes oscuras.
Estaba de malhumor pero no me perdería la primer clase porque eso sería peor que estar enojada con Oliver Wood.
Al doblar por uno de los pasillos choqué con un chico de gryffindor, que estaba en sus últimos años.
— Ten más cuidado por dónde vas rubiecita —dijo con una sonrisa de lado. Me imaginé que no lo decía de mala forma, pero yo no estaba de humor ni para que me dijesen que era la mujer más bonita del mundo.
— Lo haré —contesté con frialdad.
Continué mi camino por el pasillo aunque sentía la mirada del chico sobre mí. Di unos pasos más y alguien se me abalanzó encima para darme un abrazo. Giré mi cabeza y vi a Cedric haciéndome una mueca.
— No te escaparás de mí tan fácil —dijo para luego soltarme y lanzar una carcajada macabra. A su lado estaba Félix, uno de sus amigos de hufflepuff.
— Hola —lo saludé y él respondió moviendo su mano. Se ve que todavía seguía siendo bastante tímido.
— ¿Ibas a las mazmorras? —Preguntó Ced y afirmé con la cabeza— ¿No tenías que hablar con Wood?
— Así es, y ya hablamos —contesté— no fue una charla muy larga que digamos, ni tampoco muy linda.
— ¿Se pelearon? ¿Yo tenía razón?
— No lo llamaría una pelea —dije— creo que le queda mejor el nombre de opiniones diferentes. Fue por lo del quidditch, ya sabes —afirmó con la cabeza.
— Pronto recapacitará, no te preocupes.
Y fue así como Cedric dijo. Había pasado justo una semana, antes de que las pruebas de quidditch comenzaran, cuando gryffindor recibió a la nueva estrella de su equipo y Oliver pareció volver a amistarse conmigo. Todo gracias al nuevo buscador: Harry Potter.
Aunque yo no sabía muchas cosas acerca del amor y las relaciones, sí podía saber que aquello no se sentía bien.
No era normal que dejásemos de hablarnos durante una semana por una idiotez así. Ni tampoco que durante meses la relación no hubiera avanzado en lo más mínimo. O que lo único importante de lo cual hablar fuera quidditch y chocolates.
Tampoco tenía a quién preguntarle sobre si estas cosas eran normales o no pero en mi mente no lo parecían. Y que Fred y George sumaran al hecho de que casi todos los días le decían cornudo y me recordasen que no éramos novios, no ayudaba a la causa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro