43. Un poco de paz.
Dos semanas después...
Podía escuchar la voz de Bailee resonando y supe de antemano que estaba en la cocina, por lo que simplemente me quité la chaqueta y la dejé en el perchero junto a la puerta, y luego caminé hacia la cocina.
La encuentro sentada en uno de los taburetes de la barra de la cocina, se está riendo y sacude la cabeza hacia los lados. Con lentitud me acerco a ella y rodeo su cintura con mis brazos, haciéndola dar un pequeño salto en su lugar.
—¡Jordan! —ríe cuando pellizco el lóbulo de su oreja con mis dientes—. ¡No hagas eso!
—¿A qué se debe tu sonrisa escandalosa? —cuestiono y ella solo ríe más.
—Galletas, bueno... Elena las está haciendo, yo solo superviso el trabajo —observo a Elena y esta solo niega divertida.
—Y eres muy buena en tu trabajo, Bailee —le giña un ojo y se gira para seguir con su tarea.
—Gracias —responde la castaña mordiendo su labio inferior, sus manos van a las mías—. ¿Dónde estuviste?
—Ayudando a Brox con un encargo —me limito a responder, guardándome todos los detalles sangrientos del asunto.
—Te extrañé —una de sus manos va a la barra y se impulsa para darle vuelta a la silla giratoria, una vez que estamos frente a frente, me sonríe—. No es por sonar pesada ni nada por el estilo, pero... ya estoy cansada de estar encerrada aquí —susurra solo para que yo la escuche, mi ceño se frunce—. No lo tomes a mal, Rachel ha venido a visitarme y Connor también...
—¿Pero? —pregunto al verla sonrojarse—. ¿Qué es?
—Quiero trabajar —suelta y suspira después, baja la mirada y posa su mano sobre la que mía, la cual se encuentra en su muslo.
—Aún no se termina tu excusa médica —elevo su barbilla con mis dedos.
—Pero ya estoy bien —hace un puchero, pero yo solo niego—. Por favor...
—Basta, este tema lo habíamos cerrado hace dos días, ¿recuerdas? —sacude la cabeza en forma negativa.
—No hemos cerrado nada —sisea con los dientes apretados—. El que tu hayas dicho que no, no es que hayamos hecho algún trato o algo parecido —afirma y mi el enojo comienza a esparcirse por mis venas.
—No, ya lo dije —sentencio con firmeza, logrando que su ceño se frunza—. No vas a trabajar y se acabó el problema.
—Jordan... ¡Jordan! —exclama una vez que me alejo de ella y voy en dirección a la sala—. Jordan, por favor... ¡Para, ya está bien! —dice con molestia y eso es lo único que me obliga a retroceder y darme la vuelta. Su cuerpo chocó contra mi pecho y sostengo sus hombros antes de que se caiga, su cabeza se inclina hacia atrás para poder enfocarme mejor—. Deja de comportarte como un cavernícola y habla conmigo —pidió y me hizo gracia ver la ira en sus ojos—. Estoy perfectamente bien.
—Bastante bien —ruedo los ojos recordando la mueca de dolor que hizo está mañana antes de levantarse—. No vas a salir de aquí hasta que estés en perfectas condiciones, ¿me escuchaste?
—Habla claro conmigo, ¿bien? —se alejó y cruzó sus brazos encima de su pecho—. Dime la verdad, solo quieres tenerme aquí y no dejarme salir, ¿no es así?
—Bailee...
—¡No, Jordan! No —niega—. Sé que es peligroso y sé que también hay algo más aparte de este tipo que no me estás contando... Pero respecto tu tiempo —dice con calma—. Pero no me puedes encerrar aquí toda la vida, Jordan.
—Solo deja que las cosas se calmen un poco, amor —pedí, le estaba suplicando que entendiera. Las cosas estaban tensas debido a estos tipos buscando territorio y yo no necesitaba más preocupaciones, y ciertamente, tener a Bailee trabajando, implicaba un dolor de cabeza más. Sus ojos se suavizaron y yo solo fui capaz de acercarme y rodearla entre mis brazos, sus manos se apresuraron a rodear mi espalda y se detuvieron por encima de mi arma, como siempre—. No quiero perderte a ti también, Bailee. No puedo permitírmelo.
—No vas a perderme, Jordan —musitó sobre mi pecho y sonreí, inhalé el olor a coco que desprendía su cabello y la apreté más a mí, pero con delicadeza—. Estoy cansada de esto.
—¿De qué, exactamente? —pregunté sintiendo su cuerpo tenso.
—Me tratas como si fuera de cristal —reprochó con exasperación—. No me has tocado desde hace dos semanas.
—Perdóname —solté, tratando de no reírme. Había pasado tiempo desde que habíamos terminado en una cama para hacer algo más que dormir—. No quiero lastimarte.
—No vas a lastimarme —dijo separando la cabeza de mi pecho y observándome desde abajo con sus ojos azules brillantes—. Serías incapaz de lastimarme, Jordan.
—Amor... —sus manos van a mi nuca y me baja hasta su altura para poder besar mis labios. Mis manos van a su espalda baja por instinto y la pego a mi cuerpo con desesperación.
Sus pequeñas manos se enredan en mi cabello y el calor se cuerpo se mezcla con el mío. Sus labios se mueven demasiado lento sobre mi boca y sé lo que intenta, siempre que me besa de esa forma es porque trata de persuadirme y por supuesto que lo logra.
—Bailee —suplico al sentir su boca bajar por mi mejilla y luego esconderse en mi cuello, dejando besos húmedos en esa zona.
—Llévame a la cama, Jordan —jadeó. En sus ojos vi la necesidad de estar conmigo de aquella manera y no era el único que se sentía así. Soltó un suspiro cuando la levanté del suelo, sus piernas se envolvieron alrededor de mi cintura y lo único que hice fuer subir las escaleras de dos en dos.
Abrí la puerta lo más rápido que pude y la cerré del mismo modo una vez que entré, la dejé sobre el suelo nuevamente y sus manos se desesperaron por desnudarme. Pero yo quería ir lento, muy lento. Me giré con rapidez y la estampé contra la puerta, sujeté sus muñecas por sobre su cabeza y apreté su mandíbula con mi mano libre. Sus labios me besaron con ansiedad y podía sentir su deseo hacia mí. Yo la deseaba igual o hasta peor, la necesitaba, ansiaba su cuerpo desnudo debajo del mío y no iba a detenerme.
Tiró de una de sus manos con fuerza hasta zafarse de mi agarre y rodear mi cuello con su brazo, sus labios se entreabrieron y su lengua buscó la mía con rapidez, gimió sobre mi boca cuando solté su otra mano y le abrí el vestido de un solo tirón.
Los botones salieron volando haciendo un pequeño ruido seco al caer sobre el suelo, rodeé su cintura con mis manos sintiendo la calidez y suavidad de su piel contra la mía.
—Jordan... —su mano subió mi camisa por mi torso y de un movimiento rápido me la quité por la cabeza. Sus ojos estaban más brillantes y nublados, sus pupilas estaban dilatadas y su pecho subía y bajaba por su respiración. Sus labios estaban hinchados y eso los hacia lucir más apetecibles y mierda... Se veía más hermosa que nunca—. ¿Por qué no estás besándome?
—Porque te estoy admirando. ¿A caso no puedo? —pregunté con diversión, pegándome a ella, sus ojos se cerraron y dejó caer la cabeza sobre la madera de la puerta—. Eres hermosa.
—Jordan, por favor —pidió sonrojándose aún más y eso me puso como una moto. Sus manos bajaron por mi abdomen y llegaron finalmente al botón de mis jeans—. Deja de jugar conmigo, por favor —dijo buscando mis labios, y bajándome el jeans de un solo golpe.
Sonreí al verla tan desesperada, y es que se veía realmente hermosa. Mis manos se perdieron en su cabello y me comí su boca, con las mismas ansias que ella empleaba para devolverme el beso. Terminé de quitarle el vestido, o lo que quedaba de él, y luego la tomé en vuelo para llevarla a la cama.
—¿Por qué eres tan hermosa? —pregunto bajando mi boca por sobre su abdomen, sus manos están adheridas a mi cabello y su respiración es un desastre.
—No sé —suspira y gime cuando vuelvo a quedar suspendido sobre ella, sus piernas se enrollan en mi cintura y me presiona contra su cuerpo.
Paso una de mis manos bajo su espalda y desabroché el sujetador, pasando las tiras por sus brazos. Sus ojos se cerraron ante la caricia de mis dedos sobre su piel caliente, sus labios vuelven a unirse con los míos en un beso más lento que el anterior. La había extrañado, sí, de eso no tenía duda.
[...]
—¡No! —Bailee suelta otra carcajada y se remueve sobre mí—. No tengo una explicación concreta de por qué le temo a los truenos... —la veo cerrar los ojos cuando acaricio su espalda con mis manos—. Es algo que... Simplemente no me gusta y, no sé cómo explicarlo.
—¿Cuándo dormías sola? —pregunto, sus pestañas revolotean abriéndose y sus irises azules me enfocan.
—No lo sé, solo me concentraba en el sueño y ya —muerde su labio inferior y acomoda su barbilla en mi pecho—. Pero ahora, como duermo contigo... Es diferente.
—¿En qué sentido? —una sonrisa aparece en sus labios, su rostro se ladea un poco y me mira con ternura.
—Cuando estoy contigo, no pienso en nada más —susurra, el brillo de sus ojos me cautiva por completo—. La mayoría de las veces, acaparas toda mi atención, Jordan —ríe, una de mis manos va directamente a su mejilla, presionando el hoyuelo que ahí se marca—. Creo que eso ya lo sabes.
—Sí, normalmente me pasa lo mismo contigo —su rostro se sonroja y su mejilla se apoya en mi pecho, presiono un beso sobre su cabello castaño sonriendo—. Eres lo único que habita en mi mente, estés o no estés conmigo... Bueno, cuando no estás conmigo es muy difícil concentrarme —confieso, porque es la verdad—. Me siento más tranquilo cuando te tengo cerca.
—Yo también —murmura y suspira—. Bueno, siguiente pregunta —vuelve a removerse, hasta que consigue sentarse a horcajadas sobre mí. Aprieta la sábana a su alrededor y me observa mientras finge pensar—. Veamos... ¿Cómo fue tu primer beso?
—¿Cómo fue el tuyo? —contrataco, ella refunfuña.
—Yo pregunté primero —se cruza de brazos.
—Te responderé cuando me digas —me encojo de hombros y aprieto sus muslos.
—Bueno —rueda los ojos y luego sonríe—, fue con un compañero de la escuela, tenía quince si no estoy equivocada —comenta—. En realidad, él no me gustaba solo... Salimos al cine, como amigos, claro —reitera—. Entonces, una cosa llevó a la otra y... Nos besamos, unos segundos —se encoge hombros—. Ya, ahora tú. Te toca.
—¿En serio quieres saberlo? —asiente con rapidez y solo entonces, odio que sea tan curiosa—. Fue con Rachel.
—¿Qué? —pregunta estupefacta, asiento—. ¿Rachel? ¿Tú Rachel? ¿Mi Rachel?
—Sí, teníamos ocho años y fue asqueroso —Bailee se lleva las manos al rostro, luciendo sorprendida y divertida—. Éramos niños y estábamos aburridos, nadie puede culparnos de aquello —murmuro—. De todas maneras, Rachel prometió no volver a besar a nadie y yo igual.
—Pero ninguno de los dos cumplió esa promesa —dijo divertida y volvió a dejarse caer sobre mí.
—Creo que es difícil teniéndote tan cerca —dije sujetando su rostro entre mis manos para después atraer su boca a la mía.
¡Seguimos! ¡Sí!
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