14
"Cecil"
"No"
"Cecil"
"No hablaremos de eso"
"¡Cecil!"
Los pops de Aquila llamaron la atención del grupo de mineros, quienes estaban colocándose trajes de protección. Se preparaban para ir a las minas junto a Magnus, algunos se alistaban por su cuenta, mientras otros estaban enseñándole al hombre a ponerse el traje.
"Simplemente olvídalo, no estamos aquí para eso" Cecil miró a los alrededores, procurando que nadie escuchara su conversación y Aquila no insistió más, pero parecía inconforme con aquella situación. Ambos llevaban ya dos días con el mismo tira y afloja, ninguno quería ser el primero en ceder.
De repente, mientras mantenían un duelo de miradas, Magnus los sorprendió, quitándose la máscara de protección y dejándola caer en el suelo, se veía molesto mientras se dirigía a ellos a paso decidido.
—¿Estos son los mejores trajes que tienen? —preguntó, señalando la máscara que había dejado atrás, las protecciones que tenía puestas estaban viejas por el uso. Algunas tenían grietas, los broches en las correas hacía tiempo que no funcionaban bien y tenían que atarse.
"Son del último lote que nos llegó" respondió Cecil, mientras se ajustaba su propia máscara.
Magnus no dijo nada, se notaba que estaba guardarse sus opiniones, porque en lugar de gritarle se dio media vuelta y recogió la máscara. El resto de los hombres del grupo parecían asustados, no se atrevieron a dejar que se les escapara un solo pop frente aquel hombre que parecía de poca paciencia.
Cuando estuvieron listos, se dirigieron hacia los terrenos donde se encontraban las minas. Cecil desactivó las guardas alrededor para que pudieran continuar con su camino, conforme avanzaban una neblina oscura los rodeó, volviéndose cada vez más densa a cada paso que daban. Ahora que estaba acompañado de un extraño, Cecil se daba cuenta del evidente deterioro a los alrededores, el suelo estaba oscuro y la tierra era árida, entre más cerca estaban de las minas, los árboles parecían menos vivos.
En cierto punto Magnus se detuvo, todo el grupo hizo lo mismo.
—¿Qué es ese olor que está filtrándose? —preguntó, dirigiéndose a Cecil.
"Hace unos años hubo una explosión en las minas, gases tóxicos se liberaron y los alrededores quedaron contaminados" explicó, señalando el entorno "Las máscaras son viejas y se filtra un poco, pero no lo suficiente como para que sea perjudicial, no le pasará nada" agregó, sintiéndose nervioso ante la mirada intensa que Magnus le estaba dirigiendo. Parecía un tigre a punto de desmenuzar a un conejo.
No le gustaba ser el receptor de esa hostilidad, pero tampoco había mucho que hacer al respecto. Una extraña vergüenza lo invadió, aunque se estaba esforzando por mostrar el mejor lado de la isla, parecía que no paraba de ser un guía decepcionante. Cecil bajó la cabeza, apretando los puños y Magnus se aclaró la garganta, enderezándose y cruzándose de brazos.
—¿No traerá consecuencias a la larga? —inquirió, aunque ya sabía la respuesta. Cecil no se atrevió a mentirle.
"Quizás" dijo, las letras se desvanecieron enseguida, algunos de los trabajadores observaban interesados.
—Volvamos —Magnus se dio la media vuelta y comenzó a andar sin esperar la aprobación de nadie. El grupo lo siguió, Cecil iba dando saltitos para ponerse al corriente, pero Aquila se retrasaba a propósito, manteniéndose a unos metros detrás del hombre.
Cuando volvieron al punto de partida, Cecil levantó las guardas una vez más y comenzaron a quitarse el equipo.
—Esta semana trabajarán con el carbón que queda, desháganse de estos trajes y aguarden, solicitaré un lote nuevo, hasta entonces las minas serán clausuradas —explicó, mientras se sacaba la máscara de gas y el resto del equipo. Magnus no tuvo mucho cuidado al hacerlo, dejó caer los objetos que ya consideraba basura.
"No hay suficientes fondos para solicitar nuevos trajes, sugiero que..." Cecil estaba hablando, pero fue interrumpido por la mirada del hombre, quien lo hizo callar disipando sus palabras con un movimiento de mano.
—¿Le he dicho cómo hacer su trabajo Mr. Baker? —su voz se escuchó fría y distante. Cecil apretó los labios, negando con la cabeza, no se atrevió a utilizar las palabras para responder—. Entonces no me diga cómo hacer el mío.
Eso fue todo, Magnus se despidió con un par de palabras escuetas y se marchó. Cecil estaba temblando, el tono que había usado le aguijoneo la piel, no entendía a ese hombre, era tan difícil seguirle el paso que simplemente decidió dejar de intentarlo. Todo ese frío y calor iban a volverlo loco.
Mientras observaba al idiota alejarse, Aquila le tocó el hombro en señal del apoyo.
Cuando volvían escuchó a algunos de los trabajadores hablar a sus espaldas.
"Decían que esos dos estaban en buenos términos, pero parece que no es así"
Esa noche, durante la cena, Magnus sacó el tema de los nuevos equipos con los Baker, Norman lo observó, sorprendido por la petición del hombre.
—No hay suficientes fondos —explicó, como si fuera obvio—. Si estuviera dispuesto a elevar nuestro presupuesto podríamos hacerlo, pero la fábrica ya tiene demasiadas deudas, no podríamos reemplazar los ochenta trajes a menos que nos den más dinero o que dividamos la deuda entre los trabajadores —el hombre se río, cómo si esto último fuera una broma, pero dejó la idea al aire.
—Voy a ser sincero con usted, porque creo que merece saberlo —Magnus le miró sin rastro de humor en su voz—. No habrá más presupuesto para la isla. Si este lugar no comienza a generar ganancias para finales de año, se retirarán las fábricas y la familia considerará salir del negocio de la tinta.
Cecil dejó caer la cuchara en sus manos, abrió los ojos de par en par. Magnus hizo lo posible por ignorarlo, en su lugar se concentró en los Baker, cuyos rostros estaban pálidos.
—No puede tomar una decisión como esa, su padre no estará de acuerdo —espetó Norman, golpeando la mesa, por primera vez desde que llegó a la isla mostró que tenía algo de sangre en las venas.
—Mi padre abandonó estas fábricas durante años y la única razón por la que no han cerrado es porque mi hermano Cassian sintió lástima por los trabajadores —él se encogió de hombros con gesto despreocupado—. Si fuera por mí habría hecho lo mismo, una fábrica que sólo presenta pérdidas no sirve para nada, no importa que tan antigua sea la marca, no significa nada si no hay dinero de por medio.
Cecil miró su plato de comida, parecía mareado, con nauseas. Magnus desvió la vista hacia él dos veces antes de poder devolver su atención a los Baker.
—Mañana enviaré algunas cartas a tierra, solicitaré la ayuda de un contador externo para que arregle los presupuestos, Cecil —el muchacho levantó la vista, completamente fuera de sí—. Mañana me acompañarás a la ciudad, necesito un guía.
El chico asintió con la cabeza, luego devolvió la vista a su plato, con los ojos muy abiertos. Magnus suspiró, negando con la cabeza.
—Tienen medio año para recuperarse, si no, saben lo que pasará con las fábricas —cómo una sentencia de muerte dio la conversación por terminada.
Cuando la cena se acabó, Cecil corrió para encontrarse con Magnus a solas, prácticamente se escabulló en la habitación cuando el hombre abrió la puerta. Nadie le dijo nada, estaba seguro de que después de las noticias incluso Jeffrey Baker estaba esperando que Cecil se acostara con él y lo convenciera de invertir.
Magnus lo observó sin decir nada al respecto. Ya se esperaba que el chico lo buscara a solas, pero los planes que tenía para la isla eran muy concretos, no se echaría atrás por un par de ojos lindos.
—Ni siquiera intentes convencerme —espetó antes de que Cecil pudiera argumentar cualquier cosa. Sus miradas se encontraron, ambos estaban iluminando tenuemente por las luces amarillas de la habitación, creando un juego de sombras que volvió la situación extraña.
"Denos un poco más de tiempo" dijo, dando un paso al frente hacia Magnus "Un año es suficiente, me encargaré de hacer funcionar este lugar cómo es debido, en un año pagaremos las deudas y comenzaremos a generar ganancias"
A decir verdad, no dudaba de Cecil ni de la capacidad de los trabajadores para realizar sus actividades y doblar esfuerzos si eso significaba que las fábricas seguirían funcionando, pero no era a ellos a quienes quería presionar.
—No te preocupes, no dejaré las fábricas a su suerte, estarán produciendo ganancias en el plazo de seis meses, puedes estar seguro de eso —Viéndose a solas, Magnus le sonrió por primera vez en el día. El gesto tomó a Cecil por sorpresa.
"¿Qué quieres decir?" preguntó, viéndose un poco menos intimidado.
Magnus suspiró, no necesitaba que nadie supiera de la pequeña punzada de deseo que sentía cada vez que miraba al muchacho. Los Baker ya estaban empecinados en usarlo como una herramienta de persuasión contra él, si se enteraban de que estaba funcionando sería su fin.
—No te preocupes por estas tonterías, la gente de la isla no necesita probar nada, son los Baker quienes me interesan —Magnus se dejó caer en la cama, recargándose en sus brazos. Luego de unos segundos le lanzó una mirada suspicaz s Cecil—. No les digas al respecto, que se las arreglen solos.
Cecil frunció el ceño.
"Eres muy cruel" dijo, apretando los puños, para luego bajar la cabeza. Magnus se puso en pie, sus cuerpos a centímetros del otro. Con la mano derecha le sostuvo de la barbilla, obligándolo a mirarlo.
—Puedo ser gentil si me lo pides —susurró en su oído. El cabello de Cecil desprendía una esencia a menta y un calor que parecía llamarlo.
El chico se quedó quieto un segundo y luego le dio un empujón, saltándose de su agarre.
"Lo que pasó en la cueva" sentenció "No se volverá a repetir"
—Oh, que decepción —Magnus utilizó el tono más despreocupado de su repertorio.
Cecil se puso furioso ante su expresión traviesa. Con la cara roja se dio media vuelta para marcharse, sin embargo, cuando estaba por abrir la puerta se arrepintió, se dio media vuelta y regresó hacia Magnus.
—¿Qué? ¿Cambiaste de opinión? —había un brillo esperanzado su tono mientras se bebía con la mirada a Cecil. El chico le dedicó un gesto desdeñoso.
¡Plaf!
Con la palma abierta le dio una bofetada tan fuerte que el golpe se escuchó por toda la habitación, luego se dio media vuelta y prácticamente salió corriendo de la habitación. Magnus le observó, sorprendido, azotar la puerta de par en par. El golpe lo tomó con la guardia baja. Una sonrisa excitada apareció en los labios, sintió el golpe cómo un estímulo directo en su pene, un impulso hizo que sus pies se movieran tan rápido cómo podía y salió al pasillo.
Cecil estaba marchándose, Magnus sentía el corazón latiendo a mil por hora, rápidamente avanzó, sus pies chocando contra el suelo de madera hicieron que Cecil se diera cuenta de su presencia, estaba a punto de girarse, cuando Magnus lo tomó en brazos, levantándolo cómo un novio llevando a su esposa a la cama nupcial.
Sorprendido, Cecil comenzó a golpearlo con la mano abierta, mientras que Magnus lo llevó de vuelta a la habitación, cerró la puerta con magia y lo soltó en el suelo, Cecil se alejó, intentando recuperar el equilibrio, con la cara roja y la ropa mal puesta. Magnus lo tomó del rostro e intentó besarlo una vez más, pero Cecil de dio otra cachetada.
"¡Lo que pasó en la cava no se volverá a repetir!" le advirtió, señalándolo con el dedo. Él sonrió, no podía apartar la mirada de ese rostro furioso, tan vivo, tan salvaje.
—Creo que me gustas —dijo, mientras la urgencia de quitarle la ropa hacía que le picaran las manos. Cecil estaba furioso.
"Los sentimientos de un hombre rico no significan nada" respondió, girando el rostro cuando Magnus intentó tocarle el cabello.
—Me gustas, no estoy enamorado ni ninguna de esas tonterías —espetó, soltando un resoplido—. Me gustas y creo que yo también te gusto —él ladeo el rostro, observando la expresión sorprendida de Cecil ante sus palabras—. ¿Qué? ¿Eres un romántico? Es difícil de imaginar cuando estás casado con ese viejo.
La expresión de Cecil se endureció, se le quedó mirando antes de dar un paso al frente, ambos cara a cara, a centímetros del otro.
"Lo que pienso es que no eres más que un niño rico cuya única personalidad es presumir de su apellido. Un tipo cómo tú lo único que haría es matarme de aburrimiento" espetó, levantando la barbilla en un gesto orgulloso. Magnus sintió que la temperatura de su cuerpo se elevaba con cada palabra, con cada mirada.
"¿Te aburro?" preguntó, riéndose, mientras levantaba una ceja hacia él, no le creía una sola palabra.
"Me tienes más seco que la boca de un náufrago" respondió, para después hacerlo a un lado de un empujón y marcharse del cuarto.
Esta vez Magnus no le siguió, pero lo observó sin atreverse a parpadear. Tenía el orgullo herido y estaba duro cómo una roca.
Se está prendiendo esto. 7w7
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