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Capítulo 3


— Hola mí amada flor —dijo James Potter dirigiéndose a Lily Evans. El chico caminó hacia nosotras y pude percibir que la pelirroja lo miró con cara molesta.

— Déjame en paz Potter —Lily cerró su libro y se levantó del sofá de la sala común— ven Isadora, hay gente molestando —frunció el ceño y esperó por mí, parada, a que yo le hiciera caso. Aquella mujer a veces me daba miedo así que mejor aceptaba su oferta. Me levanté yo también y la seguí, tomando rumbo a las escaleras en forma de caracol.

— Confiésalo —dijo James caminando detrás nuestro— me adoras, me amas, quieres abrazarme ¡Y llenarme de besos por todos lados!

— Nunca Potter —ella se dio vuelta en seco y lo interrumpió— nunca —remarcó nuevamente la misma palabra.

— Lily, nunca es demasiado tiempo —contestó de forma burlona.

Entonces ese era el padre de Harry... con lo tímido que es su hijo, no me hubiese imaginado jamás que su padre fuera así.

— ¿Alguna vez cierras la boca? —preguntó ella subiendo los peldaños. Yo hice lo mismo aunque me hubiese gustado poder quedarme en la sala disfrutando del fuego de la chimenea.

— ¡Sólo si me lo pides! —le gritó James desde abajo mientras yo soltaba una pequeña risita, que a la pelirroja no le había gustado para nada.

— No le prestes atención a Potter —bufó— cree que algún día puede llegar a ser mi novio.

— O esposo —agregué en voz baja.

— ¿Esposo? —Me miró con cara de asco— eso no va a suceder jamás de los jamases.

— ¿Por qué? —Pregunté curiosa— ¿Y si intentas conocerlo mejor? Parece ser buena persona.

— ¿Quién? ¿¡Él!? Es un arrogante —Lily abrió la puerta de la habitación y ambas entramos dentro.

— Sí, Él. Pienso que ambos harían una linda pareja, si dejases de lado tú... —me interrumpió.

— Claro, igual que un lobo y una oveja.


No lo podía comprender ¿Cómo fue que esos dos terminaron juntos? ¡Si prácticamente Lily lo odia! Me había tocado solucionar un gran problema amoroso ¿Verdad? ¿O se solucionaría solo? ¿Ya no bastaba con todo lo que tenía en la lista de espera?

Pero los padres de Harry Potter eran importantes también. Si ellos no estaban juntos no habría Harry en un futuro y pues... Voldemort nos mataría a todos.

— Lo digo en serio —me senté en mi cama dejando colgar mis pies para moverlos— y en todo caso ¿Quién sería quién? ¿Tú la oveja?

— No. Yo el lobo, por supuesto —dejó con prolijidad todos los libros que cargaba sobre su mesa de luz y volteó a verme— mi problema es que no me gusta su forma de actuar, en muchas ocasiones. Si tan sólo madurara y dejara de ser tan creído tal vez le daría una segunda oportunidad... Dudo que eso pase de todas formas.

— ¿Así que si él lograra cambiar le darías lugar a una relación?

— No. No he dicho eso, dije que le daría otra oportunidad. De conocerlo otra vez, olvidarme de cómo era antes y ver si de verdad es buena persona. De ahí en más, a que eso se convierta en una relación, sería un milagro —se acercó más hacia mi e hizo una pequeña sonrisa— pero bueno escucha, si alguna vez necesitas ayuda con alguien, no dudes en hablarlo conmigo. Soy de confianza.

— ¿A qué te refieres Lily? —pregunté nerviosa. Esas palabras no sonaban a nada bueno. Por lo menos no para mí.

— Ya sabes, si es que te gusta algún chico —lo veía venir, otra vez era esta historia— suelo ayudar a mis amigas con esos temas.

— Ah, gracias por el dato pero lamentablemente no requiero de tu ayuda —me levanté de la cama con rapidez— no hay nadie que me interese.

— Por ahora —sonrió otra vez— ¿Verdad? —Asentí con mi cabeza— ya vas a encontrar a alguien.

— Claro —murmuré— voy a bajar, me acordé que dejé un libro sobre la mesa.

La pelirroja me miró confundida pero no dijo nada más. 


Me dirigí apresurada hacia la puerta de la habitación para intentar salir lo antes posible ya que no quería que Lily me siguiera haciendo preguntas, ni sobre chicos ni sobre nada. Mucho menos sobre el tema de que supuestamente "me gustaba George". Pero viéndole el lado positivo, por lo menos así me podría asegurar de que Sirius no se me insinuaría.

Bajé las escaleras hacia la sala común y busqué a dicho pelirrojo Weasley, quien debía andar por allí todavía.

Lo vi sentado en una silla cerca de una de las ventanas y me acerqué hacia él.

— Georgie, ¿Podemos hablar? —le susurré en el oído.

— Sí, claro —contestó un poco preocupado— ¿Qué sucede?

— No. Acá no, en privado.

— ¿Estás diciéndome que salgamos de nuestra sala común? ¿A esta hora de la noche? ¿Y qué nos arriesguemos a que Filch nos vea? —alzó una ceja, pero divertido. Seguro le hubiese encantado que dijera que sí, porque a él y a Fred les fascinaba andarse por los pasillos de noche y escabullirse. Yo no era de esas.

Por algo había llegado a ser premio anual.

— Por supuesto que no —contesté— no soy el tipo de persona que termina castigada —rodó los ojos— me corrijo: que termina castigada sin tu ayuda o la de Fred.

— ¿Entonces nosotros somos quienes te damos problemas? —Se hizo el dolido colocándose una mano en el pecho— me rompes el corazón Isa.

— Por fin lo admites —dije riendo— ahora hablando serio, acá no es un lugar apropiado. Hay mucha gente.

— Creo que me harías un gran favor —murmuró George recorriendo la sala común con sus ojos, con cierta lentitud— si vamos a hablar a mi habitación. ¡No! Antes que digas algo más... es para que los otros cuatro no se queden ahí tramando alguna travesura para mí.

— En cualquier otra circunstancia de la vida aceptaría —contesté— pero prefiero no ir. Hace un día que llegué y si me ven yendo a tu habitación después de que nuestros compañeros se hayan creído tu historia de que me gustas... ¿Sabes cómo terminaría eso?

— Es que soy irresistible —contestó sonriendo. Hice caso omiso a su comentario— Espera, ¿Te has enterado de eso? Era chiste, lo juro —continuó diciendo George a la vez que le hacía ademanes con la mano para que dejase de lado el tema.

— Esperemos a que todos se vayan a dormir —murmuré— así quedamos nosotros dos solos.

— ¿Y perder tiempo valioso con la almohada? Ni loco.

— Pero es importante, por favor —rogué.

— Mejor mañana temprano lo charlamos.

— Nunca te levantas temprano George —le reproché. El gemelo prometió que esta vez sí lo haría, por mí— supongo que no hay otra salida —me encaminé hacia las escaleras mirándolo una última vez antes de subir— a las seis en punto ¿Escuchaste, querido?

Afirmó con la cabeza.



— ¿En dónde te habías metido? —le dije a George mientras lo veía bajar el último escalón hacia la sala. Había que tener paciencia con él. Más todavía cuando se rodeaba de Fred y Lee Jordan, su amigo y compañero de curso.

— Estaba... —intentó decir él entre varios bostezos— plácidamente dentro... de las sábanas. Llegué tarde media hora, no es para tanto.

— Olvídalo —le hice señas para que se sentara conmigo también en el sillón donde me encontraba— ¿Nadie se despertó cuando venías, verdad? —susurré.

— ¿Qué? ¿Alguien de mi habitación? —Preguntó y afirmé con la cabeza— ellos no duermen, hibernan Isadora. Así que no —se tomó ambas manos y estiró sus brazos hacia arriba para desperezarse y dejar de bostezar de una vez por todas— bien, cuanto más rápido me cuentes lo que te sucede más rápido volveré a dormir.

— ¿Piensas dormir veinte minutos?

— No hay que desperdiciar el tiempo.

— Como digas —rodé los ojos— ayer me encontré con mi padre y —pensé dos veces lo que iba a decir. No estaba segura de que George se lo tomaría de buena forma, pero no quería ocultárselo— quiero hablar con él.

— ¿¡Qué!? —Gritó— ¿Estás loca?

— ¡Cierra el pico, tonto! —Susurré tapándole la boca con rapidez— ¿O acaso quieres que todo el planeta se entere?

— Pero ¿Por qué lo harás? —Preguntó George corriendo mi mano de su cara— no deberías Isa.

— Lo sé, lo sé. Pero es que quiero saber el motivo por el cual desapareció ¿No es suficiente con eso?

— Oh claro, es tan inteligente —comenzó a decir— aparecerá una completa extraña y le preguntará ¿Papá, porque dejarás a mi madre sola? Y él se preguntará ¿Tu madre? ¿Tendré una hija? ¿La voy a dejar? ¿Acaso estoy soñando? ¿Qué es todo esto?

— Está bien —lo interrumpí— sé que no es una buena idea, pero tampoco se lo iba a decir así George. No soy estúpida.

— ¿Y cómo piensas hablar con él entonces? —Bufó— Además interferirás con el futuro, el mismo Dumbledore lo dijo. Isa, prométeme que no le hablarás a Regulus.

— Pero es que —intenté decir.

— Promételo —murmuró.

— ¡Vamos! Déjame hablarle aunque sea un poquito, no pasará nada si sólo intercambiamos palabras.

— Es que no quieres sólo intercambiar palabras.

— Bueno, no lo haré —dije apenada— ¿Más en el futuro? ¿Podré hablarle?

— No sé. Tengo mis dudas de que sea buena idea ¿No crees que ya estamos cambiando bastante las cosas? Imagínate si hacemos algo que luego haga que nosotros no nazcamos o que yo sí y tú no, o tú sí y yo no... O yo sí y Fred no ¡Madre santa! —Abrió los ojos como dos grandes platos— ¿Qué le pasará a Fred?

— ¿A Fred? —hice una pausa de unos segundos para pensar bien lo que estaba por decir. La verdad es que no se me había ocurrido a mí tampoco qué es lo que le podría pasar o estaría pasando en estos momentos con Fred— mira, por lo que sabemos él se soltó de la cadena, ¿Verdad? —George asintió— entonces lo más probable es que no haya viajado en el tiempo. No le pasará nada al igual que no le pasará nada a Ron o a Ginny o a muchos otros más. No es que tu gemelo esté atrapado en un limbo sin salida o algo por el estilo...

O al menos eso quiero creer.

Ambos queremos creer esa opción por cómo me miró el chico, con ojos preocupados pero al fin y al cabo, rendidos. No podíamos hacer mucho.

— Quizás deberíamos informarnos más, por las dudas —George se quedó en silencio y los dos giramos nuestras cabezas al escuchar ruido de varios pasos bajando las escaleras.

¿Nos habrá oído? —susurré preocupada.

— ¿Qué hacen despiertos a esta hora? —preguntó Sirius Black apareciendo en el borde de la escalera. Tenía de nuevo el mismo pijama rojo con el que lo había visto la primera vez al llegar a la sala común.

— En el colegio siempre nos hacían madrugar los miércoles —respondió George con rapidez. Por lo menos algo inteligente salió de su boca. Era una grata sorpresa— ya estamos acostumbrados al horario.

— Oh, ya veo —contestó. Me miró unos segundos todavía parado al final de la escalera y luego me sonrió— no lo había notado antes pero tienes lindos ojos ¿Son naturales?

— Nací con ellos... —dije con cierta cautela— ¿Por qué? —se acercó hacia nosotros con las manos en los bolsillos de su pantalón rojo.

— Remus me contó ayer a la noche sobre una chica con ojos violetas pero no le presté atención. A ver, que casi nunca lo hago, por eso no sabía que eras tú. ¿Significan algo que sean de ese color? —gracias Remus, cuéntale a todo el mundo— los metamorfomagos a veces cambian el color de sus ojos o su cabello según cómo se sienten.

— El violeta significa que tiene miedo —se burló George. Le pegué un codazo y lo fulminé con la mirada; ¿De verdad era tan idiota o se hacía?

— ¿Tienes miedo de mí? —preguntó Sirius sentándose en uno de los sofás soltando una mueca.

— No, no significan nada —dije riendo— son herencia de algún pariente, creo, no recuerdo bien si alguien en mi familia tuviera estos ojos.

— Yo he conocido a alguien más como tú. Mi abuela tenía ojos violetas. Decía que era porque estaban llenos de secretos. Supongo que los tuyos también —me encogí de hombros y Sirius me sonrió.

¡No Sirius, no! ¡Basta de querer impresionarme! ¿Qué no te das cuenta que soy tu sobrina?

¿O es que acaso estoy siendo muy exagerada y pienso que cualquier cosa que hace es un intento de coqueteo? Quizás es una mezcla de ambas cosas.

Debería calmarme, de seguro estoy muy a la defensiva y Sirius solo es amable y algo creído. Pero eso el Remus del presente ya me lo había contado, así que no es que fuera una actitud nueva solo para conmigo.

Pero por lo menos había obtenido algo de información sobre mi pasado. Resulta que mi bisabuela por parte de mi padre fue la dadora de estos ojos que me hacían buena fama. Y teniendo en cuenta también que Nymphadora es metamorfomaga y parte de la misma familia, lo más seguro era que por la sangre Black corriese algún tipo de magia diferente.

A Nymphadora le habían llegado los genes de metamorfomaga al cien por ciento. A mí sólo una pequeña parte. Pero por suerte una parte buena.

Y es que, digamos la verdad, ¿Cuántas veces en la vida conoces a alguien con ojos así?



Iba caminando junto a George hacia el salón de transformaciones. La profesora seguía siendo también McGonagall así que no quería retrasarme y llegar tarde, porque conocía su temperamento.

De todas formas los profesores siempre que nos veían llegar a los salones -por lo menos las primeras veces- no nos decían nada porque sabían que no conocíamos este castillo tan bien como los demás alumnos. Siempre acataban que era fácil perderse y que nos entendían.

Lo bueno es que nadie sabía que en realidad nos conocíamos Hogwarts como la palma de nuestras manos y podíamos utilizar la excusa de que "llegábamos tarde porque no encontrábamos el camino", cuando ciertamente lo que sucedía era que habíamos dormido unos minutos más.

— George, mira. Está allí —señalé a un hombre alto y de expresión solitaria caminando por el final del pasillo. Tenía el cabello negro, liso, y un poco más largo de lo normal, solía caerle en la cara debido a que muchas veces iba cabizbajo— aquel es Regulus. Mi padre.

— Sin ofender pero ¿Qué le vio tu madre? —Rodé los ojos— Teniendo a tantos otros chicos más atractivos. No es que sea feo tampoco —George se corrigió— pero los hay mejores.

— Y yo que sé, jamás en mi vida hablé con alguno de ellos dos como para saber porque habían estado juntos —bufé.

— Cierto. Perdón —pasó su mano por mi espalda— a veces me olvido de eso.

Tampoco me parecía feo.

Tenía algo que me llamaba la atención. ¿Quizás porque nunca lo había visto? ¿Quizás porque me urgían las ganas de correr a hablarle?


No lo sé. No lo sabría descifrar. Pero si mi madre era igual de curiosa que yo, entonces la podía entender a la perfección. Regulus tenía un aura de misticismo a su alrededor que a las personas como yo les hacía girar la cabeza cuando pasaba caminando.

Sirius parecía ser más sociable, claramente está. Pero no por eso dejaba de perder esa cualidad él también.

No hubo vez desde que habíamos llegado que no girase a mirarlo, por inercia, si él estaba en la habitación.

Y bueno casualidades de la vida que al parecer a él también le sucedía lo mismo... conmigo.

¿Tal vez por eso se fijaba tanto en mí? ¿Sabe que tenemos los tres esa misma aura de misterio?


— Conozco ese silencio —dijo George rompiendo mis pensamientos— No Isa, no puedes hablar con él —abrí la boca para reprocharle pero me calló negando con sus dedos— Si alguna vez hablan será porque así se dio, pero no te adelantes a los hechos, podríamos causar muchos estragos.

— ¿Estragos? —Me reí más fuerte de lo que hubiera querido— ¿Desde cuándo usas palabras así? No sabía que tu repertorio de palabras era tan extendido.

— No me subestimes Tonks —sonrió.

— Dickens, Dickens —le revolví el cabello— acuérdate Georgie, es importante que no confundas mi apellido.

— También sería importante que no me despeinaras —intentó acomodarse el pelo con sus manos pero fue algo en vano— odio esto, odio ser moreno. Soy pelirrojo.

— Me imagino lo doloroso que debe ser ¿No? —se rió. Estuvo jugueteando un rato más con su cabello hasta que logró que quedara más o menos presentable según mi opinión, ya que me estaba usando de espejo— te soy sincera, a mí también me gustaba más cuando eras pelirrojo pero de esta forma te ves más maduro.

— Maduro como una fruta —ambos reímos— vamos elfo, sigamos nuestro camino o llegaremos tarde a la clase de transformaciones.

— ¿Elfo? —fruncí el ceño. George se hizo el desentendido y pasó su brazo por mis hombros. Dejé el tema de lado y comenzamos a caminar rumbo al aula.

En realidad no me molestaba que me dijera elfo, enana o cosas por ese estilo. Solían ser los típicos apodos cariñosos que me ponían Fred y George para demostrarme su amor. Cada quién lo hace a su manera, ¿Cierto?    



Terminé lo más rápido que pude de escribir y me apresuré a entregarle el trabajo a la profesora de aritmancia. El aula ya casi estaba vacía.

Junté todas mis cosas a las corridas y salí afuera con la mochila colgada en el hombro. Sin poder decir ni un pero más, mis dotes de torpeza me ayudaron y tropecé con alguien que venía justo delante de mí. Fue como si hubiese aparecido de la nada.

Como si fuera... ¿Magia?

— Ay, perdón, no te vi —dije levantando la vista hacia el chico que estaba enfrente.

Me encontré con dos ojos grises y penetrantes mirándome. Me quedé congelada unos segundos, mientras contemplaba la cara de mi padre, todavía atónita.

— Discúlpame, yo tampoco te vi —contestó con seriedad. Se agachó para recoger todos los papeles que se habían dispersado por doquier y me dispuse a juntarlos yo también cuando por fin pude reaccionar— gracias —dijo cuándo se los devolví.

No podía ser... ¡Por fin había llegado el momento! Aunque no creía que llegaría tan rápido. Por primera vez en mi vida estaba estableciendo una conversación con mi padre.

Por suerte George no estaba aquí, porque si no me mataría.

— No, de nada —esbocé una pequeña sonrisa nerviosa tras luego ocultar mis manos en la espalda para que no viese lo mucho que me estaban temblando en ese momento— me habían dicho que los de tu casa, de slytherin, no eran tan amigables.

— La mayoría no lo es. Somos cautelosos —miró hacia donde estaba mi insignia de gryffindor.

— No te dejes llevar por esto.

— No lo hago —contestó con un poco de amargura en su tono de voz— no contigo. Sé que eres la estudiante de intercambio. El sombrero se pudo haber equivocado en ponerte en esa casa.

— Estamos en desventaja ¿No crees? —intenté olvidarme de lo que había querido decir con "no contigo"— tú me conoces pero yo a ti no.

— Black, Regulus. Sangre de la más pura —sentí como se le inflaba el pecho de orgullo.

Igual que la mía si vamos a destacar eso —susurré incómoda. ¿Hacía falta hablar de su linaje?— eh, por cierto, me llamo Isadora —estiré una de mis manos sacándola de la espalda. Regulus la miró unos segundos, receloso de sí estrecharla o no pero lo hizo.

Por un segundo sentí una chispa de emoción recorrer todo mi cuerpo.

— Un gusto. Ahora debo irme —agregó. Acomodó mejor los papeles que llevaba en su otra mano y antes de salir caminando por el pasillo pude divisar que arriba de todo el pilón había una especie de mapa. Lo vi alejarse con paso apresurado.


Toda mi vida había esperado por este momento. Ver a mi padre, abrazarlo, reír, hablar de la vida, tal vez llorar también ¿Y así era nuestro encuentro? ¿Dándose aires de superioridad solo por su sangre, su apellido y ser de slytherin?

Era un creído. ¿Cómo pudo mi madre salir con él? ¿Sería ella igual?

Pero bueno hay que aceptar que él no sabe que soy su hija y tal vez nunca lo sepa. De hecho no debería saberlo, Isadora. Sino el encuentro habría resultado de otra forma ¿Cierto?


Suspiré resignada y comencé a caminar.

Una parte de mí me dijo que no hubiera cambiado de actitud, pero era nada más cuestión de soñar, ya que nunca sabría con exactitud qué hubiese sucedido.

— ¿Qué pasó con Regulus? ¿Te hizo algo? —dijo Remus apareciendo a mi lado. Di un respingo por el susto, ¡Casi me da un infarto!

— Na-nada —tartamudeé— sólo nos chocamos cuando salí del aula.

— Si Sirius te viese hablando con él creo que habría una guerra mágica.

— ¿Por qué lo dices? —el licántropo comenzó a caminar por el corredor y le seguí el ritmo. Teníamos hora libre hasta la cena. Suponía yo que estábamos yendo de vuelta hacia la sala común.

— Ya sabes, te conté que ambos se llevan mal. No le gusta que sus amigos anden por ahí hablándole.

— Pues no parece tan mala persona —dije encogiéndome de hombros— además como si yo fuera amiga de Sirius.

— Lo sé, fue una forma de decir —se rascó la nuca— quizás te parezca que no es mala persona, pero no esperes más de aquel chico Isadora. Es el peor de su tipo.

— Es que creí —suspiré— creí que era diferente a su familia.

— Sirius es el diferente entre esos —se interrumpió a sí mismo— Espera, ¿Conoces a su familia? —Preguntó confundido.

— Bueno, yo —intenté decir— vamos, todos conocen a los Black ¿Quién nunca oyó hablar de ellos? Además me informé antes de venir a Inglaterra... por algo fui yo la estudiante de intercambio —Remus lo reafirmó susurrando un leve touché.

— Sí, tienes razón. Supongo que el mundo entero conoce la fama de los sangre pura —asentí con la cabeza— cambiando de tema; iré a la biblioteca, ¿Quieres acompañarme? Así de paso la conoces y podemos adelantar tarea de pociones. No quiero que me vaya mal con Slughorn —agregó con rapidez— Claro, si quieres...

— Remus, con lo poco que te conozco creo que puedo decir que no te irá mal en pociones —me reí.

— ¿Vienes entonces? —asentí con la cabeza.

Continuamos rumbo a la biblioteca y no pude aguantar no mirar para atrás unos segundos, solo para cerciorarme de que -por supuesto que no- mi padre no estuviera allí todavía.

Quizás era así con los demás pero no con mi madre. O tal vez era así sólo conmigo porque yo era la estudiante nueva y quería llamar mi atención. Pero es que también si Remus decía que era lo peor de su clase, debería de creerle un poco. Solía tener razón.

El problema era que no me gustaba quedarme con la opinión de los demás. Me gustaba poder sacar una conclusión por mí misma, y la única forma de hacer eso era volviendo a encontrarme con mi padre y conversar un rato más.

Para mi suerte George no sabía leer mentes. Todavía.

¿Cuánto cambiaría el futuro por intercambiar algunas palabras con mi difunto padre?

Si ya lo estaba haciendo con tantas otras personas... una más sumada a la lista no debería de ser un gran problema.

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