Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12


Entré a la sala común junto a Remus. Estaba completamente vacía, a excepción de George que se encontraba recostado sobre uno de los sillones con varias bolsas a su alrededor.

— Hasta que por fin se aparecen —dijo él sentándose— ¿Dónde estaban?

— Después te cuento —contesté desganada. Había gastado todas mis energías de ese día. Primero Hogsmeade, después el club de lectura, la noticia de mi madre...

— Yo mejor iré a dormir —agregó Remus, mirándonos a ambos. Se habría dado cuenta de que queríamos estar a solas para hablar— gracias por la cena y el buen rato que pasé contigo Isa. Hasta mañana —nos dijo a los dos.

— Que descanses —contestamos George y yo al mismo tiempo. Seguimos a Remus con la mirada hasta que subiera las escaleras y caminara por el pasillo superior. George se giró hacia mí, con el ceño fruncido.

— ¿Así que "gracias por la cena"?

— No llegamos a tiempo para cenar en el gran comedor —me senté al lado de George— así que fuimos a la cocina ¿Celoso acaso? —dije en tono burlón.

— ¿Yo? —Sonrió— claro que no.

— Estábamos con Samantha también —agregué.

— Cada vez se suma más gente a la cena —bufó— gracias por invitar.

— George, si hubiera querido comer a solas te hubiera invitado —saqué un paquete de grageas de una de las bolsas que estaban alrededor del gemelo— estábamos en el club de lectura nosotros tres solos... y Sam nos contó que estaba embarazada.

— ¿Qué? ¿Lo dices en serio? —preguntó sorprendido. Yo afirmé con la cabeza— Bueno, no es que me sorprenda la noticia porque, digo... en algún momento iba a pasar, tú tienes que nacer ¿Pero y ahora qué haremos? —Introdujo su mano dentro del paquete que le tendí, para compartirle golosinas, y agarró una gragea para luego comérsela— me tocó naranja —esbozó una pequeña sonrisa.

— No lo sé —contesté un poco preocupada— creo que mañana le diremos a Sirius. Por ahora es lo único que se me ocurre.

— ¿Y Remus que dice sobre esto?

— Nada, qué va a decir... —agarré una gragea verde— solo que Regulus es un estúpido, pero nada más.

— Una vez comí una gragea de moco y era de ese color —señaló mi mano— así que mejor ten cuidado —mordí la punta del caramelo con suma cautela, pero como era sabroso lo introduje entero en mi boca.

— Es de melón.

— Suertuda.

— ¿De qué te quejas? A ti te tocó naranja —ambos sonreímos— ¿Sabes cómo les fue a James y Lily en su cita?

— Ah —soltó un bufido— ¿Hacía falta recordármelo? James estuvo toda la cena hablando sobre eso —rodó los ojos— dijo que Lily estaba cayendo a sus pies, que ella se había divertido mucho y pronto podrían llegar a tener una segunda cita, bla bla. Solamente tenía que seguir siendo más delicado y menos arrogante, algo así había dicho.

— Menos mal —sonreí— se nota que James está enamorado de ella.

— James no está enamorado —arrugó la nariz— tiene una fuerte obsesión con Lily y eso es muy diferente.

— No, no es así —murmuré acomodándome mejor en el sillón— te das cuenta porque sus ojos se le ponen brillosos cada vez que habla de ella. Se da vuelta cada vez que cree escuchar su voz. Cuando están juntos en alguna clase no deja de mirarla —sonreí— y además, estuvo tantos años recibiendo rechazos de ella que cualquiera se hubiera dado por vencido, pero James, él no ¿Y por qué? Porque la ama.

— ¿Lo crees? —afirmé con la cabeza.

— Cien por ciento segura. Se le nota.

— Hablando de gente que no puede disimular —se aclaró la garganta— nosotros dos todavía tenemos que hablar.

— Eh, sí, lo sé —agregué, algo nerviosa— comienza a parlotear.

— ¿Y por qué yo?

— Porque tú fuiste el que sacó el tema a colación. Tú empiezas.

— Bueno... está bien —George dejó el paquete de grageas sobre la pequeña mesa ratona que había enfrente— a mí me gustas, aunque ya lo sabes... creo —me sonrojé— desde hace muchos años. La cuestión es que no quiero perder nuestra amistad por esto.

— No. En realidad no lo sabía —murmuré.

Hubo un breve silencio entre los dos.

Si tan solo me hubiese dicho esto antes... las cosas hubiesen sido diferentes.


Bueno, distintas en cuanto a que no pasaría la mitad del día creyendo que éramos solo amigos. Pero todo lo demás seguiría siendo igual.

— A mí también me gustas George —dejé mi paquete de grageas junto al otro— y creo que... no sé, deberíamos intentar ver qué pasa si somos más que amigos.

— ¿Y si no funciona?

— Seremos amigos otra vez —negó con la cabeza.

— Pero no será lo mismo.

— George —me acomodé en el sofá para mirarlo bien de frente— no veo razón para no intentarlo, ni tampoco veo por qué no funcionaría. Somos mejores amigos desde hace ¿Cuánto?

— Nos conocemos hace más de seis años. Fuimos amigos poco después. Pero nos hicimos más cercanos hace tres años —contestó rápidamente.

— ¿Y crees que si falla tiraríamos por la borda todo eso? —Me reí nerviosa— por lo menos no de mi parte.

— Yo tampoco lo haré. Lo prometo.

— Y entonces... no veo por qué no.

— El tiempo pasa muy rápido —miró al suelo— teníamos once años cuando nos conocimos ¿Lo recuerdas? —sonrió.

— Como si hubiera sido ayer —le devolví la sonrisa.

— Si no hubiera sido por Fred que quería probar un hechizo nuevo, yo no hubiera salido expulsado del vagón.

— Y yo no te hubiera encontrado tirado como un moribundo en el pasillo —ambos reímos.

— Recuerdo que te acercaste muy preocupada a ver qué me había pasado y me ayudaste a levantarme —me miró— fue ahí, te lo juro, cuando vi tus ojos, que sabía que me enamoraría de ti.

— ¿Desde ese día? —George asintió.

— Desde ese día —murmuró.

— ¿Y por qué jamás me lo dijiste?

— No lo sé —se encogió de hombros— por miedo supongo.

Lo miré, tal vez con otra mirada. Me parecía tan lindo y tan tierno ahora ¿Por qué antes no me había dado cuenta de eso?

Podía llegar a ser tan idiota yo a veces.


George se acercó el poco espacio que quedaba entre nosotros dos y comenzó a ver mis labios. Miré su cara, lo tenía tan cerca, como tantas otras veces en la vida, pero esta vez que vi sus pecas me parecían perfectas.

Sus ojos azules eran más hermosos que siempre y su pelo, por más que siguiera oscuro, me lo imaginaba de ese vibrante color pelirrojo tan peculiar en él. Ese anaranjado que lo hacía ver único y simpático a la vez. Le sentaba perfecto con su personalidad humilde, arrogante y divertida.

Lo tuve enfrente, todo este tiempo. Tuve al hombre perfecto y no lo quise ver.

Puso sus manos en mis mejillas y cuidadosamente se acercó aún más. Nuestros labios comenzaron a rozarse. Solo atiné a cerrar los ojos y disfrutar de ese beso. Se sentía tan bien. Mi estómago no dejaba de moverse en su interior, por los nervios ¿O acaso eran esas mariposas de las que todo el mundo hablaba?

Había besado a varios chicos antes pero... esto era totalmente diferente. Me sentía como en una nube, flotando fuera de la sala común de gryffindor. Parecía como si todo este caos de repente hubiera cesado.

Pero como todo lo bueno, en algún momento tenía que terminar.


Nos separamos y George volvió a agarrar su paquete de grageas con rapidez, para ocultar que se había sonrojado, mientras sonreía con disimulo.

— Es hora de volver a la diversión —murmuró sacando una gragea y colocándosela en la boca— jabón —escupió la gragea en su mano.

— No hagas eso, se supone que la tienes que comer.

— No volveré a probar esta cosa ¿La quieres? —me extendió su mano.

— No —empujé su brazo lejos de mí— es un asco, tírala.

— ¿Cómo puedes ser tan insensible? —Se hizo el dolido— hay tantas personas en el mundo que quisieran comer una gragea y tú la rechazas... además no tiene nada de malo, sólo saliva mía. Y que yo sepa tu boca también la tiene —se rió.

— George, cállate —mis cachetes se pusieron colorados.

— ¿Qué esperabas? ¿Que cambiara repentinamente y fuera tu príncipe azul? —Dejó la gragea abajo del sofá— olvídate Isa, seguiré siendo el mismo idiota de siempre.

— No, claro que no —me reí— pero esperaba que pudieras tomarte esto con más lentitud. Todavía me da un poco de timidez, ya sabes, hace unos minutos éramos nada más que amigos.

— Ya te acostumbrarás. Y a mis nuevos chistes obscenos también —me guiñó un ojo— por cierto, te ves linda cuando te sonrojas —le devolví una sonrisa.



Luego de almorzar -como unos cerdos vale aclarar- todos estábamos dispuestos a ir a ver a James y a Sirius practicar quidditch.

El campeonato estaba a punto de comenzar y los jugadores debían mejorar sus habilidades y crear nuevas tácticas. El día de hoy gryffindor tenía el campo solo para ellos.

Aunque por fuera de eso, Sirius y yo teníamos una seria charla de por medio que no podía esperar, mas según él: "el quidditch no puede ser reemplazado por nada". Así que tuve que sí o sí aguantarlo verlo unas dos horas a que terminara de hacer piruetas y volar en su escoba.

Por suerte Remus siempre llevaba un libro de bolsillo consigo y me lo prestó para pasar el tiempo muerto. Siempre tiene una solución a mano, por eso me cae tan bien.


George y Peter estaban bastante entretenidos viendo aquel deporte, así que no molestaron. Y Remus tuvo que aguantarse los comentarios de ambos y hacer de cuenta que estaba interesado, porque si no se hubiera dormido una larga siesta en los bancos.

Pobre, se suponía que iba a leer el libro que había traído pero terminé haciéndolo yo. Siquiera le gustaba el quidditch, solo asistía a los partidos en los que jugaba gryffindor y nada más que para darle apoyo a sus amigos, porque si no fuera por eso, jamás en sus siete años en Hogwarts hubiera pisado el estadio.

Una vez finalizado el entrenamiento los cuatro bajamos de las gradas y nos dirigimos a la entrada a esperar que James y Sirius salieran fuera.

— ¿Qué podemos hacer de divertido ahora? —dijo el pelinegro de ojos grises apareciéndose, seguido de su amigo de gafas cuadradas.

— Yo y mi cama tenemos una cita pendiente —agregó Peter— ¿Alguien más viene a la sala común?

— Vamos Peter, es un día espléndido como para dormir —Sirius miró el cielo— está todo despejado y soleado. Quizás un poco fresco pero ni se siente.

— Es domingo. Los domingos duermo ¿Comprendes? No puedo perderme eso —dijo la rata, perdón, Peter.

— Como quieras —el chico rodó los ojos— ¿Algún otro aburrido se va?

— Yo iré a molestar a mi amada Lily, tal vez me acepte una segunda cita —James sonrió— así que te acompaño a la sala común Colagusano.

— Suerte Cornamenta —agregó Sirius mientras los dos hombres comenzaban a caminar hacia el castillo.

— Bueno, quedamos sólo nosotros cuatro —dije mirando a George. El chico entendió que debía dejarnos solos para poder tener una charla con Sirius sin que levantara sospechas en los demás, y este era el momento adecuado.

George se desperezó y dijo que él también tenía ganas de dormir un rato para estar con muchas energías a la noche. Y se fue corriendo detrás de Peter y James.

— Al parecer seremos nosotros tres en realidad —dijo Sirius un poco enojado— ¿Qué haremos pequeños?

— Hablar —dijo Remus.

— ¿Hablar? —Arrugó la nariz— eso no suena para nada divertido.

— Sin chistes —dije con seriedad— tenemos que hablarte de algo muy importante esta vez.

— Bueno —su cara pasó de feliz y radiante a confundida— vayamos a sentarnos en algún lugar entonces.


Caminamos en silencio los tres hasta encontrar un árbol frente al lago. 

Me apoyé contra él y Remus se puso a mi lado. Sirius dejó su escoba en el suelo cerca nuestro y él quedó frente a nosotros con las piernas cruzadas, arrancando pedacitos de hierba con sus manos para entretenerse.

— Escupan la noticia —dijo.

— Samantha... ¿Te acuerdas de ella, verdad? —pregunté, a lo que me respondió con una afirmación de su cabeza— bueno ella, era novia de Regulus.

— Ve directo al punto —se quejó— eso ya lo sabía.

— Es que es difícil de contarlo —dije.

— No. Al contrario —bufó— Cuanto más rápido y sin rodeos mejor es. Créeme.

— Felicidades Sirius ¡Vas a ser tío! —dijo Remus con falsa alegría.

Merlín, no puedes tan solo decírselo así —le susurré mientras le pegaba una palmada en la cabeza.

Giré para verlo a Sirius, estaba más pálido que la nieve. Y es que, yo en su situación hubiese reaccionado de la misma manera si me enteraba que mi hermano estaba esperando un hijo a los dieciséis años.

— ¿Qué? —Pronunció con la voz entrecortada— no me gustan este tipo de bromas Remus y lo sabes.

— No es ninguna broma —dije mirando hacia el suelo— Samantha está embarazada y Regulus es el padre.

— Es imposible eso —Sirius seguía espantado— pero si Regulus, él ¡No me hagan estas cosas! ¡Ellos no estaban comprometidos! —Se levantó del suelo precipitadamente— ¿Acaso están locos? ¡Es un inmaduro que todavía ni cumplió los diecisiete! ¡Ni debe saber cómo nacen los bebés!

— Al parecer sí lo sabe —susurré alzando las cejas ante su incrédulo comentario.

— Sirius escucha —Remus también se levantó y lo agarró del brazo para que no se fuera, porque conociéndolo, es algo que haría— te estamos hablando en serio. Sabía que no te lo tomarías bien al principio pero —lo interrumpió.

— Déjame —se soltó de su amigo con bronca. Me paré yo también ya que no me gustaba estar más baja que ellos dos y podía notar que el ambiente se estaba volviendo más tenso de lo que hubiese querido.

— Sirius, por favor —hablé— tranquilízate, sólo queremos —me interrumpió a mí también.

— ¿¡Cómo quieres que me calme!? —Gritó— ¿¡Eh!? ¿¡Explícamelo!?

— Deja de gritar Sirius —Remus lo volvió a agarrar por el brazo, esta vez más fuerte— ahora vas a respirar hondo y cuando estés más tranquilo seguiremos hablando.

— Suéltame Remus, me lastimas —replicó.

— Y lo seguiré haciendo si no te puedes calmar —dijo entre dientes. Sirius lo miró fijamente unos segundos, con el ceño fruncido. Luego giró su cabeza para mirar hacia el lago y cerró los ojos. Vi como Remus dejaba de apretarle el brazo con su puño, con lentitud, para terminar soltándolo por completo.

— Ya está —Sirius volvió a abrir los ojos y se sentó con pesadumbre en el césped. Nosotros hicimos lo mismo que él.

— Tienes que hablar con Regulus —dije tratando de mantener la calma.

— No, no lo haré —bufó— ni siquiera sé dónde está.

— No pudo haber desaparecido —pues Remus querido, déjame decirte que sí pudo— envíale una carta a tus padres.

— ¡Ja! —se rió sarcásticamente— lo único que faltaba. Hablarles a mis padres después de que huí de su casa y los insulté a más no poder.

— Pero es por una buena razón —agregué.

— ¿Bellatrix? —Preguntó Remus— ¿Narcisa?

— Nos odiamos. Jamás me dirían la verdad además.

— ¿Y si se lo pedimos a Dumbledore? —Pregunté— después de todo, es el director y seguro sabe de la larga desaparición de uno de sus estudiantes.

— A veces me encantaría hacerte un monumento Isa —Sirius me sonrió— vayamos ahora mismo.

— Espera, igual —decía Remus mientras se acomodaba el pelo lejos de su cara— luego tendrás que hablar con Regulus o enviarle una carta.

— ¿Y por qué? —preguntó confundido.

— Porque Samantha no le quiere contar que es su hijo —agregué— y mucho menos quiere que tu familia se entere de eso.

— Bien, tendré que... —Sirius se frotó la barbilla— tendré que ingeniármelas para que quede entre nosotros dos nada más. No sé, aunque sea por un tiempo, hasta que se nos ocurra algún plan.

— Tampoco puede ocultarle a tus padres que serán abuelos, ya que pronto lo descubrirían —dijo Remus— sabes cómo son ellos.

— ¡Por los pantalones holgados de Merlín! —Refunfuñó Sirius, propinándole un golpe al suelo— ¿Cómo puede ser alguien tan idiota como él? Ya verá cuando lo vea, le daré una paliza. Maldito Regulus.


Sí. Maldito Regulus.

Mi corazón esperaba que todavía hubiese forma de contactarlo y de que, de alguna forma, se pudiera revertir la historia futura en donde mi padre desaparecía por siempre y nadie tenía noticias de que le había sucedido.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro