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2. Reencontrarse con el Ángel.

Apreté los dientes y me aferré a las sábanas de la cama cuando Rachel pasa el algodón por la herida en mi abdomen.

—Mierda, Rachel, basta —gruño hacia ella, que se ríe a carcajadas.

—Deja de moverte —dice, limpiando con suavidad—. Por suerte, la bala solo rozó y no perforó.

—Duele como la mierda —espeto.

—Ya era hora que te doliera algo —sonríe la muy desgraciada.

La puerta se abrió, dejándome ver a mi padre y los dos inútiles de mis hermanos. Dejé caer la cabeza en la almohada. Mi padre me regaló una sonrisa cálida.

—Que bueno verte despierto —dice papá, acercándose a la cama—. Y vivo.

—Falta más una bala para que acaben conmigo —le recuerdo y él sonríe orgulloso.

Debe estarlo, después de todo, crio a un monstruo que no se asusta con facilidad.

—Estará bien en un par de días, tío Eliam —le asegura Rachel después de vendarme, para luego darme una mirada severa—. Si se queda quieto, obvio.

—Cierra la boca —le ordeno.

Ella se ríe y se acerca para besar mi mejilla, recoge todo y se retira en completo silencio.

—¿Se puede saber que en dónde carajos estaban? Los esperé por media hora y nunca aparecieron —gruño

—Esos malditos no interceptaron en la redoma dos calles antes —informa Jonathan, mi padre lo escucha atentamente—. Había dos autos y uno en moto...

—El de la moto... Ese fue el hijo de puta que me disparó —afirmo, aprieto la mandíbula—. Llevaba un casco rojo.

—Ese es —asiente Joel.

—¿Por qué los siguieron? —cuestiona mi padre minutos después—. ¿No entregaron el cargamento?

—Sí, pero querían asegurarse que no íbamos a emboscarlos después —explico—. Pero tenían algo entre manos si me dispararon y a ustedes los interceptaron.

—¿Sacarnos del mapa? —pregunta Jonathan.

—No serían los primeros —me encojo de hombros.

—Debemos averiguarlo.

Maquino un poco todo lo sucedido, la intensión que tenía ese tipo al seguirme y lo que me llevó a mí a comprobarlo.

—Bueno —suspira papá—, será mejor que descanses esta noche. Mañana nos encargaremos de eso.

—Está bien —asiento.

Me dedica una sonrisa y se va, con Jonathan siguiéndole los pasos. Joel se quedó, mirándome fijamente.

—¿La llevaste a su casa? —cuestioné, removiéndome sobre la cama.

—Sí —asiente—, y debo decirte que no vive en una mansión, precisamente.

—¿Qué? —frunzo el ceño.

—Vive en los Bloques Rojos —murmura—. Sí, bastante sorprendente.

¿Sorprendente? Es estoy más que sorprendido. Es mujer no es real.

—Aunque admito que es preciosa —las palabras de mi hermano llamaron mi atención.

—Ni se te ocurra —espeto, él se ríe.

—Sí, te dio fuerte, ya veo —se rasca la barbilla y se cruza de brazos—. ¿Qué necesitas? Mira que estoy siendo buen hermano porque te dejaron como colador.

—Imbécil —escupo, arquea una ceja—. Quiero saberlo todo.

—¿Todo?

—Todo.

[...]

Ojos azules, mejillas rosadas, mirada tierna, sonrisa tímida.

Un ángel.

Me desperté sobresaltado, una corriente invadió mi cuerpo, arrancándome un gruñido de dolor, me llevé una mano al costado tratando de aliviar el malestar. La sensación que se encontraba en el torso era fastidiosa, pero aun así era más llevadera que el puto dolor de cabeza que me acompañaba.

Había estado durmiendo todo el maldito día, sentía que me había pasado un camión por encima y como la mierda que odiaba sentirme así. Me levanté y me cercioré de la hora. Pasaban de las cinco de la tarde. Suspiré y me vestí rápidamente para después bajar las escaleras. Me encontré con Joel en el camino

—Que bueno que estás despierto —dijo dándome un apretón en el hombro, yo solo asentí—. ¿Cómo te sientes, hermano?

—Estoy bien —me limité a decir—. Pero esto duele como el puto infierno.

—No está para más, te dispararon —dice, dándole una mordida a la manzana que no había visto que tenia en la mano—. ¿Vas a salir?

—Estoy estresado de estar encerrado —fruncí el ceño, poniéndome la chaqueta—. ¿Conseguiste lo que te pedí?

Se ríe, como si mis palabras fueran lo que había estado esperando. Asiente y saca su teléfono, minutos más tarde, el mío suena en mi bolsillo.

—Ahí está todo —me dice—. No utilices la información de mala manera, Jordan D'Arco.

Luego de decir eso sigue subiendo las escaleras, me tenso al saber que me considera su payaso personal, pero no puedo hacer nada para reclamarle.

Mierda, lo odio.

Sacudí la cabeza y salgo de la casa sin mirar a ninguno de los hombres de seguridad, voy directamente al estacionamiento y me subo al Mustang. Saco mi teléfono y miro el archivo que Joel me acaba de enviar.

No hay mucho, solo la dirección de su casa y el sitio donde trabaja.

Frunzo el entrecejo y sacudo la cabeza. Gracias por no encontrar nada más, Joel.

Pongo el auto en marcha y salgo del estacionamiento, sin esperar a que nadie me sigua, pues no necesito protección. Conduzco unos diez minutos hasta la autopista, después me pierdo entre las calles pocos transitadas y mojadas de Londres y me detengo frente a la cafetería Sweet Breads.

Por lo que veo están por cerrar, así que me bajo del auto y me apoyo contra el mismo. Son casi las ocho en el reloj de mi muñeca, saco un cigarro de la cajetilla y lo enciendo, decidido a esperar.

Pienso en todo lo sucedido el día de ayer, en como casi todo pudo terminar en un segundo. No obstante, aunque la vida me pasó una mala jugada, creo que puso una carta a mi favor. Fue una noche verdaderamente larga, entre más pensaba en cómo sacarme de la cabeza a esa castaña, solo la pensaba más y más.

Hasta parezco idiota, ¿desde cuándo no dejo de pensar en alguien?

La puerta se abrió de repente, dejándome ver a mi ángel guardián, ¿espera que? Sacudí la cabeza, alejando cualquier pensamiento estúpido de mi parte. Solo me centré en detallarla.

Su piel blanca hacia contraste con la enorme sudadera morada que llevaba puesta, su cabello castaño caía por sus hombros, sus ojos azules, sus mejillas tenían un sutil sonrojo que la hacía ver inocente, miré finalmente sus labios, llenos y rojos... ¿Por qué demonios estoy mirando su boca?

Junto a ella un castaño, con quién ríe y se abraza. Mi cuerpo se tensa, mi mano libre se cierra en un puño y el humo sale de mis labios de forma brusca. Una punzada de algo completamente extraño me atenaza el cuerpo, pero no logro reconocerlo.

Sí sabes que es, pero te haces el pendejo.

Sacudo la cabeza y dejo caer el cigarro antes de pisarlo.

—¿Jordan? —esa voz. Esa que se ha metido en mis sueños toda la maldita noches, regresa.

A centímetros de mí, con sus ojos azules mirándome fijamente.

—Hola —su voz fue una melodía que me despertó del trance en el que me sumergí.

—Hola —respondí, sin dejar de verla.

Estaba jugando con sus dedos delante de ella, sorprendida de verme ahí, supongo.

—¿Cómo estás? —cuestionó, pasando sus ojos por mi torso.

—Estoy bien, mejor que ayer puedo asegurarlo —muerde su labio dejando escapar una risita nerviosa que vibra dentro de mi pecho.

Basta, imbécil. Para ya.

—Me alegra verte bien —sonríe, con las mejillas encendidas. Una corriente eléctrica me recorre toda la espina dorsal—. ¿Puedes estar aquí? Digo, está lloviendo... —me señala, refiriéndose a la herida—. Eso no es bueno.

—No soy bueno quedándome quieto —explico con el ceño fruncido, meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta y observo al castaño a lo lejos.

—Bueno... —carraspea y se mira las menos—. Que bueno verte, en serio. Me deja más tranquila saber que estás bien...

—Sal conmigo mañana —suelto demasiado deprisa y me siento un estúpido por parecer un adolescente hormonal de nuevo.

Ella se queda estupefacta, y un rojo un intenso cubre su rostro, dejándome sin aliento en cuestión de segundos.

—¿Salir? —susurra, asiento. Se remoja los labios y muerde el inferior—. Mañana. Bueno, yo...

—No tienes que...

—Sí quiero —interrumpe mi raro intento de retractarme. Mi corazón se detiene y mi cuerpo entero se tensa. Frunzo el ceño y ella sonríe, haciendo que un hoyuelo se marque en su mejilla—. Sí, me gustaría salir contigo mañana...

—Bailee, ¿no vamos? —interfiere el chico desde su lugar, levantando un poco la voz.

—Sí, ya voy —le dice—. Espera un segundo, por favor.

Aprieto los puños otra vez.

—Debes irte —musito—. ¿Quieres que te lleve a tu casa?

Intento buscar la manera de que no se vaya con él y se quede conmigo.

Porque quiero que se quede conmigo.

Pero, ¿por qué?

—No. No hace falta —negó, pero me sonrió y eso fue más que suficiente para mí—. Connor va a llevarme, no tienes que molestarte.

Connor. El muñequito de torta se llama Connor.

Interesante.

Bueno, nos vemos mañana —sonríe otra vez—. Me gustó verte.

Con una preciosa e irresistible sonrisa se aleja hacia ese chico que quiero estrangular con mis propias manos, dejándome como un imbécil pensando en ese hoyuelo que se marcó en su mejilla, y en cuanto quería volver a verlo.




Otro capítulo, porque yo amo a estos dos y ya. Espero les haya gustado muchísimo.

Mañana es mi cumpleaños, así que no estaré actualizando, pero el miércoles todo sigue igual.

¡Los amo!

¡Voten y comenten mucho!

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