19. Sorpresas que da la vida.
La cena había pasado muy tranquila, entre risas y una que otra grosería soltada por parte del rubio a mi lado, su ceño fruncido y su seriedad usual aparecía cuando su padre contaba alguna anécdota sobre él y sus hermanos cuando eran niños.
Me percaté de varias cosas esta noche. Primero, Jordan estaba feliz. ¿Cómo lo sabía? Pues, lo encontraba sonriendo en los momentos menos esperados. Segundo, su padre, el señor Eliam era un amor de persona. Segundo, Joel era todo un espectáculo y ni hablar de Tony. Tercero, Rachel estaba triste y algo me decía que eso se debía a Jonathan. Cuarto, Jonathan me miraba como si fuera una asesina o quizás una ladrona, no sabía el porqué, pero trataría de averiguarlo. Y quinto, me era realmente extraño el hecho de que me sentía demasiado cómoda estando en medio de estas personas. Y lo más raro de todo esto, es que estas personas son criminales, en varios sentidos de la palabra. Pero me di cuenta de que, las apariencias engañan y los rumores no siempre son ciertos.
Estas personas, las que otros tachan como tétricas, como despiadadas, son todo lo contrario. Sí, trafican cosas ilegales. Sí, han matado personas. Sí, son estafadores de primera.
¿Por qué se están comportando tan bien conmigo?
¿Por qué me tratan como si me conocieran de toda la vida?
Tenía muchas preguntas y Jordan era el único que podía responderlas, pero todo a su debido tiempo, no podía forzar las cosas. Dejaría que él mismo me contara, cuando estuviera listo.
Mis Converse blancas golpean suavemente sobre el suelo, mientras que yo solo me dedico a observar el oscuro cielo nocturno de Londres. Unas cuantas nubes grises están esparcidas por el mismo, obstaculizando la vista de algunas estrellas que se encuentran brillando.
—¿Estás bien? —cuestiona Jordan, sentándose a mi lado en una de las tumbonas que está cerca de la piscina que está en el patio trasero.
—Sí, estoy bien —sonrío en su dirección, su brazo rodea mis hombros y su rostro se acerca al mío.
Nuestros labios se encuentran y mis ojos se cierran por el contacto, sus dientes se posan sobre mi labio inferior y lo succiona con sus labios. Solté un suspiro tembloroso que lo hizo sonreír, su otra mano llegó a mi mejilla y me acercó más a su boca, en el momento justo en el que nuestras lenguas se tocaron.
—Sabes dulce —susurra sobre mi boca, asiento.
—Rachel me regaló una de sus tantas gomitas —le digo y él sonríe, presionando sus labios contra los míos una vez más—. ¿Sabes por qué está triste?
—Sí, tuvo una pelea con Jonathan esta mañana —murmura, frunzo el ceño—. No están juntos, pero a Rachel le gusta y pues, Jonathan... No sé lo que pasa realmente por su cabeza. No puedo entrometerme en ese tema.
—Oh —es todo lo que digo, porque no sé en qué pensar sobre eso—. Se ve triste.
—Lo sé —siento sus labios en mi cuello—. No me gusta verla así, pero... no soy nadie para entrometerme en su vida.
—¿Se conocen desde hace mucho tiempo? —ya le había hecho la misma pregunta a Rachel, pero me gustaría escuchar la respuesta por parte del rubio guapo.
—Desde que nacimos, prácticamente —comenta, su brazo se aleja de mis hombros, pero sus manos buscan las mías—. Su padre y el mío eran muy cercanos en aquel entonces, James y Rachel eran los únicos de mi edad en aquella época.
—¿Y Tony? —pregunto, recordando que el castaño había dicho que eres su mejor amigo.
—Tony fue un gran apoyo durante toda mi vida, es un par de años de mayor que yo, pero siempre ha sido mi mejor amigo —sus manos se entrelazan con las mismas y lleva las mismas hacia sus labios.
—Tienes a muchas personas que te aman, ¿sabes? —sonríe, lo que me roba una sonrisa a mí también—. Tienes una familia muy linda, Jordan —sus labios están sobre la piel de mis manos, suspiro y en menos de un segundo, lo tengo besándome de nuevo.
Suelto una risita sobre sus labios, y él sonríe conmigo. Dejando un sonoro beso en mi mejilla que me roba el aliento por completo, comprendiendo por fin, que la seriedad y frialdad de este hombre es solo una fachada. Pues, yo lo considero el ser más dulce y tierno de este mundo.
—Me gusta tu lado dulce —le confieso en un susurro.
—A mí me gustas tú, completamente —afirma con firmeza, mirándome fijamente a los ojos.
—Lamento interrumpirlos, chicos —dice la voz gruesa del señor Eliam, lo que nos obliga a levantar la mirada hacia él—. Jordan, Tony te está buscando como loco y Joel también.
—Bien, en seguida vuelvo —dice, pero entes de levantarse deja un beso casto en mi boca—. No te muevas de aquí.
—¿A dónde podría ir? —pregunto divertida, él solo niega y besa mi frente. Luego se pone de pie y camina hacia el interior de la gran casa.
—Sabía que mi hijo tenía ese sentimiento de sobreprotección hacia las personas que le importan —comenta mientras que se sienta frente a mí—, pero contigo es diferente —dice y me sonríe—. Jordan cree que eres de cristal, ¿cierto?
—Sí —bajo la cabeza sonriendo y sonrojándome al mismo tiempo—. Él es muy delicado y cuidadoso conmigo.
—Lo supuse —afirma riendo—. Jordan es así, no podemos cambiar eso —nos quedamos en silencio unos minutos, hasta que la conversación vuelve a surgir—. Debo darte las gracias, Bailee.
—¿Por qué? —cuestiono un poco confundida.
—Primero, por ayudar a mi hijo aquel día —junta sus manos sobre su regazo—. Pero debería darte las gracias por devolverme a mi hijo —sonríe nostálgico—. Jordan se sumergió en una coraza que parecía que nunca se iba a derrumbar... pero tú hiciste eso posible —me sonrojé ante su mirada—. Le devolviste ese brillo a sus ojos que no veía hacía tanto tiempo, lo veo mucho más tranquilo y contento. Gracias por eso, Bailee.
—Yo... De nada, supongo —muerdo mi labio inferior, cubriendo un poco mis mejillas, tratando de ocultar mi sonrojo—. Aunque en realidad, Jordan también ha contribuido mucho en mi vida —comento—. Jordan me hace muy feliz.
—Tú también le haces feliz —me sonríe—. Solo le cuesta un poco expresarse.
—Lo he notado —comienzo a jugar con mis dedos—. Pero no quiero forzarlo a decirme cosas que no quiere, tampoco quiero obligarlo a sentir cosas por mí... quiero que las cosas fluyan y que todo llegue a su debido tiempo.
—En serio, eres un ángel —vuelvo a sonrojarme—. Mi hijo tiene mucha suerte —sonríe, luego apoya sus codos sobre sus rodillas—. Quiero comentarte algo, Bailee —asentí— Sabes quiénes somos y lo que hacemos —asiento con rapidez, sin apartar mis ojos de los suyos—. Sabes que estar con Jordan es peligroso, ¿cierto?
—Lo sé muy bien, señor —froto mis manos en busca que las palabras exactas—. Sé perfectamente que formar parte de la vida de Jordan es poner la mía en riesgo, pero si no sintiera cosas fuertes por su hijo, tenga por seguro que no estuviera aquí sentada —digo con sinceridad—. Conozco todos los rumores que se escuchan por ahí, pero no soy nadie para juzgar, así como ninguna persona puede obligarme a elegir con quién estar y con quién no —trago el nudo de mi garganta—. Lo cierto es que, me gusta estar con él, no por su dinero y mucho menos por el poder que tiene —niego frunciendo el ceño—. Estoy con Jordan por cómo es conmigo, porque me siento segura estando a su lado y porque... porque estoy experimentando sentimientos hacia él, que no esperé sentir por nadie más.
—A pesar de los errores que he cometido y que mis hijos han sido participes de los mismos, ellos no eligieron este camino. Aun así, pienso que ellos merecen todo lo bueno de este mundo —confiesa—. Y para el mundo de Jordan, tú eras esa pieza que faltaba, ahora está completo —niega sonriendo—. Bienvenida a la familia, Bailee —todo a mi alrededor se detuvo.
Eliam D'Arco, el narcotraficante más poderoso de Inglaterra y de casi todo el continente europeo me está dando la bienvenida oficial a su peligrosa familia. Esto es... increíble.
—¿Todos se pusieron de acuerdo para asustar a mi novia o algo parecido? —cuestionó Jordan una vez que volvió a hacer acto de presencia.
—Solo estábamos conversando un poco, ¿no es así, linda? —asiento con una sonrisa—. ¿Lo ves?
—Bueno, Joel quiere hablar contigo sobre unos permisos, no lo sé —le resta importancia—. Y tú, has estado de pie todo el día. Debes estar cansada.
—Algo—confirmo, tomando su mano y poniéndome de pie.
—Te llevaré a casa —rodea mi cintura con su brazo.
—Gracias por la cena, señor Eliam —le sonrió estrechando su mano—. La pasé muy bien.
—Me alegra mucho escuchar eso —lanzándole una mirada que no puedo entender a su hijo detrás de mí, me sonríe nuevamente—. Espero la traigas más seguido.
—Quizás un fin de semana, cuando tengas el día libre —sugirió el rubio, incliné mi cabeza hacía atrás un poco y asentí.
—Eso estaría bien —sonrío, él se agachó para besar mi mejilla.
Con la mirada de diversión y consentimiento que nos obsequió su padre, supe que todos estaba tomando su respectivo lugar.
[...]
Le doy vueltas al llavero entre mis dedos mientras subo las escaleras, abro la puerta y me giro para observar a Jordan apoyando en el marco de la misma.
—¿La pasaste bien? —cuestiona, a lo que yo asentí contenta.
—Fue muy lindo conocer a tu familia —río—. Oficialmente.
—Les gustaste mucho —afirma, pasando sus nudillos sobre mi mejilla—. Te dije que todo saldría bien.
—Lo sé —sonreí, inclinado mi rostro hacia su toque—. Es la primera vez que conozco a la familia de alguien... de este modo.
—Me alegra saber que soy el primero —sonríe con suficiencia y niego rodando los ojos.
—¿Tienes que ir al lote? —pregunté, sabiendo que hoy era viernes. Jordan observó el reloj en su muñeca.
—No hasta las once —dice—. Apenas son las ocho, ¿por qué?
—¿Te quedas conmigo? —cuestioné en susurro persuasivo, una de sus cejas se arqueó y vi ese brillo pervertido en su mirada—. Solo hasta que me duerma —aclaré luego de rodar los ojos, me di la vuelta escuchando su risa tras de mí.
Caminé hacia mi habitación y me quité mis zapatos en el proceso. Un azote en mi trasero y un tirón en mi brazo siguió después, solté una amplia carcajada. Los brazos grandes de Jordan me rodearon y su boca cayó sobre la mía.
—Me caes mal cuando te pones así —murmuré sobre sus labios.
—Mentirosa, te encanta cuando me pongo así —iba a reprocharle, pero ya me estaba besando de nuevo.
Segundos después estábamos en la cama, su cuerpo se posicionó a mi lado y mi cabeza estaba descansando sobre su pecho, su mano descansaba descaradamente sobre mi trasero.
—Aún sigues sin darme tu horario de trabajo —murmuró y rodé los ojos mentalmente—. No necesitas trabajar hasta que no te puedas mantener en pie.
—Sí lo necesito —replico—. Tengo que pagar la cuenta de la clínica de mamá y no quiero hablar de eso, ¿sí? —suspiré entrelazando sus dedos con los míos.
—Está bien, pero hablaré con Connor —reí sin poder contenerme, levanté mi cabeza y me incliné un poco hacia arriba para besarlo—. No vas a distraerme con un simple beso, Lo sabes, ¿verdad?
—Sí, pero puedo distraerte con otras cosas —susurré, su mano se perdió bajo mi falda—. Pero ahora no, tengo sueño.
—Entonces, duerme —me besó una vez más y me apretó entre sus brazos.
Me sentía tan bien y extrañamente cómoda con él, que no quiera apartarme y tampoco quería que él se apartara de mí. Fue cuestión de segundos para que cayera en la profundidad del sueño.
¡Buenas, buenaaaaaas!
¿Cómo están? ¿Qué tal va su primer día de diciembre?
¡Aquí les traje un nuevo capítulo!
Espero les guste muchísimo.
¡Voten y comenten!
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