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"¿Eso te dijo?" Aquila frunció el ceño, colocando la brocheta de frutas caramelizadas en un plato. Elián estaba cargando al bebé y se sorprendió por la reacción de su marido.
"Si, pensé lo mismo, pero creo que el jefe sabe que su hijo es un pedazo de mierda" explicó Cecil, no paró de comer, estaba tan distraído que casi ni masticaba.
"Y aun así te obligó a casaste con él" espetó Aquila, parecía ligeramente molesto. Elián se le quedó viendo, pero no dijo nada al respecto.
"No me obligó, fue necesario para que pudiera tomar el mando de la fábrica y se acabara la huelga" explicó, aunque hizo a un lado su brocheta, soltando un suspiro. Fausto pegó un ladrido, ya estaban acostumbrados a que el perro fuera y viniera cómo se le daba la gana.
"No era la única opción, simplemente no quiso dar la cara por el accidente en las minas, te obligó a casarte para que resolvieras el problema, te lanzó a los lobos y está haciendo lo mismo otra vez" espetó, inclinándose sobre la mesa. Estaba molesto, más que molesto y Cecil comenzaba a irritarse también.
"No digas eso, podrá tener sus defectos, pero mi suegro..." estaba a media frase cuando una explosión de pops lo interrumpió.
"No le digas suegro a ese hombre, su hijo apenas se puede considerar tu marido" inquirió Aquila, mientras le daba golpecitos a la mesa con un dedo, estaba perdiendo la paciencia.
"Es mi marido, te guste o no" sentenció Cecil, cruzándose de brazos. Le costaba trabajo mantenerse tranquilo cuando se mencionaba su vida marital.
"Cállate, me revuelves el estómago, no puedo creer que me dejaras por ese hombre y ahora en serio estés considerando divorciarte para irte con alguien más" el reclamo llegó de la nada y de repente la conversación murió. Cecil abrió los ojos de par en par, se puso pálido y se negó a mirar a Elián, pero a juzgar por la forma en que cambió la expresión de Aquila, se pudo imaginar la clase de reacción que este tuvo.
"Saldré afuera, me costó mucho dormir al bebé cómo para que lo despierten con sus tonterías" espetó el susodicho y salió de la cocina hacia el patio. Cuando estuvieron solos, Aquila soltó una maldición, llevándose una mano al rostro.
Cecil se inclinó, asomándose por la puerta, mortificado por el giro que dio la noche. Afuera Elián se sentó en una banquita de madera, junto a su huerto de verduras. Fausto se puso en pie y acompañó al muchacho para echarse a sus pies, este le dedicó una sonrisa tensa a su adorable amiguito perruno.
Esa clase de situaciones pasaban a veces, Elián nunca se quejaba, Cecil suponía que arreglaban sus problemas en privado, eso esperaba. Ellos eran un matrimonio poco común en la isla, desde el principio habían acordado que no estarían que nadie más, una unión monógama. A pesar de que Elián no se podía transformar, todavía era una sirena de segunda generación y había cosas en su sistema que no podía evitar, por ejemplo, enamorarse sólo una vez en la vida. Para responder a la devoción que le profesaba, Aquila le prometió que no habría nadie más aparte de él, así lo habían decidido y así lo hicieron.
"Será mejor que hables con él, yo me iré por ahora" dijo, poniéndose en pie, Aquila asintió, despidiéndose con mala cara.
Cecil soltó un suspiro, estaba harto del amor y de los matrimonios, si dejaba a su marido, sería para estar soltero y nunca volver a casarse.
Calixto nadó a la superficie para ir a jugar con Magnus, estaba muy aburrido y sus hermanos no querían acompañarlo, se encontraban demasiado ocupados coqueteando con un banco de sirenas que encontraron cerca de los arrecifes. Él no estaba interesado en ello, tenía veinte años y prefería besar a unos cuando tritones e ir a correr a la superficie, nadie aparte de Amethyst lo entendía, pero tenía sentido, era la única sirena que se había emparejado con un humano en mucho tiempo.
Cómo sea, no tenía ganas de seguir a los demás, así que pensó que sería buen momento para ir a buscar a Magnus. No habían hecho una cita previa, pero podía encontrarlo, la isla no era tan grande como parecía. En cuanto llegó a la orilla transformó su cola en piernas, salió del agua y trastabilló cómo un bebé, siempre le costaba trabajo andar, sus piernas no eran tan aptas cómo su cola, sin embargo, no se rindió.
Caminó un rato sosteniéndose casa tanto de los árboles, desde la cava era más fácil llegar al pueblo, pero cómo no sabía dónde vivía Magnus, decidió que debía tocar todas las puertas hasta encontrarlo. Al ver la primera casa inició con su plan, pero nadie le contestó, pasó lo mismo en la segunda y en la tercera. Frunció el ceño, luego notó una casa que sobresalía de las demás, era muy bonita, hecha de madera y una jardinera con flores colgando en la ventana, la madera olía a roble, también tenía un pequeño descanso en la entrada, con una especie de tela colocada pulcramente frente a la puerta.
Magnus seguramente vivía en una casa bonita, siempre cargaba muchas monedas de plata, Calixto tenía bastante oro guardado en su cueva, era bonito tenía entendido que en la superficie valía mucho. Si las monedad de plata eran el sino de sus estatus, seguramente su casa era mejor que la de los demás y observando la fila de tristes construcciones, debía ser esa, porque además era la única con flores en la fachada, una buena señal.
Sin pensárselo dos veces tocó la puerta, la tocó sin parar hasta que escucho que alguien venía. Entonces esperó, comenzaba a hacer frío y no estaba usando ropa.
Cuando la puerta se abrió no fue Magnus quien estaba al otro lado, sino un hombre somnoliento de edad indeterminada. Tenía una barba abundante, era de complexión ancha y piel morena, se le quedó viendo, sorprendido por su presencia. Tenía los ojos profundos y cejas pobladas, Calixto sintió que se calentaba bajo aquella mirada
Le sonrió, lo tomó del rostro y le dio un beso, era el hombre más apuesto que había conocido, así que por supuesto que tenía que besarlo. La barba le picó el rostro, tuvo que ponerse de puntitas mientras el hombre se inclinaba para poder alcanzarlo, parecía sorprendido, no le correspondió el beso.
Se separaron y parecía querer decirle algo, pero luego se asomó hacia la calle, había alguien afuera. Calixto también echó un vistazo, era un hombre que se tambaleaba al caminar, estaba oscuro, pero tenía buena visión nocturna. Lo reconoció, Magnus le había hablado de él, lo llamaba el "viejo lagarto" y estaba muy ebrio, podía olerlo desde lo lejos.
El hombre guapo de ojos hermosos adoptó una expresión severa, tomó a Calixto de la cintura, metiéndolo a la casa y cerrando a puerta a sus espaldas.
"Ten cuidado con ese hombre" fueron las primeras palabras que dijo. "Si lo encuentras mientras estás afuera, escóndete"
Calixto le sonrió, los pops del extraño eran cálidos y causaban un cosquilleo agradable en su estómago.
"Está bien" dijo, e intentó besarlo de nuevo, pero el hombre retrocedió, poniéndose tenso.
"Te traeré ropa" le dijo, metiéndose a otra habitación. Calixto lo siguió, tomando una resolución, iba a casarse con ese hombre.
"¿Cómo te llamas?" preguntó, mientras lo veía revisar los cajones de ropa. Este sacó una bata que se cerraba con una cinta y se la puso sobre los hombros.
"Evangeluos"
Calixto dejó caer la bata, esta vez atrapándolo con la guardia baja y dándole otro beso en los labios.
"Mucho gusto Evangeluos"
Cortito pero potente <3
Por si tienen mala memoria, Evangelous es el hermano de Aquila, con quien maneja el huerto. 77
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