57. ES MI DECISIÓN.
Salmos 143
10 Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios;
Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.
Después de la profecía tan fuerte que me dió el pastor, me quedé sin fuerzas de nada.
Lo único que hacía era llorar y llorar como si mi vida dependiera de ello.
Lo que menos quería era volver atrás.
Le sirvo a Dios desde que estaba pequeña.
Realmente no quiero darle la espalda después de todo lo que hizo por mi.
No quiero que mi corazón se dañe.
Es cierto que por veces me siento dolida por las cosas sin explicación que han pasado, como la muerte de mis seres queridos.
Pero no quiero dañarme.
Realmente no quiero hacerlo.
Horas después.
Cuando finalmente me desahogué.
Cuando sentí que ya no tenía más lágrimas para derramar, pude calmarme un poco.
Me puse de pie.
Para ese entonces el pastor Benito ya no estaba ahí.
Me seque las lágrimas y salí de la oficina.
Vaya la sorpresa mía al encontrarme con él hermano Héctor.
Ya ni siquiera lo recordaba.
Y si lo hubiera recordado, habría pensado que hace rato había llegado a su iglesia.
—¿Que hace aquí? —pregunté un poco confundida.
—usted me va a disculpar, pero yo regresé para preguntar quien era ese alguien que había en su corazón y sin querer escuché la profecía —baja la mirada avergonzado.
Yo no le digo nada.
La verdad es que en estos momentos no tengo ánimos para hablar, así que paso por su lado y me dirijo hacia el parqueadero.
—al menos dígame quién es —camina detrás de mi.
Dejó de caminar y lo miro con mis ojos hinchados de llorar.
—no tiene sentido que lo sepa.
—¿Es cristiano?. —se atreve a preguntar.
Yo guardo silencio.
Él toma mi silencio como una negación.
—entonces no tiene caso, —me dice —ademas la profecía decía que tú corazón se podía dañar, si oras conmigo no tendrás tiempo para aquellas cosas, en tu mente estará el matrimonio.
—no intenté sacar provecho de la situación —le doy una mirada severa.
—no lo hago —me dice. —solo quiero ayudarte.
Suspiro agobiada.
Lo único que quiero es llegar a casa.
—al menos deme la oportunidad de orar con usted, solo eso, y sino se dan las cosas, que se le va hacer. —me insiste.
—lo siento —le digo —creo que él pastor Benito fue bastante claro.
—solo dame una oportunidad —me pide —solo eso, no pido más.
—dejemos las cosas así —le pido.
De verdad que no tengo ánimos de nada.
Mucho menos lidiar con sentimientos.
—por favor, —sigue insistiendo —no me pienso rendir, no la dejaré.
Me sentía tan mal que hablé sin pensar.
—esta bien, —le digo —entonces oremos.
Cuando termine de hablar, me di cuenta del grave error que había cometido.
—gracias, —me dice feliz —gracias, ahora sé que Dios ha prosperado mi camino y que no fue en vano venir aquí.
Se despidió, dejándome una carga más con la que lidiar.
Me recosté a la pared del templo y me quedé mirando a la nada.
—¿Enserio le vas a dar una oportunidad? —pregunta alguien asustandome —¿Que hay de mi hermano?
No sé en qué momento apareció o en dónde estaba pero ahí está Annie reclamandome, eso me da a entender que ella escucho todo.
Le doy una mirada aburrida.
—es mi vida —le aclaro —además yo no tengo nada que ver con tu hermano.
—pero...
—pero nada —la interrumpo y camino hacia el parqueadero.
Los pasos de Annie vienen tras mi, decido ignorarlos.
Llegó al parqueadero en dónde está Darco hablando por teléfono, apenas me ve corta la llamada.
—¿Hacía donde nos dirigimos? —pregunta.
—hacia casa —respondo subiendo al auto y cerrando los ojos.
De repente siento que alguien más se acomoda a mi lado.
Abrí los ojos y me encontré con Annie bien acomodada mirando su teléfono.
—¿Que haces? —le pregunto.
—¿No es obvio? —contesta rodeando los ojos.
—pensé que ibas con tu madre —le digo.
—pensaste mal —dice antes de ponerse sus auriculares.
Ruedo los ojos al ver que está chica sigue siendo la misma de siempre.
Aún así siento que muy dentro de ella algo cambio.
Nuevamente cierro los ojos y me sumerjo en mis pensamientos.
Creo que orar con él hermano Héctor es un error.
Pero ahora lo que más me preocupa es mi corazón.
«¿Que será aquellas cosas de las que voy a enterarme?».
...
—señorita —me llama Darco.
—¿Hum? —abro los ojos, me había quedado dormida.
Estaba soñando algo pero al despertar olvide que era.
Miro hacia mi derecha y ya no está Annie.
—ella ya entro en la mansión —me informa Darco.
Salgo del auto y entro.
En la sala me encuentro con Annie viendo la televisión mientras se come un yogurt con fresas.
—¿Quieres almorzar? —le preguntó.
Ella niega con la cabeza.
—ya no son horas de almuerzo —responde. —disimuladamente me hiciste ayunar.
Ahora que lo recuerdo es verdad.
Está mañana no le dí desayuno porque estaba muy temprano y como yo no como en la mañana los domingos, se me olvidó que ella si.
Miro la hora en mi muñeca y me asombro al ver que ya son las 4 de la tarde.
Definitivamente el día se me acabó demasiado rápido.
—¿Quieres cenar? —le preguntó.
Ella niega.
—yo no ceno —responde.
—okey —decido no insistirle.
Me dirijo hacia las escaleras.
—de verdad que todavía no me lo creo —habla ella con fastidio.
Volteo a verla.
Siento que la cabeza me va a estallar debido a lo mucho que lloré, ahora solo quiero tirarme en la cama y no despertar hasta mañana.
—¿Enserio te vas a casar con ese sujeto? —me vuelve a preguntar —mi hermano es más guapo.
Suspiro agotada.
No quiero pensar en eso y ella me lo recuerda.
—no se trata de que sea guapo —le digo —se trata de que sea la voluntad de Dios, además yo no tengo porque darte razones de mi vida.
Ella levanta una ceja.
—me pregunto que pensará Jak al respecto. —comenta.
Me acerco al mueble en dónde está sentada.
—ni se te vaya a ocurrir decirle —le advierto —esto solo queda entre las dos.
Ella sonríe con maldad.
Esa sonrisa no me gusta nada.
—¿Que me vas a dar a cambio por mi silencio? —pregunta.
«Lo que me faltaba».
—pierdes el tiempo chantajeandome.
Camino hacia las escaleras.
Está chica me saca la paciencia, de verdad que si.
Me dan ganas de sacarla de aquí.
Pero recuerdo que es la hija de la hermana Alice y se me pasa.
Entro a mi habitación, luego de echarle seguro me dejó caer en la cama.
Tomo mi teléfono con la idea de llamar a mi primo y avisarle, pero cambio de parecer al pensar que yo soy mayor que él, además cada quien es dueño de su propia vida.
Suelto el teléfono, me tomo un sedante para descansar y es así como me terminó quedando profundamente dormida.
Día siguiente.
Me encuentro en un agradable sueño.
Pero como todo lo bueno no dura, el teléfono empieza a timbrar y timbrar.
Estiró mi mano y corto la llamada, para poder seguir en mi agradable sueño.
Lamentablemente la persona que está llamando, no entiende que es el sueño porque vuelve a llamar.
Nuevamente corto la llamada.
Otra vez vuelve a llamar.
Me siento en la cama disgustada y contesto.
—¿Quien es? —pregunto sin siquiera mirar el remitente.
—muy buenos días señorita Gracia, —habla una chica con voz de recepcionista —la llamamos desde la clínica para informarle que las prácticas comienzan hoy, le enviamos un mensaje a su correo anoche pero usted no nos respondió, así que hoy le estamos confirmando.
—gracias —digo terminando de despertar.
La llamada se corta y yo me tiró de la cama asustada.
Miro la hora y ya es tarde.
—gracias Dios por este hermoso día —comienzo a decir mientras abro el closet —gracias por la salud, el vestir, el calzado etcétera...
Luego de hacer una muy corta oración, tomo la ropa y me meto a la ducha.
...
Bajo las escaleras prácticamente corriendo mientras reviso la cartera que no se me halla quedado nada.
Me encuentro con una Annie profundamente dormida en el mueble.
En otras circunstancias la habría despertado, pero en estos momentos no tengo tiempo.
—¿Va a desayunar señorita? —me pregunta una empleada.
—no, —respondo —denle desayuno a Annie.
Salgo afuera en dónde Darco ya me está esperando y subo al auto.
....
Llegó al hospital en donde las enfermeras me dan la bienvenida, voy inmediatamente en busca de mi uniforme.
A medida que camino todavía escucho los rumores de lo sucedido hace unos días atrás.
La muerte de nuestro superior y también el asesinato de nuestro compañero de prácticas.
—no lo puedo creer —le escucho murmurar a Ari —¿Cómo es posible que vuelva a la clínica a realizar las prácticas como si nada?, ella fue la culpable de todo.
Trato de hacer caso omiso a sus palabras pero por ratos pienso que es verdad.
La muerte de esas personas fue bastante misteriosa.
Ojalá solo sean cosas mías.
Después de ya estar lista, salgo para ver quién es nuestro nuevo superior.
—¡Ay que emoción! —le escucho gritar a una enfermera —¡Me saludo! —le dice a la otra.
—solo te guiño el ojo —le contesta la otra.
—pero aún así me saludo —dice feliz.
Las miro confundida y me acerco a ellas.
—¿Quien? —pregunto.
—el joven Mendez, —responde una —el hijo del dueño de la clínica —suspira.
Es un milagro que ese joven se aparezca por aquí.
Lo malo es que cuando se aparece pone el mundo patas arriba.
...
Me reuno con mis compañeros de prácticas.
Algunos me dan una sonrisa como saludo.
Otros hasta miedo les da mirarme por los rumores que han corrido.
—buenos días para unos —dice un hombre ya entrado en años —tardes para otros, o mejor dicho para otras —me mira fijamente.
«Creo que ya empecé mal».
—mucho gusto soy Velázquez, su nuevo superior —nos informa —espero no tener contra tiempos con ustedes así que más les vale que se sujeten a las normas y horarios de la clínica.
Todos asentimos.
....
Salgo del hospital súper agotada, los ojos se me cierran del cansancio.
Hoy como nunca a habido trabajo y más considerando que él dueño de la clínica está aquí.
En todo el día no tuve el valor de ver a Jak a los ojos, cada vez que lo veía huía de su presencia y me la pasé la mayor parte del tiempo evadiendolo.
Tengo el vago presentimiento de que Annie ya le contó lo del hermano Héctor.
Subo al auto que ya está listo para partir.
—llevame a casa —le pido a Darco.
—¿Pensaste que ibas a escapar? —me pregunta una voz familiar en el puesto del conductor, haciendo que él sueño se me escape.
—¡Jak! —exclamo un poco sorprendida —¿Que haces aquí?.
—¿Tan malo es que venga a saludar a mi única prima? —pregunta.
Trato de relajarme para que no note mis nervios.
—no soy la única —le recuerdo.
—de mujeres si.
—claro, —rio —como el resto de familia Xian que está siendo asesinada no cuenta para ti como primos o primas.
Jak suspira.
—¿Cómo estas? —me pregunta —¿Todo bien?.
—si, está todo bien —respondo.
—¿No tienes nada que contarme? —vuelve a preguntar.
Me quedo en silencio.
—¿Estás segura de orar con él hermano Héctor? —me pregunta de repente.
Lo sabía.
Annie le dijo.
Suspiro molesta.
—es mi decisión —contesto.
—tienes razón —me mira por el espejo retrovisor —solo aspiró que no vayas a equivocarte.
Yo no digo nada.
Él abre la puerta del conductor y sale del auto.
—no olvides que siempre estaré ahí para ti —me recuerda antes de irse.
—eso ya lo sé.
Él se va y yo me quedo aquí sintiendome mal conmigo misma.
A veces no entiendo porque suelo ser tan dura con mi propio primo.
Es solo que no quiero que intervenga más en mi vida.
—¿A dónde la llevo? —pregunta Darco subiendo al coche.
—llevame a la casa de los Montreal —respondo.
Ahora que lo recuerdo tengo que ir a ver cómo está Mibsan.
....
A medida que nos acercamos a la casa de la hermana Alice, me comienzo a poner nerviosa.
Solo aspiró que Annie no les haya dicho nada.
Pero eso es prácticamente imposible.
Apenas llegamos a la mansión, las puertas de aquel gran portón se comienzan abrir dándole la entrada al coche.
Son cantidades los hombres que escoltan está mansión.
Es como si estuvieran a la expectativa de que en cualquier momento algo muy malo fuera a pasar.
—esperame —le digo a Darco —no tardo.
Desciendo del auto ante la atenta mirada de esos hombres y me dirijo hacia la mansión.
—adelante señorita —un escolta con cara de pocos amigos me abre la puerta de la mansión.
Apenas pongo mis pies adentro, siento como si algo anduviera mal.
—Dios te bendiga Gracia —escucho la voz de la hermana Alice.
Levanto mi mirada y la veo bajando lentamente por las escaleras.
Llega hasta mi y me da un cálido abrazo.
—¿Todo bien? —pregunto preocupada al ver que su semblante luce triste.
—si, —responde con tono triste —con la ayuda de mi Señor todo estará bien.
Esa respuesta me dejó un poco dudosa.
—vine a ver cómo está su hijo —le digo —perdoneme por la hora de llegada, es que estaba en las prácticas en la clínica.
—tranquila —me da una sonrisa —te entiendo, pero ya es tarde para ver a mi hijo.
—¿Está dormido? —pregunto.
Es raro que ya esté descansando.
A no ser que esté enfermo.
—no, —responde —él ya se fue para París.
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