53. ¿TAN MALO ES?.
Proverbios 27
5 Mejor es reprensión manifiesta
Que amor oculto.
Abro mis labios para reclamar, pero al final me quedo en silencio.
—fui por tu bolso al jardín y tú biblia sobresalía así que la tomé —me da una explicación como si hubiera entendido mis intenciones.
—no pensé que leyeras la biblia —comento.
—en realidad no soy amante de la lectura, pero nací en un ambiente cristiano, en dónde si o si se leía la palabra, incluso hasta ahora mi madre nos hace hacer el devocional en familia. —me cuenta.
—eso es bueno —sonrio.
—si tu lo dices —contesta sin dejar de ojear la biblia.
«Dios mío, ten de él misericordia».
Oro mentalmente.
De verdad que él es un alma que necesita mucho de Dios.
Comienzo a intentar levantarme de la cama.
—no lo hagas —habla Mibsan fijando su mirada en mi —te dolerá si te mueves.
Pone la biblia en mi bolso, luego toma una taza que está en una pequeña mesita y me la entrega.
La tomo en mis manos y por su aroma percibo que es una aromática.
—toma —me dice —te hará bien para los cólicos.
Yo asiento en silencio y acerco la tasa a mi boca.
Una pequeña sonrisa aparece en mis labios.
Se siente tan bien que alguien se preocupe por uno y lo cuide.
Tal vez el lo hace porque soy su doctora, aún así se siente demasiado bien.
Es como si de alguna manera hubiera captado su atención y eso hace que me sienta importante.
Además aparte de mi primo, es la siguiente persona que me cuida sin interés.
Las empleadas de mi casa también lo hacen, pero es porque reciben un salario.
En cambio Mibsan no.
A menos que me lo descuente del salario luego.
Le doy un sorbo a la bebida y está perfecta.
—¿La hermana Alice? —pregunto.
Se me hace extraño que ella no se halla dado cuenta de lo que me pasó, porque si lo supiera estaría aquí.
—no está —responde Mibsan —justo hoy le dio por pasar un día de madre e hija con Annie, así que lo más seguro es que en este momento estén de compras en algún sitio comercial.
—tienes razón —sonrio —justo hoy.
Mibsan me sonríe de vuelta.
Lo hace de tal manera que mi corazón parece dar un vuelco.
Inmediatamente desvío mi mirada hacia otro lado mientras me concentro en tomarme la aromática.
—te dejó para que descanses un poco —dice poniéndose de pie.
Miró la hora en el reloj de mi muñeca y me doy cuenta que ya son prácticamente las cinco de la tarde.
—tengo que irme —me comienzo a levantar.
—será mejor que no lo hagas —habla serio —afuera está lloviendo demasiado, por lo cual hace bastante frío y afectará tu salud.
—pero...—intento decir.
—quedate aquí —eso sono como una orden pero a la vez como una petición.
Yo asentí en silencio.
Él salió de la habitación cerrando la puerta.
Termino de tomarme la aromática y me abrazo con aquel osito que tiene mecanismo de calefacción.
—Dios mío —hablo en voz baja —¿Que es lo que está pasando con mi corazón?.
Jamás había sentido esto que siento ahora.
Lo peor de todo es que no me explico porque tiene que ser hacia Mibsan.
Desde un principio, desde el día que lo ví me llamó la atención.
No sé por que.
Pero siento como si...
Suspiro agobiada.
—por favor Dios, saca esto de mi pecho.
Día siguiente.
Abro mis ojos lentamente, busco mi teléfono, lo desbloqueo y veo la hora.
Son las 3am.
Una hora perfecta para horar.
Se dice que en esa hora es donde más opera la obra de las tinieblas.
Me levanto despacio y voy al baño.
Después de haberme arreglado un poco vengo y me arrodillo a orar.
Lo primero que hago es adorar a Dios.
Luego le presento mi vida.
También oro por la decisión que debo de tomar el día mañana.
La verdad es que tengo mucho miedo de equivocarme.
También me preocupa que sea la voluntad de Dios que yo me casé con él hermano Héctor y que me equivoqué al rechazarlo.
Pero siento que mi corazón está inclinado por Mibsan que no tiene nada que ver con las cosas de Dios y eso también me preocupa.
Son tantas las cosas que tengo en mi cabeza que lo único que puedo hacer es dejárselas a Dios.
Horas después.
Termino de orar y veo como a través de las cortinas blancas de la habitación en que me encuentro, comienza a entrar la claridad del día.
Prendo la lámpara que hay en la pequeña mesa situada cerca de la cama y me pongo a leer mi libro favorito.
Es la biblia, la palabra de Dios.
Ella es la que me habla en tiempo de necesidad y cuando estoy confundida.
Es el alimento de mi alma.
Media hora después.
Mi teléfono comienza a timbrar sacándome de mi concentración.
Miró la pantalla y es Linda que me está haciendo una videollamada.
Lo tomo y contesto.
—hola.
—hola —me dice moviendo su mano —¿Como estas?.
—bien —respondo acomodando un poco mi cabello.
—Mibsan me contó que estabas enferma —me mira preocupada —¿Ya estás mejor?.
Yo asiento con la cabeza.
—ooowww —hace un puchero —no lo puedo creer, estás en mi habitación.
—lo siento —me disculpo —me desmayé y cuando desperté ya estaba aquí.
—descuida —me dice —eres mi mejor amiga, así que lo mío es tuyo, puedes usar toda la ropa que está ahí, también las cosas del tocador, es más si te quieres ir a vivir ahí, no tengo problema.
—gracias, pero no viviría aquí —le aseguro.
—es verdad, —dice —Mibsan jamás te llevaría a vivir con la suegra, no importa lo buena que ella sea.
—¡Yaaa! —la regaño —deja de molestar.
—¿Quién se va a ir a vivir con la suegra? —escucho la voz de Deimond.
Al instante apareció en la cámara dándole un beso a Linda, parece que se acaba de levantar.
—no, —responde Linda —mi hermano se la va a llevar a vivir a Paris en donde tiene su residencia.
Mi cara se pone roja de la vergüenza.
Linda dice eso como si fuera verdad.
—vea pues —comenta Deimond. —¿Y Jak ya lo sabe? —me pregunta.
—obvio no —me apresuró a responder —eso es falso, yo no me voy a ir a vivir con Mibsan.
—¿Que tiene que ver Jak en todo esto? —pregunta Linda.
Yo comienzo a palidecer.
Linda hasta ahora no sabe que él es mi primo.
—¿No lo sabes? —Deimond la mira con incredulidad —Jak siempre la ha protegido a ella.
—¡Gracia! —llama la hermana Alice en la puerta —¿Puedo pasar?.
—si claro —respondo.
Ella entra con una bandeja en sus manos.
—servicio a domicilio querida —pone la bandeja en mis piernas.
Es un delicioso desayuno.
—gracias —le digo —no debió molestarse.
—para mi no es molestia, es un privilegio. —contesta.
—creo que me estoy poniendo celosa —habla Linda.
La hermana Alice ríe.
—hola mi amor —la saluda.
—hola mamá.
—hola suegrita —habla Deimond —¿Si sabe que ya tiene nuera?.
La hermana Alice lo mira confundida.
Yo aprieto los labios.
«Ese Morgan es la embarrada».
—¿Como así? —pregunta ella.
—pues...—empieza el a decir.
Inmediatamente corto la llamada.
Yo sé que es grosero, pero no tenía otra alternativa.
¿Con que cara voy a ver a la hermana Alice si se entera de algo así?.
Cabe aclarar que no es cierto, pero...
—¿Que fue eso? —pregunta ella sorprendida —¿Por qué cortaste la llamada?.
—es que ellos son muy cansones —soy sincera.
Ella ríe.
—por cierto antes de entrar escuché que ibas a vivir con Mibsan.
—noooo —le digo —antes de eso dije que no, jamás viviría con su hijo —le aclaró.
—¿Tan malo es? —me pregunta.
—nooo —vuelvo a decir —lo que pasa es...
—¿No te gusta? —me interrumpe.
—nooo, si, sino que...—me tapo la boca al ver que la embarré, mi cara esta que arde de la vergüenza —no quiero decir que me gusta, lo que quiero decir es que...
—¿Te parece feo? —me vuelve a interrumpir con su pregunta.
—no al contrario —vuelvo a taparme la boca.
Creo que lo mejor es quedarme en silencio.
—¿Entonces si te parece guapo? —sigue preguntando.
—bueno... —la pienso para responder —ustes es muy hermosa, es normal que sus hijos sean guapos.
Ella ríe.
—no tienes que darle tantas vueltas al asunto —me dice.
Yo me tapo la cara con la cobija.
—por favor hermana Alice no me malinterprete —le pido sin ser capaz de verla a los ojos.
—ójala y no sean malinterpretaciones —dice poniéndose de pie —te dejó para que disfrutes tu desayuno.
La hermana Alice se retira de la habitación volviendo a quedar sola.
Es así como finalmente me quite la cobija del rostro.
Que vergüenza tan terrible que pasé y todo por los graciosos de Deimond y Linda.
«Dios los hace y ellos se juntan».
No debí de haber apoyado a Linda para que se casará.
Ahora quién se aguanta a ese par.
Luego de desayunar fui a la habitación de Mibsan para ver cómo se encuentra.
Solo lo hago para cumplir mi deber como doctora y así poderme ir a casa.
Apenas abrí la puerta me encontré con la habitación super arreglada.
Los tendidos han sido cambiados, incluyendo las cortinas y parece que ha sido recién trapeado el piso porque tiene una fragancia exquisita.
Recuerdo que a las empleadas les tiene prohibido entrar entonces supongo que el mismo la arregló.
Es bonito ver qué todavía hay hombres que no les duelen las manos para hacer oficio.
—¿Buscas algo guapa? —alguien me habla al oído.
Brinco en mi lugar por el susto tan terrible que me dio.
Ni siquiera sentí en qué momento apareció y se acercó tanto.
Me alejo rápidamente al ver quién es.
—si buscas a mi hermano, está en la primera planta haciendo ejercioso. —dice antes de marcharse de manera despreocupada hacia su habitación.
Ese joven aparentemente se ve que es una ternura.
Pero tengo el leve presentimiento de que por dentro es un demonio.
Bajo a la primera planta y me encuentro con Annie.
«A la hora de aparecer».
Ni siquiera me tomo la molestia de saludarla.
—hola cuñada —me dice.
—¿Perdón? —le digo.
—¿Como sigues? —pregunta ignorando lo que dije. —¿Es verdad que ayer casi te mueres?
—no seas exagerada —respondo —¿Donde está tu hermano haciendo ejercicio? —le preguntó.
—ahí —me señala una puerta que está al fondo pasando por la sala.
—gracias —le doy una sonrisa de boca cerrada —¿Serías tan amable de acompañarme?.
—por supuesto —responde.
Me siento aliviada al saber que no voy a tener que mirarlo yo sola, ya que eso me hace estar bastante nerviosa.
Llegamos a aquella puerta y doy unos leves golpecitos.
—¿Quién? —pregunta un Mibsan agotado.
—yo —respondo.
—pasa —me dice.
La puerta se abre sola.
Entro y quedo asombrada al ver todos los aparatos que tiene aquí para hacer ejercicio.
—no deberías de esforzarte tanto considerando que no hace mucho te recuperaste de una herida.
—si tu lo dices —responde acostado en el suelo levantado una pesa inmensa sobre su pecho.
«Yo eso no lo muevo ni siendo cierto».
Camino hacia donde está él.
—estoy hablando enserio —le digo —deja eso.
Mibsan hace un último levantamiento y la pone en una base que está más allá de su cabeza.
—bueno señora —responde.
No sé porque pero me sentí grande.
—¿Ya estás mejor? —me pregunta.
—si —respondo —incluso ya me voy para mí casa.
Mibsan suspira y se queda mirando el techo.
Lleva puesto un camibuso negro el cual está un poco mojado debido al sudor y una pantaloneta azul oscura la cual le llega hasta más abajo de las rodillas, acompañada de unos tenis negros.
—¿Serías tan amable de darme la botella de agua que está ahí? —señala una mesa.
Camino hasta la mesa, tomo la botella y se la llevo.
Apenas la toma sin querer rosa mis dedos, pero aparta su mano de inmediato.
Yo hago lo posible por no ponerme nerviosa.
Me tranquiliza un poco saber que Annie está aquí.
La volteó a mirar.
Me pongo súper nerviosa al ver que ya no está.
«¿En qué momento se fue?».
«Estaba súper convencida de que se encontraba ahí».
Vuelvo mi mirada a Mibsan el cual se está tomando toda la botella de agua.
—vine a ver cómo estás para poder irme. —trato de actuar normal.
Termina de tomarse el agua y se pone de pie revolviendo con una de sus manos su cabello.
Miro hacia otro lado.
—yo estoy bien —contesta.
—¿No has sentido nada extraño, fuera de lo normal? —pregunto.
—mala yerba nunca muere —responde —me siento en perfectas condiciones.
—de acuerdo —le digo.
Meto mi mano en el bolso, saco lapicero, hoja y le hago una fórmula médica.
—compra estos medicamentos y procura no hacer nada que requiera tanto esfuerzo, yo volveré el lunes para ver su estado de salud. —le informo.
—de acuerdo —toma la hoja de mis manos.
—adios —me despido.
—adios, cuidese —me dice.
Doy media vuelta y me comienzo a marchar.
Siento su mirada en mi espalda como si algo me quisiera decir.
Aún así no me atrevo a voltear a ver.
Yo también quisiera decirle muchas cosas.
Pero es mejor así.
Luego de despedirme de la hermana Alice, voy hacia el portón en dónde está Darco esperándome.
—¡¡Gracia!! —escucho que me llaman.
Volteo a ver y es Annie que viene corriendo con un gran bolso en su espalda.
—¡Espérame! —me dice —yo voy contigo.
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