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25

Trigger Warning: Violencia sexual, agresión, humillación.

Cecil regresó a la mansión para ayudar a la búsqueda dentro del lugar, debido a que se encontraba más familiarizado con el entorno que el resto, esperaba hallar con más rapidez cualquier escondite inesperado. Estaba a punto de salir de la cocina cuando se encontró de frente a Jeffrey, quien el dirigió una mirada fría, hostil. Cecil apretó los labios, dando un paso atrás por la sorpresa, aquella expresión no auguraba nada bueno.

—No creas que no me he dado cuenta de lo que pasa entre ustedes dos —dijo, su voz se escuchaba amarga, había un dejo de resentimiento difícil de ignorar. Cecil sintió un nudo en el estómago ante las palabras del hombre.

"No tengo tiempo para esto" respondió, intentando hacerse a un lado para evitar aquella conversación. Jeffrey lo tomó del brazo, el agarre fue tan fuerte que le sacó un gemido de dolor, el hombre prácticamente lo arrastró hasta ponerlo contra la pared.

—Ya te acostaste con él ¿Verdad? Por eso permites que actúe tan altanero con nuestra familia, que me acuse de hacer todas esas tonterías e intenté destruirme, quieres que eso pase para deshacerte de mí —espetó, inclinándose para hablar muy cerca de su rostro. Cecil abrió los ojos de par en par, pálido y sin saber cómo defenderse ante aquellas afirmaciones, pues en cierta medida Jeffrey estaba en lo correcto.

La vergüenza se apoderó de él, comenzó a temblar de forma descontrolada, sintiéndose atrapado, acorralado Su respuesta tardó sólo unos momentos en llegar, sin embargo, pudo ver el momento de realización en la expresión de su marido.

—Pequeña puta —escupió las palabras con un odio que nunca había demostrado antes y con saña le dio una bofetada. Cecil se quedó aturdido, Jeffrey jamás lo había golpeado y la fuerza que utilizó lo dejó en blanco, paralizado y aterrorizado. Nadie lo había preparado para ser el objeto de la ira de alguien más poderoso que él y al igual que en ocasiones anteriores, como cuando Leah se volvía loca y lo atacaba, no supo cómo defenderse.

El hombre lo golpeó una segunda ocasión, el dolor lacerante hizo que se le saltarán las lágrimas. De repente sintió un empujón que lo envío al suelo, su cabeza chocó contra la pared, gritó, confundido y paralizado, la violencia que había recibido hasta ese momento no se comparaba con esto.

Jeffrey se colocó frente a él, tirando de su tobillo, Cecil abrió los ojos de par en par, observándolo cernirse sobre su cuerpo.

—No vas a escaparte esta vez, eres mi marido, eres mío —Jeffrey le abrió las piernas, pudo sentir sus manos rebuscando debajo de la túnica para encontrar el botón de sus pantalones y fue cómo si algo se iluminara en su cabeza.

Fue consciente de lo que estaba pasando, la expresión de aquel hombre monstruoso, de lo que iba a hacerle, de lo que podría ser su vida después de ese momento, después de que Jeffrey se diera cuenta de que podía tenerlo cómo deseaba si se imponía. Cecil hizo un ruido parecido a un gritó y utilizó su magia para darle un empujón que lo hizo chocar contra uno de los muebles.

Se incorporó, respirando con fuerza, con la expresión desencajada. Se sentía un enfermo, mareado, cuando Jeffrey se puso de pie él se tambaleó tratando de alejarse, intentó correr, pero estaba confundido, el golpe en la cabeza lo tenía desorientado. Pudo escuchar a sus espaldas al hombre gritando, dispuesto a perseguirlo hasta el fin del mundo. Cecil sabía que Magnus no podría ayudarlo esta vez, así que corrió hacia la persona que más confiaba en esa casa: Norman Baker.

Como pudo llegó al estudio del hombre, donde debía estar en ese momento. No lo encontró. Asustado observó los alrededores, los pasos de Jeffrey le inyectaron adrenalina en la sangre y se metió, cerrando la puerta a sus espaldas. Se recargó un segundo en ella, pero después escuchó al hombre más cerca y se apresuró a meterse dentro del armario de Norman.

Ni bien se acomodó, la puerta del estudio se abrió de golpe. Cecil se recargó en el fondo del armario, intentando contener la respiración. Sus latidos iban al cien, tenía los ojos muy abiertos y estaba manteniendo el silencio tanto como podía. De repente su espalda empujó un interruptor, la madera detrás de él se abrió, dejándolo caer dentro de otro recinto e inmediatamente la entrada se cerró con un ruido sordo. Antorchas de encendieron dejando ver una habitación amplia que parecía un segundo estudio, asustado escuchó a Jeffrey abrir la puerta del armario, soltar una maldición y volver a cerrarla. Se quedó muy quieto, hasta que estuvo seguro de que se encontraba a salvo, entonces soltó un suspiro dejándose caer sobre sus espaldas.

Las lágrimas se estaban escurriendo por sus mejillas, el pensamiento impulsivo de correr a encontrarse con Magnus y decirle lo que había pasado no dejaba de acosarlo. Sin embargo, sabía que no podía hacerlo, Magnus iba a irse eventualmente, Magnus lo dejaría, además tampoco eran pareja y no tenía la obligación de cuidarlo. Abrumado se puso en pie, diciéndose que era momento de enfrentar a ese hombre por sí sólo o si no, terminaría aún más sometido a él de lo que ya estaba, pero el dolor punzante en las mejillas y la cabeza le impidieron relajarse, se sentía un poco mareado y su magia comenzaba a ondular de forma extraña.

Hizo un esfuerzo para controlar tanto su respiración como su pulso, dio un par de pasos vacilantes hasta que se recargó del escritorio. No tenía idea de donde estaba, tampoco sabía de la existencia de esa habitación.

Frunció el ceño al darse cuenta de que había papeles apilados, plumas, tinta y una carta a medio escribir. Cecil no planeaba leerla, pero sus ojos se centraron en su contenido antes de que pudiera controlarse. Era una carta.

"Sobre el tema de su hijo, sinceramente pienso que debería hablar con él, no estoy intentando decirle como criarlo, pero desde que llegó aquí no ha hecho más que causar problemas, sus constantes recortes a las fábricas nos tienen al borde de la bancarrota, si no actuamos ahora otra huelga podría estallar. Mi familia depende completamente de mí y la forma en que nos que ha quitado poder no es más que bravuconería que podría terminar de forma fatídica.

Las tres monedas de oro para la manutención de Cecil no son suficientes, el chico es una criatura de alto mantenimiento, lo hemos criado tan bien que se comporta como un joven heredero gastando dinero en amantes y ropa cara. A pesar de toda la educación que le hemos dado, la manutención pronto no será suficiente y con todos los recortes que ha hecho el joven Winchester me encuentro entre la espada y la pared."

Cecil sintió que se mareaba, fue difícil para él entender del todo el significado de aquella carta, cuya primera parte al parecer fue desechada. Miró al menos diez veces la carta para asegurarse, pero al final no hubo forma de negarlo, era la letra de Norman Baker.

Unas incontrolables nauseas lo llevaron a devolver el contenido de su estómago en una esquina, luego se dio cuenta de que aquel lugar estaba lleno de una serie de documentos que llamaron su atención, sin embargo, estaba demasiado asustado para mirarlos, tenía miedo de lo que podía encontrar entre aquellas páginas.

Sin embargo, las leyó, las leyó todas.




Cecil salió una hora después, estaba tambaleándose y se encontraba confundido, su magia estaba filtrándose poco a poco de sus manos cuando se encontró de frente a Leah, que lo miraba con despreció. Cecil apretó los labios, sabiendo que estaba en tu limite.

—Ven aquí —ella lo tomó del cabello, arrastrándolo hacia el pasillo, donde lo llevó por todo el camino hasta una habitación. Cecil no se resistió, nunca lo hacía, ignoró el dolor suponiendo que todo pasaría rápido, pronto podrían volver a su casa y descansaría un rato. La cabeza lo estaba matando, se quería morir.

Leah lo obligó a levantar el rostro y sorprendido, Cecil se dio cuenta que lo había guiado a la habitación de Jeffrey. El hombre estaba sentado en la cama, furioso, la rabia que vio una hora antes no se había diluido. Ella lo empujó, obligándolo a arrodillarse frente a la cama, poniendo su cabeza contra el colchón.

—Estoy cansada de ti —espetó la mujer—. Espero que después de esto se quite la picazón y se aburra de ti —agregó tenía una sonrisa en el rostro.

No le quedó muy claro de lo que estaba hablando, hasta que Jeffrey lo levantó, colocándolo en la cama. Esta vez una sonrisa apareció en su rostro.

—Mi amor, por fin serás mío —Jeffrey tiró de sus pantalones y ropa interior dejándolo desnudo debajo de la túnica. Le tomó de los tobillos, abriéndolo de par en par, con satisfacción echó un vistazo—. Eres hermoso —dijo. Y pudo sentir sus dedos intentando entrar.

Dolía, era asqueroso.

Intentó luchar, pero se dio cuenta que estaba inmovilizado, alguien lo estaba aplastando con su magia para que se quedará sometido mientras lo violaban. Se giró, encontrándose con la mirada de Leah, que observaba la escena con la satisfacción morbosa de quién veía humillado a su enemigo.

—Créeme —le dijo en tono socarrón—. Esto me duele más a mí que a ti.

Cecil apretó los puños y miles de recuerdos lo inundaron, los maltratos de esa mujer, el acoso de su supuesto marido, la manera en que lo aislaron de la comunidad que alguna vez lo había querido y cuidado. Estaba enfermo de odio, de rabia. En ese momento Jeffrey se inclinó y lo besó, Cecil apretó los labios, negándose a recibirlo, entonces Leah se inclinó y le tapó la nariz para obligarlo a abrir la boca. Ante el gesto Jeffrey le sonrió, tomó la mano de su esposa y se la besó en un gesto cariñoso, ella le dedicó a Cecil una expresión de superioridad.

El chico sintió que se mareaba, tenía ganas de vomitar, odiaba a todo el mundo. Su mente se movió hacia el pasado, hacia el día de la boda cuando tuvo que esconderse de su marido durante toda la noche en la cava, cuando lo echaron de la casa grande, cuando Leah fue a su habitación para pegarle.

Cansado sintió que perdía el conocimiento, cerró los ojos y todo se volvió negro.

Acuérdense en que terminó "El marido abandonado" 77

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