—¿Confías en mí? —pregunta, siento sus dedos engancharse en el borde de mis bragas.

—Sí... Mmh —cierro los ojos cuando siento su sonrisa sobre la piel de mi vientre, él no duda en dejar un beso en esa zona.

—Dímelo —dice con su tono autoritario y asiento ida por sus besos sobre mi piel, bajo mis manos a su cabello rubio.

—Confío en ti... —sumerjo mis dedos en su cabello y mi cuerpo comienza a temblar ante la expectación.

—Tranquila —acaricia mis piernas con sus manos, al tiempo que baja la tela de mi ropa interior—. Te va a gustar.

—¿Lo prometes? —tartamudeo aturdida, sintiendo sus dedos rozar mi húmeda entrepierna.

—Lo prometo —suspira y seguido siento sus labios... ahí y yo... Solo no puedo respirar correctamente.

Un gemido largo sale de mis labios cuando su lengua rodea ese punto tan sensible de esa zona y lo único que soy capaz de hacer es apretar la sábana con una mano, el cabello de Jordan con la otra y morder mi labio inferior con demasiada fuerza.

—Dios mío —jadeo echando la cabeza hacia atrás, sintiéndome una mala persona por nombrar a Dios en un momento como este.

Uno de sus dedos se pierde en mi interior y ese es uno de los detonantes para llevarme a la cima. Veo luces de colores cuando su lengua sigue dando vueltas en mi feminidad y otro de sus dedos entra en juego, entrando y saliendo con más fuerza, arrancándome más de un gemido estrangulado.

Sus labios succionan mi botón de placer y estoy perdida, sintiendo como la familiar y exquisita sensación explota en mi vientre y el temblor empieza a invadir mi cuerpo. Tensó las piernas cuando el orgasmo no termina, en más, se alarga cuando sus dedos no dejan de bombear en mi interior.

En menos de un segundo y sin darme cuenta de lo que verdaderamente está pasando, Jordan me da una vuelta completa, dejándome de espaldas a él. Sus manos recorren mi trasero y aprieta el mismo en el proceso, sujetando mis caderas, tira de mi hacia atrás y me deja de rodillas sobre el colchón. Tengo que sostenerme con las manos para no desplomarme hacia adelante.

Escucho el sonido del cierre de su pantalón siendo abierto, luego siento su erección sobre mi trasero. Trago forzado al escuchar el plástico siendo rasgado, sus dedos recorren toda mi columna vertebral por sobre la camisa que aún tengo puesta.

—Necesito que te relajes, ¿bien? —asentí con rapidez—. Es distinto de esta manera, ¿okey? No quiero lastimarte.

—Bien —suspiro, sin saber que más decir. Me tenso al sentir la punta de su miembro en mi entrada, presionando con delicadeza sus caderas hacia las mías llenándome lentamente—. Oh, Dios mío —jadeo al sentirlo tan adentro, mis manos empuñan la sábana, tratando de relajarme.

—Relájate —sale lentamente y vuelve a entrar igual—. Tómalo con calma.

Cierro los ojos y jadeo más fuerte cuando se presiona hasta el fondo. Jordan era grande, no podía negarlo. Pero estando así, en esta posición, lo sentía demasiado profundo, tan... adentro y mi cabeza da vuelta ante cada embestida que arremete contra mí.

Adentro y afuera, salía lentamente y entraba con fuerza. Logrando que nuestras caderas hicieran un ruido seco al encontrarse, mis gemidos eran incontenibles y agradecía internamente porque Jordan ocupara una habitación alejada de los demás que habitan en esta casa.

Nunca había sentido esto antes, todas mis experiencias sexuales han sido con Jordan, pero esta, sin duda, era las intensa. Sabía que estaba controlándose, escuchaba sus gemidos roncos y sus gruñidos cada vez que me penetraba. Sus manos apretaban mis caderas en un intento por no perder la cordura, mantenido un ritmo pausado pero constante.

Mi cuerpo comenzó a sacudirse por el orgasmo que amenazaba con romperme en miles de pedacitos. Cerré los ojos con fuerza y mordí mis labios, sintiendo los espasmos involuntarios invadirme por completo. Jordan aceleró sus embestidas hasta que él ritmo se volvió torpe y rápido, fuerte. Puedo jurar que estaba flotando, mi mente se desconectó de mi cuerpo y el mismo se liberó de tal manera, que creí imposible.

Jordan se detuvo cuando alcanzó su clímax y apretó mi trasero con una de sus manos, seguido salió de mí y se dejó caer en la cama a mi lado. Con las pocas fuerzas que me quedaban, me di la vuelta, apoyando mi espalda en el colchón. Mi pecho subía y bajaba con frenetismo, y mi respiración errática era lo único que se escuchaba por toda la habitación. No tenía la fuerza suficiente como para abrir los ojos, por lo que me quedé ahí.

La mano de Jordan se paseó por mi vientre hasta tirar de mí y pegarme a su cuerpo, estábamos frente a frente, así que llevé mi mano a su pecho. Su nariz comenzó a rozarse con la mía, en gesto que me resultó demasiado tierno y lo amé con fuerza. Su mano subió mi pierna hasta su cintura y de ahí llegó hacia mi espalda.

—¿Estás bien? —cuestionó con su voz ronca por el cansancio, como pude asentí—. ¿No te hice daño?

—No, eso fue... —suspiré, buscando la palabra—. Increíble.

—Me alegra escuchar eso —besó mi frente y me apretó más contra él.

—Estoy tan cansada —susurré, cuando el sueño me golpeó.

—Duerme —murmuró, acariciando mi espalda de arriba abajo—. Te amo.

—Yo te amo a ti.

[...]

Jordan rodea mis hombros con su brazo mientras entramos a la cafetería, el lugar está vacío y diviso a los chicos acomodando todo en su respectivo lugar.

—Buenos días —saludo y todos me obsequian su más grande sonrisa—. ¿Cómo van?

—Perfectamente —dice Connor, apoyándose en su novio—. Solo faltaba la perfecta administradora.

—Oh, no —froté mis ojos con mi mano, observando a Connor sonreír—. Empezaré a hacer algo —dije, pero antes de que pudiera dar un paso, Jordan tiró de mi jeans hasta pegar mi espalda a su pecho—. Jordan, tengo que trabajar...

—Un segundo más —susurra en mi oído, soy consciente de los chicos volviendo a sus labores, ignorándonos por completo. Los labios de Jordan succionan la piel sensible de mi cuello con fuerza, debo morder mi labio inferior para no gemir—. Me encanta como hueles.

—Jordan —gimo bajito, sus manos se aprietan mi cintura—. Basta...

—¡Búsquense un cuarto! —la exclamación de Connor me hace saltar y alejarme del cuerpo de Jordan de golpe.

Estoy completamente sonrojada, supongo que parezco una mora. Me giro lentamente, encontrándome con la sonrisa burlona de Jordan, ruedo los ojos y golpeo su pecho con mi puño. Sus dedos se cierran alrededor de mi antebrazo y me jala hacia él, cerrando uno de sus brazos a mi alrededor.

—Pasaré por ti a las cinco —su nariz roza la mía, su mano acuna mi mejilla y baja sus labios a los míos. Me besa tan lentamente que siento mis piernas volverse gelatina, deja una mordida en mi labio inferior y luego un beso en el mismo—. Te amo.

—Te amo mucho más —acaricio su cuello con mis dedos.

—Nos vemos más tarde —besa mi frente y luego me suelta, con una sonrisa matadora me guiña uno de sus ojos azules y se va.

Niego con diversión mordiéndome el labio, me giro dispuesta a buscar algo productivo que hacer, pero me cuento con la mirada divertida de todos mis amigos.

—¿Qué? —ladeo el rostro confundida.

—Estás mal —Connor estalla en una carcajada sonora y Evelyn sonríe, mientras que Elton solo niega intentando no reír.

—Bobos —me sonrojé, pero intenté ignorarlos— Hoy cerraremos a las cuatro, ya saben. Es sábado.

—Bien —asienten—. ¿Abrimos ya?

—Sip —me apresuro a rodear la barra y comenzar a contar el dinero nuevamente, para rectificar.

Me quito mi abrigo y busco el delantal, siento mi teléfono vibrar contra mi trasero. Un número desconocido se marca en la pantalla, frunciendo el ceño levemente, contesto.

—¿Si?

—¿Bailee? —una voz ronca me es conocida al otro lado de la línea.

—¿Papá? —frunzo el ceño otra vez—. ¿Cómo conseguiste mi número?

—En la clínica... —lo escucho titubear—. ¿Cómo has estado?

—Este... Bien, muy bien... ¿Y tú? —cuestiono pasando mi mano libre por sobre la tela de mis jeans, sintiéndome nerviosa de pronto.

—Muy bien, cielo —rasco mi sien, sin saber que más decir—. Cariño, te llamaba porque... quería saber si estás libre este fin de semana —comenta—. Me gustaría que vinieras a mi casa y pudiéramos cenar, ¿Qué opinas?

—Papá... yo no sé —camino hacia una de las esquinas del local, recostando mi espalda sobre la pared—. No quiero incomodar...

—No incómodas, nena...

—Papá, sabes perfectamente que no le caigo bien a Marina —cierro los ojos apretando el puente de mi nariz. No responde y sé que di justo en el clavo—. No quiero complicar las cosas con mi presencia.

—Cielo, he estado pensando en lo que me dijiste aquel día en la clínica y yo... quiero pasar tiempo contigo... Eres mi hija, Bailee. Por favor —escuché la súplica en su voz y mi corazón se apretó dentro de mi pecho.

No te aferres, mi niña. Olvida el pasado y mira hacia el presente.

Las palabras de mi madre resuenan con fuerza, logrando que todos mis sentimientos se remuevan y hagan un remolino en mi sistema. Y como soy la persona más sentimental del planeta, mis ojos se humedecen.

—Está bien —suspiro—. ¿Cuándo?

—¿Mañana está bien para ti?

—Sí, mañana —asiento y seco la lágrima solitaria que baja por mi mejilla.

—Bueno, como a eso de las cinco... y, ¿Bailee? —llama.

—¿Sí? —paso un mechón rebelde detrás de mi oreja.

—Puedes traer a tu novio... Si quieres, por supuesto —frunzo el ceño.

—¿Estás seguro? —cuestioné un tanto confundida, recordando cómo lo llamó criminal aquel día.

—Sí, así podemos conocerlo, ya sabes —escuché su risa tensa al otro lado.

—Está bien —asentí, como si pudiera verme—. Le diré, de todas maneras... yo iré.

—Te estaré esperando, cielo —mordí mi labio inferior—. Te amo, Bailee.

—Adiós, papá —colgué, porque no podía escucharlo más.

No podía simplemente olvidar que él se había ido con esa mujer y nos había abandonado, no podía. Pero mi madre siempre quiso que yo tuviera una relación cercana de padre e hija con él. ¿Cómo no querer hacer lo que la haría feliz?

Era tiempo de olvidar y sanar, para poder avanzar y ser feliz.

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