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El Enredados ◇8◇

Los gemelos conducían un viejo Ford Mustang rojo cereza tuneado, con alerón trasero y la carrocería casi pegada al suelo. Digamos que no era un coche muy conocido por resultar ideal para conducir los días de mal tiempo.

Por eso tuve la certeza de que ellos tampoco podrían tomar bien la curva y terminarían estampándose contra Zoe. Y cuando el rugido del motor se convirtió en un estruendo,  Hobi nos empujó a Jk y a mí hacia un lado de la ruta.

Doblaron en la esquina emitiendo varios ruidos. El Ford Mustang iba levantando una nube de nieve en polvo y empezó a colear, pero, de algún modo, logró no salirse de la calzada. El pequeño Beomgyu no paraba de dar volantazos hacia un lado y hacia el otro. Por lo visto, el muy tonto era un experto en la conducción con nieve.

Vi a Soobin sonriendo, y le afloraron unos hoyuelos de un centímetro de profundidad en las mejillas. Beomgyu frenó el Mustang en seco a unos nueve metros de nosotros, bajó la ventanilla y asomó la cabeza.

–¿Han tenido algún problema con el coche? –preguntó.

Empecé a caminar hacia ellos.

–Sí, sí–dije–. Hemos chocado contra un montículo de nieve. Me alegro de verlos, chicos. ¿Pueden llevarnos, aunque sea hasta al centro?

–Claro –contestó–. Suban –Beomgyu miró por detrás de mí y, modulando un poco la voz, añadió–: ¿Qué pasa, Hoseok? –Que era el auténtico nombre de Hobi.

–Hola –dijo él.

Giré en su dirección e hice un gesto a Jk y a Hobi para que se acercaran. Yo ya estaba casi junto al coche. Permanecí del lado del conductor.

Estaba ya con la cabeza agachada, a la altura de la puerta, cuando Beomgyu dijo:

–¿Sabes qué? Tengo lugar ahí detrás para dos tontos.

Y luego habló más alto para que Jk y Hobi lo oyeran mientras se acercaban.

–Pero no tengo lugar para dos tontos y un joto –Pisó el acelerador y durante unos segundos las ruedas del Mustang giraron aunque el coche no se movía.

Corrí a sujetar la manija de la puerta, pero cuando llegué con los dedos, el Mustang ya había salido disparado. Perdí el equilibrio y caí boca abajo al suelo. El coche a la fuga me salpicó nieve a la cara y al cuello, que me bajó hasta el pecho.

Escupí un poco y vi como Soobin y Beomgyu salían disparados hacia Jk y Hobi.

Ambos estaban juntos, a un costado de la ruta, y Hobi aleteaba con ambos brazos en dirección a Soobin y Beomgyu. Cuando el Mustang ya estaba cerca, Jk dio un paso hacia la calzada y levantó una pierna del suelo.

Justo cuando pasaba el coche, Jk le pateó el parachoques trasero. Fue una patada de nada, le quedó un poco afeminada y todo. Ni siquiera oí el impacto del pie contra la carrocería. No obstante, no sé cómo, el golpe alteró el delicado equilibrio del vehículo y, de pronto, el Mustang dio una vuelta de campana. Beomgyu debió de intentar revolucionar el motor mientras derrapaba, pero no le sirvió de nada.

El Mustang salió disparado de la calzada y fue a dar contra una pila de nieve retirada del asfalto. Desapareció por completo, solo se le veían las luces de freno. Me levanté como pude y corrí hacia Jk y Hobi.

–¡Mierda! –exclamó Jk, y se miró los pies–. ¡Soy superfuerte!

Hobi caminó con decisión hacia el Mustang.

–Tenemos que sacarlos de ahí –dijo–. Podrían morir si los dejamos adentro.

–¡A la mierda! –rezongué–. ¿No has visto lo que acaban de hacer? Además, ¡te han llamado joto!

Sin embargo, durante un instante, percibí que se ruborizaba, y las mejillas se le ponían incluso más rojas de lo que ya las tenía por el azote del viento. Siempre había odiado eso de «joto». Me enojaba especialmente cuando alguien lo aplicaba para hablar de Hobi, porque, aunque fuera algo ridículo y totalmente incierto, a él le avergonzaba, y sabía que nosotros sabíamos que se sentía avergonzado, y... Bueno, eso. Me enojaba que lo insultaran así. Sin embargo, no quise mencionarlo para no darle más importancia. No obstante, Hobi reaccionó casi de inmediato.

–¡Oh, sí! –dijo, y entornó los ojos–. Choi Beomgyu me ha llamado joto. ¡Buuuaaa, buuuaaa! Un insulto a mi masculinidad. ¡Vamos! ¡Me alegra que alguien haya reconocido que quizá soy un ser humano con orientación sexual!

Lo miré con gesto interrogante y seguí caminando hacia el Mustang junto a él.

–No es nada personal –dije al final–, pero prefiero no imaginar a nadie que sienta gusto sexual por Niki.

Se detuvo en seco, se dio vuelta y me miró.

–¿Quieres parar ya con lo de Niki? –me dijo muy serio–. Ni siquiera me gusta.

No entendí por qué se picaba tanto con el tema. Siempre estábamos pinchándonos.

–¿Qué dices? –pregunté, a la defensiva.

–¡Por el amor de Dios! –respondió él–. Ayúdame a salvar a esos homofóbicos retrasados de morir envenenados por intoxicación con monóxido de carbono.

Y lo haríamos, seguro. Si era necesario, pasaríamos horas abriendo un túnel para sacar a los Choi. Sin embargo, al final no hizo falta que nos esforzáramos, porque Beomgyu, puesto que era el hombre más fuerte del mundo, logró apartar toneladas de nieve y abrir la puerta del coche. Se levantó, solo le asomaban los hombros y la cabeza por encima de la nieve, y gritó:

–¡Vas-a-morir!

No me quedó del todo claro si Beomgyu se refería solo a uno de nosotros, como por ejemplo Jk, que ya había empezado a correr, o era en plan impersonal, referido a un grupo de personas entre las que estaba incluida yo.

No me importó, salí corriendo y empujé a Hobi para que hiciera lo mismo. Me mantuve detrás de él, porque no quería que resbalara y cayera al suelo sin que me diera cuenta.

Me di vuelta para ver por dónde iban los gemelos, y vi los hombros de Beomgyu y su cabeza abriéndose paso entre la masa de nieve. Y luego vi asomar de pronto la cabeza de Soobin por el hueco por donde antes había salido Beomgyu. Bramaba palabras furibundas e incomprensibles, palabras tan solapadas que solo se oía su rabia. Pasamos por su lado cuando aún no se habían liberado del todo de su prisión nevada y seguimos corriendo.

–Vamos, Hobi –dije.

–Hago... lo que puedo –respondió, tomando aire entre palabra y palabra.

En ese momento los oía gritar y, cuando volví a mirar, vi que habían escapado de la nieve, que corrían en nuestra dirección y que se acercaban más con cada zancada. Había demasiada nieve en la banquina para salir corriendo hacia otro lugar que no fuera calle abajo. Pero si seguíamos mucho más, los gemelos nos cazarían y se harían un festin con nuestros riñones.

He oído decir que, en momentos de crisis intensa, el nivel de adrenalina aumenta tanto durante un breve instante que la persona en cuestión experimenta una fuerza sobrehumana. Y tal vez eso explique cómo conseguí agarrar a Hobi, ponérmelo encima del hombro derecho y salir corriendo como un atleta olímpico por la nieve resbaladiza.

Lo transporté durante varios minutos antes de empezar a cansarme siquiera, sin volver la vista atrás y sin necesidad de hacerlo, porque él miraba por mí e iba diciendo: «Sigue corriendo, sigue corriendo, eres más rápido que ellos, eres más rápido que ellos». Aunque estuviera hablándome como le había hablado a Zoe mientras subíamos la cuesta, no me importaba igual, funcionaba. Hacía que siguiera corriendo, a pesar de que notaba el bombeo de la sangre en las plantas de los pies, mientras la rodeaba con el brazo por la cintura, justo por debajo de la espalda.

Corrí hasta que llegamos a un pequeño puente sobre una ruta de dos carriles. Vi a Jk tirado boca abajo a un costado del puente. Supuse que se había resbalado y frené un poco para ayudarlo a levantarse, pero él grító:

–¡No, no! ¡Sigue corriendo, sigue corriendo!

Por eso seguí corriendo. Me costaba mucho respirar, porque sentía todo el peso de Hobi sobre el hombro.

–Oye, ¿puedo bajarte? –le pregunté.

–Si. Además, estoy empezando a marearme un poco.

Me detuve y lo dejé bajar.

–Sigue tú –dije.

Y salió disparado sin mí. Yo me doblé sobre mí mismo, con las manos sobre las rodillas, y vi que Jk se acercaba corriendo hacia mí. A lo lejos, distinguí a los gemelos, bueno, mejor dicho, solo a Soobin. Sospeché que Beomgyu quedaba oculto tras el contorno infinito de su hermano.

A esa altura ya sabía que la situación era desesperada, los gemelos nos atraparían sí o sí, aunque estaba convencido de que podía enfrentarme a ellos, en serio. Inspiré con fuerza varias veces seguidas en el momento en que Jk llegó a mi altura y empecé a correr, pero él me sujetó por el abrigo.

–No. No. Mira –me dijo.

Nos quedamos ahí, en la ruta, con el aire húmedo abrasándome los pulmones, Soobin se lanzó a la carga contra nosotros, con su cara demudada por un exagerado gesto de furia. Y entonces, sin previo aviso, cayó boca abajo al suelo, como si le hubieran disparado por la espalda. Apenas tuvo tiempo de poner las manos por delante para amortiguar la caída. Beomgyu tropezó con el cuerpo de Soobin, cayó también a la nieve y quedó despatarrado.

–¿Qué diablos has hecho? –le pregunté a Jk mientras salíamos corriendo en dirección a Hobi.

–He usado todo el hilo dental que me quedaba para atarlo de un lado al otro del puente y así tender una trampa que los hiciera tropezar. Lo he levantado justo después de que pasaras con Hobi a cuestas –me explicó.

–¡Ha sido alucinante! –exclamé.

–Sí, pero mis encías no se alegran tanto –masculló en respuesta.

Seguimos corriendo, pero ya no oía a los gemelos y, cuando giré la cabeza para mírar atrás, solo vi la nieve que seguía cayendo con toda calma.

Cuando por fin alcanzamos a Hobi, estábamos rodeados por los edificios de ladrillo a la vista del centro, y salimos de Sunrise para doblar por la calle principal, donde acababan de retirar la nieve. Seguíamos corriendo, aunque apenas sentía los pies a causa del frío y el agotamiento. No oía a los gemelos, pero seguían dándome miedo. Solo nos quedaba un kilómetro y medio para llegar. Si seguíamos corriendo, todo terminaría en cuestión de veinte minutos.

–Llama a Yoongi –dijo Hobi–. Que te diga si se nos han adelantado esos tipos de la universidad.

Apenas dejo de correr me metí una mano en el jean, saqué el celular y llamé a Yoongi. Alguien que no era Yoongi respondió a la primera llamada.

–¿Está Yoongi?

–¿Eres Taehyung?

Entonces reconocí la voz. Era Niki.

–Sí –dije–. ¿Qué pasa, Niki?

–Oye, ¿Hoseok está contigo?

–Mmmm... Sí –contesté.

–¿Están cerca?

Valoré las consecuencias de mi respuesta, pues no sabía si él aprovecharía esa información para ayudar a sus amigos.

–Bastante –dije.

–Bueno, te paso a Yoongi.

La voz atronadora de Yoongi me resonó en la oreja:

–¿Qué pasa? ¿Dónde estás? Creo que Niki está enamorado. Bueno, es que, ahora mismo, está sentado junto a una de las Shuhua. ¡Una de las Shuhua! Son un montón. iEl mundo está lleno de mágicas Shuhua!

Me quedé mirando a Hobi para ver si había oído algo de la conversación, pero estaba mirando hacia adelante y seguía corriendo. Creí que Niki me había preguntado sobre Hobi porque tenía ganas de verlo, no porque no quería que lo pescara con una animadora. ¡Tonto de mí!

–¡Taehyung! –me gritó Yoongi al oído.

–Sí, ¿qué pasa?

–Este... Me has llamado tú –me recordó.

–¡Ah, sí! Estamos cerca. Estamos en la esquina de la principal con la Tercera. Deberíamos estar ahí dentro de media hora.

–Genial, creo que siguen con ventaja. Por lo visto, los universitarios están atrapados en alguna ruta perdida.

–Genial. Te llamaré cuando estemos cerca.

–Brutal. ¡Ah, oye!, traen el Enredados, ¿no? –Miré hacia Jk, y luego a Hobi. Tapé el auricular con un dedo y grité:

–¿¡Hemos traído el Enredados!?

Jk dejó de correr. Hobi hizo lo mismo.

–¡Mierda, lo hemos dejado adentro de Zoe! –exclamó Jk.

Destapé el micrófono.

–Yoongi, lo siento, pero hemos dejado el Enredados en el coche.

–Mala onda –soltó con cierto tono amenazante.

–Ya lo sé, es una cagada. Lo siento.

–Volveré a llamarte –dijo, y colgó.

Había pasado solamente un minuto cuando Yoongi volvió a llamar.

–Escucha, hemos votado y, por desgracia, van a tener que volver por el Enredados. La mayoría ha estado de acuerdo en que no los dejaremos entrar sin el juego.

–¿Qué? ¿Quién ha propuesto la votación?

–Niki, Heeseung y yo.

–¡Vamos, Yoongi! ¡Presiona o lo que sea para que nos dejen entrar! Zoe está a unos veinte minutos de caminata, y la nevada sigue. Además, los gemelos Choi están en algún punto del camino de vuelta. ¡Consigue que cambien el voto!

–Por desgracia, el resultado de la votación ha sido tres a favor y cero en contra.

–¿Qué? ¿Yoongi? ¿Has votado en contra de nosotros?

–Yo no lo considero un voto en contra de ustedes –me aclaró–. Lo considero un voto a favor del Enredados.

–¡Me tomas el pelo! –exclamé.

Hobi y Jk no oían a Yoongi, pero estaban mirándome con nerviosismo.

–Yo no bromeo con el Enredados –replicó Yoongi–. ¡Todavía pueden llegar primero! ¡Apúrense y ya está!

Cerré el teléfono para colgar y me tapé la cara con el gorro.

–Yoongi dice que no nos dejará entrar sin el Enredados –mascullé.

Me coloqué bajo el toldo de una cafetería e intenté sacudirme la nieve de las zapatillas congeladas, Jk recorría la calle de un lado a otro y parecía muy nervioso. Ninguno dijo nada durante un rato. Yo seguía mirando al final de la calle para localizar a los gemelos Choi, pero no aparecían.

–Vamos a ir a la Waffle House –dijo Jk.

–Sí, claro –respondí.

–Vamos a ir –repitió–. Volveremos al coche por otro camino para evitar toparnos con los gemelos, recuperaremos el Enredados e iremos a la Waffle House. Si nos apuramos, solo tardaremos una hora.

Me di vuelta hacia Hobi, que estaba a mi lado, bajo el toldo. Él se lo diría a Jk. Él le diría que teníamos que desistir y llamar al teléfono de emergencias para ver si alguien, quien fuera, desde cualquier lugar, podía acudir en nuestra ayuda.

–Yo quiero hash browns –dijo Hobi por detrás de mí–. Las quiero relucientes por el aceite y con cobertura de queso. Las quiero con trocitos de panceta, gratinadas y cortadas en tiras.

–Lo que quieres es a Niki –dije.

Me dio un codazo en el costado.

–Ya te he dicho que no hicieras más bromitas sobre el tema, iDios! Además, no es verdad. Lo que quiero son las hash browns. Eso es todo. No hay más. Tengo hambre, y es un hambre que solo puedo saciar con una dosis de hash browns, por eso vamos a volver al coche y vamos a recuperar el Enredados –Salió caminando con paso decidido, y Jk lo siguió.

Yo me quedé debajo del toldo durante un instante, pero al final decidí que estar enojado con tus amigos es peor que estar enojado sin ellos.

Cuando los alcancé, todos llevábamos las capuchas bien cerradas para protegernos de la fuerte corriente de viento que nos azotaba en la cara a medida que avanzábamos por la calle paralela a Sunrise.

Teníamos que hablar a los gritos para oírnos, y Hobi dijo:

–Me alegro de que hayas decidido acompañarnos.

–Gracias –le contesté.

–¡Sinceramente! –gritó–, ¡las hash browns no valen nada si tú no estás!

Me reí y comenté.

–"Las hash browns no valen nada si tú no estás" era un nombre muy bueno para un grupo de música.

–O para una canción –añadió Hobi, y empezó a cantar onda glam rock, levantó un guante a la altura de su cara y fingió que sujetaba un micrófono imaginario mientras cantaba una intensa balada a capela–. ¡Oh, freiré por ti! Pero ahora lloro por ti. ¡Oh, nena, este plato era para dos! ¡Me has roto el corazón! ¡Estas hash browns no valen nada!  ¡Oooh!, estas hash browns no valen nada, nooo! ¡Estas hash browns no valen nada si tú no estás....


















Ayuda, cómo es que a Yoongi le vale poco el bienestar de sus amigos y pone sobre ellos el Enredados 😭

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