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55. Que comience la guerra.

Mi pie golpeteaba contra el pavimento, habían pasado dos horas desde que terminó mi turno y Jordan no había llegado, estaba preocupada y molesta. ¿Por qué carajos se desaparece así? ¿No puede por lo menos enviarme un mensaje? ¿Y si le pasó algo? El enojo pasó a miedo. Carajo, no debí pensar en aquello.

Les había dicho a los chicos que no se preocuparan y se fueran, Connor insistió en llevarme a casa, pero no lo dejé y después se marchó con Elton. Daniel, estuvo más que sospechoso toda la tarde y eso me causó pánico, se fue al momento que se hicieron las tres.

Hacia frio, mucho frío y parecía que iba a llover. Cuando estuve a punto de tomar el teléfono, el auto de Jordan cruzó la esquina, se estacionó frente a mí y el vidrio bajó rápidamente. Tenía un pómulo amoratado y el labio partido, salté en mi lugar y abrí la puerta del piloto, sin importarme nada, me subí sobre él.

—¿Qué te ocurrió? —pregunté más asustada que nunca.

—No pasó nada...

—¡Deja de decir eso! —dije con los dientes apretados, su ceño se frunció—. Dime ahora mismo que demonios te ocurrió.

—La cosa se complicó —suspiró, cerró la puerta del auto y nos aisló del mundo por un momento—. No era ningún trabajo, eran los hombres de los Forest.

—¿Qué? —jadeé con horror, sus manos se pasearon por su cabello, cerró los ojos—. ¿Están bien?

—Sí, logramos darnos cuenta antes de que nos atacaran —apretó sus dedos en su cabello, tensó la mandíbula y dejó escapar otro suspiro— Debí saberlo, fue una llamada anónima, pero Jonathan pensó que era otro cliente que no quería revelar su identidad... Estaban todos armados y esperando...

—¿Todos están bien? —volví a preguntar, sus ojos se enfocaron en los míos.

—Sí, todos estamos bien... Solo tuvimos que tratar con más hombres de lo que creíamos —inhaló profundamente y acarició suavemente mi mejilla—. ¿Aún quieres ir al cine?

—No, vamos a casa para que pueda curarte —susurré, él sonrió y se inclinó para besarme—. Eres más importante para mí que cualquier ida al cine.

—Eres demasiado tierna —me sonrojé y sacudí la cabeza—. Vamos, a tu asiento.

Cumplí su orden y me deslicé hacia el asiento del copiloto. Un sonido chirriante llamó la atención de los dos una vez que el rubio puso el auto en marcha.

—Es mi teléfono —dijo—. ¿Puedes contestar? Está en mi bolsillo.

Sip —metí la mano en su bolsillo y saco el enorme iPhone negro—. Es Jonathan —le digo y contesté—. ¿Hola?

—¿Bailee? —preguntó.

—Sí, soy yo...

—¿Jordan está contigo? —preguntó otra vez.

—Sí, él está conduciendo...

—Pon el altavoz, por favor —escuché su voz agitada y me paralicé de inmediato.

Hice lo que me pidió.

—¿Qué sucede? —cuestionó Jordan una vez que le acerqué el teléfono.

—Están en la casa —dijo Jonathan—. ¡Mierda, Jordan! ¡Entraron a la maldita casa!

—¿Qué...? —Jordan se tensó—. ¿Cómo que...?

—Ellos tienen a papá— susurró, sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza, el pecho se me apretó y las manos me comenzaron a temblar—. Tenemos que...

—Tenemos que ir —la voz de Jordan era un ronco siseo, sus nudillos eran blancos debido a la fuerza que ejercían sus manos alrededor del volante, su rostro se tornó rojo. Estaba molesto, muy molesto—. Nos vemos allá.

Sin más, me arrancó el teléfono de las manos, colgó y lo lanzó hacia la guantera. Apretó más el volante, su respiración era errática y hasta cierto punto, comenzaba a jadear.

—Ponte el cinturón —ordenó en voz baja, se estaba conteniendo, sabía que no quería gritarme.

—Cálmate, por favor —le supliqué cumpliendo mi tarea, me abroché el cinturón y me aferré a él.

—Estoy... Estoy calmado —dijo, en un intento vago de convencerme.

Pisó el acelerador a fondo, tuve que cerrar los ojos ante la velocidad que llevaba, sabía que no era él, sabía que estaba siendo manejando por la rabia y la ira. Internamente estaba asustada, tenía demasiado miedo «Que el señor Eliam esté bien, por favor. Que todos estén bien.» No paraba de repetírmelo una y otra vez en la cabeza.

Inhalé profundamente cuando las náuseas invadieron mi sistema, apreté mis manos alrededor del cinturón de seguridad buscando un lugar seguro en dónde aferrarme, luego solté el aire por la boca.

—Voy a matarlo, lo voy a hacer pedazos y voy a disfrutarlo —su voz era un ronco gruñido—. Se va a arrepentir de haberse metido conmigo, se va a quedar sin vida delante de mis ojos...

—Amor —jadeé, puse mi mano temblorosa en su antebrazo, jamás en el tiempo que llevamos juntos lo había escuchado hablar así—. No digas eso...

—Voy a matarlo —sentencia, sin siquiera mirarme.

La velocidad del auto hace que lleguemos más rápido de lo acostumbrado, el portón está abierto, las rejas también. Jordan ingresa al enorme terreno, no hay nadie, todo está silencioso. El auto se detiene, Jordan apaga el motor y sale disparado, yo hago lo propio y bajo con él.

—Maldición, Bailee —dice cuando me ve fuera del auto, cierra los ojos y se encamina hacia mí—. Sube al auto...

—No, no te voy a dejar solo —siseo en un susurro, su mirada es dura, pero no me dejo intimidar por él—. Así que cállate y llévame contigo.

—No te separes de mí, ¿entiendes? —asentí como una niña pequeña, se inclinó y besó mi frente—. Eres demasiado terca... —el sonido de unos neumáticos llamó nuestra atención, el auto de Jonathan entró a todo lo que daba—. Ven.

Tiró de mi mano y me llevó hacia donde Jonathan bajaba del auto, el rubio le dio una larga mirada a su hermano mayor, quien lucía molesto... Y asustado.

—No podemos entrar —dijo Jonathan—. Mario... Él me llamó, tiene a papá y no podemos...

—¿Cómo carajos entraron? —cuestionó Jordan en un siseo, podía percibir como su cuerpo temblaba ligeramente.

—Nos sacaron del mapa para poder entrar —explica Jonathan, se pasa las manos por el cabello—. Acabaron con todos.

—¿Dónde está Joel?

—No lo sé...

—¡Pero mira a quienes tenemos aquí! —dijo una voz conocida, giré mi cabeza hacia el lado izquierdo, el tipo que entró a mi departamento estaba ahí, con un arma en la mano—. El monstruo y el tipo serio... —soltó una carcajada, Jordan me puso detrás de él y sacó su arma—. Oye, Jordan, cálmate —sonrió con petulancia—, solo vine a visitarlos... ¡Oh, llegó el que faltaba! —giré mi rostro y Joel venía entrando, estaba desconcertado, su ceño fruncido y el arma entre sus manos—. Los hermanos D'Arco todos reunidos, nunca pensé tener este privilegio, ¿saben? —hizo una reverencia con burla—. Es un honor estar ante la realeza, sobre todo si la reina está presente —me miró y sonrió, sacó su teléfono y lo colocó en su oreja—. Necesito que traigan los fuegos artificiales —dijo—. La fiesta apenas va a comenzar.

—Jordan... —murmuró Joel—. ¿Dónde están...?

—¡Oh no! Los demás ya no están aquí, creo que ellos ya pasaron a la otra vida —se ríe y siento el terror incrementar su presión en mi cuerpo, contuve un jadeo—. En especial ese chico... ¿Cómo se llamaba? James —me llevé las manos a la boca, la vista se me nubló—. Suplicó hasta que ya no pudo más, creo que el fuego es la única manera de acabar con la basura —una lágrima se me escapó, James está muerto. Rachel debe estar destrozada—. Pero la chica, la morena... —mi novio se tensó—. El bastardo de Brox la protegió mejor, lastimosamente se me escaparon, pero luego me encargaré de ellos —dijo.

—¡Maldito hijo de puta! —exclamó Joel, sin verlo venir, caminó rápidamente hacia Fred—. ¡Son niños, maldita basura! ¡Voy a matar...!

Un ruido seco, un disparo... Todo el aire a mi alrededor se tornó espeso. Una mancha roja se expandía por la camisa blanca de Joel, mi cuñado cayó de rodillas sobre el suelo.

—¡Joel! —el primero en actuar fue Jonathan, caminando hacia su hermano y agachándose junto a él—. No, Joel... Mírame, Joel.

—¡No, Joel! Esto no debe terminar así— dijo Fred en un fingido tono lastimero—. No te adelantes a los hechos... —dos tipos llegaron, uno llevaba un galón y supuse que era gasolina, ese tipo era Daniel. Mis ojos se abren a capacidad y me sentí tan ligera de pronto, sus ojos se cruzaron con los míos y negó, como su estuviera avergonzado—. Que comience la fiesta.

Los tipos eran grandes y no dejaban de apuntarnos, sin importarme nada, salí detrás de Jordan y corrí hacia donde estaba Joel tendido en el suelo. Me arrodillé a su lado, sus ojos estaban fuertemente cerrados y su mano izquierda se presionaba sobre su pecho.

—Joel —jadeé—. Joel, escúchame —sollocé cuando sus ojos se abrieron, una sonrisa cansada apareció en sus labios.

—Eres... Eres el ángel que salvó a mi familia, castaña testaruda —susurró, Jonathan sujetaba su otra mano, sus ojos estaban nublados por las lágrimas—. Jordan... —gimoteó y solo entonces me di cuenta de que Jordan estaba junto a mí—. Eres un loco de mierda, pero siempre fuiste nuestro mayor motivo... Nuestro pequeño rubio malgeniado —Jordan apretó el hombro de su hermano y sacudió su cabeza en negativa—. Sonríe más, Jonathan —le dijo al castaño—. Ríete en las caras de todos estos malnacidos.

—No, Joel —dije, negué rotundamente con las mejillas inundadas en lágrimas—. No te despidas.

—No creo... No creo que pueda salir de aquí, Bailee —susurró, pero una luz cegadora nos bloqueó a todos.

El fuego se abrió paso alrededor de nosotros, era una media luna que abarcaba casi todo el terreno, si quisiéramos podíamos salir, pero a través del fuego, Fred sonreía y sus hombres también.

—Joel —Jonathan sacudió a su hermano, pero está ya había cerrado sus ojos—. ¡Joel! —la sangre se deslizó por los lados de sus mejillas, cayendo de su boca—. ¡No, Joel, no! —la desesperación me llenó de pánico, todo era demasiado confuso y me senté a derramar más lágrimas.

—No puedes dejarme —susurraba mi novio, zarandeando el cuerpo inerte de su hermano—. No puedes dejarme, Joel, no... —vi el dolor en su rostro y mi corazón se abrió al medio—. ¡Maldita escoria! —gruñó Jordan, se levantó e intentó ir en busca de Fred, pero Jonathan lo interceptó—. ¡Vas a terminar hecho mierda! ¡Te vas a morir!

—¡Te estaré esperando, monstruo! —gritó de vuelta—. ¡Serás el último!

Fue todo lo que dijo, acaricié la mejilla de Joel con suavidad, recordando todos los momentos en los que él fue mi amigo y confidente. Sollocé y lo único que escuché fueron los neumáticos de una moto. Fred se había marchado junto con sus hombres, dejándonos a nosotros en medio de las llamas y las lágrimas.

Luego se escuchó otro sonido, una leve explosión, fruncí el entrecejo y miré a los dos hermanos D'Arco. Los rubios se miraron entre sí, luego otra explosión los distrajo.

—Papá —susurró, Jordan intentó alejarse hacia la casa, pero Jonathan volvió a tirar de él—. ¡Jonathan! Papá sigue adentro...

—Va a explotar, Jordan, ¿no ves? —lo zarandeó, mis ojos se abrieron a tope.

—Pero...

El ensordecedor sonido nos dejó aturdidos a todos, las llamas rojas, amarillas y naranjas fue todo lo que estaba pensando frente a nuestros ojos. La casa estaba en llamas, la casa de los D'Arco estaba ardiendo en fuego.

El entendimiento me golpeó cuando un sollozo se me escapó, Jordan estaba horrorizado de rodillas a mi lado, Jonathan tenía las mejillas brillantes y húmedas por las lágrimas.

Eliam D'Arco estaba dentro de la casa.

Eliam D'Arco estaba muerto.







Cada vez que leo, cada vez que edito, cada vez veo este capítulo mi corazón se rompe un poquito más. Pero la vida es así, y no hay nada que se pueda hacer.

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