Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11

— Dumbledore pensó en todo realmente —dijo George caminando por la calle nevada de Hogsmeade— hasta nos falsificó permisos para poder venir aquí. En serio lo amo —ambos reímos.

— ¿Vamos por unas cervezas en Las tres escobas? —comenté.

— Solo si después compramos golosinas en Honeydukes —agregó.

— Por supuesto —sonreí— eso ni hace falta decirlo.

Con Fred y George teníamos la costumbre de hacer siempre ese mismo recorrido en la primera salida a Hogsmeade y luego nos quedábamos empachándonos en golosinas hasta tarde de la madrugada.

Esos días eran la gloria. Lástima que por esta vez Fred no estuviera, ya que no es lo mismo sin él. Pero por lo menos estaríamos los dos solos y podríamos charlar sobre nosotros y lo ocurrido en la fiesta.

Días atrás hubo una gran pelea en la sala común y Sirius puso a la luz todo el asunto de nuestro "amor" con George, así que no nos quedaba otra opción que hablarlo y ser dos personas maduras respecto a eso. No queríamos que el ambiente quedara tenso e incómodo. Al menos no de mi parte.

Ah, ¿Y qué fue esa pelea en la sala común?

Bueno, digamos que Lily perfecta Evans le dijo al director sobre la fiesta secreta que habían armado los merodeadores. Dumbledore los castigó severamente a los cuatro chicos, inclusive a Lily porque ella también estuvo allí. Sirius se enojó muchísimo con la pelirroja, Remus trató de defenderla, James hizo caso omiso para no estar en ningún bando.

Traté de frenar la pelea entre los cinco pero terminé recibiendo sin querer un puñetazo en la cara por parte de mi tío -Que iba para James, creo- pero por suerte luego de que Pomfrey me arreglara la nariz todos los problemas se habían solucionado.

O bueno al menos una parte de ellos.


Sirius estaba tan arrepentido por lo sucedido que había hecho todas mis tareas, me había traído un ramo de flores que él mismo juntó de los terrenos, también un par de chocolates y estuvo todo el tiempo en la enfermería conmigo. Me sentía como una niña mimada, pero después de todo, me lo merecía.



Entramos en el bar y nos sentamos en una mesa que daba frente a la puerta. Apenas habíamos pedido las cervezas de mantequilla cuando Sirius entró en el lugar algo ajetreado.

— ¿Han visto a Peter? —dijo acercándose a nosotros.

— No —contestamos al unísono.

— ¿Por qué? ¿Está perdido? —dije en tono burlón.

— Algo así. Es que estábamos jugando a las escondidas —No pude contener mi risa y solté una carcajada. ¿Escondidas? ¿Qué acaso eran niños de seis años? La verdad que esos hombres se divertían con muy poco y no les importaba en lo más mínimo lo que pensaran los demás de ellos— ¿Les molesta que juguemos a eso? —Sirius rodó los ojos— la cuestión es que Remus me encontró a mí, pero no a Peter. Y lo estamos buscando por todos lados.

— ¿Y James? —preguntó George curiosamente.

— Salió con Lily —contesté.

— Sí. Créelo o no, al fin salen —susurró el chico de ojos grises— bueno, si ven a Peter díganle que perdió por hacernos buscarlo tanto —dicho esto salió otra vez afuera. Lo seguí con la mirada y vi a una chica rubia, antes de que la puerta se cerrara, que estaba pasando por allí junto a una joven de pelo castaño oscuro. Estaba segura que esa era mi madre.

— George, tengo que darle una cosa a Samantha ¿Me esperas? Vuelvo rápido.

— Claro —murmuró confundido.

— En seguida regreso —dije levantándome del asiento. Salí de Las tres escobas desabrigada, ya que había dejado todo en la silla, y caminé en dirección izquierda por donde se habían ido ambas chicas— ¡Sam! —grité.

Una rubia de chaqueta roja se giró desde un puesto de caramelos. Me hizo unas señas para que la esperara y mientras tanto saqué un sobre del bolsillo de mi pantalón. Lo tenía allí guardado para poder dárselo apenas la viera.

— ¡No! —gritó una voz masculina detrás de mí. Me giré. Era Sirius, quién volvió a aparecerse junto con Remus. De seguro estuvieron allí viendo toda la escena— Isa —susurró un poco enojado— ven aquí.

— No —dije cruzándome de brazos— tú muévete —hizo una mueca con su cara pero al final comenzó a dar zancadas hasta donde yo estaba.

— ¿Todavía no le has dado la carta que te di? —preguntó mirando el sobre.

— Se la estaba por dar ahora, es que no la vi antes. Te dije que sábado —me interrumpió.

— No. Está con una amiga —murmuró— no puedes dársela ahora.

— ¿Y por qué no? Es una sola —me encogí de hombros— además es Joanne, ella no es como sus otras amigas.

— ¿Quieren que la distraiga? —habló Remus.

— ¡No! —Murmuró Sirius otra vez— y dame ese sobre —me lo quitó de las manos de un tirón— ya es tarde para que se lo entregues.

— Hola Isa —saludó Samantha apareciéndose a mi lado. Sirius guardó con rapidez el sobre dentro de su campera de cuero— Sirius —dijo fríamente— y... —miró al licántropo.

— Remus Lupin —dijo él sonriendo.

— Tú estás casi siempre en la biblioteca ¿Verdad? —Ella sonrió— por eso me parecías tan conocido... ah, ella —señaló a la chica castaña— es una amiga mía.

— Me llamo Joanne Abbott —dijo con una voz tranquila— un gusto conocerlos — ¿Será que mi madre sacó de ahí mi segundo nombre? No me lo había puesto a pensar antes.

Por cierto, mi nombre completo es Isadora Joanne Black. Creo que no lo había mencionado en ningún momento.

— ¿Qué necesitabas Isa? —preguntó Samantha mirándome.

— Eh, yo —Sirius me interrumpió.

— Nada, no quería nada —agregó— solo saludarte.

— ¿Me lo puede decir ella verdad? —Mi madre bufó— tiene boca propia para hablar.

— Si pero quería aclararlo —contestó él— no tiene nada para decirte.

— Por alguna razón me llamó —dijo ella furiosa— ¿No será que algo le dijiste antes de que viniera yo?

— ¿¡Yo!? —Gritó Sirius riéndose con falsedad— ¿Te crees tan importante como para que yo hable de ti?

— No importante, pero si un estorbo en tu vida.

— Ahora soy el malo de la historia —se cruzó de brazos— ¿No?

— Remus —murmuró Joanne— ¿Quisieras dar unas vueltas? Parece que esto va para rato.

— Claro, ¿Por qué no? —ambos sonrieron y se fueron de la ronda que se había formado.

Que vivos, aprovecharon el momento para irse. Mientras tanto, yo seguía ahí, convirtiéndome en un cubito de hielo esperando a que los dos niños dejaran de pelearse.


— Yo sé que te importa tan poco lo que me pase a mí —continuó quejándose Samantha— pero podrías preocuparte un poco más por tu hermano ¿No crees?

— ¿Mi hermano? ¿Hermano? —Remarcó la palabra— que yo sepa, los únicos hermanos que tengo se llaman James Potter, Remus Lupin y Peter Pettigrew. Y dudo mucho que estés hablando de alguno de ellos.

Cada vez que hablaban bien de Peter me daba una punzada en el pecho. Pero Dumbledore nos dijo que no podíamos interferir... así que no quedaba más remedio que sufrir por ellos.

— Hablo de Regulus y lo sabes bien —frunció el ceño— por más que estén peleados y lo odies, podrías preocuparte un poco más. Creía que tenías un corazón humilde.

— No me dejo pisotear por un egoísta, inútil —dijo con cara de asco— que sólo piensa en sí mismo, en su estúpida sangre y en Voldemort.

— Como quieras —negó con la cabeza— adiós Isa. Nos vemos luego en nuestra reunión del club —Samantha pasó al lado de Sirius empujándolo con su hombro y luego desapareció al doblar la esquina.

— ¿De qué me perdí? —murmuré más confundida de lo que ya estaba. Sirius me miró sin decir ni una palabra más y se fue caminando para el lado contrario.

No había entendido nada de aquella pelea pero sí sabía que me estaba congelando, así que volví al bar, para de paso contarle lo sucedido a George.



— Entonces —me decía Remus con alegría— se resbaló y yo la agarré por la cintura y nos miramos un rato. Tiene unos ojos hermosos, color miel. Y su pelo, huele tan rico.

— ¿Te gusta, cierto? —dije sonriendo al ver que se había sonrojado un poco.

— Joanne —susurró risueñamente— me encanta como suena ese nombre. Si alguna vez tengo una hija le pondré así.

— ¿Y cómo es que terminaste entrando al club? —Pregunté— es que no me lo contaste todavía. No será que tiene que ver con esta chica...

— Me olvidé, lo siento —dijo— cuando vino Samantha y vio que yo estaba entretenido con su amiga me dijo que me podía unir.

— Interesante —alcé las cejas, divertida. Remus solo atinó a girar la cara hacia una de las paredes de piedra, para ocultar que seguía ruborizado.

— ¿Pudiste hablar con George? —dijo él, cambiando de tema.

— No, aún no —suspiré— supongo que lo haré a la noche. Es que había mucha gente en el bar y tenía otros temas que charlar con él —Remus afirmó con la cabeza.


Hoy era una de esas tardes como todas, en las que iba alegremente hacia la sala de menesteres para otra de las tantas reuniones del club de lectura. Pero esta vez, sabía que sería diferente. Primero porque estaba Remus conmigo. Y segundo porque entramos a la sala y no había nadie.

Nadie excepto mi madre.

Estaba en el rincón más alejado a la puerta, acurrucada con la cabeza entre las piernas y un gran montón de cajas de pañuelos a su alrededor. Me acerqué a ella preocupada, todavía no había notado nuestra presencia así que intenté ser cuidadosa.

— Hola Sam —susurré despacio para que no se asustara. Ella levantó su cara, algo asustada por nuestra presencia. Tenía los ojos y las mejillas coloradas. Nos dirigió una mirada triste a mí y luego a Remus.

— No tienen por qué quedarse —intentó decir con un hilo de voz— todas las demás se fueron.

— ¿Qué sucedió? —Pregunté preocupada— ¿Por qué no hay nadie más?

— ¿¡Por qué todo tiene que ser tan difícil!? —Gritó lanzando el libro que tenía a su lado— ¡Odio todo esto!

— Sam —pasé mi mano por su espalda para contenerla. Remus se sentó a su lado y también hizo lo mismo. Ella agradecida dejó caer su cabeza sobre el hombro del chico— puedes confiar en nosotros... confía en mí. No quiero verte mal —dije despacio.

— Ninguna de ellas vendrá hoy —murmuró.

— ¿Pero por qué? ¿Vendrán la próxima? —preguntó Remus confundido.

— No —negó— ni hoy, ni la próxima, ni nunca —levantó su cabeza— ¿Alguna vez les pasó tener amigas que quieres mucho y crees que ellas también lo hacen? Crees que ellas estarán ahí para ti al igual que tú lo estuviste para ellas —asentí con mi cabeza— pero cuando más las necesitas se esfuman como el viento... son puras mentiras —murmuraba— puras mentiras... —comenzó a llorar otra vez— nadie en este mundo me quiere —intentó decir entre lágrimas.

Intenté contener las mías pero algunas se escapaban de mis ojos sin poder frenarlas. Me partía el alma verla así. Remus también se limpiaba algunas gotas que se deslizaban por su mejilla.

— Yo si —dije con la voz cortada— yo si te quiero Sam. Siempre estaré si me necesitas —le di un pequeño abrazo y ella me lo devolvió cálidamente. Parecía estar necesitando de uno hace mucho tiempo. Me separé de ella y la dejamos llorar durante unos minutos, tranquila, todo lo que quisiera.

Le haría bien descargarse de aquello que estaba guardando en su interior.

— ¿Y Joanne? —Preguntó Remus mirándome— hasta hace unos días ustedes —Sam lo interrumpió aun lagrimeando.

— Le mentí, le dije que no tendríamos club hoy —sollozó— es la única que siempre me presta su hombro. No quería estorbarla más con mis problemas.

Después de varios minutos que nos mantuvimos en silencio, Samantha decidió limpiarse la cara y sentarse erguida. Agarró mi mano con fuerza y pude ver que me estaba agradeciendo interiormente por estar allí con ella.


— ¿Quieres decirnos algo? —Dijo Remus acomodándole un mechón de cabello que se le había caído en la cara— ¿Tiene que ver con la pelea que tuviste hoy temprano con Sirius?

— No —miró al suelo— aunque... en parte sí.

— ¿Quieres que degolle a Sirius por ti?

— No —dijo ella riendo un poco.

— Bueno por lo menos te hice reír —contestó Remus sonriendo.

— ¿Quieres que le digamos algo a Sirius? —Pregunté, pero ella negó con su cabeza— ¿Quieres contarnos porque se pelearon?

Respiró hondo y pensó dos veces antes de hablar.

— Es que, hace tiempo que no veo a Regulus por ningún lado en el colegio, ni tampoco los profesores saben de él. Quise preguntárselo a Sirius por si sabía noticias de su hermano o por lo menos para que se importara un poco en buscarlo o algo. Pero parece que no le interesa en absoluto.

— Están peleados ellos dos —agregó Remus.

— Lo sé. Pero si yo tuviera una hermana y nadie sabe nada de ella durante más de una semana, por más que la odiara, me preocuparía aunque sea un poco.

— Ya aparecerá —dije apenada. Sabía que tal vez era ese el momento en el que nadie jamás supo algo más acerca de Regulus— ¿Por qué te peleaste con las chicas?

— Realmente no fue una pelea —respondió— es que les conté algo muy importante y me dejaron sola en esto.

— Puedes contárnoslo a nosotros —dijo Remus— si quieres.

— ¿Les puedo confiar un secreto? —preguntó afligida. Ambos asentimos con la cabeza.

Pude ver que estaba peleándose internamente sobre si contarnos o no lo que tenía para decir. Yo ya me lo imaginaba. Mi estómago se había revuelto, pero no podía dejar que ninguno de los dos notara que me sentía nerviosa por la situación, parecería extraño.


Samantha respiró hondo y habló, con voz calma.

— Estoy embarazada.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro