La canción del olvido
Comisaria de Ciudad del Este
Un enorme grupo de amigos, ocupaban una celda de la comisaría del pueblo. Los cargos eran, causar disturbios callejeros y realizar un espectáculo de circo, sin los permisos solicitados. Por otro lado, la voz furiosa de un hechicero negro, se escuchó por todo el lugar, mientras se aferraba con todas sus fuerzas a los barrotes de la celda.
-¡EXPLÍCAME OTRA VEZ MUCHACHO! ¿CÓMO FUE QUE TERMINAMOS AQUÍ?-
Exigió saber nuevamente a su aprendiz, el porque todos ellos se encontraban allí.
-Ya le dije, maestro. Los cargos según el alguacil fueron... Producir disturbios callejeros y realizar un espectáculo de circo sin autorización- contó con sus dedos, mirando a su tutor de hechicería que le daba la espalda -Y eso maestro, que no sumaron los cargos de desacato a la autoridad. Usted y el señor alquimista de acero, realmente, dieron una buena pelea-
Explicó con monotonía. Era verdad, el hechicero negro y el alquimista, habían luchado codo a codo para que no los llevarán detenidos. Fueron necesarios dos escuadrones de policías para poder someterlos. Terminando ambos con contusiones menores y laceraciones por todo su cuerpo.
-Eso ya no importa, Majic- apoyó su cabeza en los barrotes -Lo que realmente importa aquí es, ¿¡Quién rayos nos va a sacar de este maldito lugar!?- sacudió las rejas con fuerza -Por cierto, ¿Alphonse todavía no despertó?-
En el fondo de la celda donde todos estaban, se podía observar el cuerpo de un joven rubio y fornido, inconsciente, desde hacía unas cuantas horas.
-No, maestro. Le dieron un golpe muy duro ¿Creé que esté bien?- observó a su amigo preocupado, acercándose a él -Lleva inconsciente varias horas-
-No lo sé, Majic-
Recorrió a todos los presentes con la mirada. Parecía que los únicos que deseaban salir de ese lugar, eran Edward y él, eso lo enfureció todavía más. Ya que, las dos rubias junto con la hechicera, jugaban a las cartas, el vidente, se encontraba meditando en un rincón ignorando su entorno y el cazador, estaba sentado con una bella alquimista dormida sobre su regazo.
Cuando la mirada de él se detuvo en ese hombre que fue el causante de toda su amargura y sufrimiento, su irá incremento, mucho más.
-¡OYE! ¡TÚ! ¿¡NO PIENSAS HACER NADA PARA SACARNOS DE AQUÍ?!- reclamó con ganas de querer matarlo -¡TÚ FUISTE EL QUE NOS CONVIRTIÓ A NOSOTROS EN UNOS FENÓMENOS DE CIRCO E INVENTÓ TODA ESA MALDITA BASURA! ¡TÚ FUISTE EL CAUSANTE DE TODO ESTO! ¡NO LO OLVIDES!-
Gritó colérico y con ojos en llamas al cazador frente a él.
-¡Dejame en paz, hechicero! ¡No puedo hacer nada, al igual que tú!- respondió, abrazando a la chica que se removió incomoda y despertó de golpe, por los gritos de ese hombre -Al menos, antes de entrar aquí nos divertimos un poco, ¿No crees? De todo lo que hice, no me arrepiento de nada-
Tomó el rostro perdido de la joven entre sus manos y la besó en la frente para tranquilizarla, se había asustado por tanto griterío. Ella sonrío y se incorporó fregando sus ojos, dirigiéndose hacía sus amigas.
-¿¡A ESO LE LLAMAS DIVERSIÓN!? ¡TU HACIENDO EL PAPEL DEL MAESTRO DEL CIRCO Y NOSOTROS PASANDO LO PEOR!- caminaba de un lado a otro, vociferando al infinito -¡TÚ NO SABES CUANTOS NIÑOS ESTUVIERON ENCIMA DE MI DICIENDO! ¡HAS LA MAGIA! ¡HAS LA MAGIA!- arremeda como niño chiquito -¡SOY UN HECHICERO NEGRO! ¡MALDITA SEA! ¡NO UN ESTÚPIDO MAGO!-
-¡Ya basta, Orphen! ¡Peleando entre nosotros no saldremos de aquí!- exclamó su novia, cansada de su actitud, interrumpiendo el juego con sus amigas -¡Tranquilízate! ¡Si sigues comportándote de esa manera, no vamos a salir nunca de este lugar!- lo apuntó con su dedo, furiosa -¡Que es lo que todos nosotros queremos! ¡Cállate!-
-Bien. Me calmaré...pero no...-
-Y no te molestes en decir que estoy defiendo a Keilot- interrumpió su posible réplica -Simplemente, no quiero que Leki lance mi furia sobre tí-
Todos mantuvieron un silencio incómodo después de eso. Por otro lado, Alphonse despertaba de la inconsciencia y Edward ingresaba a la celda acompañado de un policía, el cual se marchó, después.
-¡Hermano! ¿Qué fue lo que paso?- tocó su cabeza, confundido -¿Otra vez estamos en prisión como en Briggs?-
-Si, Al. No te preocupes, ya mañana nos iremos de aquí. Tan sólo es pasar una noche tras las rejas- se sentó junto al malhumorado hechicero -Chicas, arregle con el alguacil que ustedes pueden irse esta noche- ninguna de ellas respondió -¡Chicas! ¡Les estoy hablando!- ellas, simplemente, lo ignoraron, ya que estaban esperando que Gaia comenzara con las clases de violín con Dea, después de su siesta -¡Oigan! ¡Ustedes cuarteto de...!- se acercó, furioso -¿Qué es eso?-
Preguntó con curiosidad queriendo ver lo que hacían.
-¡LARGATE DE AQUÍ, ED!-
Gritó su novia y la alquimista, lo apartó de un empujón y lo pateó con fuerza en la espalda. Él se marcho maldiciendo entre dientes, dejando a las chicas con sus clases en paz. El tiempo transcurrió lento y las clases estaban causando dolor de cabeza en los demás. El sonido de ese instrumento, era espantosamente irritante.
-¡ESTO ES IMPOSIBLE!- exclamó, mientras le devolvía el violín a la hechicera -¡Quédatelo! ¡No quiero que esa maldita cosa se vuelva a acercar a mi! ¡Lo quiero lejos!- se cruzó de brazos y se encaminó a sentarse junto al cazador, que la abrazó y la besó en la mejilla para tranquilizarla -¡Maldita porquería!- murmuró.
Leki se acercó a ella para consolarla también. Al verlo, lo abrazó, para luego sentarlo en su regazo. Por otro lado, la hechicera reía a carcajadas de la desgracia de su amiga, acercándose al vidente con una sonrisa.
-Es realmente mala, ¿No creés?-
Le preguntó y él asintió con una sonrisa
-Si, si que lo es- ambos rieron.
-¡Oigan! ¡Puedo escucharlos desde aquí!-
Les advirtió, apuntándolos y ella, le sacó la lengua con burla.
-Dea, toca la canción de cuna de la otra vez, por favor-
Pidió su amiga con su cabeza apoyada en el regazo del hechicero negro.
-No lo sé, Cleo. Tú sabes como me afecta tocarla- puso ojos de cachorro ablandando el corazón de ella - Está bien, pero sin letra, sabes que no canto-
-Que lastima...Gaia canta muy bien, podría ayudarte con eso-
Mencionó la mecánica, haciéndose la tonta.
-¡WINRY! Te advertí que no dijeras eso. Es bien sabido por ustedes tres, que yo no canto en público-
Reclamó, avergonzada, besando al cachorro que se restregaba en su rostro.
-¿Por qué dices eso, Gaia?- regañó el joven alquimista -Win tiene razón chicos, ella canta muy bonito, ¿No es cierto, hermano?-
El nombrado asintió a su pregunta.
-Para ser un monstruo, canta bastante bien-
Afirmó, mirando diabólicamente a la chica frente a él.
-¡Pudrete! ¡Enano transmutado!- dijo ella.
-¡Hoy no me apetece, maldita alquimista golpeadora!-
Como si los dos estuvieran solos en esa celda, una pelea épica de insultos se produjo entre ambos. Hasta que Winry con una llave inglesa en su mano, se paró de manera amenazante entre los dos, calmando la tempestad.
Siguiendo el principio de que la música tranquiliza a las fieras, la hechicera, posicionó el violín en su lugar y comenzó a tocar una dulce, pero melancólica melodía, para todos ellos.
Un dolor punzante atravesó la cabeza de la alquimista en ese momento, sumergiéndola, en el profundo recuerdo de la letra de una canción que, había olvidado hace mucho tiempo atrás. Una canción en el olvido. Inconscientemente, comenzó a cantarla en voz alta. Su idioma era incomprendido para todos, pero aún así, estaban sorprendidos por su hermosa voz. Al igual, que una bellísima hechicera al borde del llanto y que por nada del mundo, iba a dejar de tocar.
Temblaba como una hoja y la miraba, atónita. La había encontrado, al fin la encontró. Era ella, Gaia era su hermana, solo las dos conocían la letra de esa canción. Orphen tenía razón y ella también. Dentro de su ser sabía y presentía, que esa joven amestrisana era su hermana.
Cantaba la canción con su dulce voz de ángel, como siempre lo hizo, llena de ternura. Arrullaba y abrazaba a Leki con tanto amor, que el cachorro comenzó a dormirse. Ella tenía ese don, era como la madre naturaleza encarnada, podía cuidar y arrullar a todos con solo su canto.
-Hmmmmmmm, hmmmmmmm, oooooh-
Finalizo la melodía y también la letra junto a ella. Ninguno de sus compañeros hablaba, todo era silencio. Lo único que hacía, era mirarla como si fuera un espejismo, que si se acercaba demasiado, desaparecería.
Diez años buscándola y estaba allí, a unos metros de ella. Aunque podía ver que en su rostro algo la perturbaba, tenía una expresión de duda y dolor, constante.
-Gaia- le habló el cazador, preocupado, acariciándole el rostro -¿Qué tienes?-
-No lo sé, me duele aquí-
Respondió confundida, tocándo el lado derecho de su cabeza. Ese era el pie que necesitaba para acercarse, dejando caer el violín y el arco de sus manos.
-¿Gaia?- se arrodilló delante de ella, tomando su mano -¿Te sientes un poco mejor?- asintió confundida.
-Me duele aquí- afirmó lo mismo que hace unos minutos -Pero en un momento pasará- respiró profundo y exhaló todo el aire que tenía, como para poder continuar -Acabo de cantar una canción, ¿No es así?- interrogó, ruborizándose.
-Si, así es y fue muy bonita- apretó su mano con fuerza -Cantaste muy bien ¿Recuerdas quién te la enseñó?-
Indagó ilusionada, esperando que dijera algo importante sobre ambas.
-No lo sé, cuando empezaste a tocarla, el recuerdo de una niña y un violín, insistiendo que cantara llegó a mi memoria- tocaba su cabeza, perturbada -Después, la letra por si sola llegó a mi mente, ¿No es extraño?- preguntó mas perturbada que antes.
-No tanto- contestó igual que ella.
No sabía que decir, no sabía como empezar. Una mano delgada se apoyó en su hombro, apretándolo, suavemente. Miró suplicante a su portadora, que asintió para que continuará.
-Gaia, podrías decirme, ¿Cómo llegaste con tus padres a Amestris?-
La pregunta la consternó, pero hablo normalmente.
-Claro, en realidad, yo llegué a ellos...Me encontraron inconsciente en la playa de Dublith, cuando tenía diez años, ¿No te lo había contado?- ella negó, rotundamente -¿Qué extraño? No es algo de lo que me molesté hablar- divagó un poco, antes de continuar -Bueno, como yo era lo más parecido a una hoja en blanco que solo recordaba su nombre, decidieron adoptarme como su hija, dándome su apellido-
-Es una linda historia, ellos deben amarte mucho, ¿No es así?-
-Si, así es- sonrió al recordar a sus padres -Ellos no podían tener hijos propios y cuando llegué a sus vidas, llené ese vacío sin quererlo- miró a su amiga a los ojos -Me encantaría que los conozcas-
Mencionó, ilusionada. Ella sonrío, por supuesto que los conocería, les debía mucho.
-¡Me encantaría!- confesó con sus ojos brillosos -¿Puedo hacerte una última pregunta?- ella asintió con fuerzas renovadas -Bien, ¿Tú tienes un lunar muy particular en el omóplato derecho?-
-¡Si! ¿Cómo lo sabés?- inquirió emocionada.
-Porque yo también tengo uno- afirmó, dulcemente -Mi madre y mí hermana también lo tenían, es como algo de familia, ¿Sabés?- esas palabras la impactaron un poco, pero decidió ignorarlo -¿Te puedo contar una historia?-
Preguntó con ilusión. Ella no iba a negarse a tal privilegio.
-Claro, ven sientate-
Los amigos de ambas se alejaron para darles privacidad. Pero de todas formas, se encontraban expectantes a todo lo que ellas hablaban, en especial, un atractivo cazador y un apuesto vidente.
-No, no, aquí estoy bien ¿Estás lista?- asintió, sonriendo -Décadas atrás, los dioses, la vida y el destino, decidieron que nacieran dos pequeñas niñas que hicieron inmensamente felices a sus padres- su mirada estaba pérdida en la nostalgia -Ellas eran hermanas, ¿Mencioné que eran gemelas?-
Esa historia sería genial, tenía un inicio muy entretenido.
-No, mi querida amiga hechicera, no lo hiciste-
Contestó riendo por la excelente narración de ella.
-Pues, lo eran y habían nacido con un extraño lunar en el omóplato derecho, que compartían con su madre- ambas tocaron su hombro de manera inconsciente -Ellas vivían con sus padres, al otro lado del mundo y hablaban un idioma extraño e inentendible para otras tierras así, como el de tu canción- Se detuvo un minuto. Parecía que, estaba pensando cada oración antes de decirla -Mientras iban creciendo, su padre decía que eran como el día y la noche o como las dos caras de una misma moneda. Eran tan distintas, pero tan iguales a la vez- apretaba con fuerza sus manos -Aun así, ellas se adoraban y se querían tanto, que realizaron un pacto para morir juntas, el mismo día, cuando llegará-
-¡Eso es maravilloso! ¡Me hubiera encantado tener una hermana así!-
Exclamó ilusionada ante la idea de tener una hermana que también sería su mejor amiga.
-A mi también- su voz se quebró y su labio inferior tembló, pero aún así, continuó, después de agachar la mirada y tocarse el puente de la nariz -Lo siento...- tragó saliva y suspiró -A una de ellas le encantaban los animales, los cuidaba, los arrullaba y les cantaba una hermosa canción de cuna- miró al pequeño dragón oscuro y lo acarició -Mientras que a la otra, sus padres le habían regalo un hermoso jardín de flores, que podía cuidar ella misma y en donde podía tocar el violín-
Su historia era tan hermosa y a la vez, tan familiar para ella, que la perturbada de algún manera inexplicable.
-¿Y qué mas pasó?- preguntó, interesada.
-Bueno, un día cuando ellas estaban por cumplir los diez años, sus padres decidieron hacer un viaje hacia tierras lejanas- entrecerró sus ojos, podía verlo en su mente -Una de esas tierras era Amestris, la cuna de los alquimistas de los cuales su padre descendía. La otra, era Keisalhima, la tierra de la magia y la hechicera, de donde era su madre. El viaje en el océano había sido tranquilo y sin ningún problema- respiró profundo, como tomando valor -Pero esa suerte, en un momento, cambió -
-Ya no me gusta esta historia-
Expresó con miedo, esperando lo peor, pero quería escucharla hasta el final.
-¿Quieres que me detenga?- dijo preocupada.
-¿Qué? No, quiero oír el final, fue sólo un decir- negó, decidida.
-Bien, el día en el que las gemelas cumplieron diez años, una horrible tormenta azotó el mar, pero era algo que el capitán del barco podía manejar- sus manos temblaban, aún aferradas a las de ella -Pero lo que no pudieron evitar fue, el ataque de un horrible ser de ojos rojos. Provocando que el barco se hundiera, llevándose el alma de sus padres hasta el fondo del mar-
-¿Y qué pasó con ellas? ¿Qué pasó con las niñas?-
No pudo evitar preguntar, llorando en silencio. Lloraba tanto que dolía y no entendía el porque.
-¡Sobrevivieron! Pero el mar las separó...Por diez largos años... Las separó- limpió sus lágrimas. Ella también lloraba -Por diez largos años...No se volvieron a encontrar-
Se lanzó a sus brazos, necesitaba abrazarla. Necesitaba de su abrazo. Necesitaba de ella.
-Esa historia es muy triste- dirigió sus ojos a sus compañeros que estaban conmovidos -¿Cuál es su final? ¿Se volvieron a ver?-
Indagó, abrazándola, más fuerte que antes.
-No lo sé...Tú dime-
Respondió limpiando sus lágrimas por última vez, mientras ella cerraba sus ojos, imaginando el final. Al hacerlo, millones de imágenes llegaron a su mente... Dos niñas....Un violín...Un jardín...Una marca...Un nombre...Dea...Una hermana...Un barco...Todo volvió a su mente como una gran ola...Ella era Gaia Fleming.
-Yo soy Gaia- susurró abriendo sus ojos de golpe -Yo soy Gaia Fleming y tú eres mi hermana-
Habló en voz alta. Ella asintió llorando, desconsoladamente, abrazando a su hermana con todas sus fuerzas. Al fin estaban juntas, otra vez.
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