PARTE I | "Una bestia para el ángel"1. Tropezarse con la Bestia.
Observé las gotas caer por el enorme ventanal de la cafetería, elevé mis ojos y miré el cielo totalmente nublado, lo cual es demasiado común en Londres en estas fechas.
La campanita de la puerta sonó llamando mi atención, un señor canoso entró cubierto de agua, pero eso no le impidió sentarse en una de las mesas y hacer un gesto con la mano, indicándome que me acercara.
—Buenas tardes, ¿qué puedo servirle? —le dediqué una sonrisa amable.
—Un café y... ¿Qué tienes aparte de pan de maíz? —cuestionó observando el pequeño menú que estaba pegado a la madera de la mesa.
—Pastel de chocolate —murmuré, él asintió.
—Muy bien, eso quiero.
—En seguida vuelvo.
Me di media vuelta y caminé rápidamente hacia la barra, busqué una taza y serví café, en el pequeño plato coloqué dos sobrecitos de azúcar, luego busqué una rebanada de pastel y lo serví en otro plato. Con todo listo, me dispuse a cambiar hacia la mesa que ocupaba el señor.
—Que lo disfrute —le dije luego de dejar todo sobre la mesa, este me agradeció con una sonrisa y yo me alejé nuevamente.
Mire el reloj en mi muñeca y dándome cuenta que, faltaban dos horas para que terminara mi turno. Suspiré, las horas aquí pasaban volando y más si la cafetería estaba tan vacía como el día de hoy.
[...]
Observé a Connor entrar prácticamente corriendo al local, sonreí cuando lo vi acercarse a mí y dar un respingo claro de un escalofrío.
—¡Que puto frío! —exclama, se acerca y besuquea mi mejilla.
—Tú siempre tienes frío —me rio, pero busco mis cosas.
—Menos mal llegué, eso allá afuera se pondrá peor —dice, deja su chaqueta en el pequeño locker que está en la pared—. Vete a casa antes de que se ponga más oscuro.
—Claro, ya estoy pensando en eso— señalo la puerta, me quito el delantal y me pongo mi abrigo, luego tomo mi chaqueta impermeable— Nos vemos mañana.
—Hasta mañana, Bailee.
Agité mi mano a modo de despedida e hice mi camino hacia la puerta, empujé el cristal hacia afuera y me abracé a mí misma cuando una fuerte corriente de aire azotó mi cuerpo. Las gotas de lluvia comenzaron a caer sobre mí a medida que avanzaba, pensé en tomar el autobús hacia mi departamento, pero luego recordé que a estas horas y con este clima estaría a reventar.
Me puse mis audífonos para olvidarme del ruido de los autos y de todo el ajetreo del día de hoy. Aligeré el paso, un fuerte trueno resonó sobre mi cabeza, haciéndome saltar. Debía admitir que les tengo pánico a los truenos ¿estúpido? Sí, algo. He vivido toda la vida aquí, con este clima y hasta puedo asegurar que he presenciado más tormentas que los años que tengo de vida.
Caminé unas cuantas cuadras más cuando la lluvia se hace peor, así que opto por cruzar hacia la izquierda y pasar uno de los callejones que tiene salida por ambos lados. A medida que caminé más, el sonido de la lluvia intensificó, por lo que simplemente desvié un poco el camino hacia la izquierda, me adentré aún más al callejón.
Contuve la respiración unos instantes cuando el chaparrón de agua cayó sobre mi sin remordimiento.
Esto solo me pasa a mí, Dios mío.
Sacudí la cabeza y empecé a tararear la voz de Beyonce para distraerme y no soltar un montón de improperios al aire. Sin embargo, cuando cruce al siguiente callejón para no mojarme, un enorme mano tiró de mi brazo con tal fuerza que después me encontraba contra una pared.
¡Pero qué!
Un grito quedó atorado en mi garganta cuando un cuerpo mucho más grande y robusto que el mío quedó apoyado contra mí. Abrí los ojos de par en par cuando me enfoqué en aquel sujeto que tenía una mano en mi boca y la otra apoyada en la pared, por lo que pude notar el arma que tenía en la misma.
Ya está. Moriré hoy.
Me miró directo a los ojos y solo pude detallar su rostro, en busca de algún indicio homicida en su mirada, pero no había nada. Solo miré sus largas pestañas castañas, casi rubias, sus labios llenos y rosados, las gotas cayendo de su cabello rubio, pero castaño por la humedad. Tenía los ojos rasgados y expresivos, azules como el cielo cuando está despejado, la nariz recta y la mandíbula cincelada, cubierta por un invisible y casi inexistente rastro de barba.
Santa madre, que es hermoso.
Su cuerpo se tensó de vuelta y por un momento quise arrancarme los audífonos de las orejas por estar tan aturdida. El miró hacia la salida el callejón y se pegó más a mí, como si quisiera ocultarme de algo. Ladeó la cabeza y con la mano que tenía el arma me quitó un audífono.
—No voy a hacerte daño, pero ambos moriremos si haces ruido —musitó de una manera tan suave y rotunda que pasé por alto la palabra moriremos y me concentré en su ronca voz.
Mi corazón latía muy fuerte, sentía su cuerpo musculoso pegado al mío y su respiración agitada cerca mi rostro. Me ericé de punta a punta, creí que era por el miedo o por el frio, pero no fue así. Cuando nada más se volvió a escuchar, relajé un poco mi cuerpo, aun con los nervios al máximo al estar tan cerca de un desconocido.
—Te voy a soltar, pero no grites, ¿está bien? —dijo en voz baja, asentí con rapidez y él cumplió su palabra.
Fue él quien se alejó de mí, mirando hacia los lados, como si buscara algo. Su pecho sube cuando toma una profunda respiración y sacude la cabeza, sin embargo, la tensión acude a sus hombros cubiertos por la pesada chaqueta negra. Guarda el arma que tiene en la mano y suelta un pesado gruñido antes de llevarse la mano a las cosquillas.
Mi cuerpo se precipita hacia el suyo cuando veo la sangre cubriendo sus dedos.
—Oh, por Dios, ¿estás bien? —susurro con voz ahogada.
Él eleva sus ojos azules hacia mí y traga con fuerza.
—Sí, estoy bien —asiente con rapidez.
—¿Quieres que busque ayuda? —cuestiono, aterrada, pero no por lo que acaba de suceder, sino por él y por la posibilidad de que le ocurra algo—. ¿Quieres que te lleve al hospital?
—No. Al hospital, no —niega con rapidez, luego aprieta los dientes y se apoya contra la pared para después deslizarse hacia el suelo.
Dios. Dios. Dios. ¿Qué hago?
Él rebusca en el bolsillo de su chaqueta y saca un enorme teléfono negro, teclea algo y lo pone en su oreja.
—¿Joel? —cuestiona—. Tienes que venir por mí... Sí, estoy bien... Bueno, en lo que cabe —cierra los ojos, es entonces cuando me agacho junto a él y, sin pedir permiso quito su mano de sus costillas y pongo la mía, haciendo presión. Mi acción lo toma por sorpresa, frunce el ceño y clava sus ojos en mi rostro—. Cerca de los Bloques Rojos. Sí, date prisa... Mierda —gruñe otra vez, cuelga y pone su mano sobre la mía. Me estremezco cuando su piel áspera roza la mía. Nos miramos por lo que parece una eternidad, y, parece no ser suficiente—. Gracias...
—¿Por qué? —ladeo la cabeza.
—Por quedarte aquí —maldice entre dientes y cierra los ojos—. Por ayudarme.
—No es ningún problema —me sonrojo hasta las orejas y suelto una risita nerviosa—. Cualquier persona en mi lugar lo habría hecho.
—Créeme, no lo habrían hecho —recuesta la cabeza contra la pared y emboza una pequeña sonrisa que me erizan todos los poros del cuerpo.
—Bueno, después del susto que me diste... —digo para distraerlo de dolor que sé que debe estar sintiendo.
—Lo siento por eso —respira forzosamente. El potente azul de sus ojos me cegó instantáneamente, su vista recorrió mi rostro que supuse estaba rojo por el frío, la incomodidad, el nerviosismo y el miedo—. ¿Cómo te llamas?
—Bailee —susurro, sonríe otra vez y vuelvo a sonrojarme—. ¿Cómo es tu nombre?
—Jordan —jadea—. Jordan D'Arco.
Mi corazón se detuvo al escuchar su apellido. Lo conocía, sabía su procedencia. ¿Quién no conocía el apellido D'Arco en Inglaterra? En definitiva, me había metido en el lugar menos indicado.
Algo se hundió en mi estómago, tragué con fuerza y contuve la respiración. Me concentré en su rostro y en la mueca de dolor que hacía de vez en cuando. Hice más presión en su herida con mi mano, y él hizo lo mismo, apretando su mano sobre la mía.
—¿Jordan? —otra voz me hace dar un respingo en mi lugar, giro mi rostro y observo a un sujeto de cabello castaño claro. Sus facciones son igual de duras que las del rubio a centímetros de mí, sus ojos son azules, pero más opacos y aparenta unos cuantos años más. Sí, definitivamente es otro D'Arco—. Mierda.
—Hasta que llegas, Jonathan —gruñe Jordan en el suelo, frunciendo el ceño—. ¿Dónde está Joel?
—Ya viene —responde y se acerca, pasando sus ojos por mi antes de agacharse también—. No sabía que estabas acompañado.
El tono de su voz es un tanto ronco y molesto, me mira de soslayo, un tanto receloso. Quito mis manos del cuerpo del rubio como si me quemara, un tanto incómoda por la actitud del recién llegado. Me pongo de pie cuando Jonathan ayuda a Jordan a levantarse, el último hace una mueca de dolor y suelta un alarido un poco menos audible.
—¿Pero que carajos está pasando? —espeta una cuarta voz y vuelvo a sobresaltarme, dándome la vuela. Otro rubio, y no me molesto en detallarlo mucho, pues es igual a sus hermanos. Estoy segura que es el mayor de todos. Camina hacia ellos e inspecciona a Jordan como si quisiera cerciorarse de la gravedad de su estado—. ¿Qué demonios te hicieron?
—Estoy bien —sacudió la cabeza cuando su hermano tocó su rostro—. ¡Ya basta!
Quiero reírme, pero me contengo, así que solo bajo la mirada a mis manos que están tintadas de color carmesí.
—No sabía que una chica te había salvado el trasero, Jordan —la voz burlona de Joel me saca de mis pensamientos. Me sonríe y yo solo quiero que me tragué la tierra.
¿En qué momento me metí en esto?
—No empieces —le advierte el rubio.
—Hola, es un placer conocer a la persona que le salvó el pellejo a mi hermanito menor —camina hacia mí, con una sonrisa abarcando todo su rostro, como si no pasara nada.
—Yo... Soy Bailee —estreché su mano un poco de recelo—. Y, no lo salvé, solo lo ayudé.
—Mmh, es lo mismo —se encogió de hombros—. ¿Necesitas que hagamos algo por ti?
Su expresión me pareció confusa, y la sugerencia en su voz me dejó en claro lo que me estaba proponiendo.
—¡Oh, no! —negué con rapidez—. No hace falta, no necesito... nada.
Mis ojos y los de Jordan se conectaron por una fracción de segundo, y todo mi cuerpo se estremeció ante la potencia de su mirada. Mi corazón se aceleró y todo pareció ir en cámara lenta para mí.
—No debe estar muy lejos de aquí —murmuró con voz contenida. Por el dolor, supongo. No dejó de verme en ningún momento—. Llévala a casa.
—No es necesario —murmuro, queriendo salir corriendo de ahí—. No vivo muy lejos.
—Llévala —gruñó Jordan hacia su hermano cuando se aleja con Jonathan, quien se lo lleva.
Me quedo paralizada ante su orden, que, aunque fue dada a mí, me dejó un nudo en la garganta.
—¿Él va a estar bien? —cuestiono en un susurro.
—Sí, no es nada que no haya pasado antes —murmura Joel, desviando sus ojos de dónde se acaba de ir su hermano hacia mí—. Entonces, ¿te llevo?
—No es necesario, de verdad —me sonrojé.
—Insisto —sonríe.
Lo pensé unos instantes, las calles deben estar más que mojadas, la lluvia debe estar volviendo a caer y no me apetecía caminar. Asentí ganándome otra sonrisa por parte del rubio.
No pude negarme. No creo que sea una buena idea.
Ambos salimos del dichoso callejón, y él me llevo hasta una camioneta. Sé que no debí aceptar esto, pero estas personas eran peligrosas y era mejor no tentar a mi suerte.
—Gracias por ayudar a mi hermano —dijo de nuevo, una vez que estuvimos en marcha.
—No hay problema —le sonreí un poco tensa.
—Tienes todo el derecho de estar asustada, pero no vamos a lastimarte —murmuró, bajé la mirada a mis manos—. No después de salvar a nuestro hombre más importante —eso no me lo esperaba, así que lo miré—. Cualquiera en tu lugar lo habría dejado ahí.
—Estuve a punto de hacerlo —murmuré algo avergonzada—, solo que no pude. Él estaba mal, no podía dejarlo.
—Te lo agradezco.
Me dio una leve sonrisa y continuó mirando al frente, por suerte no estábamos tan lejos de ahí, por lo que llegamos muy rápido. Le di una sonrisa como agradecimiento y después bajé del auto.
Subí a mi departamento, me pegué contra la puerta y traté que tranquilizar a mi corazón que latía desbocado en consecuencia a todo lo ocurrido el día de hoy.
Pasé mis manos por mi rostro, secando las pocas gotas de agua que tenía en mi cara, mi mente solo pensaba en el desconocido guapo con el nombre Jordan, cuyos ojos azules eran más hermosos que cualquier estrella.
1er capítulo editado y actualizado.
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