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Una amistad infantil

Una reunión entre las distintas sociedades de numerosos planetas se estaba llevando a cabo en ese momento en aquel planeta alejado de los dominios del Imperio.

Lechi estaba muy atenta a lo que estaban hablando los demás presentes mientras hacía esfuerzos por retener a su hijo pequeño con actitud calmada. El niño era consciente de que su padre y su hermano se habían marchado a pasear por allí diviertiéndose... ¡Y en cambio él tenía que aguantar aquella aburrida reunión de adultos porque su madre se negaba a soltarle de su agarre! ¡Era completamente injusto!
Siguió tratando de liberar su rosada mano, pero lo único que consiguió fue una mirada de advertencia de su madre. Por supuesto, nada parecía indicarle que conseguiría su propósito si seguía actuando de ese modo... Así que se le ocurrió algo que siempre funcionaba.

De un momento a otro, tremendos goterones comenzaron a surgir de sus ojitos mientras fingía hacer esfuerzos por retener el llanto.
Lechi, pese a lo mucho que odiaba ver a sus hijos llorar, sabía que esas no eran más que lágrimas de cocodrilo... Pero el resto de los presentes no pudo evitar enternecerse y animarla a que dejara marchar al niño para que fuera a jugar a los jardines que había fuera del edificio donde estaban reunidos.
-No puedo hacer tal cosa, se convertirá en un niño mimado y eso es precisamente lo contrario a lo que...
-Oh, vamos -una hermosa mujer de verdes cabellos le dirigió la mirada y después la bajó al infante -. ¿Por qué no dejas que se marche? Así podrá jugar con los demás niños... (Cosa que de seguro le vendrá bien, no parece muy sociable) -terminó murmurando.

Lechi frunció el ceño al haber escuchado perfectamente aquel comentario entre dientes. Por supuesto, aquella mujer era conocida por tener una lengua viperina... Y por ser una reina muy estricta, especialmente con su familia.
-Por supuesto, seguro que tiene ganas de irse a buscar con quién jugar... O a marchar en busca de su padre. Y hablando de padres... ¿Qué hay de su marido? Realmente me ha extrañado que haya venido usted acompañada solamente con su hijo.
La gran belleza de la reina se vió afectada cuando ella hizo una desagradable mueca.
-Se ha quedado en palacio, incubando nuestro nuevo huevo... Espero que esta vez sea una niña -dijo con cierto desprecio en la voz mirando a la de tez rosa palo.
Los que estaban alrededor de la hermosa reina se le acercaron ante la noticia de su nueva descendencia. Aquella era la primera noticia que tenían de ello y no querían dejar pasar ningún detalle. Sin embargo, al contrario que la mayoría de los que estaban allí, poco le importaba lo que esa arrogante reina tuviera que decir con respecto a su familia. Estaban allí para idear cómo podían hacer frente a la opresión a la que últimamente se habían visto envueltos por culpa de los planes de King Cold. Lechi no pudo más que suspirar y miró a su hijo, que había dejado de fingir que lloraba y ahora miraba con curiosidad a la de cabellos verdosos.
-¿Los bebés nacen de huevos? -preguntó levantando la mirada hacia su madre.
Ella le sonrió y secó con cuidado los restos de lágrimas de las rosadas mejillas del niño.
-Depende de la especie, cariño.
El pequeño asintió, como afirmando que lo había comprendido... Aunque la realidad fuera que su cabecita era incapaz de hallar una respuesta coherente a lo que le acababa de decir su madre.
-¿Puedo ir afuera? -preguntó entonces mirando con ojos suplicantes, tratando de conseguir lo que inicialmente se había propuesto.
Un suspiro derrotado salió de los labios de Lechi, que finalmente dejó ir a su hijo. Él no tardó mas que unos pocos segundos en salir de allí para llegar a aquellos gigantescos jardines.

Recordó lo que había dicho la reina sobre socializar... Y no pudo evitar echarse a reír. Él lo único que quería era estar a solas para disfrutar de las golosinas que llevaba en los bolsillos y que tanto se había esforzado porque su familia no notara. Estar con los demás niños... Con los que en ese momento pasaban a su alrededor riendo, saltando y gritando... No, gracias. Suficiente tenía con los que tenía que sufrir en el colegio. No le apetecía que ningún otro renacuajo le mirase de forma burlona ni se riera de él. Fuera por la razón que fuese.
-Qué tontería la obsesión que tienen las personas mayores con que hagamos amigos -murmuró de mal humor sacando una de las bolsas de golosinas que guardaba en su pantalón.
Descendió un escalón de la escalinata que comunicaba el edificio con el jardín y se sentó allí mientras observaba el bullicio que formaban los retoños de los demás adultos que conformaban aquel grupo que seguía resistiendo al Imperio.

-Qué tontería -masculló mientras se llenaba la boca de aquellos trocitos de azúcar puro y duro que tenían distintos sabores dependiendo del color.
Sin embargo, en ese momento poco le importaba el sabor... Un muchachito de vistosa piel morada y cabello fucsia le estaba observando fijamente. Y eso estaba haciendo que el pequeño comenzara a sentir cómo sus tripas se revolvían llenas de incertidumbre. ¿Qué quería ese niño? ¿Por qué no le quitaba la mirada de encima?
Sin embargo, poco le duró la duda pues el que le observaba se acercó rápidamente a él y se quedó mirando la bolsa que sostenía... Para terminar arrancándosela de las manos.
-¡Eh! ¡Dame eso, es mío!
-¡Ahora no! -respondió el chiquillo con una sonrisa triunfante y burlona a partes iguales -. Tú no lo necesitas, ¿ves?
Uno de los dedos de aquel niño fue a parar en mitad del abultado vientre del rosado, que en ese momento se estaba arrepintiendo totalmente de haber salido al jardín en lugar de haberse quedado con su madre.
El niño de tez morada seguía carcajeándose a costa del otro... Hasta que sintió algo golpearle duramente la cabeza.
-¿Qué... ?-su mirada se fijó en una piedra que había junto a él y levantó los ojos para mirar a quien fuera que le había agredido -. ¡¿Quién ha sido el gracioso?!
Para su mala fortuna, su agresor le observaba con unos fieros ojos que le advertían que se largara o le lanzaría el resto de piedras que sostenía en sus manos.
El crío salió corriendo tras ver aquellos orbes que parecían darle órdenes directas a su propio cerebro y desapareció de su vista tras unos segundos.

Unos momentos después, cuando no quedaba nadie alrededor, el de afilada mirada se acercó al otro y se inclinó un poco para verle bien la cara, pues él era bastante más alto.
-Ya se ha ido -dijo con voz suave y acto seguido se agachó para recoger la bolsa que momentos antes había dejado caer el otro -. Ésto es tuyo. ¿No es así?
La cara compungida del rosado asintió levemente mientras alargaba las manos para agarrar su bolsa de golosinas.
-Gracias -susurró en un tono casi inaudible.
Sin embargo, su rescatador le escuchó perfectamente y mostró una gran sonrisa arrogante que consiguió arrancarle al rosado una risita entrecortada cuando lo vió.
-¿Estás bien, entonces? -preguntó de nuevo el recién llegado, recibiendo una tímida mirada por parte del otro -. Hay gente así en todas partes. Mi madre también hace ese tipo de comentarios y gestos poco agradables...

Los ojos oscuros del más bajo le miraron ahora con más atención, percatándose de que el que le había sacado de la incómoda situación anterior no era otro que el hijo de la reina estirada, como solía llamarla su madre. Sin embargo, él no sabía los nombres de ninguno de ellos de modo que decidió no preguntar siquiera... Prefería quedarse con la duda a que le tomaran por tonto.
De repente, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el chico de cabello verde sacó de debajo de su ropa una bolsa transparente en la que pudo observar varias galletas.
-Yo también he traído comida a escondidas... -susurró con una sonrisa -. Mi madre dice que no debo comer galletas de ningún tipo porque perjudican mi belleza, pero yo creo que es una tontería y que solo dice eso para no darme el capricho.

El de piel rosácea se quedó con la vista fija en la bolsa y asintió despacio. Esas galletas tenían un color que no había visto antes en ninguna otra galleta así que, inspirando profundamente para darse valor, señaló con un dedo la bolsa y preguntó cuál era su sabor.
El príncipe hinchó el pecho, orgulloso de haber captado su atención, y sacudió la bolsa frente a sus ojos.
-¡Son de naranja! ¿Nunca las has probado? -exclamó con cierta emoción.
El otro negó con la cabeza, consiguiendo que una idea estupenda se le ocurriera al de cabello verde.
-¿Qué te parece si hacemos esto? Yo te doy a probar mis galletas si tú me das unas pocas golosinas.

Los ojillos negros del más pequeño brillaron con emoción y miró con verdadera ilusión el rostro del otro, encontrándose con unos orbes en los que no se había fijado hasta el momento y que parecían estar hechos de oro líquido.
Ambos se sentaron en la escalinata y compartieron sus provisiones, en un agradable ambiente en el que las palabras eran sustituidas por miradas de agradecimiento, interés y alegría.

Cuando terminaron con el contenido de ambas bolsas, el príncipe se quedó mirando el extenso terreno que formaban aquellos jardines y entonces decidió hablar con su compañero de festín.
-A veces te hacen y dicen cosas muy crueles...  Lo que yo hago cuando me ocurre eso es ignorarlos. O, si estoy harto, les respondo con un... Mmmhhh... Creo que mi madre lo llama "comentario afilado". Así se sienten ofendidos y te dejan en paz.
Dirigió sus ojos al rostro del otro, que le miraba con claras dudas.
-Yo no sé hacer eso.
El pequeño príncipe le miró atento durante unos segundos y volvió a sonreír.
-¡Entonces diles la verdad! Los comentarios demasiado honestos suelen doler.
-Pero... ¿No se supone que decir la verdad sirve para ayudar a los demás?
-Depende. Creo que es puedes hacer ambas cosas: ayudar y herir.
El rosado frunció el ceño poco convencido, pero antes siquiera de tener la oportunidad de preguntarle cómo podía diferenciar ambas cosas, una mano le agarró del brazo instándole a que se levantara.
-Ya volverás a ver a tu amiguito en otro momento, cariño. Debemos marcharnos.

Ambos infantes se quedaron con la palabra en la boca, siendo únicamente capaces de gritar un "¡Adiós!" tras los que desaparecieron el uno de la vista del otro.









Esa fue la única vez que se vieron por mucho, mucho tiempo... Llegando al punto de que aquel recuerdo se distorsionó de modo que fueron incapaces de recordar el aspecto del otro.
A pesar de todo, cuando volvieron a encontrarse en el comedor de la gigantesca nave espacial de su nuevo señor, ambos pudieron sentir una extraña sensación de calidez que les atraía hacia el otro; volviendo a conocerse y a conectar de nuevo, conformando el principio de su gran amistad.

16-05-2020
1846 palabras

Wow. Cuando llega la inspiración es genial xD llevaba queriendo escribir esto desde hacía meses y por fin me asaltó la inspiración y lo he escrito en menos de un día!!

En fin, qué os ha parecido? Os ha gustado el verdadero primer encuentro entre estos dos? 🤭
No es un AU, sino un fragmento del pasado que ambos comparten en Maldades que se entrecruzan... Y que no sabía dónde demonios incluirlo y por eso lo pongo aquí xD

Os dejo el dibujo por aquí 😉


Y... La madre de Zarbon. Es de un doujinshi que encontré en Tumblr

Por cierto!!! La portada me la ha hecho NaturaWolf y me encanta cómo ha quedado 🥰🥰🥰

Pues nada, gente! Espero que lo hayáis disfrutado! Hasta otra!

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