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16


Magnus observó anonadado como Cecil pagaba cinco monedas de cobre por el viaje y le lanzó una mirada asesina al barquero, que le había cobrado cinco de plata cuando llegó. Luego siguió al muchacho, quien llevaba dos cajas con unos panes bien grandes y esponjosos. No sabía cómo se las arregló para comprar tantos, pero se sorprendió al ver cómo al arribar en el pueblo comenzó a organizar a la gente, para iniciar una repartición improvisada.

Era un pan por familia, pero la gente lo recibía como si se tratara de cien monedas de oro. Los rostros sonrientes desfilaron delante de él y le dedicaron pequeñas reverencias, Magnus contestaba al gesto sin sonreír, observando la situación con curiosidad. Aquila y Venus se habían llevado dos antes de que iniciara todo y también se quedaron con los dulces, estaba seguro de que Cecil iría a cenar con ellos.

Cuando la caja se terminó, algunas personas permanecieron alrededor de Cecil para hablar con él, pero en poco tiempo todos habían vuelto a sus labores. Magnus aguardó hasta que hubiese terminado lo que tenía que hacer y lo acompañó de regreso, Cecil caminaba dando saltitos detrás de él, cargando las cajas vacías en brazos con una sonrisa agradable en el rostro.

—Pensé que los estaba comprando para ti —dijo, refiriéndose a la moneda que le había dado esa mañana. El chico se encogió de hombros, sin agregar nada más.

Ambos caminaron de regreso, la tarde estaba tranquila y fresca, pero de vez en cuando Cecil se sacudía el cabello. Conforme el día se ponía más húmedo, la melena rizada del muchacho se volvía más indomable, parecía que le estaba acalorando mucho. Magnus echó un vistazo a su alrededor, no había nadie, así que tiró de su manga y el puño se desheredó en una tira. Luego le hizo una seña al muchacho para que se detuviera.

—Permíteme —él metió las manos debajo del cabello de Cecil, sus dedos rozaron la piel desnuda del muchacho y este se sobresaltó por el gesto. Sorprendido intentó girarse, pero Magnus le tomó de los hombros, obligándole a quedarse quieto.

Con dedos hábiles trenzaron su pelo, algunos rizos se escaparon, sobre todo los cabellos de bebé que adornaban su frente. Magnus utilizó el listón cómo un adorno que le daba color a su peinado e hizo un moño al final de la trenza.

—¿Qué tal? —preguntó, dándole la vuelta para mirarlo. Cecil frunció su ceño hacia él, tenía la cara roja por caminar bajo el sol y estaba sudando, lo cual acentuaba su mirada hosca.

"No está mal, parece que tienes algunas habilidades después de todo" dijo, negándose a agradecerle por el favor que no pidió, también evitó revisar su trenza y en su lugar reanudó su camino a casa.

—Mis dedos son diestros, cuando quieras puedo mostrarte todo lo que se hacer con ellos —un tono de insinuación se le escapó, después de todo, no era tan buen actor cómo para mantener su fachada de indiferencia por más tiempo.

Quizás era porque estaba en un entorno distinto, pero de repente le costaba recordar sus reticencias iniciales sobre mirar demasiado al esposo de otro hombre. Puede que también se debiera a que un viejo lagarto cómo Jeffrey Baker en lo absoluto se merecía tener una esposa, mucho menos dos y, sobre todo, no a alguien cómo Cecil.

"Te voy a dar una advertencia y lo digo por tu bien" Cecil le dedicó una mirada extraña, manteniendo su distancia cómo era costumbre.

—¿Ya estamos en un nivel cómo para tutearnos? —dijo, dedicándole una sonrisa divertida. Cecil lo ignoro, concentrándose en el camino, tenía una forma de andar muy digna y una expresión orgullosa.

"Si vas a coquetear con una sirena, será mejor que evites mirar a otros, te arrancará el miembro si se da cuenta y créeme que lo hará" explicó, recordando el intercambio de saliva que tuvo que presenciar unas horas antes.

Magnus se puso delante de él, cortándole el paso.

—¿Celos? —preguntó, había un brillo travieso en sus ojos, pero también parecía exageradamente satisfecho.

"Tómalo como quieras" Cecil siguió su camino, esquivándolo. Luego de dar algunos pasos se detuvo, girándose para fruncir el ceño hacia el "Devuelve al bebé esta noche, no le causes más problemas a los demás"

Con un suspiro, ahora fue Magnus quien comenzó a andar.

—Lo devolveré cuando me dé la gana —respondió.

Cecil chasqueo los labios, rápidamente Magnus lo dejo atrás, perdiéndose en el camino hasta que dio un giro en el que ya no pudo verlo.





Esa noche no devolvió al bebé, de hecho, actuó como siempre, despreocupado con respecto a ese tema y manteniendo a todos en vilo. Aunque se comportó cerrado y un poco más dócil que cuando llegó por primera vez, Cecil se dio cuenta que solo estaba tanteando el terreno y enseguida sacó las garras. Los Baker, lo habían hecho enojar hasta llegar al punto en el que ahora se encontraban.

La cena transcurrió sin mayores incidentes y todos se marcharon a dormir en un silencio incómodo. Como Cecil no tenía que encargarse de bañar al niño, simplemente se despidió dirigiéndose a la casa de Aquila para pasar el rato y comerse algunos dulces.

Estaba por salir de la casa, cuando se encontró con Leah, quien le esperaba con los brazos cruzados y mala cara.

—Disfruta los dos días que te quedan —dijo, con una satisfacción que parecía saborear—. Cuando tu amante se vaya, tu seguirás aquí y yo seguiré siendo la señora de la casa.

Cecil apretó los labios, recordando las palabras de Magnus "Juega sucio". Un cosquilleo extraño recorrió su espalda, había cierta expectación sobre el futuro, pero en ese momento no dijo nada, simplemente siguió caminando y salió de la casa.

Afuera había otra persona esperándolo, era Norman Baker, quien estaba sentado en el jardín, tomándose una copa y contemplando la luna. El hombre, a pesar de sus defectos, era lo más parecido a un padre para él, fue quien lo alimento y le dio un techo cuando no tenía a nadie. No deseaba que le ocurriera ningún mal, pero la situación de la fábrica seria pronto demasiado crítica como para que no le afectara a la larga.

—Oh Cecil —el hombre lo llamo, haciéndole una seña y golpeándose la pierna para que se sentara en ella. A veces, cuando sonreía o cuando lo mirabas de espaldas, era idéntico a su hijo.

"Suegro, ya no soy un niño" sé quejo, encogiéndose un poco, quedándose en su lugar. El hombre soltó una carcajada.

—Tonterías, ven un siéntate un rato —insistió, llamándole con la mano. Cecil se lo pensó un momento y luego hizo lo que le pedían, Norman le rodeo de la cintura para que no se cayera de espaldas, el gesto le incomodó un poco, pero no dijo nada al respecto.

—El heredero llegó a merendar a la casa después de su viaje, me dijeron que compro pan para la gente —comento, estaba de buen humor, se le notaba en el semblante. A diferencia de su hijo, Norman era más risueño.

"Fue muy generoso en hacer ese regalo para todos" convino sin agregar nada más. Cecil no tenía intención en decirle a nadie que le había dado dinero a él, no tenía ganas de meterse en problemas justo cuando los rumores sobre su aventura comenzaban a morir.

—Dicen que está saliendo con una sirena, fue un giro inesperado —su rostro estaba pensativo, colocó sus manos de forma distraída en la rodilla de Cecil, este se puso tenso por instinto.

"Si, supongo" tampoco planeaba opinar sobre eso, no necesitaba pensar en la comezón que aparecía en su pecho cada vez que se mencionaba el tema.

—Todo el mundo lo sabe, debes estar feliz, te preocupaba que la gente te malentendiera —Norman estaba dirigiendo la conversación hacia algún sitio, no sabía cuál, pero esos comentarios no eran al azar.

"Me alegra que se aclarara el malentendido" guardó silencio de forma testaruda. Norman no dijo nada, tomó su copa y le dio un trago.

La noche era fresca, las cigarras estaban cantando como locas, era verano todavía, así que una noche con viento era ideal para el descanso. Cecil estaba pensando en despedirse cuando Norman le acarició la trenza.

—Es un lindo listón —comentó, mirándolo con atención—. Él heredero llegó hoy con media manga menos ¿Está relacionado con esto? —dijo, acariciando su cabello. Las mejillas de Cecil se pusieron rojas, por supuesto, casi había olvidado el detalle de la trenza.

"Él me lo regaló" confesó, encogiéndose de hombros "Tenía calor, no fue la gran cosa"

—Excepto que si lo fue —Norman dejó su copa a un lado y le acarició la mejilla—. Tienes que hablar con él sobre el cierre de la fábrica, sabes que esos números son imposibles a menos que quieras reducir los sueldos de los empleados, eres la clave para salvarnos a todos —había muchas esperanzas en su voz. Cecil apretó los labios, sabía que la conversación tomaría ese giro, lo entendía, todos estaban asustados y quizás Norman pensaban que él tenía algún poder sobre Magnus, pero no era así, el chico era demasiado impredecible.

De repente se acordó de la mirada que le dio cuando estaban frente al puesto, se acordó de cómo le dio la moneda.

"No creo que pueda hacer nada al respecto" dijo, intentando evitar todos los malos pensamientos que le aquejaban.

—Dile que vas a divorciarte —sentenció, consiguiendo que Cecil se pusiera rígido—. Nada ablanda el corazón de un hombre como una preciosura que necesita que lo salven, tú tienes ese poder en tus manos, él cederá y honestamente ¿No te parece atractivo? Es un hombre joven y apuesto —insistió, acariciando su espalda baja.

Cecil lo miró con los ojos bien abiertos, sin saber que decir al respecto. Estaba muy sorprendido por las palabras de su suegro, este, al darse cuenta de su reacción, ablandó su tono.

—Cecil, sé que te casaste porque yo te lo pedí, porque la fábrica lo necesitaba en ese momento, pero no puedes seguir perdiendo el tiempo aquí —explicó, soltando un suspiró, la mano en su rodilla subió un poco—. Aprovecha esta oportunidad, quizás en este momento tienes la posibilidad ante tus ojos de conseguir un matrimonio exitoso.

Cecil no supo que decir. 

Bueno, comienza a ponerse un poco tensa la trama 77

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