Epílogo IV: Mi pequeña luna
-Gaia, ¿Qué hacemos aquí?-
Preguntó a su hermana junto a ella. Se encontraban sentadas en la sala de espera del hospital, para que el doctor de guardia, las atendiera.
-No me lo preguntes a mi- su cara estaba muy lastimada. Tenía raspones y golpes del lado derecho -Keilot y nuestros padres, nos obligaron a venir aquí-
Habló por lo bajo, su novio, buscaba un doctor alrededor y podía oírla. Miró sus manos que, también estaban lastimadas
-Ellos tienen razón, hermanita- la miró a la cara -Ese conductor te lastimó mucho-
Le apartó el cabello que tenía sobre las heridas.
-No tanto, fue sólo un golpe- cada vez que hablaba, sentía mucho dolor -Keilot casi lo mata, fue aterrador para todos. Sus compañeros de trabajo, no podían controlarlo-
-Es el poder del alfa- contestó su hermana y apoyó su cabeza contra la pared -Por suerte, se calmó cuando comprobó que estabas bien- tomó su nariz entre sus manos -¿¡Otra vez esto!?- había comenzado a sangrar -¿¡Qué me ocurre!?-
-Tranquila- le entregó un pañuelo para controlar la hemorragia -Mamá y papá dicen que es tristeza- sonrió delante de ella -Pero la tristeza no causa hemorragias nasales, gripa e inapetencia- acomodó el hermoso cabello de su hermana -Creo que es un virus o alguna enfermedad rara que contrajiste en el barco-
-Espero que no sea nada grave- contestó gangosa y haciendo un gesto extraño con su rostro -Hace unos días... Volví a escribirle a Lai-
-Lo sé, te escuché llorar en la noche mientras lo hacías- aseguró -Pero él no contestó, ¿No es así?- negó, entristecida.
-Quiero saber como está, como se encuentra y además...- tragó la tristeza en su garganta -Le escribí para decirle que estoy bien y que en unos meses, trabajaré de maestra en la escuela primaria, como tanto quería- limpió una lágrima que escapó sin querer -Pero a él, no le interesa-
Sus palabras eran tan tristes, que no sabía que decir. Por otro lado, su novio se acercaba con un doctor muy joven y apuesto que, miraba intensamente a las muchachas, pero sobre todo, a la hechicera sentada en la banca. Él era un hombre llamativo, no era atractivo como Keilot, pero tenía su encanto por su cabello color caramelo y ojos grisáceos con pinceladas avellanas. Se podía apreciar que era de familia acomodada, por sus ropas y porte masculino bien cuídado.
-Bien- indicó el cazador y se detuvieron frente a ellas -Aquí están...- señaló a ambas.
-Hola, Alen- saludó alegre a pesar del dolor en su rostro. Ella y ese joven, habían asistido a la primaria juntos -¿O tengo que decirte Doctor Ayerdi ahora?- él negó con la cabeza divertido.
-¡Gaia!- la regañó su hermana, como era su costumbre -¡No seas insolente, es un doctor!-
-Y que...- se defendió -Yo soy una alquimista hiladora de vidas, es casi lo mismo, ¿No?-
-¡Cállate! ¡Y entra!-
La empujó su novio a entrar al consultorio, mientras esperaban al doctor.
-Lamento eso, doctor-
Miraba a su hermana y cuñado discutir dentro. Era una discusión un tanto extraña, reían al hacerlo.
-No hay cuidado- dijo él, mirando el pañuelo que ella tenía en su mano cubierto de sangre -¿Esa sangre es tuya o de tu hermana?- señaló con su dedo.
-Es mía- contestó mirando el objeto en su mano -Hace un par de semanas que he tenido hemorragias nasales continuas-
-Bien- respondió mirándola con duda -Cuando tu hermana salga, entrarás tú- ella volvió a tomar asiento -Por cierto, tú puedes decirme Alen, si quieres- comentó antes de entrar.
- Está bien- suspiró cansada. Los hombres siempre hacían eso con ella -Soy Dea- él asintió y cerró la puerta.
-De ninguna manera...- contestó seria, mientras el doctor limpiaba su rostro -No tienes ética profesional y mucho menos, moral- agregó en el mismo tono.
-Gaia, comportarte-
Dijo su novio, que la miraba sonriendo, apoyado en la pared con sus brazos y piernas cruzadas.
-Silencio, cazador- levantó una mano para hacerlo callar. Él odiaba que lo llamara así -Es un asunto entre él y yo- señaló al doctor y a ella misma.
-Y tu hermana- acotó divertido el susodicho -Consígueme una cita con ella, Gaia- rogó casi terminando con su trabajo.
-¡No!- negó con determinación -¿Qué les pasa a los hombres de esta ciudad?- comentó a la nada -Ven a un hechicera y ya se enamoran de ella, ¿Qué les sucede?- miró a su novio -Ni que fuera una sirena-
-Amor, las sirenas no existen-
Indicó él y le lanzó un beso, burlón.
-Eso es lo que tú creés- puntualizó -¡Dea!-
Gritó y ella ingresó como una bala sin golpear.
-¿Qué sucede, hermanita? ¿Estás bien?- se acercó a ella, preocupada.
-Es horrible...- el doctor le revisaba las extremidades buscando fracturas -Keilot dice que las sirenas no existen-
Lo señaló y ella gritó con horror, cubriendo su boca con ambas manos.
-¡Claro que existen!- contestó segura -¿¡Qué clase de cazador eres tú!?- reclamó.
-Un alfa-
Contestó irónico y ella, entrecerró los ojos ante su retorica, sin respuestas.
-Idiota- lo insultó.
-Tonta- le devolvió el insulto.
-Basta- advirtió la chica en la camilla con su dedo, callandolos -¿Y bien, Alen?-
Su hermana se acercó al cazador y él la abrazó por los hombros, al verla muy pálida y tambaleante. Le había prometido a su amigo, que cuidaría de ella en la última carta que le envió hace unos días. Un alfa protege a los suyos.
-Doctor Ayerdi para ti- aclaró y ella, bufó -Ya puedes irte. Estas bien, tan sólo, fue un gran golpe- aseguró.
-¡Ja! ¡Te lo dije!- acotó sonriente, bajando de un brinco de la camilla -¡Págame, Keilot!-
Extendió una mano hacia él, que deposito billetes murmurando entre dientes.
-Te advertí que no apóstaras contra ella- sonrió, mirando a su hermana y apoyada en el hombro de él -A veces creó que es una vidente en vez de una alquimista-
Su sonrisa desapareció, al ver la imagen de ese hombre en su mente.
-Él esta bien- murmuró su cuñado besándole el cabello -Está un poco amargado, pero está bien- comentó y ella, asintió.
-Bueno, preciosa- mencionó el doctor. La cara de ella, fue peor que antes. Lai siempre la llamaba así -Ven, siéntate- señaló la silla delante de él -Cuéntame, ¿Qué sucede contigo?-
Ella se acercó incomoda al escritorio, mientras su hermana y Keilot, la esperaban fuera.
-Bien, desde que llegue aquí...- colocó sus manos en el escritorio -He tenido hemorragias nasales, gripa y repulsión a ciertos alimentos, como la carne, por ejemplo-
El doctor anotaba los síntomas en una pequeña ficha.
-¿Algo más?- ella negó con la cabeza -Me refiero a, ¿Desmayos, fiebre, alergias?- volvió a negar, mientras pensaba.
-Si, ingiero dulces a todas horas- comentó iluminada -Pero creo que no es importante- sonrió.
-Todo es importante, preciosa- acotó serio, mirándola a los ojos -Por el momento, no podría decirte que es lo que tienes, exactamente- ella era tan hermosa, que tenía miedo de dar un falso diagnóstico, al estar impactado por su mirada de hechicera -Pero para estar mas seguros, haremos unos exámenes de sangre, ¿Está bien?-
-Si, no hay problema-
-Perfecto- la analizó con la mirada -No es normal que estés tan pálida, tú piel es un poco más oscura que la de Gaia- la invitó a sentarse en la camilla para comprobar sus signos vitales -Tu corazón y pulso, se encuentran bien- le abrió los ojos para verlos bien -Tienes ojos muy hermosos, además-
-¿Es todo, doctor?- carraspeó incomoda por su cercanía.
-Alen- Seguía con su mano en el rostro de la joven -Y si, ya es todo- se separó, nervioso -En unos momentos, vendrá una enfermera a sacarte sangre para los análisis- anotó algo en un pequeño papel -Mañana a primera hora, te quiero aquí, para ver los resultados- acomodó su estetoscopios en su cuello y abrió la puerta, mirándola -Fue un placer conocerte, Dea- ella asintió -Voy a seguir con mis rondas, hasta mañana-
-Adiós, doctor- apretó sus labios, no iba a llamarlo por su nombre -Gracias- él salio de allí con una gran sonrisa -Odio esto...- murmuró, tapando su rostro -Culpa tuya soy una hechicera, mamá- murmuró entre dientes.
-No es tan malo como parece, hermanita- se sentó a su lado en la camilla -¿Qué se siente ser hermosa y admirada por los hombres?- preguntó con gracia.
-Se siente horrible-
Contestó frustrada, mirandola de reojo y su hermana, rió con ganas. Aunque era tan atractiva como ella, su forma de vestir y manejarse por la vida, no atraía a los hombres para nada. Tan sólo, llamaba la atención de un cierto grupo de ellos, como pasó con su actual novio, que la adoraba por ser tan única.
-No puedes quejarte, amor- sonrió, divertido. Ella era tan graciosa, hasta en los peores momentos - Estás comprometida con uno de los hombres más populares del momento- indicó con galanura.
-Ni que fueras la gran cosa- respondió sin interés.
-Tú me pediste matrimonio-
Mencionó apoyado en el marco de la puerta, mirándola.
-No es cierto- miró a su hermana -No creas nada de lo que él dice- lo apuntó con su pulgar -El poder del alfa se le subió a la cabeza-
-¿¡Qué dijiste!?- él se acercó a ella, amenazante.
-Lo que escuchaste, cazador- lo tomó del cuello de su chaleco -¿Quieres pelear?- la sonrisa de ese hombre, era gigante.
-Siempre-
La besó en rostro repetidas veces, mientras ella, intentaba apartarlo.
-Me dan asco- se estremeció junto a ellos -El amor que ustedes se tienen, es muy extraño, parecen amigos-
-Tú, callate. Eres la menos indicada de hablar de amor aquí- su hermana la empujó con gracia -Hola, Cynthia- saludó a la enfermera al entrar -Voy a tener que dejar de conocer personas, ¿No creén?- todos asintieron -Vamonos, Keilot. Hay agujas y jeringas en este lugar-
-¡Cobarde!- le gritó ella al salir.
-Tú hermana siempre fue una loca- esa jovencita de cabello castaño y mechas rosas, era muy bonita -Pero es brillante para la biología y las ciencias- ató un elástico en brazo de la muchacha en la camilla -Sin su ayuda, nunca hubiera sido una enfermera- clavó una aguja con cuídado en la piel de ella -Además, no sabía que tenia una gemela-
-Ella tampoco- dijo, apretando la herida con un pequeño algodón -Nos reencontramos en un festival en Keisalhima, que asistieron con Keilot-
-Eso tiene mucho sentido- acotó y colocó la sangre en un pequeño tuvo de vidrio -La historia de como llegó aquí, es increíble...- rememoró la llegada de la alquimista tierras -Fue traída por el mar- asintió al recordarlo -Siempre nos pareció tan extraño, porque aquí, en Dubltih, no hay puerto-
-Si, por suerte, están construyéndolo- se incorporó -Dijeron que la obra tardaría, al menos, unos dos años-
-Si, así es- afirmó la otra joven -Bueno, hechicera- comentó sonriendo y ella, la miró extraño. No recordaba haberse presentado -No te sorprendas, el doctor Ayerdi llegó hablando de ti a la enfermería- Se removió incomoda -Mañana tendrás los resultados de tus exámenes, ¿Si?-
-Perfecto. Hasta mañana, Cynthia-
-Adiós, Dea-
La despidió y ella salió del hospital, con su hermana y su cuñado.
La mañana había llegado y ahora se encontraba frente al doctor Ayerdi que leía los exámenes, sin ningún tipo de emoción en su rostro.
-Dea...- dejó el papel sobre la mesa -¿Podrías decirme cuando fue tu último período?- entrelazó sus dedos sobre la mesa y ella, enrrojeció -Soy doctor, no tienes porque avergonzarte-
-No lo recuerdo- miró hacia la nada -La última vez, fue antes de que viajara a Cuidad del Este en Keisalhima- pensó un poco más -Cerca de dos meses- aseguró pérdida.
-Comprendo- anotó la fecha en la ficha técnica de la chica -Veras, los síntomas que tú tienes, son normales para una mujer que está embarazada- declaró como todo un profesional -Felicidades- mencionó serio -Tu esposo estará feliz por la noticia- ella ahogó un suspiro.
-No tengo esposo- respondió impactada -¡Maldita sea mi suerte!- tomó su cabeza entre sus manos, bajando la mirada -¿Qué voy hacer ahora?- murmuró entre ahogos por el llanto.
-¿Eres soltera?-
Preguntó sorprendido y ella asintió, limpiando sus lágrimas.
-¿¡Qué está pasado aquí!?- su hermana, abrió la puerta de golpe, al sentir una angustia horrible en su pecho -Hermanita...- se hincó junto a ella -¿Qué ocurre?- preguntó preocupada.
-Estoy embarazada- respondió con la voz rota -No puedo con esto, Gaia- su hermana la abrazó con fuerza, consolándola.
-Sé que no tendría que decirte esto...- el doctor se incorporó y caminó hacia la puerta -Pero, si no quieres a esa criatura, hay una manera de deshacerte de ella...- cerró la puerta del consultorio -Pero es demasiado caro-
-¡Cierra la boca! ¡Que no ayudas en nada!- la recién llegada, lo mandó a callar. Lo que dijo, era una abominación -Escúchame bien, Dea- limpió las lágrimas de su hermana -Lo que está ahí adentro, es tu hijo. Lo más bonito que te pudo haber regalado la vida- sonrió maravillada -Y lo único que nacerá para amarte de verdad- la escuchaba emocionada -Y sabés que más...- sus ojos brillaban por las lágrimas que no quería soltar -Es lo único, que en esta vida, te une a Lai-
Ella la abrazó y lloró desconsolada. Tenia razón, esa criatura que crecía en su interior, era el único recuerdo que tendría de él, de ese gran amor, que no pudo ser.
-Tienes razón- se separó de ella -Tú me ayudaras, ¿Verdad?- su hermana asintió -No sera fácil, pero lo criaremos juntas-
-Si- la ayudó a incorporarse -Gracias, Alen- entrelazó su brazo con ella.
-Adiós, doctor- él las observó en silencio.
-Dea... Espera- la nombrada, volteó -En una semana, te espero aquí para control, ¿Esta bien?-
-Si, aquí estaré. Adiós-
Ambas salieron del hospital, sin pronunciar una sola palabra, caminando hacia su casa.
-¿Que harás con Lai?-
Preguntó, sin soportar la situación.
-No lo sé- contestó mirando al cielo -Es obvio que él no quiere saber nada de mi- tocó su vientre -De nosotros...- corrigió.
-Nosotras...- aseguró. Juntó sus manos y las apoyó en su hermana -Creo que es una niña-
Sonrió. Tenía el nombre perfecto para ella.
-Eso espero...- dijo con emoción -Ella sera mi pequeña luna... Mi luz en la oscuridad...- rió, aunque lágrimas cayeron de sus ojos -Mi pequeña Eyra-
La alquimista la abrazó y siguieron caminando juntas, para contarle la noticia a sus padres. Estaban seguras que les impactaría, pero después de todo, amarían a esa criatura.
"Bestias de Ensueño, un libro mágico y ancestral, que te llevará a los límites de tu imaginación y te adentrara, en el mundo de las criaturas mágicas. Escrito durante siglos, por viajeros, aventureros y cazadores, poseedores de él. Sirenas, genios, elfos y dragones, entre otros seres, se encuentran descritos en sus páginas..."
-¿Escuchaste eso, hermanita?-
Preguntó, sumergida en el prólogo y leyéndolo en voz alta.
-Si- contestó a su lado -Ahora, tu novio cazador, tendrá que tragarse sus palabras al afirmar que las sirenas no existen- sonrió, leyéndolo también.
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