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Adora y Huntara


El viaje a Dryl no había sido demasiado placentero para Catra. Viajar con Adora y Scorpia era insoportablemente aburrido. No hablaban demasiado y ni hablar de tener algo de intimidad con la rubia. La súcubo notó enseguida que Scorpia era una típica humana que lo que más le importaba es el honor, la familia y esa clase de estupideces. Y justo cuando pensó que no podría ponerse peor, casi al llegar a Dryl, se encontraron con una vieja conocida de Adora, Huntara.

La forma en la que Huntara trataba a Adora no le gustaba. No le gustaba verlas reír juntas, como si se conocieran de toda la vida, como tampoco le agradaba para nada la cercanía y complicidad que parecían tener. La caza demonio parecía demasiado cómoda con Huntara, tanto que no se había negado de descansar un rato en su campamento nómade.

Si Scorpia apenas interactuaba con Adora, ahora que estaban en aquel campamento había enmudecido. Parecía que sólo esperaba llegar a Dryl para acabar con esa tortura. Y es que llegar hasta allí les había tomado casi 10 días, y no quedaba mucho tiempo para el festival de primavera.

La caza demonio charlaba alegremente con la cazadora, y Catra se había trepado sigilosamente a un árbol para escucharlas. Adora de verdad no le estaba prestando atención, de otro modo la habría sacado a patadas de aquel árbol desde donde estaba espiando. Catra bullía de rencor y celos, estaba comenzado a odiar cada vez más a esa tal Huntara.

Recordó algo que Adora había mencionado anteriormente, tal vez era posible que Scorpia conociera a la cazadora, y por eso estuviera actuando así. Desde su escondite, pudo ver el verdadero rostro de Scorpia, quien le dedicaba una mirada gélida a Huntara. Catra sonrió complacida, no esperaba que la honorable Scorpia fuera una rencorosa también.

Sin embargo, su atención volvió al par que reía alegremente. Parecían estar hablando de recuerdos, algo que claramente la súcubo necesitaba saber.

—Realmente no entiendo por qué rechazaste la invitación al círculo de Samois, Adora, si lo pasábamos tan bien.

—No era el momento, y tampoco era para mí —respondió escuetamente Adora.

—Claro, claro. Pero te pierdes toda la diversión, ¿sabes? Ser maestra te da ciertos placeres a los que no te puedes negar. Ahora mismo me encargaron una cachorrita, es muy linda...

Adora se sumió en sus recuerdos cuando escuchó la palabra "cachorrita". Hace unos años atrás, un emisario del Reino de las Flores la buscó con desesperación, una criatura maldita estaba acechando al reino y sobre todo a su árbol sagrado, sólo buscaba contaminarlo, a la vez que mataba a civiles inocentes. Los cazadores que estaban allí apenas podían contenerla, cada vez estaba más sedienta de sangre y poder.

Adora acudió al llamado, así fue como conoció a Perfuma, quien le contó que gracias a su fuerte conexión con la madre tierra, podía percibir a tiempo cuando la criatura se acercaba, lo que daba tiempo a los cazadores de repeler al monstruo. Sin embargo, no eran capaces de matarla aún, ya que era demasiado veloz.

Así fue como conoció a Huntara, quien lideraba un pequeño grupo de cazadores que llevaban un tiempo matando bestias y criaturas peligrosas. Adora notó que tenían ciertas similitudes en cuanto a carácter, por lo que se llevaron bien enseguida. Sin embargo, una vez que la criatura se acercó, no hubo nada que el grupo de cazadores pudiera hacer, Adora, en cambio, con su habitual brillo al liberar su magia, corrió velozmente hacia la criatura hasta cortarle la cabeza.

—¡Bien hecho, rubia! ¡Vamos a celebrar como corresponde!— le gritó Huntara una vez finalizado su trabajo.

Adora aceptó, beber un rato y relajarse no le vendría mal, además, tenía ganas de ligar con alguna chica que quisiera compartir la noche con ella. Jamás imaginó que después de beber tanto prometería ayudar a Huntara a matar a un monstruo que llevaban persiguiendo hacía años en el desierto.

Así fue como, de un día para otro, se unió al pequeño grupo liderado por Huntara, porque a pesar de estar ebria, Huntara le había hecho firmar un pequeño papel para que no olvidara su promesa. En el desierto había un pequeño pueblo olvidado, lleno de parias y exiliados que se ganaban la vida estafando a otros.

Huntara era consciente que había arrastrado a Adora al peor lugar posible en el mundo, por lo que la llevó a un burdel muy particular, que estaba en una edificación a medio derrumbar por fuera, pero muy elegante en su interior, con el piso alfombrado, y muchos adornos lujosos, que la rubia supuso que eran robados.

—Toma asiento, ya verás lo divertido que es esto —la invitó Huntara, una vez que ingresaron a una enorme habitación, que sólo tenía una enorme cama, y unas cuantas sillas, además del sitial donde se sentó Adora.

Entonces la puerta se abrió, una mujer con un elegante vestido burdeo entró, y depositó una gran maleta de madera sobre la cama, la cual dejó abierta y en su interior había una serie de instrumentos que Adora no conocía.

Luego ingresó otra mujer, esta vez con un elegante vestido azul, que traía a una joven que caminaba arrastrándose en cuatro patas, esforzándose para que la elegante dama no tironeara de su collar con la cadena que sujetaba con fuerza. En su boca había un bozal que debía morder, por lo que no podía hablar. Salvo por el collar y el bozal, la mujer no llevaba nada más, estaba completamente desnuda.

—La palabra es "serendipia" —le dijo la mujer vestida a Huntara, luego de entregarle la cadena de la joven.

Adora se sentía fascinada e intrigada por lo que pasaría a continuación. Tal como le había dicho Huntara, ese mundo le parecería divertido luego de conocerlo.

—¡Hey, Adora! Te perdiste de nuevo, ¿cierto? Pensé que lo habías superado, ahora que ya tuviste tu venganza —la llamó Huntara.

—Lo siento, sólo estaba recordando.

—Recordando los viejos tiempos, me imagino —le dijo con sonrisa pícara la cazadora.

Adora sonrió, a pesar de que fueron tiempos, no cambiaría su presente. Le gustaba cómo lo estaba viviendo.

—Había escuchado que Samois se había disuelto —comentó Adora.

—Claro que no, sólo que ahora la discreción es la prioridad. Se supone que no existimos para nadie —respondió guiñando un ojo.

—Ya veo... tengo un pequeño favor que pedirte.

—No hay problema rubia.

—Necesito que me digas si estas personas son miembros —susurró Adora, pasándole un papel.

—Bien, veré que puedo hacer.

Dicho esto, Adora se levantó para estirar las piernas y moverse un rato. Estaban bastante cerca del mar, así que caminó tranquilamente hacia la playa, esperando que alguien la siguiera. Catra realmente estaba mejorando, le costaba escucharla caminar entre el pobre bosque lleno de hojas secas. El campamento quedó bastante atrás, claramente ya estaban solas.

La luna estaba llena, e iluminaba las oscuras olas que se mecían suavemente, envolviendo a quien estuviera allí en un sonido relajante. Adora miraba el óceano, dejándose llevar por el ritmo de éste, regulando su respiración, calmando su cuerpo. Percibió a la súcubo detrás de ella, como también su ira.

A veces la caza demonio olvidaba que Catra era un demonio, que sentía intensamente, por lo que también su interés podía convertirse en obsesión con facilidad. No era humana, lamentablemente. Aunque ella tampoco podía considerarse a sí misma humana. Tal vez, si lo pensaba así, podría funcionar.

—Dime, Adora, ¿tuviste algo con esa Huntara? —escuchó la voz detrás de ella.

Adora se giró, tratando de mantenerse seria, aunque en realidad tenía ganas de reír a carcajadas.

—No.

La breve respuesta descolocó a Catra. Planeaba desquitarse diciendo un montón de cosas atropelladas sin sentido, pero la breve y decidida respuesta de la rubia la habían descolocado.

—¿Soy... un juguete para ti? —preguntó la súcubo con temor. Jamás había preguntado algo tan estúpido en su vida. Se arrepintió al momento de terminar de pronunciar las palabras.

La expresión de Adora se hizo más seria ante esa pregunta. Al final, todo lo que sentía Catra era miedo.

—No, no lo eres.

La súcubo se acercó a la rubia. Posó una mano en su mejilla, la cual Adora tomó, y cerró los ojos, sintiendo la calidez de Catra. No lo había notado hasta ese momento, que extrañaba la cercanía con la súcubo.

Catra la besó, sin poder contenerse más. Fue un beso lento, de reconocimiento, exploraba con su lengua la boca de la rubia. Estuvieron así hasta que necesitaron volver a respirar. Catra comenzó a arrancarle la ropa a Adora, la necesitaba, necesitaba sentir su piel cálida, su deliciosa energía, su sabor, su olor.

La tiró sobre la arena, Adora la abrazó por la cintura, apretándola para acercarla más hacia sí misma, sentir su piel sobre ella se sentía como el cielo. Pronto sus cuerpos se calentaron aún más, ardiendo la una sobre la otra.

Catra besaba su cuello con delicadeza, succionando de vez en cuando, mordisqueando también, haciendo que Adora jadeara de placer. Cómo le gustaba escuchar a Adora gemir libremente por su causa. Bajó hacia sus pechos, lamiendo con devoción cada pezón, que se endurecieron apenas los tocó con su lengua.

Adora comenzó a gemir más fuerte, Catra sabía mover bien su lengua, y en sus pezones se sentía maravilloso. La súcubo sabía que la rubia estaba bastante mojada, por lo que llevó una mano a su sexo, para introducir un par de dedos que hicieron que Adora gimiera su nombre.

La rubia sujetó la melena de la súcubo, quien lamía primorosamente sus pechos, mientras sus dedos se movían en un ritmo más rápido. Catra estaba embriagada del olor de Adora, de la energía que le entregaba, era como una droga, todo se sentía bien, en su lugar, como si estuviese destinado a ser así. Y cuando Adora se estremeció bajo ella alcanzando el clímax, se sintió perfecto.

Pero eso no era no suficiente para Catra, aún faltaba su parte favorita, y era beber esa ambrosía de los dioses que emanaba directamente del sexo de Adora. Sin darle tiempo a recuperarse, se puso manos a la obra, haciendo que la rubia nuevamente gimiera de placer, moviendo descontroladamente sus caderas al ritmo vertiginoso de la hábil lengua de la súcubo.

Adora tenía su mente en blanco, sólo era capaz de sentir placer en aquel momento, Catra sabía muy bien lo que necesitaba, siempre en el momento indicado, desde que la conoció había sido así.

Tal vez, su unión estaba destinada a suceder, a pesar de ser tan diferentes, estaba bien sentir lo que sentía, ya no tenía dudas, sólo quería entregarse, y así fue, se dejó llevar por Catra, en un viaje de placer que duró toda la noche.


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Nota autora: Perdón por no actualizar antes, pero de verdad no he tenido tiempo u.u Este capítulo lo hice un poco más sentimental, pero a la vez informativo jajaja. El nombre "Samois" lo saqué de un colectivo lésbico feminista y BDSM, me pareció apropiado para el contexto. El video que puse es la canción de este capítulo, me imagino entenderán por qué. Espero les haya gustado el capítulo, si es así, déjenme su voto. Nos leemos a la próxima.

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