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19


Cecil se quería morir durante en la cena. Se había preparado para hablar con su suegro esa noche, intentando convencerlo de que retrasara las nuevas reformas al menos hasta pasado el invierno. Estaba seguro de que podían encontrar muchas otras alternativas si revisaban los libros de caja, así que estaba alistando su discurso, cuando el maldito Magnus Winchester apareció de la nada y se sentó en la mesa con un bebé en brazos.

—¡Adivinen quien está de vuelta! —exclamó con un tono alegre que pretendía ser irritante a los oídos de todo el mundo—. ¡Así es! ¡Tenemos de vuelta a Kamal para la cena! —dijo, mostrando al bebé con una alegría que seguramente fue producida por el desconcierto en sus rostros.

Al principio estaba pálido, con los ojos muy abiertos y luego su cara se puso completamente roja. Por otro lado, los Baker lo miraban como si estuvieran frente a un fantasma, muecas de terror combinadas con nauseas, todos y cada uno de ellos parecían a punto de desmayarse. Magnus clavó la vista en Cecil, mostrándole al niño, este tardó unos momentos en ponerse en pie y tomar a la criatura en brazos. El bebé comenzó a reírse, soltando una serie de cándidos pops. Mientras se lo entregaba sus manos se rozaron y su mente trajo los recuerdos de lo que había pasado la noche anterior.

Apretando los dientes regresó a su lugar, avergonzado por la situación. Entonces la cena tomó un giro inesperado.

—Esta semana se trabajará con el carbón que hay —explicó, mientras jugueteaba con la comida—. Habrá pérdidas, pero podremos reponernos más adelante.

Hubo un silencio antes de que Jeffrey Baker interviniera.

—Disculpe, pero honestamente no podemos permitirnos más pérdidas, ya hemos dispuesto un plan para... —La frase se quedó a medias, pues fue interrumpido por Magnus, que le dirigió una mirada desdeñosa.

—El próximo fin de semana llegarán los nuevos trajes para el trabajo en las minas y en tres días vendrán cinco contadores que registrarán cada centavo que se produzca en estas fábricas —explicó, dirigiendo una mirada a los Baker. Fue difícil no notar lo tensos que se pusieron sus rostros.

—Con todo respeto, yo soy el contador de la fábrica y mi trabajo es tan eficiente que su padre me dejó a cargo de todo —intervino Norman Baker, su expresión amarga estaba clavada en Magnus. Este no se vio afectado en lo absoluto por dicha expresión.

—Bueno, eso ya lo veremos —sentenció, observando los platos en la mesa. Cecil hizo lo mismo, había carne de cerdo agridulce, fideos, verduras y el postre era un pastel de frutas exóticas. De repente se sintió incómodo y bajó la vista, limitándose a alimentar al bebé.

—Si me disculpa, creo que sería buena idea que trabajáramos en conjunto antes de traer a alguien externo —dijo Leah, hablándole con ese tono maternal que había perfeccionado con los años—. Mi suegro podría enseñarle cómo se llevan las cuentas, quizás cuando vea su trabajo usted pueda entender todo el esfuerzo que ha hecho para mantener a flote la fábrica.

Magnus no contestó, observó la taza hecha de cerámica de primera calidad. Su padre tenía una igual a ese juego y le gustaba bastante, había sido realmente caro.

—¿Dónde consiguieron estas? —preguntó.

Se hizo el silencio.

"Las trajeron de la ciudad" respondió Cecil con aire inseguro. Magnus le sonrió y él desvío la vista, con la cara ardiendo.

Nadie dijo nada el resto de la cena, pero todos estaban seguros de que habría problemas de una u otra manera.




Norman Baker lo mandó a llamar esa noche, Cecil fue a verlo sabiendo lo que estaba por suceder. El hombre estaba parado en la ventana, observando las estrellas y cuando Cecil apareció, le saludó besando sus mejillas y rodeándolo de la cintura de modo que quedaron de frente con el chico pegado al pecho del hombre, sus rostros muy cerca. No sabía por qué, pero esta vez se sintió extra incómodo.

—Necesito que hables con ese hombre —Norman estaba apretándolo contra su cuerpo. Cecil desvío la vista para que sus rostros no estuvieran tan cerca, colocando sus manos en el pecho del hombre para poder mantener un poco la distancia.

"No sé qué podría decirle" respondió, avergonzado. Ahora más que nunca, quería mantenerse lejos de todo ese desastre, no estaba interesado en ser moneda de cambio una vez más, sobre todo teniendo en cuenta lo había pasado con Magnus la noche anterior.

—Convéncelo, le gustas mucho, si se lo pides nos dará algo de tiempo —dijo, enterrando el rostro en el cuello de Cecil. Este se encogió en sí mismo, evitando el contacto a toda costa.

"Ya intenté hablar con él, no me escucha. Honestamente no es la clase de hombre que simplemente puedas controlar" se quejó harto de aquella diatriba. Si estuviera en su poder habría hecho algo al respecto, pero no lo estaba, no importaba cuando lo deseara, Magnus no era un hombre que se dominara por su lívido.

—Cecil, eres tan inocente —Norman se alejó, sosteniéndolo con una mano, mientras que con la otra le levantaba la barbilla. El chico se tensó, apretando los labios—. Los nobles son todos iguales, no importa que tan cerebrales quieran fingir que son, sólo se dominan por el picor en su entrepierna.

Cecil abrió los ojos de par en par, entonces le llegó el olor a alcohol.

"Suegro ¿Está borracho?" preguntó, entendiendo de repente que era lo que estaba mal en aquella interacción. El hombre soltó y una carcajada.

—Estoy más sobrio que nunca —aseguró, acariciando su pelo. El gesto envió un escalofrío a su espalda, la sensación fue muy distinta a cuando Magnus lo tocaba—. He notado cómo te mira, tu eres una preciosidad, tienes mucho potencial, pero tienes que aprender a jugar tus cartas.

Cecil se empujó, saltándose del agarre.

"Hablaremos cuando esté sobrio" respondió, intentando salir de la habitación. Norman Baker le tomó de la muñeca, tirando de él para que se quedara en su sitio. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo fuerte que era el hombre.

—Sé que puedes, convencerlo de que deje de meter las narices donde no lo llaman. Hazlo pasar unas divertidas vacaciones en la isla, que se olvide de todo —insistió, observándole de pies a cabeza. Cecil no respondió, se soltó de un tirón y salió de la casa a trompicones.





No fue una sorpresa que Magnus lo estuviera esperando a medio camino a la cabaña. Tenía una sonrisa satisfecha en la cara que desapareció en cuanto vio la expresión de Cecil. Frunciendo el ceño avanzando hasta pararse frente a él y le acarició la mejilla en un gesto que hizo que quisiera inclinarse sobre su toque.

—¿Alguien estuvo molestándote? —preguntó, su voz severa, la expresión molesta—. ¿Fue esa bruja otra vez? —insistió, tomándole el rostro con las dos manos.

"No es nada, es sólo..." Cecil frunció el ceño, no sabía porque estaba sonando tan débil ante el idiota egoísta de Winchester, pero no pudo evitar sentirse un poco decaído "Es la situación de la fábrica, mi suegro está muy preocupado, la gente está alterada, si no logramos cumplir con las metas la vida de todos se desplomará"

Un par de lágrimas se le escurrieron por las mejillas y Magnus pasó sus pulgares por ellas, intentando secarlas.

—No te preocupes, ya te lo dije, no voy a dejar que esta marca se hunda, por eso decidí quedarme, vamos regresarles la gloria a las fábricas de tinta —Él se inclinó, besando sus labios temblorosos. Cecil cerró los ojos y se puso de puntitas, el contacto se sintió cálido, dulce, suspiró, tranquilizándose poco a poco.

Luego le dio una bofetada.

"¿Qué crees que estás haciendo? ¡Perro! ¡No pienses que lo que sucedió en ayer se volverá a repetir" espetó, dándole un empujón, para luego cubrirse la cara con las manos "No puedo creerlo, de haber sabido que te quedarías, no habría hecho eso"

—Bueno, entonces es una suerte que no te lo haya contado ¿Cierto? —espetó, para luego soltar una carcajada.

Cecil lo observó furioso, luego comenzó a empujarlo, mientras Magnus intentaba esquivarlo. El muchacho lo sostuvo de la cintura, levantándolo del suelo, Cecil le jaló el cabello mientras Magnus se reía, dándole vueltas. Levantarlo no era un problema, Cecil era pequeño y ligero, apenas un saco de piel y huesos, aunque su alimentación después de la boda lo había hecho engordar un poco, seguía teniendo la constitución de una muñeca que se alimentaba de aire. Cecil estaba ocupado intentando darle su merecido a Magnus, cuando de repente escuchó un ruido a sus espaldas.

"¿Cecil?" alguien se asomó entre los árboles. El susodicho prácticamente cayó al suelo cuando Magnus lo soltó y se volteó hacia la persona, pálido ante la posibilidad de que alguien lo encontrara en aquella posición "¿Con quién estabas hablando?" uno de los trabajadores del almacén le sonrió, asomándose en la oscuridad.

Él se giró, no había nadie, pero estaba seguro de que pudo oír el zumbido sus pops, sabían que estaba hablando con alguien y encontrarlo sólo lo hacía más sospechoso. El hombre le dedicó una expresión curiosa, después de todos los rumores sobre la aventura con Magnus, tenía atención extra de la gente sobre su persona.

De repente un ladrido llamó su atención, Fausto salió de entre los arbustos, moviendo la cola hacia Cecil. Este sonrió, aliviado ante su presencia y se agachó para besarle la cara.

"Cariño, aquí estás" dijo a través de un pop, cargándolo en brazos, luego se giró hacia el hombre "Estaba buscando al perro de Elián, estaba muy preocupado por él y cómo no puede salir de casa..." Cecil dejó el comentario al aire. La expresión del hombre cambió a una de comprensión y después de un pequeño intercambio de palabras, se despidió de Cecil, quien tuvo que dirigirse a casa de sus amigos para cubrir su mentira.

Mientras andaba, miró con sospecha los ojos verdes del perro y frunció el ceño al encontrarse a solas. Una incomodidad extraña lo invadió hasta que algo en su cabeza hizo la conexión y lanzó al animal con fuerza hacia el suelo. Este se transformó con una rapidez insospechada en un atractivo noble de pelo rubio.

La indignación recorrió cada centímetro de su piel al verlo y luego se lanzó sobre él otra vez, dándole un empujón.

"¡Eres tú! ¡Ya decía yo que eras un perro muy escurridizo! ¡¿Y de donde salió un perro en esta isla?!" espetó, frunciendo el ceño. Magnus se lo echó al hombro sin contemplaciones.

—Basta de agresiones, pensé que creías que era un chico bueno —respondió, haciendo alusión a su forma perruna. Cecil siguió forcejeando.

A decir verdad, no era su intención mostrarle su habilidad cómo transformista a nadie en aquel lugar, era una carta demasiado útil como para revelarla fácilmente, pero Cecil parecía tan deprimido, que pensó que aquel conocimiento lo animaría un poco, además la evidente encrucijada en la que se encontró frente al aldeano le obligó a intervenir de alguna manera.

Suspirando puso a Cecil en el suelo y le miró, muy serio.

—No puedes decirle a nadie sobre esto —explicó, sosteniéndolo del rostro. Cecil se quedó quieto, frunciendo el ceño, le dirigió una mirada aguda.

"¿Por qué no?" preguntó, de repente parecía un poco más controlado. Era un chico muy inteligente, aunque su ingenuidad a veces le hiciera perderse los detalles.

—Si tu tuvieras la habilidad ¿Se la mostrarías a la gente? —preguntó, levantando una ceja. Cecil se le quedó mirando y luego se cruzó de brazos negando con la cabeza.

"Entonces guardaré tu secreto" dijo, frunciendo el ceño, mientras se imaginaba a si mismo transformándose en una gaviota y viviendo su vida surcando los cielos.

Que hermosa fantasía. 

Se está prendiendo estooooo >:D

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