38. ¿TODAVÍA SIGUES AQUÍ?.
Proverbios 22
6 Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
Luce recién acabado de bañarse.
Incluso su cabello aún está mojado, gotas caen de él y ruedan por su rostro.
Él lleva puesto un buso blanco con una pantaloneta negra y unas chanclas del mismo color.
Al ver que me está mirando fijamente, me siento un poco avergonzada y agachó la cabeza.
Abro la boca con dificultad para saludar.
—ho...hola —dije.
Me reprendo mentalmente por no poder hablar con él como hablo con las demás personas.
—hola —responde con su tono de voz inconfundible y único que me hace poner más nerviosa.
Levanto mi mirada hacia él y la cabeza se me ha quedado en blanco solo con mirarlo.
Él no se mueve de su lugar, simplemente toma la toalla que tiene alrededor de su cuello y comienza a secarse el cabello con ella.
Yo mientras tanto sigo en mi lugar.
«Tengo que salir de aquí».
—¿Cómo está? —me atrevo a preguntar.
—bien —responde seco.
Por lo visto su forma de ser no ha cambiado nada.
Ni siquiera porque estuvo a punto de morir en coma.
—me...me alegra —es todo lo que le digo.
Él suspira y tira la toalla por los aires.
Me quedo mirando la toalla y veo como está va a quedar colgada en el gancho en dónde siempre iba.
«¿Cómo lo hace?».
Tiene una puntería increíble.
Abro mi boca asombrada.
—cuando estaba inconsciente te escuché hablar más fluido —comenta —eh incluso lloraste por mi.
Mis mejillas se ponen súper calientes al escucharlo hablar así.
Bajo mi mirada al suelo supremamente avergonzada.
La verdad es que creí que no podía oírme.
—¿También hoy me vas a leer la biblia y vas a orar? —pregunta nuevamente con total calma y tranquilidad.
—yo... yo —trato de decir pero las palabras no me salen.
—ya no eres tan valiente ¿Eh? —puedo ver cómo por unos instantes se formó una media sonrisa en sus labios.
Pero fue tan espontáneo que no sé si lo imaginé.
Dios mío si él escuchaba todo lo que le decía, quiere decir que también escucho la conversación de yo y Linda.
«Ahora sí quiero desaparecer».
«De verdad que si».
Desearía que fuera la venida de Cristo en este momento.
Pero muchas personas se quedarían.
—yo...—vuelvo a intentar hablar.
Pero no es tan fácil hacerlo cuando él está ahí mirándome.
—yo...yo necesito salir de aquí —le digo finalmente.
—¿Osea que ya no vas a orar por mi? —pregunta —¿Tampoco me vas a leer la biblia?.
Me debato conmigo misma.
No sé que hacer en este preciso momento.
Si oro por él, no sé si me salgan las palabras sin tartamudear.
—cla...claro, oraré por tí.
Dios mío ayúdame a hablar claramente.
—dejalo, —me dice —sé que lo único que quieres hacer en este preciso momento es salir corriendo, huyendo de mi presencia y eso está bien.
Me siento mal al oir eso.
No quiero que piense así de mi, pero realmente es lo que quiero.
—no, yo...yo no...
—te digo que lo dejes —me interrumpe. —te ayudaré a abrir.
Camina en mi dirección pero al apartarse del marco de la puerta del baño, puedo ver cómo se tambalea un poco.
Es normal que tenga mareos ya que no hace mucho despertó.
Sin pensarlo corro hacia él para ayudarlo.
Pero antes de llegar hasta él, me detiene poniendo su mano en alto.
—dejame, yo puedo —se sostiene de la pared.
—te ayudo —insisto. —ademas soy tu doctora personal.
Camino hacia él y a pesar de su advertencia lo tomo del brazo.
Apenas mi mano tocó su brazo, pude sentir como se tenso un poco, pero luego se relajo y se dejó llevar a la cama y recostar.
—pensé que venías a renunciar —dice cerrando los ojos.
Me sorprende sus palabras pero hago de cuenta que no me dijo nada.
No entiendo como supo de mis intenciones sino se lo había dicho a nadie.
—voy a orar por ti —le digo un poco más calmada —todavía necesitas recuperarte.
Él suspira sin abrir los ojos.
—¿Sabes?, para muchos mi muerte les serían una gran bendición —dice.
Me sorprendo una vez más y niego con la cabeza.
—no digas eso, —lo regaño sin darme cuenta. —si estás vivo es porque Dios tiene un propósito.
Él sonríe sin abrir los ojos.
Jamás había visto una sonrisa tan linda.
Incluso se le hacen los hoyuelos.
Pero son especiales tienen la forma geometría de corazón o al menos es lo que creo.
Son tiernos.
—te pareces a mi mamá —comenta —supongo que por eso me agradas.
¿Acaba de decir que le agrado?.
No sé porque pero ante sus palabras comencé a sonreír.
Eso se escucho bonito de sus labios.
—pero si sabes lo que te conviene, debes de estar lo más lejos posible de mi —me dice volviendo a estar serio.
La sonrisa se borra de mis labios y toda la alegría que sentía en mi corazón desapareció.
Esas palabras me dolieron mucho.
«No entiendo porque quiere eso».
«¿Acaso soy perjudicial para él?».
«No creo que él lo sea para mí».
Ni siquiera sé porque estoy pensando todo esto.
Él tan solo es mi paciente, no somos nada en absoluto.
Él abre sus ojos y me mira fijamente.
—tienes un corazón muy puro, no quiero que te dañes, sal de aquí y ve a renunciar.
—pero...
Los ojos se me comenzaron a cristalizar así que antes de que él lo notará, me apresuré a irme.
Apenas llegó a la puerta me detengo.
—la...la puerta no abre —vuelvo a tartamudear.
—es porque tiene un código de seguridad —me dice —pero ya lo quité, puedes abrirla.
Giro la perilla y efectivamente la puerta se abre y puedo salir.
¿En qué momento quitó el código de seguridad?.
Me rasco la cabeza confundida y me voy de ahí apresuradamente.
Bajo las escaleras y para ese entonces mi rostro está empapado.
No lo puedo creer, yo soy una mujer fuerte.
Y heme aquí llorando como una niña por unas simples palabras.
No entiendo porque me afectan tanto.
Me encuentro con la hermana Alice e inmediatamente me seco las lágrimas tratando de que no se de cuenta pero es imposible.
—Gracia —me dice con voz tierna y me abraza.
Termino llorando como niña chiquita en sus brazos.
—¿Que te pasó? —me pregunta.
—yo...yo...—sigo llorando —yo voy a renunciar.
Ella suspira y me abraza con más fuerza.
—quien sabe que te abra dicho el agua fiestas de mi hijo, está bien si quieres renunciar, pero por lo menos cuídalo este mes, hasta que se encuentre en perfectas condiciones.
—no, —le digo —yo me voy.
Una hora después.
Les dijera que voy llegando a mi casa, pero no.
Estoy subiendo nuevamente por las escaleras hacia la habitación de Mibsan.
Después de haber hablado con la hermana Alice un buen rato, está me terminó convenciendo de que continuará cuidando a Mibsan y que no le pusiera cuidado a sus palabras.
Es así como en estos momentos subo sin rastro de haber llorado y con una mentalidad renovada.
Llegó a la puerta de Mibsan y ni siquiera tocó, la abro.
Mibsan se encuentra sentado con él teléfono en sus manos, apenas entro levanta su mirada y me ve.
—¿Todavía sigues aquí? —me pregunta como si nada..
Por lo visto me mintió al decir que le agrado.
No le agrado ni en lo más mínimo.
—todavía sigo aquí —respondo —y no me pienso ir, no hasta que estés perfectamente bien.
Él suspira.
—haz lo que quieras —dice volviendo su vista al teléfono —pero después no digas que no te lo advertí.
Suspiro al ver que este chico no es para nada educado.
Camino hacia él y sin pensarlo dos veces le quitó el teléfono.
Apenas lo hago el dispositivo se bloquea en mis manos.
Él me mira molesto.
—no estas en condiciones de manejar un teléfono —le digo seria.
No sé de dónde saque tanto valor para hacer lo que hice.
Antes de que él dijera algo, me adelanté.
—aquí la doctora soy yo, así que yo tomo las decisiones —hablo con autoridad.
Él suspira sin decir nada.
—vamos a orar —le digo.
Él levanta una ceja.
—no puedes obligarme a hacer eso, —contesta —según el libro de la constitución artículo 301 dice que uno tiene libertad de decidir que religión tomar.
Habla como si fuera abogado.
—de acuerdo, —contesto —entonces yo voy a orar por ti.
No puedo altercar porque no sé de leyes en lo más mínimo.
Cierro los ojos y comienzo a orar.
Mientras oró siento su mirada en mi y eso hace que me ponga un poco nerviosa así que le doy la espalda y sigo orando.
Minutos después.
—vamos a leer la biblia.
Saco la biblia de mi bolso y la abro en San Juan capitulo 6.
—Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.
2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.
4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.
5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?
6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer...
Luego de terminar la lectura bíblica cerré la biblia.
—tengo una pregunta —habla Mibsan —¿Por qué Jesús cuando supo que lo iban a coronar como rey, prefirió retirarse?
Me quedo meditando en su pregunta.
—porque de no ser así, no había podido morir por la humanidad —respondo.
Él se queda pensando en mi respuesta.
—tengo una pregunta más —vuelve a hablar —¿Quien fue a encontrar a Jesús caminando por las aguas?.
—fue Ped...—me callo de golpe —un momento, en este pasaje bíblico no registra que Pedro halla ido a encontrarlo.
—pero en otros pasajes si.
Esto me da a entender que Mibsan sabe de Biblia.
—¿Haz leído la biblia antes? —me atrevo a preguntar.
Él asiente.
—mi madre siempre la leía en casa, ahora también la leé y nos obliga a hacer el devocional con ella —rie un poco, —también de pequeño fui a la escuela dominical —puedo ver un poco de tristeza en su mirada al decir eso.
—¿Estuviste en la escuela dominical? —pregunto emocionada.
—así es —responde. —mi maestra se llamaba Hela, ella era una hermana muy buena y nos tenía bastante paciencia, Zuar y Annie eran super inquietos.
Río con solo imaginarme a todos estos mellizos pequeños asistiendo a la escuela dominical, me imagino que eran unos niños súper adorables.
Además es mucha coincidencia que en los dos partos que tuvo la hermana Alice, ambos fueran de mellizos.
—Oh vaya. —contesto —¿Entonces por qué ahora ya no vas a la iglesia? —me aventuró a preguntar.
Su rostro se ensombrece.
Es como si hubiera dicho algo malo.
Inmediatamente me arrepiento de lo que dije.
—es una larga historia —suspira.
—tengo tiempo para oír —contesto.
—lo que quise decir es que no voy a responder esa pregunta —responde seco.
Su respuesta me hizo sentir un poco incómoda, pero no deje que eso me afectará en los más mínimo.
Hay veces que los pacientes tienden a ser un poco agresivos.
—esta bien sino quieres hablar de eso —contesto —lo entenderé, pero si algún día quieres hacerlo ahí voy a estar para ti.
Él ríe con tristeza.
—lo más seguro es que no estés.
—¿Por qué dices eso? —me atrevo a preguntar al ver su mirada triste.
Siento que de alguna manera él se está abriendo para mí.
Quizás no sea mucho lo que hablemos, pero aún así lo que dice son palabras sinceras.
Excepto que yo le agradaba.
—tengo hambre —cambia el tema de conversación.
Me acerco a la mesita de noche y le paso la bandeja de frutas.
Él se queda mirando la bandeja sin decir nada.
—¿Come? —le ofrezco el tenedor.
Él niega con la cabeza.
—¿No quieres? —pregunto.
«Que chico más caprichoso».
Tomo aire y me dispongo a quitar la bandeja.
—si quiero —habla él.
Vuelvo a dejar la bandeja en su regazo.
—entonces come —nuevamente le ofrezco el tenedor.
Él vuelve a negar con la cabeza.
Suspiro con calma.
Él solo es un paciente así que no debo de perder la paciencia con él tan rápidamente.
—¿Que deseas? —le pregunto amablemente.
—dame de comer —pide.
Lo miro frunciendo el seño.
—no hablaras enserio, ¿Verdad?.
—se supone que eres mi doctora personal —me mira de una manera que no logro a describir —tienea que hacer eso y mucho más, ¿Has pensando en como me vas a bañar?.
Mis mejillas se ponen calientes con solo oírlo decir eso.
—¡Mibsan! —lo reprendo.
Me apresúro a salir de ahí.
Cierro la puerta detrás de mi y me echo aire con la mano.
¿Por qué a Mibsan se le ocurrió decir eso?.
—¿Todo bien? —me pregunta una joven haciendo que salte en mi lugar.
—si —me límite a responder.
Creo que tengo que hablar con la hermana Alice acerca de esto.
Nuevamente vuelvo a entrar en la habitación dejando la puerta abierta.
Mibsan sigue en su mismo lugar sin atreverse a tocar la bandeja.
—esta bien —tomo el tenedor en mis manos, apuñalo un pedazo de manzana y se la ofrezco.
—entoces, ¿Vas a bañarme? —se atreve a preguntar.
Le doy una mirada fulminante y le meto el pedazo de manzana a la boca para que no hable mas.
Es la primera vez que le doy de comer a un hombre.
—podre darte de comer, pero bañarte jamás —le dejó claro.
Horas después.
Después de haber estado cuidando de Mibsan durante todo el día ya era la hora de irme.
—creo que ya me voy —digo tomando los platos de la cena.
—okey —fue lo único que dijo.
Me pongo de pie y me dirijo hacia la salida.
—¡Espera! —me llama.
Mi corazón late mas rápido de lo normal y no entiendo porque.
Volteo a verlo.
«Ojalá no vaya decir nada molesto».
—dame mi teléfono —extiende su mano.
—claro.
Había olvidado totalmente que tenía su teléfono en mi bolsillo.
Saco el teléfono y me devuelvo a dárselo.
Nuevamente camino hacia la puerta.
—gracias por estar aquí —le escucho decir.
Volteo a verlo sorprendida.
¿Acaso Mibsan me está dando las gracias por cuidarlo?.
—¿Que dijiste? —pregunto.
«Necesito volverlo a oír».
En todo él día no he escuchado esa palabra de sus labios.
—dije que te vayas —respondio seco mientras se concentraba en su teléfono.
No respondí palabra, solo me límite a salir de ahí.
No entiendo porque a veces tiende a ser de esa manera.
Él...
Él es un poco extraño.
Creo que eso hace que me llame más la atención.
Además siento que debajo de esa caparazón dura que tiene, hay un hombre de buen corazón que necesita urgentemente la ayuda de Dios.
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