Capítulo 34
Me toqué la cabeza. Me sentía mareada.
— ¿Ya estás bien? —escuché una suave voz cerca de mí. Abrí los ojos y vi un montón de pelirrojos a mí alrededor— ¿Cómo te sientes? —preguntó Cedric preocupado, quien estaba sentado a mi lado. El único castaño en la sala.
— Creo que ya estoy bien —intenté sentarme despacio en la cama. Por lo que mi mente recordaba estaba en la enfermería. Cómo olvidarme de ese lugar que me recibió varias veces el año pasado, y que me recibiría muchas más en lo que me quedaba de tiempo en Hogwarts— ¿Qué sucedió? No recuerdo mucho.
— Te golpeó una bludger en la cabeza —dijo Charlie quien estaba parado al final de la cama— y caíste de tu escoba. Pero por suerte no estabas muy alto y solo te fracturaste unas costillas —Claro, por eso sentía algo apretándome los pulmones, debía de tener puesta alguna faja.
— ¿Y qué sucedió con el partido? No me digan que perdimos por mi culpa —dije preocupada. Lo único que faltaba era que hubiera perdido el primer partido de quidditch de mi vida, los estudiantes no se lo olvidarían jamás y me lo recordarían a diario.
— No. Ganó gryffindor —habló Percy que estaba junto a su hermano— Charlie atrapó la snitch justo a tiempo —largué un suspiro aliviada.
— Jugaste muy bien igual —dijo George— no hubiéramos perdido por tu culpa en todo caso —le hice una pequeña sonrisita.
— Entonces, ahora que ya estás bien iré a cambiarme y darme una ducha —dijo Charlie despidiéndose— espero que te recuperes para el entrenamiento próximo.
— Nos vemos Isadora —dijo Percy saludándome también— que te mejores.
— Gracias chicos —les sonreí y los seguí con la mirada hasta que desaparecieron por la puerta.
— ¡Ah! —Dijo Fred levantándose de la cama como si hubiera recordado algo importante— Oliver Wood te trajo esto —se acercó hasta mi mesita de luz y me entregó una rana de chocolate— dijo que te la diéramos si despertabas y él no se encontraba aquí.
— ¿Vino a verme? —dije sonrojándome mientras abría mi rana de chocolate.
Bueno, que tampoco era algo tan descabellado ¿No? Los dos jugábamos en el mismo equipo... al igual que Charlie, por ejemplo.
Vino a verme por esa razón y solo por eso.
— Sí, se quedó un rato luego del partido —habló Cedric— pero después vino una chica a buscarlo y se fue con ella. Igual dijo que volvería más tarde.
— ¿Una chica? —Pregunté— ¿Tiene novia?
— ¿Wood? ¿Novia? —Dijo George riéndose— con esa pinta que tiene no creo que pueda salir con nadie.
— ¿Pero qué dices? —Fruncí el ceño— si es tan cariñoso y se preocupa por todos. Además no es feo.
— Tonterías —susurró George rodando los ojos. Me comí la rana de chocolate antes de que se escapara y la señora Pomfrey apareció en la sala acercándose a mí.
— ¿Cómo te sientes querida? ¿Mejor? —preguntó ella.
— Si, solo estoy un poco mareada —agregué.
— Será mejor que vuelvas a recostarte —le hice caso y apoyé mi cuerpo hacia atrás— ¿Puedes respirar bien? —Afirmé con la cabeza— Igual pasarás la noche aquí por las dudas. Estaré en mi despacho, cualquier cosa me avisas si sientes algún dolor.
— Si, gracias —le respondí para luego verla caminar por donde había venido— ¿Cómo los dejó entrar a todos? Siempre es tan estricta con las visitas...
— Debe de estar de buen humor hoy —dijo Fred encogiéndose de hombros— o tal vez porque eres la única en la enfermería.
— Me he dado cuenta. Me voy a aburrir a la noche —bufé.
— Podríamos preguntarle a Pomfrey si nos deja quedarnos contigo —sugirió Fred sonriendo.
— Antes de que los deje hacer eso les pegará una patada en el trasero —dije riéndome— igual gracias.
— ¡Isa! —dijo una voz desde la entrada de la enfermería. Los cuatro nos giramos hacia allí y vimos a Oliver caminando con una gran sonrisa en su rostro— Ya despertaste —se acercó hacia mi cama y vio la caja vacía del chocolate— y veo que te dieron mi regalo.
— Sí. Gracias Oliver —le devolví una sonrisa.
— ¿Ya te sientes mejor? —Acarició mi mano y sentí como mis cachetes se enrojecían— me tuviste preocupado.
— A todos nos preocupaba, ciertamente —murmuró Fred con cierto tono de molestia en la voz. Lo miré de reojo, maldiciendo que estuviese aquí.
— Será mejor que me vaya a la sala común —dijo Cedric con una voz más alta de lo normal, antes de yo pudiera decir algo— ¿Ustedes dos no tenían deberes que hacer? —les preguntó a los gemelos.
— ¿Deberes? —dijo George riéndose. Pude ver a Fred dándole un golpe en la cabeza.
— Si, si —dijo el otro pelirrojo— ahora mismo vamos a hacerlos porque si no Flitwick nos reprobará y recién empieza el año —se levantó de la cama y agarró del brazo a George para que este hiciera lo mismo. Oliver los miró un poco confundido y luego los tres se marcharon de la enfermería dejándonos a solas.
Claro, esa era su intención.
— Entonces, ¿Estás mejor? —Asentí con la cabeza— ¿Tus costillitas? —ambos nos reímos.
— Sanando —dije sonriéndole— gracias por el chocolate.
— No hay de qué —se sentó en la cama a mi lado— creí que te gustaría comer algo rico en vez de solo remedios. Siempre tengo varias, mi madre me envía dos o tres semanalmente porque sabe que son mi golosina preferida.
— Son muy ricas —agregué, para luego hacerse un silencio incómodo de varios segundos, aunque me parecía una eternidad— ¿Y cómo estuvo el partido? —dije para sacar algún tema de conversación.
— Bastante bien. Juegas de maravilla —me sonrojé— por suerte Charlie atrapó la snitch justo a tiempo antes de que cayeras. Sino seguro que nos hubiéramos desconcentrado todos y ravenclaw hubiera ganado sólo por diez puntos más.
— Menos mal —susurré.
— ¿Y cuándo te darán el alta? —preguntó.
— No lo sé, supongo que mañana —dije— esta noche me quedaré aquí. Sola —bufé— va a ser una larga y solitaria noche.
— Tienes que descansar —sonrió de lado— me alegro que estés bien. Vine sólo un ratito a ver si habías mejorado, pero ya me tengo que ir porque tenía una cita arreglada para estas horas —mi corazón dio un salto.
¿Qué me sucedía?
Santo cielo, Isadora. Deja de ser estúpida.
¡Todo porque George se la pasó haciendo bromas con que me gusta Wood! Si no me hubiese plantado esa idea en la cabeza, seguro que no me hubiese puesto a pensar en el tema y no me pondría así cada vez que escucho su nombre o que estamos en la misma habitación...
De acuerdo... Me gusta Wood.
— Oh, ¿Tienes novia? No lo sabía.
¡Bien! Aplausos para Isadora y sus estupideces.
— ¿Novia? —se rió— No, ¿Por qué?
— Es que eso creí —me reí nerviosa— entonces ¿Sales con alguien?
— No, tampoco —me sonrió— es una cita de estudio con un compañero de ravenclaw que me ofreció ayuda en un tema de aritmancia. Sólo eso.
— Ah, qué bien —volví a reírme como una idiota. ¡Ay, por favor, deja de actuar así!
— ¿Quieres tener una cita? —dijo con rapidez. No reaccioné porque, si bien le había entendido lo que dijo, no sabía si lo estaba procesando del todo o si realmente había escuchado cualquier cosa. Oliver notó mi cara de confusión y ante el silencio que yo estaba creando volvió a hablar— ¿Quieres salir conmigo? —murmuró lentamente.
— ¿Qué? —Dije asombrada— ¿Sa-salir? ¿Salir a dónde?
— Por los terrenos, pasear, tal vez hacer un picnic, charlar —se encogió de hombros— no hay mucho que hacer por estos lados. Si fueras un año mayor te invitaría alguna merienda en Hogsmeade, pero como no se puede hay que sacarle provecho a Hogwarts.
— ¿Estás...? ¿Acaso acabas de pedirme una cita? —pregunté todavía confundida.
— Si Isa, eso dije —se rió por lo bajo— ¿Quieres?
— Sí, claro —sonreí— Sí. Me encantaría.
— ¿Este sábado a la tarde te parece bien? —Afirmé con la cabeza— entonces, eh... A las tres en punto de la tarde te estaré esperando en la sala común —ambos sonreímos.
— De acuerdo. Nos vemos luego Oliver —le dije mientras se despedía de mí y salía de la enfermería, no sin antes guiñarme un ojo al atravesar la puerta.
Unas horas más tarde aparecieron los gemelos de nuevo para bombardearme con preguntas sobre el castaño. Por supuesto preferí guardar en secreto lo de la cita, porque sabría qué harían algo para impedírmelo o simplemente para estropearlo.
Típico de Fred y George.
A la hora de la cena Madame Pomfrey dejó pasar a Cedric para que me hiciera compañía y de paso comiéramos juntos. A él sí, claramente le había contado lo sucedido con Oliver con máximo de detalles.
Además podría darme algunos consejos de cómo vestirme, cómo comportarme, qué es lo que le gustan a la mayoría de los chicos y todas esas cosas. Lo que cualquier chica de doce años sin experiencia en novios quisiera preguntar para sacarse las dudas.
Además sabía que Cedric contestaría todo con mucha alegría y sin problemas, Fred y George sólo se reirían y luego estarían como dos meses haciéndome chistes por eso, y en estos momentos no tenía ganas de que eso sucediera.
Por suerte me dormí temprano y muy cómoda, sin despertarme por la noche ni escuchando ruidos raros. Siempre tenía una loca manía en quedarme durmiendo sola en un lugar tan grande como la enfermería. Agregando el hecho de que el castillo estaba lleno de fantasmas que se paseaban por todos lados y vaya a saber qué cosas podrían hacer esos, sobretodo Peeves y sus fastidiosas bromas (Con las cuales ya me había topado varias veces en lo que llevaba en el castillo).
El sábado había llegado. Los días habían pasado con tranquilidad pero mientras almorzaba ese día, me había dado cuenta de que mis nervios habían aumentado y me costaba mucho esfuerzo disimularlos. Además de que me había encontrado con Oliver en la sala común y me recordó nuestra cita de la tarde, como para que no me lo olvidara y me pusiera más nerviosa todavía.
— Entonces saldrás con Oliver y no nos dijiste nada —refunfuñó Fred por quinta vez sentándose en la mesa para comer— creí que éramos amigos.
— Lo somos Fred —rodé los ojos— y es por eso que los conozco bien y sé que son capaces de arruinar mi cita sólo porque les parece divertido verme enojada —George se rió.
— Y ahora más todavía la estropearemos, por ocultárnoslo —agregó Fred.
— ¡No se atrevan a hacerlo! —Golpeé el tenedor con fuerza en la mesa y los gemelos me miraron asustados— Imagino que no querrán repetir cierta escena que sucedió el año pasado en donde terminaron atados en medio del pasillo... ¿O sí? —los miré de reojo.
— No —contestó George con rapidez— No queremos que vuelva a pasar eso.
— Bien —murmuré— entonces les advierto que no se metan en mis asuntos amorosos —los gemelos se miraron entre sí y luego asintieron con la cabeza. Suspiré aliviada como si me hubiera quitado un peso de encima y luego continué con mi almuerzo.
— Pero Oliver tiene catorce años... —susurró Fred. Alcé una ceja, sin entender su punto— ¿Qué? Ah, no me digan que ustedes no habían pensado en eso también.
— ¿De qué hablas? —pregunté confundida.
— Él es mayor que tú. Mira si quiere cosas que... que, tú sabes, Isadora —hizo gesticulaciones con su mano como si fuera algo más que obvio. Me sonrojé porque ciertamente entendí hacia donde iba su punto— he escuchado historias de Bill que —lo interrumpí.
— Tenemos doce Fred, y solo nos llevamos dos años con Oliver —dije— no me parece tanta diferencia.
— Pero a él ya le está pegando la pubertad —habló George, a lo cual su gemelo asintió con la cabeza dándole la razón.
— No creo que él quiera sobrepasarse conmigo y... ¡Además! Somos niños todavía —arrugué la nariz— a lo sumo nos besaremos y esas cosas, no lo sé. Dejen de molestar.
Fred y George se miraron entre sí poco convencidos de lo que les estaba diciendo pero continuaron con su comida en silencio.
Cuando los tres terminamos volvimos hasta la sala común para jugar unas partidas de naipes explosivos. Luego de ganar tres y perder dos, me dediqué a subir a mi habitación y alistarme para mi cita con Oliver.
Creo que por fin para algo había servido el vestido que me había regalado Tonks y mis tíos, hoy sería el día que lo iba a estrenar.
— Alicia —dije mirándome una vez más en el espejo— ¿Crees que me veo bien? Es que no suelo usar vestido, ni verme tan femenina. No sé, ¿Estoy bien?
— Te ves mejor que nunca —dijo ella levantando la vista de la carta que leía— ¿A qué se debe todo esto?
— Tengo una cita —dije saliendo del baño.
— ¿Cita? —Murmuró interesada— ¿Cita con quién?
— Con Oliver Wood —me sonrojé y la morocha esbozó una gran sonrisa.
— Parece un buen chico, por lo menos por cómo es en el equipo —agregó— ¿Qué van a hacer?
— No lo sé, creo que pasear por los terrenos y hablar —me encogí de hombros— ¿Alguna vez tuviste una cita? Quiero decir... No sé bien cómo actuar en estos casos y estoy un poco nerviosa.
— No —dijo apenada— pero mi hermana me contó algunas cosas. Si se te da la oportunidad dale un beso, un pequeño beso, pero luego no lo beses otra vez —se me revolvió el estómago nuevamente— no seas muy fácil, hazte la difícil. Sé tú misma, interésate en él pero no demuestres mucho interés, que no se crea que estas a sus pies.
— Mi cabeza va a explotar con tantas contradicciones —dije mareada.
— Bah, creo que son idioteces todo eso —ondeó su mano y volvió la vista a la carta— te irá bien, déjate llevar y haz lo que tu corazón diga.
— ¿Me veo bien? —volví a preguntar.
— ¡Que sí! —dijo bufando.
Me arreglé por última vez el vestido y acomodé un mechón de pelo detrás de mí oreja. Lo bueno es que ya me había crecido un poco y me hacía ver más grande, porque antes parecía una niña de once años...
Salí de mi habitación y bajé a la sala común esperanzada de que hubiera poca gente para dirigirme alguna mirada indeseada. Los gemelos se habían ido y por suerte Oliver ya estaba esperándome apoyado sobre los sillones jugando divertido con sus dedos.
— Hola Oliver —hablé para que se diera cuenta de mi presencia.
— Hola —contestó sonriéndome— ¿Ya estás lista? ¿Vamos? —Asentí con la cabeza— por cierto, te ves muy linda.
— ¿Lo crees? —Hice una mueca— no me gusta mucho este tipo de ropa.
— Pero deberías usarla más seguido, te queda muy bien —me sonrojé aunque por suerte él no lo había notado ya que habíamos comenzado a caminar fuera de la sala común.
Comenzamos a charlar sobre quidditch, sobre nuestros equipos y jugadores favoritos, hasta llegar afuera del castillo. Me contó sobre las materias optativas que había en tercer año para guiarme un poco el año entrante. Definitivamente iría a Cuidado de criaturas mágicas, Oliver relataba todo con tanto entusiasmo que podría haber convencido a un pordiosero de comprarle una mansión.
Continuamos charlando un rato más sobre quidditch, sobre nuestros gustos en común con la música, con las películas, en fin, varias cosas. Compartíamos el mismo amor hacia los postres y sobretodo el mismo amor hacia el lemon pie. ¡Qué delicia!
Después de caminar un rato más nos sentamos en uno de los asientos de roca que hay en el patio, donde por suerte había muy poca gente ya que todos estaban paseando por los terrenos o volando en sus escobas (El tiempo estaba perfecto para eso, ni mucho calor ni mucho frio ni mucho viento) y justo... justo cuando menos me lo esperaba sucedió.
Giré mi cara un segundo para comentarle algo a Oliver pero él ya estaba mucho más cerca de mi cara, mucho más de lo que alguien quisiera acercarse como para "hablar". Lo veía venir, mis nervios me ganaban esta partida, pero tuve que rechazarlo.
— Espera Oliver —puse una mano en su pecho para alejarlo con suavidad de mí.
— Oh, perdón —susurró— Fui muy rápido, lo siento. Es que las ganas me están matando desde el año pasado —ambos reímos— pero te entiendo.
— No, no —lo miré— si quiero, es sólo que no... —Pensé dos veces lo que iba a decir— no sé besar, nunca besé a nadie —me aclaré la garganta.
— Ah, ¿Es por eso? —Me sonrió— no te preocupes, todos pasamos por esa situación. Alguna vez tendrás que hacerlo, ¿Y qué mejor forma que con alguien que tengas confianza? No me burlaré de ti porque no sepas, pero si necesitas tiempo puedo entenderlo.
Me temblaban las manos de nuevo, pero no podía rechazarlo otra vez, si lo hacía quedaría como una idiota y él luego seguro se olvidaría de mí. Me acerqué a su cara e instintivamente cerré los ojos. Ya podía sentir la respiración cálida de Oliver sobre mis labios. Sentí como nuestras narices chocaban muy suavemente y giré mi cara un poco hacia la izquierda para que el castaño lo hiciera hacia la derecha. Nuestros labios se tocaron, por unos segundos nos quedamos así, sin saber qué hacer.
¿Y cómo iba a saberlo si yo no tenía ni la más mínima idea?
Sentí como apoyaba una mano sobre mi cintura y torpemente coloqué las mías alrededor de su cuello. Éramos un mar de nervios pero nos dejábamos llevar. No había lengua de por medio, gracias a dios, porque ahí sí que hubiera muerto de terror por no saber qué hacer. Era un beso lento y dulce, casi perfecto.
Unos segundos después nos separamos. Quité mis manos que estaban sobre él y giré mi cara para ver lo interesante que estaba el césped, y de paso para que no viera que me había sonrojado.
— Estuvo muy bien para ser tu primera vez —me acarició la espalda con la mano que todavía seguía allí.
— No fue nada de otro mundo —murmuré riendo.
— Créeme que pudo haber sido un millón de veces peor —dijo— mi primer beso fue con una chica muggle que me terminó cortando todos los labios porque usaba frenos.
— Eso debió doler —hizo una mueca en su cara.
— Un poco —ambos sonreímos— ¿Quieres ir volviendo a la sala común? Tengo unos dulces muggles que me envió mi mamá hoy a la mañana, si quieres podemos comerlos y charlar un rato más.
— Claro, me encantaría —nos levantamos del banco y caminamos unos metros para adentrarnos en el castillo otra vez. Y como era de esperarse, algo tenía que arruinar este momento lindo.
— ¡Corran, corran! —gritó Fred desde la otra punta del pasillo haciéndome señas para que nos abriéramos paso de la puerta en donde estábamos parados.
— ¿Pero qué hacen esos dos? —susurré viendo a los gemelos acercarse hacia nosotros. Por supuesto que no iba a salir corriendo estando con Oliver a mi lado.
— ¡Muévanse! —gritó George desesperado acercándose también. En menos de un segundo comprendí que algo habían hecho. Ya de por sí no era bueno que vinieran los dos corriendo y gritando como locos, y mucho menos si Filch se aparecía por detrás maldiciéndolos y agitando como maniático la escoba por el aire.
— ¡Malcriados, malnacidos! —gritó el conserje acercándose por el pasillo. Fred y George dejaron de correr porque Filch ya los conocía, de todas formas si escapaban el hombre sabía a quienes inculpar.
— ¿Qué hicieron? —les pregunté a los gemelos que me miraban con el ceño fruncido.
— Si hubieras corrido como te dijimos no nos hubieran atrapado —se quejó Fred.
— No pensaba correr —agregué enojada.
— ¡Los cuatro vienen conmigo! —Gritó Filch con los ojos llenos de rabia— ¡Al despacho de McGonagall!
— Pero nosotros dos no hicimos nada —dijo Oliver sorprendido mirándome.
— ¡Los cuatro he dicho! —Filch agarró más fuerte su escoba y comenzó a trotar furioso hasta el despacho. Fred y George lo siguieron por detrás y Oliver y yo, resignados, hicimos lo mismo.
— Oliver lo siento tanto —murmuré apenada— soy una torpe.
— Isa, no te preocupes —me tomó de la mano— no fue tu culpa —me sonrojé por el gesto que había hecho y seguimos caminando en silencio lo poco del recorrido que faltaba. La profesora estaba afuera de su despacho y ya sabía que algo habíamos hecho al vernos llegar.
— ¿Qué sucedió ahora? —dijo ella mirando directo a Filch.
— ¡Volaron un inodoro! ¡Volaron un inodoro en donde yo estaba barriendo! —gritó.
— ¿Wood que hace aquí? ¿Usted también? —preguntó la profesora mirándolo de arriba abajo.
— No —agregué antes de que alguien más pudiera hablar— él no tiene nada que ver profesora. Me lo encontré en el camino nada más, fuimos nosotros tres solos.
— Debí suponerlo —dijo ella reprobándonos— supongo que el trío podrá ir unas horas a limpiar la sala de trofeos ¿Cierto? —miró a Filch.
— Por supuesto —afirmó él— iré a dejarles una escoba y dos cepillos para hacer el trabajo —se fue murmurando cosas por lo bajo.
— Enviaré una lechuza a sus casas, y más les vale que vayan ahora mismo hasta la sala de trofeos —dijo McGonagall entrando a su despacho.
— Lo siento Oliver —repetí apenada— no quería terminar este día así.
— No eras culpable Isa, podrías haberlo dicho.
— A estas alturas no me creen nada —me encogí de hombros— ya me tienen marcada como una salvaje y rebelde en el colegio —ambos nos reímos.
— ¿Quieres que te acompañe hasta tu castigo?
— No, no —sonreí— ve a la sala común, luego te encuentro por ahí. ¿Te parece bien? —afirmó con la cabeza y me dio un pequeño beso en el cachete para despedirse. Comencé a caminar furiosa seguida por los gemelos, quienes habían estado en silencio desde hace minutos— Yo lo sabía. Sabía que harían algo para entrometerse.
— No era nuestra intención —dijo George— además tu cita ya estaba terminando, no interrumpimos nada.
— ¡Pero igual! —Grité— ¡Les pedí una cosa, sólo una! ¡Y no pudieron cumplirla!
— Perdón —se disculpó Fred— en serio que no era nuestra intención. Sólo queríamos divertirnos un rato ya que nos habías abandonado.
— No los abandoné —rodé los ojos.
— Nos dejaste tirados jugando a las cartas —Fred se hizo el dolido— nos cambiaste por Oliver Wood. ¡Oliver Wood!
— ¿Y qué tiene él de malo? Además ¡No los dejé tirados! Dejen de lloriquear, me tienen aquí cumpliendo un castigo inmerecido y encima ustedes se quedaron con la diversión de hacer volar un inodoro —ambos se rieron.
— Si lo hubieras visto —contestó George— salió una catarata de agua increíble y la tonta gata de Filch se empapó hasta los huesos.
— Igual gracias por hacernos compañía —me abrazó Fred— te mereces no hacer nada y reírte de nosotros mientras trabajamos como elfos.
Llegamos a la sala y Filch salía de allí con una cara de odio y satisfacción al mismo tiempo. Entramos dentro y nos había dejado una escoba, dos cepillos, un balde con un líquido para quien sabe qué cosa (tal vez para limpiar trofeos) y un trapo seco. Me dispuse a adueñarme de la escoba para así por lo menos barrer el piso y ayudar en algo, porque no me gustaba quedarme haciendo nada mientras los gemelos trabajaban.
— Maldito Filch —dijo Fred agarrando un cepillo— se cree que somos esclavos para andar limpiando trofeos.
— Podría haber sido peor —dije barriendo el suelo— ¿Se acuerdan cuando nos enviaron con Hagrid?
— Cómo olvidarlo —se estremeció el pelirrojo recordando.
— Eh, chicos —murmuró George— creo que encontré algo muy interesante —levanté mi vista y lo vi señalando un trofeo.
— ¿Qué hay Feorge? —preguntó su hermano mientras ambos nos acercábamos a él.
— ¿No es el pariente por el cual nos preguntaste días atrás? —dijo George mirándome. Acerqué mi vista un poco más y pude leer.
"Campeonato de quidditch de 1976" seguido del escudo de slytherin, quien debía haber sido campeón en ese entonces. Bajé mis ojos a una pequeña tabla que casi se encontraba al pie del trofeo y dictaba:
Talkalot, Lucinda — Capitán/Cazadora
Black, Regulus — Buscador
Detuve mis ojos sobre esa oración. Black, Regulus. ¿Será él? Si mis cálculos eran correctos, el chico en esos momentos ya conocía a mi madre. Si es que él fuera mi padre, claro.
— ¿Es el que estabas buscando? —preguntó Fred sacándome de mis pensamientos.
— No lo sé —fruncí el ceño confundida— es que no sé nada sobre él.
— ¿Por qué no le preguntas a tu madre? O algún pariente —agregó George— sería más fácil.
— No lo es —murmuré— en mi casa no se habla de la familia Black ni en chiste.
— Bueno —Fred se encogió de hombros— sigamos con nuestro trabajo entonces porque estos trofeos no se pulirán por sí solos —me reí. Volví a donde estaba barriendo antes para continuar haciéndolo, mientras que los gemelos seguían limpiando esos cacharros de valor— Oye Isa —levanté mi vista.
— ¿Qué sucede Freddie? —pregunté sonriendo.
— No nos has dicho nada de tu cita con Wood ¿Cómo estuvo? —contestó.
— Ah, eso —dije nerviosa— bien, supongo.
— ¿Bien? ¿Cómo que bien? —Se quejó Fred— dame detalles enana. ¿Hubo beso? ¿Manos? ¿Lengua? ¿Dejaste que tocara algo?
— ¡Fred! Por favor —dije sonrojándome— tuvimos esta charla antes...
— Eres un exagerado hermano —murmuró George riéndose— no esperes que haya hecho esas cosas en su primera cita y menos ¡Con doce años! Son cosas feas de adultos esas. Los tres lo sabemos.
— Bueno igual... si hubo beso —agregué con un tono de voz bajo porque me daba vergüenza decirlo.
— ¡Ah, no puede ser! —Fred tiró el cepillo al suelo de la rabia— ¡Esta ya nos está ganando la apuesta! —sonreí.
— Hay que apurarse Gred —dijo su hermano mirándome— no quisiera que gane ella sola.
— Por supuesto —Fred juntó el cepillo y nuevamente siguió con su trabajo— Y entonces ¿Cómo estuvo? ¿Asqueroso? ¿Baboso? ¿¡Hubo lengua!?
— ¡Que no ya te dije! —Contesté— fue un beso tierno, cálido, lento —suspiré— me encantó a decir verdad, no sé por qué creía que era algo feo.
— Deberías lavar tu boca con aguarrás —dijo Fred haciendo una mueca de asco— no vaya a ser que se te pudra y se te caigan los labios después —George se rió— nadie sabe qué hay en la boca de otra persona.
— Estás haciendo demasiado drama —dijo el otro pelirrojo— es un beso nada más, y aclaremos que tú fuiste el que quiso empezar con la apuesta.
— Lo sé, lo sé —murmuró Fred— y creo que me arrepiento un poco.
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