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17. Distracciones placenteras.



Aprieto el volante con algo de fuerza, tratando de alejar la imagen de aquel hijo de puta lastimando a mi novia, a mi ángel. Debí matarlo, ahí mismo y con mis propias manos. Pero prometí no lastimar a Bailee y ciertamente, matar a una persona delante de ella, era como lastimaría indirectamente.

Sacudí la cabeza y me concentré en el camino, no pretendía tener un accidente y mucho menos en plena autopista.

Mi teléfono suena sacándome de mis pensamientos, coloco el aparato en altavoz y la voz de Joel no tarda más de dos segundos en llenar el pequeño espacio.

—¿Bailee está contigo? —ruedo los ojos, deteniéndome en un semáforo.

—Soy tu hermano, Joel —digo—. Por lo menos salúdame, ¿no crees?

—No seas marica, en estos momentos, tú no eres importante —suelto una risa—. Ahora mismo, Bailee es el centro de atención.

—Ya me doy cuenta, es un poco tímida, Joel —comento rápidamente—. Trata de no decir algo que la avergüence, ¿está bien?

—Haremos todo lo posible porque se sienta cómoda —confirma—. Papá se está volviendo loco, le pidió a Elena que hiciera una cena por todo lo alto...

—Y tú lo estás apoyando.

—Sí, es la primera novia oficial que traes a casa, es un acontecimiento histórico —sacudo la cabeza, divertido por su comentario—. Te llamaba para otra cosa también...

—¿Es algo malo? —cuestiono frunciendo el ceño—. Por tu tono de voz deduzco que sí.

—No sé si es... malo, en realidad. Es sobre Jonathan... y Rachel —aprieto el volante inmediatamente, sintiéndome tenso de un segundo a otro.

—¿Qué ocurre con Rachel? —pregunto, lo escucho suspirar—. Háblame, Joel. ¿Qué le hizo el estúpido de tu hermano a mi mejor amiga?

—Es tu hermano también, Jordan. Aunque sea frío y distante es nuestro hermano, de todos modos, tú también eres así —reprocha—. La cosa está en que Jonathan trajo a Rachel a casa anoche y ella estaba llorando... Rachel estaba muy molesta y supuse que era por él.

—Voy a estrangularlo —prometo, Joel ríe al otro lado de la línea—. No entiendo porque Jonathan es tan estúpido.

—Jena lo tiene loco...

—Es solo una oportunista que busca sacarle dinero, ¿es que acaso no lo ve? —casi gruño—. Hablaré con Rachel, ella no merece estar con alguien tan imbécil como Jonathan.

—Lo sé, pero es difícil, Jordan —dice, me estaciono en frente de los bloques dónde vive Bailee—. Está enamorada de Jonathan desde que tiene uso de razón y en un corazón enamorado no gobierna nadie y creo que tú debes saberlo mejor que nadie —se burla de mí, ocasionando que ruede los ojos. Bajo del auto, colocando el teléfono en mi oreja, caminando hacia las escaleras—. No le arruines la tarde a Rachel hoy, se quedará a cenar con nosotros y la he notado bastante ida en las últimas horas.

—¿Y Jonathan? —pregunto llegando a la puerta, levantando mi mano para golpear la madera con mis nudillos.

—Dijo que tenía cosas que hacer, pero que llegaría para cenar —confirma, al momento de que la puerta se abre, dejándome sin respiración por unos instantes.

La imagen más tierna, sexy y hermosa que he visto en mi puta vida, está frente a mí en estos instantes. Recorrí su cuerpo de punta a punta, observé su vestido de jean que se ajustaba a su cintura y caía delicadamente sobre sus muslos, llevaba unas Conversé blancas y su sencillez me golpeó con fuerza. ¿Cómo podía existir un ser tan hermoso en este mundo de mierda? Finalmente llegué a sus ojos, los cuáles me miraban atentos. Su labio estaba atrapado entre sus dientes y sus mejillas rosadas a un punto máximo.

—¿Jordan? —la voz de Joel hizo que me diera cuenta de que aún tenía el teléfono pegado a la oreja—. ¿Hermano? ¿Sigues ahí?

—Sí —aclaré mi garganta, sin quitarle la mirada a Bailee, quien ladea el rostro y me observa con curiosidad—. Tengo que colgar, te hablo luego.

—¡No llegues tarde! —fue todo lo que alcance a escuchar, pues ya había colgado y estaba guardando el aparato en mi bolsillo.

—Hola —mi castaña me sonríe—. Eres bastante puntual, has llegado antes.

—Solo con los asuntos que me interesan —respondo, acercándome a ella. La verdad es que quería verla, y quizás, si ella estaba de acuerdo, podía hacerla mía antes de ir a lidiar con mi padre.

—¿Soy un asunto? —arquea una ceja en mi dirección y suelta una pequeña risa cuando mis manos caen en su cintura.

Eres mi asunto más importante —susurro antes de capturar sus dulces labios entre los míos, sus manos van por instinto hacia mi cuello, buscando sostenerse.

La siento derretirse entre mis brazos, un sutil suspiro escapando de su boca y ese simple sonido me enciende como las luces de navidad. Bajo mis manos por su cintura hacia sus caderas, sintiendo la figura de su trasero redondo bajo mis manos, su piel se eriza cuando mis dedos entran en contacto con su trasero bajo su vestido. Apretándola más a mi cuerpo, escucho su respiración entrecortada contra mis labios, sus manos inquietas buscar el cuello de mi chaqueta en un intento de separar mi boca de la suya. Cuando lo logra, su respiración sale errática entre jadeos, sus ojos cerrados y sus mejillas sonrojadas.

Su pecho sube y baja con fuerza, noto como trata de controlar su respiración y eso me llena de cientos de emociones extrañas y hasta cierto modo, nuevas. Pego mi frente a la suya, sacando mis manos debajo de su vestido, llevándolas nuevamente a su cintura, acercándola un poco más a mi pecho. Una sonrisa aparece en sus labios, ahora hinchados y más rojos de lo normal. Sus ojos se abren encontrándose con los míos, sus manos suben a mi rostro y con sus dedos delinean el contorno de mis labios.

La belleza de Bailee es inigualable, su piel es un extraño contraste de blanco pálido con un rosa pastel que se expande por sus mejillas. Sus labios son gruesos y rojos, sus ojos son entre un azul celeste con motas verdes, cubiertos por una cantidad considerable de pestañas que los hacían lucir más grandes.

—¿Por qué me miras así? —cuestiona en un susurro bajo.

—Eres hermosa, tomate —le susurro del mismo modo, ella muerde su labio inferior mostrándome una sonrisa.

—Llegaremos tarde —trata de reprocharme, pero yo solo niego y bajo mi rostro a su cuello, dejando un beso en esa zona robándole un jadeo—. Jordan...

—Aún tenemos cuarenta minutos —le informo, empujando suavemente su cuerpo dentro del departamento, cierro la puerta detrás de mí y me apresuro a tomar su hermoso rostro entre mis manos.

Nuestros labios vuelven a encontrarse y su pequeña mano viaja hacia la parte trasera de mi cuello, intentando bajarme más a su altura, mientras que la otra se presiona contra mi pecho. Nos doy la vuelta un poco, caminando en esa misma dirección, ocasionando que Bailee choque contra la mesa que está junto a la puerta. Sin perder el tiempo, la levanto sentándola sobre la misma. Sus labios se mueven con rapidez sobre los míos, mi lengua pide pase libre a su boca y ella me lo concede sin objeción alguna, sus manos se deshacen de mi chaqueta con rapidez lanzándola al suelo.

Mis manos se pierden bajo su vestido, rozando su piel en el proceso robándole un jadeo tras de otro, bajo mis labios a su cuello, succionando y dejando marca. Mis dedos se topan con el encaje de sus bragas a la altura de su cadera, recorro todo el perímetro de su vientre sintiendo con se retuerce bajo mis manos.

—Arriba —susurro frente a sus labios entreabiertos, sus ojos azules me miran desconcertados, lo que me roba una sonrisa. Sus manos se apoyan a cada lado de su cuerpo, impulsándose hacia arriba, dándome acceso a bajar la prenda por sus piernas con lentitud. Observo su rostro sonrojado, atenta a cualquier movimiento de mi parte, paseo mis dedos por su clavícula—. Preciosa —mordiéndose el labio y sin apartar la mirada de mis ojos, sus manos vuelan hacia la parte delantera de mis jeans, en dónde sus dedos nerviosos se encargan de desabrochar mi cinturón.

Sonrío viendo su desesperación, mientras ella con algo de dificultad cumple la tarea, yo tanteo los bolsillos de mis jeans, buscando mi billetera y sacando un condón de la misma. Tiro de su mano hacia arriba y abro su palma en mi dirección, dejando el paquete plateado sobre esta y dirijo mis ojos a los suyos, los cuáles están abiertos a tope. Sonrío antes de tomar su mandíbula en mi mano y dejar un beso casto en sus labios.

—¿Qué... se supone que...? —deja la frase a medio terminar porque sigo atacando su boca.

—Sabrás que hacer con eso —dejo una última mordida en su labio inferior y ella jadea cerrando los ojos unos segundos, asiente con rapidez, sonrojándose aún más en el proceso.

Sus ojos se abrieron a su máxima capacidad y con manos temblorosas acarició mi pecho, bajando lentamente llegando hasta la parte delantera de mis jeans, deshaciéndose del botón y bajando el cierre. La observo tragar saliva y parpadear repetidas veces mientras observa fijamente como mi erección se marca en mi bóxer. Una de las cosas que me atraen como imán hacia Bailee, es su falta de experiencia en este asunto.

Tenía completamente claro que Bailee era virgen desde el primer día, lo supe por el rosa que se expandía por sus mejillas cada vez que la tocaba o cuando simplemente me acercaba a ella más de lo normal. Pero me encantaba que fuera tan inocente en este tema, eso me impulsaba a experimentar cosas con ella, claro y también me excitaba que se sonrojara de la manera en la que estaba en estos momentos.

Amaba ver su cara más roja que un tomate. ¿Por qué? No lo sabía, pero lo hacía.

Sin percatarme de la situación, Bailee bajó mi bóxer de un solo tirón, dejando al descubierto mi erecto miembro que estaba completamente feliz de verla. La castaña levantó sus ojos hacia mí, pude ver el deseo brillando en sus pupilas dilatadas a más no poder, volvió a bajar la mirada y jugó con el paquete plateado entre sus dedos.

—Jordan —me llamó y carraspeó un par de veces antes de mirarme—. Tienes... tienes que decirme que... que hacer... porque...

—Está bien —sonreí contra su frente, dejando un beso en la misma—. Abre el paquete —ella asintió y observó el paquete unos segundos, luego lo acercó a su boca para rasgar la punta con sus dientes con suma delicadeza, luego abrió el paquete por completo y sacó el condón. Observó el látex por unos segundos y luego me miró buscando más instrucciones—. Despliégalo un poco —lo hizo con cuidado—. Pellizca la punta un poco —luego de que lo hiciera, tomé sus manos y las guíe hacia mi miembro, situándolas sobre la cabeza del mismo—. Ahora deslízalo —susurré y como si no pudiera ser más delicada, su mano descendió con demasiada lentitud por sobre mi miembro. Cerré los ojos unos segundos, soltando un suspiro tembloroso, tuve que apretar la mandíbula y mis manos en puños para no soltar una grosería.

Maldita sea, esta mujer iba a volverme un puto loco. Si antes estaba encendido como una moto, ahora era peor. Quería enterrarme en ella de una vez por todas, pero verla así, tan concentrada y tan atenta a cada cosa, me obligaban a dejarla ser, a qué se adapte y que confíe ciegamente en mí.

—Ya está —susurro, uniendo su mirada con la mía—. ¿Así está bien? —cuestionó mirándome fijamente, pasé mis manos por sus mejillas, alejándole los mechones castaños que cubrían su rostro.

Eres tan perfecta —le susurré de vuelta y bajé mi boca a la suya, tomé su cintura entre mis manos y la atraje más hacia mí.

Abriendo sus piernas, logrando que rodeara mi cintura con las mismas, ubiqué mi miembro en su entrada y lentamente, me sumergí en su calor. La sentí gemir en mi oído, lo que me hizo apretarla más a mí y besarla como si la vida se me fuera en el intento.





¿Así o más candente?

Levante la mano quien necesite un baño frío.

Estos dos una cosa seria.

¡Voten y comenten mucho!

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