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15. Lo más importante.

Parpadeo varias veces acostumbrándome a la poca luz que entra por la ventana, estiré mi brazo libre tomando mi teléfono que estaba en la mesita de luz, eran las casi las doce del mediodía. No le di importancia, así que dejé el aparato nuevamente en su lugar. Enfoqué el rostro de Bailee que estaba a escasos centímetros del mío, su cabeza estaba apoyada en mi hombro inclinada ligeramente hacia atrás.

Estaba totalmente dormida, supuse que tenía mucho sueño, pues nos dormimos cerca de las cuatro de la madrugada. Por un rato estuve contemplando su rostro, viendo lo delicadas que eran sus facciones, su nariz era respingada, tenía una generosa cantidad de pestañas, las cuales también eran bastante largas. Había una pequeña capa de rubor en sus mejillas a causa del frio, pero mi vista decayó en sus gruesos labios, rosados y entreabiertos, las ganas de besarla me invadieron otra vez.

¿Desde cuándo los besos de una mujer me encendían cuál incendio forestal? La respuesta era sencilla. «Desde que ella se cruzó en mi camino». Desde que la vi por primera vez en aquel callejón, quise lanzarme sobre ella y consumir su boca.

Bailee era la única que había logrado despertar en mi interior sentimientos que creí muertos, lo que era realmente extraño, pues solo nos conocemos desde hace un par de meses. Me acomodé a modo que estábamos frente a frente, deslicé mi mano por su espalda haciendo que se removiera. Acaricié su mejilla cuando su ceño se frunció, sonreí al verla parpadear y abrir los ojos dejándome ver el azul potente que los poseía.

Una sonrisa apareció en sus labios cuando sus ojos me enfocaron, su mano se posa en mi brazo, se acercó más a mí y yo solo apreté mi agarre sobre su cintura.

—Buenos días —murmuré.

—Buenos días, Jordan —respondió y volvió a cerrar los ojos.

—¿Estás muy cansada? —negó, luego me regaló otra sonrisa más—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy muy bien —frotó uno de sus ojos con el dorso de su mano—. ¿Qué hora es?

—Casi las doce —se tensa un instante, pero luego suelta un suspiro.

—Connor va a matarme —dice—. De todos modos, tengo turno doble más tarde.

Mordió su labio inferior, sus dedos se pasearon por el tatuaje sobre mi costado.

—¿Qué ave es? —cuestiona.

—Es un cuervo —asiente, sus ojos me observan.

—¿Qué significa? —sonrío al ver que su curiosidad es más grande que ella misma.

—Muerte —frunce el ceño y rueda los ojos—. Eso significa.

—Eres insufrible —dice abriendo mucho los ojos, al punto de parecer infantil—. Puede tener otro significado, ¿sabes?

—¿Cómo cuál?

—Claramente, es un ave —inicia—. Las aves vuelan, volar es libertad, de una manera u otra, independiente de que los cuervos sean categorizados por simbolizar la muerte, puede significar libertad.

—Interesante concepto —es todo lo que digo. Impresionado por la forma en la que Bailee siempre le saca el lado bueno a todo.

Ella ve luz en mi oscuridad.

—¿Estuviste en el ejército? —cuestiona sacándome de mis pensamientos, la veo jugar con la placa de mi cadena.

—No —niego.

—¿Por qué tiene tus iniciales? —dice detallando el dije entre sus dedos.

—Mis hermanos y yo tenemos las mismas iniciales —sus ojos se entrecierran—. Puede ser de uno de ellos.

—¿Jonathan? —arqueo una ceja—. Digo, es muy serio... No lo sé. ¿Joel?

—No siempre fuimos solo nosotros tres —digo, suspirando, intentando no recordar.

Pero es imposible. Los recuerdos siempre llegan, no importa cuán dolorosos sean, siempre estarán ahí.

—No tienes que contarme si no quieres —se apresuró a decir, tirando de su labio con los dedos.

—Jeremy, era el mayor de todos y obviamente, el más responsable —dije, Bailee se removió y se apoyó sobre sus codos, atenta a mi explicación—. Nunca estuvo de acuerdo con todo esto, los trabajos, el narcotráfico... Siempre estaba en disputa con papá. Se enlistó cuando cumplió los veinte, yo tenía cinco en aquel entonces...—apreté la mandíbula, recordando aquel trágico día—. Logró sobrevivir en combate durante un año entero, volvió a casa y papá le hizo acompañarle a una de las tantas entregas, todo terminó en un tiroteo, una bala perforó su pulmón y se ahogó con su propia sangre.

—Eso es... Lo siento —frunció el ceño, llevé mis dedos a la unión de sus cejas—. Debió... Debe ser difícil para tu padre.

—Lo es —asentí—. Aunque no lo diga, sé que se siente culpable por eso. Papá siempre lo apoyo, incluso cuando Jeremy no quería formar parte de esto.

—¿Siempre quisiste ser parte de esto? —cuestionó. ¿Qué debía responder a eso?

—No puedo explicar eso —simplifico—. Formo parte de este mundo desde muy pequeño, casi toda mi vida viví rodeado de peligro. Solo quería crecer para ayudar a papá y poder protegerlo... o al menos intentarlo.

—Es muy lindo de tu parte pensar así —sonrío, su vista volvió a la placa—. Gracias por contarme.

Tiro de su brazo con algo de fuerza haciendo que termine sobre mí.

—Jordan —susurra soltando una risita, me siento acomodándola a horcajadas sobre mi regazo. Llevo mis manos a mi cadena sacándola por sobre mi cabeza, cuando ve mis intenciones, sujeta mis muñecas—. ¿Qué estás haciendo? Es... importante para ti...

—Tú también lo eres. Quiero que lo tengas —miro sus ojos, cumplo con mi tarea colocándole la cadena, dejando que la placa caiga sobre su pecho. Sonrío—. Te luce más a ti —sus mejillas se tornan rojas, haciendo sonreír aún más—. Me gusta cuando te sonrojas.

—Esto... No sabes lo que significa para mí —colocó sus manos en mis mejillas—. Soy... demasiado sentimental, en realidad —ríe y juro que es el sonido más hermoso de este puto mundo—. El que me uses de estuche me hace muy feliz —sonríe en grande—. Gracias.

Posó sus suaves labios sobre los míos unos segundos, alejándose después para mirarme a los ojos. Quito el cabello de sus hombros sin entender por qué es tan hermosa, sus mejillas se sonrojaron otra vez. Algo cruzó por su mente, lo sabía.

—¿En qué piensas? —cuestioné, abrió mucho sus ojos.

—Yo... —aclaró su garganta—. Este... Nosotros... Anoche.... — frunció el ceño, luego sacudió la cabeza— Mejor no digo nada, terminaré como un tomate.

—¿Qué es? —pregunté, una pequeña parte de mí me indicaba lo que estaba pensando, pero quería que ella lo dijera—. Vamos, dime.

Sus ojos grandes, azules con unas pequeñas motas verdes que los hacían ver más hermosos de lo normal. Suspiró y cerró los ojos, sacudiendo la cabeza dejó caer su frente en mi hombro.

—Supongo que... notaste que... yo nunca... —sonreí con anticipación—. Yo nunca había estado con alguien.

—Lo sé —se removió un poco y me miró directamente a los ojos, sus mejillas sonrojadas a un punto máximo. Acaricié suavemente esa parte de su rostro, pues estaba sorprendido por la magnitud y facilidad con la que se sonrojaba.

—Entonces, supongo que tú sí... sí has... Maldición —llevó ambas manos a su rostro—. Soy demasiado mala para esto.

—Eres toda una ternura, ¿lo sabías? —me observó unos instantes y luego bajó la mirada negando—. Pues lo eres, y si lo que tratas de preguntar es si me sentí bien estando contigo anoche... Te tengo una muy mala noticia —sus ojos se elevaron de golpe, con su ceño fruncido—. No, no la pasé bien contigo, porque los momentos maravillosos no son buenos, son precisamente eso, maravillosos —sus ojos se agrandaron a su capacidad y con el pasar de los segundos, una sonrisa se dibujó en sus labios.

—¿De verdad? —susurró, asentí sin quitarle la mirada de encima. Sus pequeñas manos tomaron mi rostro y sus labios se pegaron a los míos, regalándome esa caricia tan delicada que solo ella sabía proporcionar—. Eres muy dulce, Jordan.

—Sí, pero no se lo digas a nadie —soltó una risita por lo bajo—. Hay cosas que es mejor que solo sean de dos.

—Estoy de acuerdo contigo —sonrío en grande.

Sin poder controlar mis impulsos, pasé una de mis manos por su nuca y bajé su boca a la mía, arrancándole un jadeo de sorpresa. Puse mi mano en su cintura y de un solo movimiento, nos giré. Dejando su cuerpo sobre la cama y el mío quedó suspendido sobre el suyo, sus manos fueron con rapidez hacia mi cabello y sus labios correspondieron al beso exigente que estaba imponiendo. Sus piernas se apresuraron a darle más cercanía a mi cuerpo sobre el suyo, sostuve mi peso en mi antebrazo a un lado de su cabeza, bajando mis labios a su mejilla haciendo mi camino hacia su cuello, en dónde su aroma me invadió con fuerza.

Sus suspiros y la manera en la que sus manos se apretaban alrededor de mis brazos, me mostraban el efecto que tenía sobre ella, pero lo que ella no sabía es que tenía el mismo efecto en mí, o incluso uno mayor. Con tal solo abrir la boca está mujer me tenía a sus pies, cumpliendo sus órdenes sin poner excusas.

Estaba jodido. Era el tipo más jodido de este maldito planeta.

Estaba cayendo por ella más rápido de lo que pensaba.

Y lo más extraño de todo, es que no estaba luchando contra ello. Quería caer por ella, por su sonrisa, por sus mejillas rosadas, por sus enormes y hermosos ojos.

—Jordan... —jadeo cuando mis dientes se clavaron en su hombro suavemente, con mi mano libre sujeté su cintura y apreté su piel con algo de fuerza. Una de sus piernas rodeó mi cintura, en un intento de acercarme más a su cuerpo, el cual se estaba comenzando a calentar bajo mis dedos—. Jordan... por favor.

—¿Qué quieres? —cuestioné, dejando un beso en sus labios entreabiertos. Bajé mi mano por todo su abdomen, haciendo que sus párpados revolotearan abiertos, sus ojos intentando enfocarme. Mis dedos llegaron a ese punto de placer entre sus piernas y recibí un sutil gemido como respuesta— Dime lo que quieres.

—A ti, oh, por Dios —mordió su labio inferior y echó la cabeza hacia atrás cuando sumergí un dedo en su interior—. Jordan... —otro dedo se unió al juego y mis labios bajaron a los suyos para besar sus jadeos.

Sí, estaba perdido. No había vuelta atrás, quería caer por ella, lo anhelaba.

Ella valía la pena.









🥺🥺🥺🥺
Ternura nivel Dios.

En fin, ellos son todo lo que está bien.

¿Los amamos? Los amamos.

¡Voten y comenten mucho!

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